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Por Mario Ghibellini- Diario El Comercio
Imaginemos lo siguiente. Un insecto –digamos, una mosca– se está alimentando de una fruta descompuesta. En eso, viene un sapo y se come a la mosca. Y cuando todavía no ha terminado de saborearla, aparece de pronto una serpiente y devora al batracio de un bocado. A la serie que forma este proceso, de ocurrencia cotidiana en la naturaleza, se lo denomina ‘cadena alimenticia’. Y en las campañas electorales suele producirse un fenómeno tan parecido, que es lícito tomar el nombre prestado para definirlo.
Hacer mella
Los votos, por supuesto, hacen en este paralelo las veces del alimento primario. Y como hay un ‘stock’ limitado de ellos, cuando un candidato no tiene los suficientes a su disposición para ganar una elección, tiene que echar mano de los de alguno de sus contendores más débiles; y luego lo mismo le puede pasar a él: una operación que, en efecto, se parece mucho a las ingurgitaciones sucesivas de las que hablábamos al principio.
Pensemos, por ejemplo, en la serie que forman Urresti, Kuczynski y Alan García, tres muy probables aspirantes a la presidencia que se disputarán espacios parcialmente compartidos en los comicios del próximo año. Urresti, mosca él, busca nutrirse de esa fruta pasadita que son los votos que pudieran quedarle al oficialismo, y por eso está cumpliendo con los rituales necesarios para ser el postulante de Gana Perú en el 2016.
Pero PPK, que está mejor colocado en las encuestas, quiere sumar aparentemente el electorado nacionalista a su peculiar legión extranjera y, de puro sapo, juega a convertirse en la carta secreta de Palacio y engullir en el camino a Urresti. Al final, sin embargo, decidido a ser quien se mida con Keiko en la segunda vuelta, todo hace pensar que García se acercará sigiloso al añejo candidato y, tras el consabido tratamiento de constricción, no dejará de él ni un huesito americano. No tanto por capitalizar específicamente el voto humalista o convertirse en el paladín de los ex amigos de Belaunde Lossio, cuanto por subsumir dentro de su vasta plataforma política todo lo que la postulante del fujimorismo no pueda coger de la mesa.
Algunos adelantos de esta cadena alimenticia en construcción ya los hemos visto en las últimas semanas. Mientras Urresti andaba ocupado con las primeras escaramuzas judiciales del caso Bustíos, Kuczynski aprovechó para ser amable con el discurso del presidente Humala por 28 de julio y a las mismas cifras que la oposición dura calificó de “falsas” les dedicó la fórmula eufemística de “un poco elásticas”. Y la prueba de que Urresti percibió la dentellada es que, a los pocos días, declaró a la prensa que, si ganase las elecciones, tendría a PPK en cuenta. “De repente puede volver a ser ministro de Economía”, dijo en un claro esfuerzo por bajarle la llanta.
Pero el que realmente hizo mella al aspirante de Peruanos Por el Kambio fue, claro, García, quien retrucó una tonta observación de aquel sobre el cambio de la primera estrofa del himno nacional durante el gobierno anterior con un lapidario: “nosotros, los peruanos que no servimos otra bandera, dejamos la falsa estrofa del himno por la auténtica de José de la Torre Ugarte”. Y dejó a Kuczynski contemplando lánguidamente su pasaporte estadounidense.
‘Feijoada’ que vuelve
A eso hay que sumarle la pancarta colocada este jueves en uno de los puentes del Zanjón por el colectivo aprista ‘Renovar’, en la que se evocaba la nacionalidad oscilante de PPK: todo un anuncio de cuál será el principal argumento de Alan para sacarlo de carrera en la campaña que empieza.
¿Significa eso que National Geographic debería ya enviar un equipo de reporteros para filmar una cadena alimenticia política en vías de inexorable consumación? No tanto. Recordemos que siempre una antigua ‘feijoada’ puede volver de pronto para indigestar al comensal mayor y dejarlo sin pitanza.
