El Reino de Dios

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Reino de Dios

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
La parábola del buen trigo y la cizaña (Mt 13, 24-43) es otra parábola campesina, que como la del sembrador, Jesús nos hace el favor de explicarla. A continuación nos cuenta las parábolas del grano de mostaza y de la levadura. Las tres, como la del sembrador que vimos el domingo pasado, se refieren al Reino de Dios, que es la Buena Nueva, que Jesús vino a proclamar y hacer realidad en este mundo (Mc 1, 14-15). Y del que somos al mismo tiempo “sembrados” y “sembradores”. Sobre el Reino de Dios hay unas 20 parábolas, cada una de las cuales se refiere a un aspecto central del mismo. Hay que tener esto en cuenta para no dejarnos extraviar por los ricos detalles. Que la visión del bosque no nos haga perder de vista el árbol.
La parábola del buen trigo y la cizaña toca el terrible problema de la existencia del mal en el Reino de Dios (y en el mundo), Aparentemente se estaría refiriendo al origen del mal, su permanencia y su final. ¡¿Cómo es posible que siendo Dios bueno, exista el mal en su creación y en su Reino?! Lamentablemente para nosotros, Jesús no ha querido darnos una respuesta profunda y convincente del por qué existe el mal en el mundo. Como se dijo arriba, sólo quiere decirnos que en el Reino de Dios hay y habrá ciudadanos buenos y malos. La explicación que nos da (Mt  13, 37-43), pese a las apariencias, es sólo una respuesta simple y al alcance de sus oyentes, la que sin duda los dejó satisfechos.
Las parábolas del grano de mostaza y del puñado de levadura (Mt 13, 31-33), nos dicen que el Reino de Dios empieza pequeño. Pero aunque las dos se refieran a lo mismo, tienen sus particularidades. Veamos la del grano de mostaza (planta gramínea). El Reino de Dios es pequeño como un grano de mostaza, pero, como él, tiene vida, una fuerza interna que la hace crecer y crecer. El grano de mostaza, hasta convertirse en un arbusto, en cuyas ramas anidan confiados los pajarillos. El Reino de Dios (y la iglesia), hasta alcanzar y sobrepasar los límites del universo, haciéndose católico o universal, que es lo que “católico” significa. Nuestra vocación y misión como cristianos es la de ser como un granito de mostaza que crece y crece, hasta abarcar el universo, es decir, ser “católicos”. Tanto, que no se puede ser cristiano sin ser católico.
La parábola de la levadura enseña que el Reino de Dios es como un poco de levadura. La mujer que amasa un pancito mete dentro de la masa un poco de levadura y el pancito se esponja y crece hasta convertirse en un pan grande y rico. Es lo que hace el Reino de Dios en el mundo y en cada uno de nosotros: actuando como fermento hace crecer nuestra fe, esperanza y caridad, así como los llamados valores del Reino: amor, paz, justicia, libertad, solidaridad. Además, como la levadura se hace parte del pan, así el Reino de Dios tiene que encarnarse en el mundo, con todas sus consecuencias. Nuestra tarea de cristianos es actuar como viva y buena levadura en el mundo hasta integrarlo en el Reino de Dios.

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