¿Juzgar el amor?

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Por Martha Meier Miró Quesada- Diario El Comercio
El rotundo poeta Jorge Eduardo Eielson y su compañero de artes y travesías Michele Mulas compartieron una relación de más de cuatro décadas. Eielson la llamaba una “cristalina y fraternal amistad”. Vivieron una vida plena, productiva, creativa y enriquecedora emocional y espiritualmente. Pocas parejas –heterosexuales y del mismo sexo– logran establecer lazos estables, sanos y alegres como el de aquellos dos hombres.
En las últimas semanas el tema de la llamada unión civil solo ha servido para polarizar a un sector de la sociedad y, de paso, convertirse en la nueva excusa para atacar a la Iglesia Católica y a las cristianas, opuestas a la unión de personas del mismo sexo, como buena parte de la sociedad peruana. El tema es espinoso, pues entremezcla la fe, la ideología, los prejuicios, la mala imagen que se han ganado por su promiscuidad algunos homosexuales y la pésima y casi pornográfica y criminal percepción creada por los medios sobre ellos.
Nada de lo anterior debiera influir, pues lo que está en discusión es la libertad individual, y esa libertad debe poder ser ejercida por todos. No solo por un sector de la población, en este caso la heterosexual. Si alguien quiere construir una vida de pareja con alguien de su mismo sexo deben existir los mecanismos legales que se lo permitan. Así de simple, pero mientras haya políticos que usen el asunto para ganar notoriedad, votos o victimizarse frente a investigaciones fiscales por corrupción, poco se avanzará. Tampoco se logrará nada con ONG a que utilizan el asunto para que sus directivos tengan una plataforma que los encumbre y les sirva para llenarse los bolsillos. Menos aún para que la izquierda ataque a la derecha y a las religiones.
El Perú es un país conservador y tradicional. Las encuestas señalan que más de la mitad de la población no está de acuerdo con que dos hombres o dos mujeres establezcan un vínculo legal de pareja. De hecho, la razón se vincula a razones religiosas y de formación cultural, pero la raíz de la incomprensión y el rechazo a los homosexuales puede encontrarse, quizá, en la pésima imagen de los gays creada y difundida por los medios. Ante esas imágenes negativas de la homosexualidad no hay padre ni madre que quiera para su hija o hijo una vida de tragedia, drogas e infelicidad (más o menos lo que retratan los medios).
Nadie elije el camino más difícil como amar a alguien del mismo sexo. Eso es algo tan íntimo e irracional como un arrebato poético. Nadie se hace poeta, se nace y los versos duelen si no son plasmados en el papel, lo mismo que a quien no puede expresar libremente su amor.
La unión de personas del mismo sexo debe tener un camino legal, pero hay que limpiar de la cizaña anti-religiones, política e ideológica. Es una cuestión de libertad. Nada más. 
Dejemos que cada quién viva libremente y con responsabilidad y compromiso su amor.

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