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ANUNCIAR LA BUENA NOTICIA EN UN MUNDO PLURICULTURAL Y SECULARIZADO
Queridos jóvenes estamos viviendo en un mundo cambiante, la época y la forma de pensar y de comprometernos con el Reino de los Cielos, debe ser una respuesta dada desde nuestras diferencias y desde nuestro ser particular en el mundo que entra en comunión con nuestra Madre la Iglesia. El Vaticano II, cuyo aniversario número cincuenta estamos celebrando, nos presenta una Iglesia para quien todo lo humano encuentra eco en su corazón y por ello hace suyas los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren (Cf. GS 1).
Todos nuestros Obispos de América Latina en la V Conferencia Episcopal realizaron el gran lanzamiento de La Misión Continental con la idea de recibir en medio de nosotros un Nuevo Pentecostés en el que como jóvenes revitalicemos nuestra entrega y entusiasmo en la labor misionera y apostólica de nuestras parroquias. “¡Necesitamos un nuevo Pentecostés!” (A 548). “No podemos desaprovechar esta hora de gracia queridos jóvenes, es de vital importancia proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la muerte pascual del Señor de la Historia” (DA 548). Que el olvido de la Pasión del Señor es la causa de todos los males de este mundo (San Pablo de la Cruz).
Jóvenes misioneros, jóvenes entregados al servicio de Dios a través del compromiso cristiano en la Iglesia Católica, en la Iglesia Universal. En el año 2008, en el III Congreso Misionero Americano de Quito, fue elegida la ciudad de Maracaibo como sede del Cuarto Congreso Americano Misionero. Dios puso sus ojos en Venezuela de un modo especial como lo ha hecho en todo el mundo y le regaló esta oportunidad de celebrar este Congreso para avanzar hacia una Iglesia en estado de misión. El tema de este gran maravilloso Congreso que es a su vez bendición del Señor es: Discípulos misioneros de Jesucristo, desde América, en un mundo secularizado y pluricultural”.
Estamos en el AÑO DE LA FE y es un tiempo oportuno, como nos lo dice el papa, para promover e implementar una nueva evangelización que redescubra la alegría de creer y entusiasmarse a comunicar la fe.
DISCIPULOS Y MISIONEROS DESDE AMÉRICA
Debemos ser capaces de los afrontar urgentes desafíos como jóvenes misioneros dentro de la Iglesia, teniendo especial atención en la comprensión de la realidad y a las dificultades para llegar a encarnar poco a poco dentro de nuestro cuerpo la dimensión de Cristo que se entrega por amor a su pueblo. Abordar esta realidad es ya una obra maravillosa, tanto más cuando la misma realidad trae aparejada una crisis de sentido, del sentido religioso de corte cristiano que culturalmente prevalecía (Cf. DA 33-59), esta falta de sentido, nace principalmente por el desvío interior y del corazón hacia las cosas perecederas del mundo: el licor, la prostitución, el pasarla bien; todo enmarcado desde el mero placer y no desde una responsabilidad.
Como jóvenes debemos definir quiénes somos y cuál es nuestra misión en la Iglesia, debemos procurar ser “…discípulos dóciles que necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación humana y de su sentido” (Cf. DA 41).
En este aspecto el egoísmo va calando en el corazón del ser humano y va haciendo de las suyas, por eso, tenemos que tener capacidad para comprender que no somos únicos y solitarios, que somos muchos y vivimos en relación con otros, por eso, una mirada de nuestra realidad es una mirada de muchos puntos de vista.
VARIAS MIRADAS, MULTIPLES REALIDADES, UNA SOLA FE
La iglesia de América se dispone a dar un paso adelante en la Misión que el Señor le mandó. EL CONGRESO AMERICANO MISIONERO (CAM 4), COMLA 9, se convierte en una hora de gracia para la reflexión profunda y la motivación eclesial en la tarea de extender el Reino de Dios, ensanchando sus fronteras principalmente en el corazón de los fieles -DISCÍPULOS MISIONEROS-, como acertadamente definieron los obispos en Aparecida a los cristianos, única manera efectiva de poderlo ensanchar en los pueblos y culturas de nuestro tiempo. Jesús partió de un Reino de Dios presente en nosotros, Reino de Dios como grano de mostaza para cuya extensión propuso el método de ir paso a paso, por el camino del amor al prójimo y al enemigo. ¿Seguirá siendo válido este mismo camino para abordar tanto espiritual como estructuralmente la situación actual de la Iglesia en el Continente y la misión que nos atañe? (cf Mc 4,26-34).
Queremos ser fieles al Señor y para eso necesitamos de varias miradas que puedan iluminar los cambiantes momentos y las múltiples realidades, miradas a partir de la realidad del joven en la selva, miradas a partir de la realidad del joven en la sierra, miradas a partir de la realidad del joven en la costa, evitando visiones que tan sólo muestran un rostro de Dios desde el temor y el miedo. Este CAM4-COMLA9 es oportuno para explorar y rastrear caminos que serán transformados por la vivencia de una sola fe, la fe en JESUCRISTO. De esta manera el Joven Discípulo Misionero se convierte en el sujeto que se encuentra con Jesucristo, que se convierte a Él, se hace su discípulo, permanece en comunión con Él y enviado va donde quiera sea necesario para propiciar este mismo proceso en los demás (Cf. DA 276-288).