Imaginemos lo siguiente. Un insecto –digamos, una mosca– se está alimentando de una fruta descompuesta. En eso, viene un sapo y se come a la mosca. Y cuando todavía no ha terminado de saborearla, aparece de pronto una serpiente y devora al batracio de un bocado. A la serie que forma este proceso, de ocurrencia cotidiana en la naturaleza, se lo denomina ‘cadena alimenticia’. Y en las campañas electorales suele producirse un fenómeno tan parecido, que es lícito tomar el nombre prestado para definirlo.
Hacer mella
Los votos, por supuesto, hacen en este paralelo las veces del alimento primario. Y como hay un ‘stock’ limitado de ellos, cuando un candidato no tiene los suficientes a su disposición para ganar una elección, tiene que echar mano de los de alguno de sus contendores más débiles; y luego lo mismo le puede pasar a él: una operación que, en efecto, se parece mucho a las ingurgitaciones sucesivas de las que hablábamos al principio.
Pensemos, por ejemplo, en la serie que forman Urresti, Kuczynski y Alan García, tres muy probables aspirantes a la presidencia que se disputarán espacios parcialmente compartidos en los comicios del próximo año. Urresti, mosca él, busca nutrirse de esa fruta pasadita que son los votos que pudieran quedarle al oficialismo, y por eso está cumpliendo con los rituales necesarios para ser el postulante de Gana Perú en el 2016.
Pero PPK, que está mejor colocado en las encuestas, quiere sumar aparentemente el electorado nacionalista a su peculiar legión extranjera y, de puro sapo, juega a convertirse en la carta secreta de Palacio y engullir en el camino a Urresti. Al final, sin embargo, decidido a ser quien se mida con Keiko en la segunda vuelta, todo hace pensar que García se acercará sigiloso al añejo candidato y, tras el consabido tratamiento de constricción, no dejará de él ni un huesito americano. No tanto por capitalizar específicamente el voto humalista o convertirse en el paladín de los ex amigos de Belaunde Lossio, cuanto por subsumir dentro de su vasta plataforma política todo lo que la postulante del fujimorismo no pueda coger de la mesa.
Algunos adelantos de esta cadena alimenticia en construcción ya los hemos visto en las últimas semanas. Mientras Urresti andaba ocupado con las primeras escaramuzas judiciales del caso Bustíos, Kuczynski aprovechó para ser amable con el discurso del presidente Humala por 28 de julio y a las mismas cifras que la oposición dura calificó de “falsas” les dedicó la fórmula eufemística de “un poco elásticas”. Y la prueba de que Urresti percibió la dentellada es que, a los pocos días, declaró a la prensa que, si ganase las elecciones, tendría a PPK en cuenta. “De repente puede volver a ser ministro de Economía”, dijo en un claro esfuerzo por bajarle la llanta.
Pero el que realmente hizo mella al aspirante de Peruanos Por el Kambio fue, claro, García, quien retrucó una tonta observación de aquel sobre el cambio de la primera estrofa del himno nacional durante el gobierno anterior con un lapidario: “nosotros, los peruanos que no servimos otra bandera, dejamos la falsa estrofa del himno por la auténtica de José de la Torre Ugarte”. Y dejó a Kuczynski contemplando lánguidamente su pasaporte estadounidense.
‘Feijoada’ que vuelve
A eso hay que sumarle la pancarta colocada este jueves en uno de los puentes del Zanjón por el colectivo aprista ‘Renovar’, en la que se evocaba la nacionalidad oscilante de PPK: todo un anuncio de cuál será el principal argumento de Alan para sacarlo de carrera en la campaña que empieza.
¿Significa eso que National Geographic debería ya enviar un equipo de reporteros para filmar una cadena alimenticia política en vías de inexorable consumación? No tanto. Recordemos que siempre una antigua ‘feijoada’ puede volver de pronto para indigestar al comensal mayor y dejarlo sin pitanza.