La misma Iglesia -la comunidad de fe- debe vivir este mismo ciclo en cada realidad y como grupo emprende el camino misionero, enviados por Jesucristo, de la misma manera que Él fue enviado. “Como el Padre me envió, así mismo los envío Yo” (Jn 20,21). Para recorrer este camino fructuosamente, se requiere de una Conversión Pastoral, como un nacer de nuevo, para lograr una nueva realidad. No es suficiente querido joven, con el tener un buen propósito, es indispensable trabajar en ello, y esforzarnos con mucho sacrificio, para conseguirlo, de lo contrario el ser misionero se convierte en otra cosa distinta y no en ser discípulo de Cristo.
En la Conferencia Episcopal realizada en Aparecida – Brasil, se nos indica la preparación del Discípulo Misionero en la Escuela del Maestro como la experiencia más novedosa y el camino obligado para poder seguir su huella. Esta permanencia en Él es la garantía del fruto esperado. “Si permanecen en mi darán fruto… Sin mi nada pueden hacer” (Jn15,5); como jóvenes misioneros debemos encarnar en nuestro corazón la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, de no ser así, su accionar se puede convertir sin duda en prácticamente doctrinal, sin cuerpo ni aliento de vida que vigorice y estimule el verdadero seguimiento del Señor; ya en el año 1996 el entonces cardenal Ratzinger, quien es hoy su Santidad Benedicto XVI advertía: “No resistirá los embates del tiempo una fe católica reducida al bagaje o elenco de normas y prohibiciones, o prácticas de devoción fragmentada a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe o una participación ocasional a algunos sacramentos que no convierten la vida de los bautizados” (Ratzinger J. Situación actual de la fe y la teología. L´observatore Romano, 1 nov. 1996). “No es el cristianismo una decisión ética o una idea, sino que es un encuentro con Jesucristo, un acontecimiento que da nuevo horizonte a la vida y con ello, una orientación decisiva” (DA 12).
LA PALABRA DE DIOS: EL LLAMADO Y EL ENVIO
De muchas maneras y durante mucho tiempo se ha indagado la naturaleza de la vocación del cristiano; ahora, inspirados en Aparecida nos preguntamos: ¿Cómo hace el creyente para recorrer el camino que va desde el lugar concreto donde vive en su contexto hasta la meta cifrada en una vida plena en Jesucristo? Aparecida nos responde que la mediación pedagógica para recorrer ese camino es el “discipulado misionero”. En otras palabras, si un creyente, hombre o mujer, quiere recorrer ese camino, debe convertirse en un discípulo misionero de Jesucristo. Querido hermano, querido joven misionero, ¿verdaderamente estoy viviendo un espíritu de conversión en mi parroquia, en mi labor apostólica y misionera? De no ser así, estoy errando y negando la posibilidad de que Dios obre en mí.
La pedagogía de esta transformación la encontramos en la Escuela del Maestro Jesús. Un Jesús que no siente asco por los enfermos, como muchas veces nosotros; un Jesús que no siente odio por aquel que le ha hecho sufrir, como en algunas oportunidades queremos sacar ventaja y vengarnos unos de otros; Jesucristo es quien llama y quien ha tomado la iniciativa de amarnos primero: “no me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes”(Jn 15,16). Este es EL ENCUENTRO PERSONAL más importante de los apóstoles que produce una identificación, una vinculación tan estrecha a Él que se convierte en la fuente de la vida pues solamente Él tiene palabras de “vida eterna” (cfJn 6,68) (Cf. DA 131).
El segundo paso es la CONVERSION PERSONAL. Debemos dejar de lado nuestra condición de hombre viejo, esto es, de vivir solo en orientación a los placeres del mundo: Droga, rumbas y fiestas desenfrenadas que carecen de valores cristianos, desconfianza en la familia, etc… La Conversión personal nos llama a vincularnos íntimamente a su persona (cf Mc 1,17; 2,14) Jesús los eligió para que estuvieran con El y enviarlos a predicar (Mc 3,14), para que lo siguieran, con la finalidad “de ser de él” y formar parte “de los suyos” y participar de “su misión”. (DA131)
Para HACER UNA COMUNIDAD CON EL. Esta es la comunión que todo hombre llamado debe formar con el Maestro. Comparten con Él la mesa, tanto la habitual como la pascual (cf. Mc 2,15 ss; 14,22-25); les enseña a comunicarse con el Padre (cf. Mc 9.2-8); les muestra desde su compromiso que el amor mutuo es la columna de la comunidad cristiana (cf. Jn 15,12); les prepara para trabajar en y con la comunidad y a responder a sus necesidades concretas tanto físicas como espirituales (Mc 6,30-44; 8,1-9).
No es fácil ser bueno y correcto en la vida, si no vamos de la mano de Dios. La hermosa Selva del Perú nos enseña como es el vivir en armonía, en entrega y en servicio, la selva nos enseña que la naturaleza nos cuida y vela por nosotros, siempre que estemos en disposición de corresponder a ese amor, cuidándola y respetándola; de igual modo lo es la Costa y la Sierra. En los tiempos que vivimos hoy es absolutamente indispensable ese encuentro íntimo con Jesús en la vida comunitaria. No se puede ni siquiera pensar un camino discipular sin una vida en comunión. El documento de Aparecida nos dice que existe la tentación de comprometernos en búsquedas espirituales individualistas o de ser cristianos sin Iglesia.
Aquí está el centro de la naturaleza del cristiano, en ser testigos directos del amor de Dios. PARA SER SUS DISCIPULOS. “Vengan y Vean” (Jn 1,39). Hay que reconocer la presencia del Jesucristo y seguirlo. Esa fue la experiencia de los primeros discípulos que encontrando a Jesús, quedaron fascinados y llenos de estupor ante la excepcionalidad de quien les hablaba, ante el modo como los trataba, correspondiendo al hambre y sed de vida que había en sus corazones. De igual modo nosotros, queridos jóvenes, debemos ser capaces de irradiar esperanza en las personas por nuestro buen testimonio de vida, comprometiéndonos fuertemente con la entrega y el servicio a nuestra parroquia y apoyando al párroco en las labores pastorales que se necesiten, esto es estar también en Comunión.
El discípulo experimenta que la vinculación íntima con Jesús en el grupo de los suyos es participación de la Vida salida de las entrañas del Padre, es formarse para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones (cfLc 6, 40 b), correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas. (DA 131). No tengamos miedo en ser buenos, al contrario, tengamos miedo por pretender vivir en sólo apariencias y busquemos ser jóvenes justos y comprometidos. Cristo mismo nos da el método: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Con él y con su estilo podemos desarrollar las potencialidades que están en las personas y formar discípulos misioneros. (DA 276).
E IR EN MISION: queridos hermanos: “¿Por qué era necesario ir más allá de las riveras del mar de Galilea si Jesús no fue más allá de ellas?” ¿Cómo pudieron los apóstoles sobreponerse a una derrota tan grande como fue la muerte del Maestro y arremeter una Misión tan exitosa? Para responder a esta inquietud encontramos que definitivamente se conjugan dos elementos esenciales que nos pueden servir de clave para la búsqueda y aplicación del mismo “modelo misionero” que son:
1) una experiencia vital de fe: encuentro con el resucitado.
2) una docilidad a la acción del Espíritu Santo: Praxis misionera.
La Experiencia de Fe es el punto de partida: “Como el Padre me envío así mismo los envío yo” (Jn 17,18 y 20, 21). Estas palabras fueron evaluadas a la luz del Cristo Resucitado, e hicieron eco en el corazón de los discípulos que las convirtieron en el más exitoso proyecto misionero. La juventud debe ser respuesta a los retos de nuestro mundo, que parece ser, es dominado por el materialismo y las cosas vanas y sin sentido. La fuerza del resucitado es mayor que toda amenaza, duda o temor y mayor que la misma muerte ya sufrida por el maestro. Las promesas del Evangelio de Marcos: “Pues antes del fin, el Evangelio tiene que anunciarse a todas las acciones”(Mc 13,10) y: “les aseguro que en cualquier lugar del mundo donde se anuncie la buena noticia, se hablara también de lo que hizo esta mujer, y así será recordada”(Mc 14,9), más la proclamación universal de un “Evangelio eterno” (Ap 14,6-7) traído por un ángel, enfocan en labios de Jesús un Evangelio que llega desde el cielo al final de los tiempos, mensaje que los apóstoles releen abocándose a una misión terrestre sin precedentes. En algunas ocasiones carecemos del apoyo de los párrocos o vemos antitestimonio de vida en los miembros de la Iglesia, esto no debe ser motivo de desánimo, al contrario debe ser motivación para demostrar al que se equivoca, que vale la pena vivir con Cristo y ser como él “cristos” en un mundo en el que nos crucificamos unos por otros, gracias al amor insondable de Dios.
La segunda característica es una docilidad al Espíritu Santo. La motivación misionera que llevo a los discípulos desde Jerusalén a Roma (una misión territorial) fue solo posible gracias al rol protagónico del Espíritu Santo; la declaración sobre el banquete del Reino según san Lucas: “…vendrán el llanto y la desesperación, al ver que Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas están en el Reino de Dios, y que ustedes son echados fuera. Porque va venir gente del norte y del sur, del este y del oeste, para sentarse a comer en el reino de Dios” (Lc 13,28-29) prepara la parábola de los invitados y a través de ella la evocación de la misión. (Lc 14,21-24) “Vayan por los caminos, las encrucijadas y hagan que se llene mi casa” (Lc 14,21-24).
Es importante finalmente decir que el ser Discípulos Misioneros en la Conferencia Episcopal de Aparecida se presenta como elemento constitutivo de la fe y la meta más importante vocación del cristiano, absolutamente necesaria y básica en el seguimiento consciente del Maestro. Pero para ello, el compromiso es fundamental. Benedicto XVI recordaba en la Inauguración de la Conferencia de Aparecida la íntima unión entre discipulado y misión: “El discípulo, fundamentado así en la roca de la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y Misión son las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva (cfHch 4,12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro” (DA 146).
LA IGLESIA EN CONVERSION PASTORAL
En honor a la verdad tenemos que reconocer hoy en América que la concepción de la Iglesia no está ni mucho menos determinada por su dinamismo misionero. Quizá estamos cayendo en una realidad aparente en la que se debe realizar un sin fin número de actividades, ya no estamos en “función de sino somos funcionarios de”. Dentro del compromiso cristiano la principal actividad normal no es la misión, ni la evangelización, sino lo que se llama la “actividad pastoral” que, presuponiendo que ya ha sido predicada y aceptada la fe, lleva consigo ciertos compromisos y acciones dirigidos a la maduración de la fe de los creyentes, a su santificación por medio de los sacramentos, a la defensa de su fidelidad y la promoción de su coherencia con la fe que profesan.
El contraste que tenemos entre una “pastoral de mantenimiento” y una “pastoral misionera” puede ser iluminada a partir de la imagen bíblica del grano de trigo que muere y así da muchos frutos. En el orden personal, hay que nacer de nuevo del agua y del Espíritu y en orden eclesial habrá que morir a ciertas formas históricas como el clericalismo, sacramentalismo, autoritarismo, centralismos y todo tipo de estructura que no genere vida y fraternidad en el Espíritu. A ese cambio lo llamamos conversión pastoral que se puede equiparar con la experiencia del desierto. Este desierto era el camino doloroso a transitar para alcanzar la tierra prometida (Canaán) tras abandonar valientemente la tierra de esclavitud (Egipto).También la Iglesia naciente tuvo que recorrer su desierto.
Los primeros apóstoles tuvieron que dar un nuevo sentido a las prácticas judías, como lo había hecho antes el maestro de Nazaret al demostrar el verdadero sentido de el sábado y el hombre o las prohibiciones de trato con los enfermos y excluidos de la sociedad en relación con la misericordia y el amor, a fin de llevar mayor vida y vida en abundancia para todos. Así fueron creando estos judeocristianos nuevas prácticas pastorales como salir de la propia geografía palestinense y llevar la Buena Noticia a otros países, adoptar nuevas lenguas como manera de inculturar el evangelio o hacer de las casas domésticas los lugares de culto (Cf. Hech 29,8). Por la audacia pastoral de San Pablo, también la primitiva iglesia exime a los cristianos procedentes del paganismo de prácticas judías como la circuncisión. Así la Iglesia, dejándose guiar por el Espíritu, va transformando su práctica pastoral para extender el evangelio por doquier.
Las pequeñas comunidades hicieron la transición. El espacio que separaba el mundo pagano a los miembros del Reino de Dios, fue transitado por la experiencia de comunión de los primeros cristianos (Hech 2, 42-49) que se fue configurando como una subcultura emergente que llego a transformar la sociedad. Esta transición fue posible por una profunda experiencia de Fe en Cristo Resucitado y por el protagonismo aceptado del Espíritu Santo, amén la docilidad de los misioneros. (O. Martínez. Al Principio fue la casa.)
La Iglesia latinoamericana en su historia cuenta con una larga lista de insignes misioneros que abrieron brecha en diversos frentes pastorales. Unos se esforzaron en conocer los idiomas autóctonos para extender con mayo profundidad el evangelio y otros conocieron en profundidad las culturas indígenas y mestizas para inculturar el Evangelio. Esto contribuyó a dar los primeros pasos de una Iglesia autóctona con rostro propio con nuevos criterios pastorales. Recordemos los misioneros que entregaron su vida al servicio del pueblo de Dios en la Selva, en la Costa y en la Sierra.
Eran tiempos más difíciles que los de ahora, sin embargo, se mantuvieron firmes en la fe y en el entusiasmo por llevar el evangelio a los pueblos, esa es la fuente de la vida, es el legado que nos han dejado.
Volver a esta fuente es el reto mayor para la Iglesia: “Está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales… se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia desde un encuentro personal y comunitario con Cristo, que suscite discípulos misioneros”(DA 11). Se busca una nueva Evangelización la cual debe ser: misionera, en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres (DA 13). Ante los tiempos cambiantes que vivimos y de explicita negativa de los signos cristianos en modo práctico, el Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, señalará pautas y senderos interesantes.
En muchos lugares como en la selva, la entrada de la energía o la luz eléctrica, es motivo de desarrollo y felicidad, sin embargo, también nacen el dolor, la soledad y el sufrimiento: ya no hay tiempo para compartir en familia, está primero el televisor; ya no hay tiempo para estar juntos, está primero la música, etc.
El reto fundamental que afrontamos es mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier por desborde de gratitud la alegría del don del encuentro con Cristo. No tenemos otro tesoro que este. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos nos obstante todas las dificultades y resistencias. Para concluir lapidariamente: “Ese es el mejor servicio- ¡su servicio! Que la iglesia tienen que ofrecer a las personas y naciones”(DA 14).
LOS DISCIPULOS MISIONEROS Y LOS TIEMPOS ACTUALES
Queremos volver a insistir sobre la condición de discípulo y misionero como lo hizo notar Benedicto XVI en la Inauguración de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, Brasil en mayo del 2007. No somos cristianos si no somos discípulos misioneros. El discipulado misionero es la primera y principal vocación del cristiano (nueva referencia al sacerdocio común de los fieles) sobre ella se pueden establecer ulteriores vocaciones. Las mismas que serán fructíferas solo y en la medida que tengan la primera y principal vocación que es ser y hacer discípulos misioneros.
En nuestra época actual, por el creciente desarrollo de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías, se han acelerado la velocidad de los cambios sociales y culturales produciendo a veces en el discípulo misionero un vértigo o una desadaptación. El mundo se ha convertido en una Aldea Global donde se dan a conocer desde los comportamientos más excéntricos como también los contrastes más sutiles de las culturas y de las regiones que la configuran, tanto de las individualidades como de los colectivos. Nos estamos volviendo egoístas y avaros, personas que tan solo queremos un reconocimiento social y una distinción, no verdaderos discípulos y misioneros.
La globalización ha creado un nuevo espacio cultural y electrónico. Puede ser un motivo, pero no lo es todo, también nosotros somos culpables de toda esta realidad que ha cambiado las relaciones de los hombres propiciando un gran sentido por la individualidad y no por el trabajo común y solidario con incidencias en la comunicación interpersonal. Ante este fenómeno la misión parece que fuera por un camino diferente, o porque los métodos y las estructuras desde donde anunciábamos el evangelio ya no son efectivas (el púlpito) o porque es necesario reconocer nuevos púlpitos que sean escuchados en nuevos areópagos, por lo que urge una comprensión del acontecimiento para entender estas nuevas relaciones (redes).
LA CONCIENCIA DEL DISCIPULO MISIONERO Y EL ENTORNO
Es un signo de nuestro tiempo la pérdida del barniz cristiano que tenía la sociedad. Lo decisivo para ser o no ser cristiano era más el entorno cultural que la propia determinación. Ahora los cristianos afrontamos el reto de ser segregados o apartados por la misma cultura que un día ayudamos a nacer. “La cristiandad” está en crisis como estructura cultural y a los cristianos nos toca vivir ahora como “cultura emergente”, como fermento en la masa. Situación nada nueva si consideramos que justamente y a partir de Jesucristo, nace por la vivencia de las Pequeñas Comunidades Eclesiales un nuevo tejido social tan sólido y tan diferente que logro imponerse en un mundo adverso y extraño como era el mundo pagano de entonces.
Sin embargo, es en las minorías donde se fermenta mejor el evangelio, las grandes masas o grupos, puede que revitalicen la dimensión pastoral y comunitaria, pero debilitan el fermento propio del Cristiano y creyente, el Sacrificio esto es ser capaces de renunciar a lo que tenemos y queremos con el fin de ayudar a que el otro crezca y se realice.
A la Iglesia le toca tomar conciencia de esta nueva realidad – todos los bautizados somos Iglesia -, no retornando a una eclesialidad ya perdida sino decidiéndose por una nueva que parta del acontecimiento de Cristo y se comporte como Iglesia de fermento en medio de una masa cuando menos indiferente.
Para llegar a esta comprensión hace falta:
1) Una experiencia fundante de la fe en Cristo encarnado, crucificado y resucitado (tener un encuentro con El).
2) dejarse llevar de la mano del Espíritu Santo. Así se inicia una nueva manera de vivir la relación con Dios y con los hermanos (y enemigos) de manera doméstica y, en lugar de quedarse allí, se sentían llamados y enviados y en ese camino.
En el nacían y se multiplicaban. De Jerusalén a Roma, bajo el pastoreo de los Apóstoles que entendían la extensión del Reino como el objetivo fundamental de su ser de apóstoles. “Ay de mi si no evangelizare” decía Pablo con profunda convicción misionera.
La espiritualidad misionera se ha caracterizado por ser eficaz a la hora de comprometerse, no es cuestión de hacer muchas o grandes cosas, sino de hacer de las pequeñas cosas, un compromiso grande, es tener una vivencia profunda y verdadera de una espiritualidad que arranca del encuentro con Cristo que cambia la vida. (Cf. los casos de la Samaritana y Zaqueo). También en el inicio de la predicación apostólica del continente Americano, pese a las dificultades de toda índole que la misión traía, los misioneros en su mayoría supieron dar la vida con generosidad y creatividad pero en algún momento del devenir histórico la iglesia disminuyó ese empuje misionero y busco instalarse.
Cuantas veces hemos querido manifestar al mundo el deseo de trabajar en la misión, sin embargo, cuesta tomar la iniciativa. Cuantas veces ante la principal dificultad salimos huyendo. Es importante no decaer en la pereza y asumir la oración y la misión de ser bautizados con pleno convencimiento de lo que decimos y hacemos.
¿RE-EVANGELIZAR, NUEVA EVANGELIZACION O URGENCIA DE LA MISION?
Ahora, cuando vemos la necesidad de recomenzar desde Cristo podemos entender como el Kerigma – Pasión, Muerte y Resurrección del Señor – tiene que anunciarse siempre. Una y otra Vez. Se hace urgente un renacer del kerigma y de la misión. Una nueva configuración sabiendo que Jesucristo es el mismo ayer hoy y siempre. El concepto de re- evangelización o de nueva evangelización si se aplica a toda la iglesia da la idea de que la primera no se hizo o que es solo aplicable a un continente?…. Parece más adecuado la urgencia de la Misión para comprender que hoy tenemos que dar el paso discipulando a los que bautizamos: “Vayan y hagan discípulos….”(MT 28,199. Ese pasar de un común bautizado a un cristiano hijo de Dios es una experiencia de camino, una escuela de misión.
La urgente tarea de misionar en América y en el mundo entero pasa por una Escuela de Formación de Pequeñas Comunidades Eclesiales. Estas pequeñas iglesias o iglesia en las casas, sociológicamente reducidas de creyentes pero teológicamente con todas las características eclesiales, permiten salir a las personas de su anonimato para lanzarlo a un encuentro fundante con Cristo, haciéndolo discípulo en un proceso de conversión, para que viva en comunión y se sienta movido por la urgencia de la misión (DA 278). Esta será una verdadera evangelización, Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión y en su eficacia como escribió el entonces papa Beato Juan Pablo II en la RemptorisMissio y en varios mensajes para el continente americano.
La ruptura entre Evangelio y cultura es el drama de nuestra época, como fue también en otras épocas. Una evangelización inculturada y una evangelización de las culturas aparecen como tareas indispensables. Las culturas deben ser regeneradas mediante el impacto de la Buena Nueva para lo cual se necesita que esta buena nueva sea proclamada de una manera inculturada, profética y kerigmática (cf.EN 20). La evangelización debe entrar en las culturas para transformarlas desde adentro.
Partimos de realidades distintas pero tenemos un mismo Padre, Dios. Porqué hablar mal del prójimo, porqué subvalorar al hombre selvático, porque tratar mal al serrano o al costeño, que diferencia hay entre un nacional o un extranjero? Estas circunstancias y actitudes no son de Dios, sino de un Corazón egoísta que tan sólo piensa que es único en el mundo. No sea así en los jóvenes misioneros, no sea así en el corazón cristiano, no sea así en la humanidad.
NUEVAS ESTRUCTURAS
Nadie da lo que no tiene, reza el refrán popular y es la verdad. Haciendo un análisis objetivo, la Iglesia de América ha sabido reconocer en la Conferencia de Aparecida la necesidad de un nuevo Pentecostés, que a semejanza de cuanto hizo con los apóstoles, el Espíritu Santo nos saque del encerramiento (controlando esa fuerza centrípeta que nos ha llevado a encapsularnos en nuestros templos) y nos empuje hacia los demás para anunciarles con valentía un Cristo vivo y liberador (fuerza centrífuga). Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo que ha llenado nuestra vida de sentido, de verdad y amor, de alegría y esperanza (DA 548). Pero para lograrlo se necesitan grandes cambios en las estructuras que logren reconocer como prioritario el quehacer misionero y favorezcan su desarrollo efectivo sin caer en el sofisma de que podríamos renovar las estructuras sin renovar a la persona. Sólo hombres misioneros son capaces de dotarse de estructuras misioneras.
Teniendo presente que la estructura se fortalece principalmente en el corazón del hombre, porque de que sirve una estructura, si no hay quien la habite o trabaje en ella.
La iglesia había logrado crear y desarrollar en los dos últimos siglos unas estructuras culturales y ambientes propios que unido al carácter centralista y jerárquico de su ser había logrado llevar una vida cultural católica relativamente intensa aunque no misionera, realidad que entró en crisis con el mundo moderno. Esta nueva coyuntura está produciendo una notable pérdida de la eclesialidad tradicional de los creyentes lo cual repercute cada vez más en la forma estructural de las iglesias y las comunidades (KEHL Medard: ¿A dónde va la Iglesia? Un diagnóstico de nuestro tiempo 1997).
Las actuales estructuras eclesiales resultan insuficientes para el anuncio del evangelio a todos los pueblos. Hoy se requiere ser más creativos, no sólo en las instancias naturales de la Iglesia, sino sobre todo en el acceso a los Medios de Comunicación a las nuevas tecnologías como internet. Dichos medios deben ser utilizados son pertinencia y calidad, a fin de que el mensaje sea atractivo y acogido por los receptores. Pero ser creativo, no es desfigurar el rostro verdadero de Dios, sin al contrario, hacer que ese rostro se note y se muestre por nuestro testimonio.
Para solventar el anuncio del Evangelio en las circunstancias antes descrita parece necesario crear “un catolicismo ambiental” que sea capaz de salir de la perplejidad acerca de cómo proclamar hoy nuestra fe en Dios como fuente originaria de toda la vida. Un Catolicismo que se oxigene y tome nuevo aire y aliento de vida. Una “nueva eclesialidad” que partiendo del principio de la Semilla, del fermento, de las Pequeñas comunidades Eclesiales actúe directamente en los lugares, en los barrios, en los sitios más apartados. Esta presencia local de la Iglesia que sale del templo cambia ya la fisonomía y estas nuevas estructuras que se creen serán las que favorecerán la transmisión del Evangelio.
Una mirada a los otros territorios de misión nos mostraba la presencia significativa de jóvenes misioneros de las distintas congregaciones en todos los lugares. Ahora son extensiones cada vez mayores sin la presencia del misionero tradicional. Pero también en las ciudades, en los pequeños caseríos, en los asentamientos humanos y en los barrios se va debilitando cada día más la eclesialidad tradicional y puede nacer una nueva. “Uno no puede reformar las instituciones sin haber reformado previamente los espíritus; pero tampoco podemos reformar las espíritus sin haber reformado previamente las instituciones” (E. Morin: ManChemin p. 272).
LA MISION CONTINENTAL
Los obispos de América Latina quisieron ir un paso más adelante y convocaron a todos los obispos, sacerdotes y demás miembros de la Iglesia para responder a los planteamientos con una Misión Continental Permanente. Desde las Instancias de la Obras Misionales Pontificias y de todo el mundo misionero sentimos una inmensa alegría porque esta misión se inscribía en la ESENCIA MISMA DE LA IGLESIA. Su única razón de ser según EvangeliiNuntiandi (EN 14).
Sobre la Misión Continental habló el papa Benedicto XVI: “Este es el principal aporte de nuestros Obispos en Aparecida y es un esfuerzo evangelizador que, efectivamente, no es una tarea fácil ni sencilla, porque requiere dedicación, tiempo y sacrificio. Sin embrago, sabiendo que esta esfuerzo tiene como finalidad que Jesús sea conocido, amado y seguido por todos, especialmente hoy, cuando muchos han vuelto la espalda a Él y a la iglesia, será acogido por muchos católicos y por todos los sacerdotes con entusiasmo y fe. La comunión y participación en la Iglesia del Continente pasan por la aceptación y la generosidad de respuesta de cada parroquia a la Misión Continental”
Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia. “Ninguna comunidad debe excusarse de entrar, decididamente, con todas las fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las posiciones caducas que no favorezcan la transmisión de la fe” (DA 47) por lo que ahora nos preguntamos sobre la Misión Continental: ¿ha sido verdaderamente aceptada e impulsada por los Obispos del Continente? o ¿simplemente se ha dicho que todo lo que hacemos es misión? ¿han sido verdaderamente evaluadas las estructuras de cara a la misión y las instituciones han revisado su accionar? ¿Se han creado instancias de coordinación de la misma o cada uno ha “adaptado” la misión para que no sea nada más que una campaña u operativo que un día se inauguró y ya se clausuró? ¿Cuántas iglesias o mejor cuántas naciones están cumpliendo este plan de misión? ¿Cuál es la excusa? ¡No hay excusa!
Como jóvenes misioneros que podemos aportar a esta realidad. El desarrollo de video- fórum, la formación permanente, la formación de escuelas de líderes…pueden ser aspectos que permitan enriquecer este compromiso.
LOS SACERDOTES Y LA MISION
Los sacerdotes han sido llamados a ser discípulos de Jesucristo en sentido pleno. Él los ha escogido con las mismas palabras que dirigió a los primeros discípulos: “SIGUEME” y cada uno repitió el gesto de los apóstoles: “dejando las redes lo siguieron”. Así, cada sacerdote esta ante la posibilidad de aceptar ese llamado como lo hicieron Pedro, Mateo, Andrés, Juan o de rechazarlo como hizo el joven rico (DA 146).
Será necesario en los Seminarios la depuración del perfil de los sacerdotes que necesitan los tiempos modernos, los cuales deben estar cimentados no tanto en la teología del Sacerdocio del Antiguo testamentario sino en la misión de servicio al reino de Jesús que culminó con la cruz que él vivió existencialmente como auto-ofrenda libre.
LAS PARROQUIAS Y LA MISIÓN
Las parroquias deben ser renovadas en un sentido misionero. Ellas que fueron tan efectivas en los ambientes rurales y en las pequeñas aldeas parecen rebasadas en los actuales momentos, ya sea por el enfoque exclusivamente sacramental que las caracterizan o por la superpoblación que las arropó. El cometido principal de cada parroquia y diócesis es formar a las personas con sentido misionero, social y justo y en los demás valores del Evangelio (Cf. DA 385). Tengamos presente hermanos participantes del V CONAJUMI, todos conformamos y formamos parte de una parroquia, todos los bautizados.
AD GENTES
Las primeras comunidades se sentían en todo responsables de la extensión del Reino, cosa que hacían en las casas y en las sinagogas y en toda ocasión que les fuera propicia. Este era su impulso natural. Con la aceptación del cristianismo por parte del Imperio se cambió esta dinámica. Ahora la iglesia se ocupó de su organización principalmente. Entonces la palabra “Misión” vino a ser utilizada para significar con ella toda o cualquier acción eclesial. Por otro lado ninguna iglesia debe perder el enfoque de la misión Ad gentes, los pobres y la misión ad extra, para fuera de su contexto, porque estos no son aspectos o tareas específicas sino que son su dimensión esencial.
Es de lamentar la realidad frecuente en las iglesias de concebir la evangelización solo como una acción ad intra, sin importar casi para nada los que están allende las fronteras. No quedamos con alabanzas, con talleres, con slogans, etc., pero no encarnamos verdaderamente la realidad de los necesitados y los crucificados. Parece ser, que participar en grupos apostólicos o misioneros es la oportunidad para conseguir novio o novia, para hacer amigos y reducir así, a la mínima expresión el sentido de la vida. Todavía más: El énfasis en América Latina por una nueva evangelización acabó diluyendo la importancia de la misión. La erosión por la secularización y el ansia de reconquista nos deprime y nos atormenta y nos lleva a encerrarnos más o a tratar de conseguir algunos “para encerrarlos junto a nosotros” tanto en lo pastoral como en lo confesional lo que privilegia un movimiento centrípeto donde solo nos ocuparemos de mantener una pastoral de los cercanos que cada vez son menos.
La misión Ad Gentes tiene que ver con el origen y la identidad más profunda de la Iglesia. La Iglesia nace de verdad en el momento que comprende y acepta la misión entre los pueblos y hasta los confines de la tierra (cf. R. Schoeder-StefhenBevans, Teología para la misión, 2010) .Esta misión Ad gentes será siempre la tarea de la Iglesia asumida por sus comunidades a veces con cierta resistencia, En repetidas ocasiones se busca minimizar, postergar o hasta despreciar este desafío con el pretexto de que todo lo que hacemos es misión. La misión es la esencia de la Iglesia y solo cuando en verdad cumple esta está siendo fiel al Señor.
La misión, según Aparecida, consiste en dar vida abundante a nuestros pueblos a la manera de Jesús. Jesús vino a darnos una vida plena y feliz. La fe consiste en relacionarse personalmente con Jesucristo salvador y dejarse transformar por él. El compromiso evangelizador, cabe resaltar, no sólo es en los campos, también lo es en la ciudad, en la escuela, en el trabajo, en la universidad, etc. y se realiza por medio de adecuadas charlas o diálogos, evitando la obscenidad o la falta de criterio de vida, desvalorando al prójimo. La salvación que Jesús nos vino a traer incluye todas las dimensiones de la existencia: “La vida nueva en Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana ‘en su dimensión personal, familiar, social y cultural’. Para ello hace falta entrar en un proceso de cambio que transfigure los variados aspectos de la propia vida. Sólo así, se hará posible percibir que Jesucristo es nuestro salvador en todos los sentidos de la palabra. Sólo así manifestaremos que la vida en Cristo sana, fortalece y humaniza” (Aparecida 356). Los misioneros proclamamos la Buena Noticia de la persona y el proyecto de Jesucristo y, en El, las buenas noticias de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo, de la ciencia, del destino universal de los bienes y de la solidaridad con la creación (Cf. Aparecida 103-128).
CAPITULO II: UN MUNDO PLURICULTURAL Y SECULARIZADO
DIVERSIDAD CULTURAL
América es un mosaico cultural. Coexisten en ella diversas culturas: indígenas, afroamericanos, campesina criolla (mestiza), urbana y suburbana, migrantes. Esta diversidad cultural es un hecho que está a la vista y una riqueza a disfrutar y a compartir. No siempre esta diversidad cultural es tenida en cuenta y, a veces, se la ignora olímpicamente.
Culturas indígenas: Los indígenas forma parte de los excluidos del continente: “Algunas comunidades indígenas se encuentran fuera de sus tierras porque estas han sido invadidas o degradadas…sufren graves ataques a su identidad y supervivencia, pues la globalización económica y cultural pone en peligro su propia existencia como pueblos diferentes. Su progresiva transformación cultural provoca la rápida desaparición de algunas lenguas y culturas.”(Aparecida 90). La selva peruana nos presenta muchas realidades donde el Señor se ha venido encarnando: Shawhis, Ahuarunas, Cocamillas…
Sin embargo hay que superar una consideración meramente socioeconómica de los indígenas. Aunque sean excluidos, pobres, marginados debemos tratarlos, sobre todo, como “otros diferentes que exigen respeto y reconocimiento”. (Aparecida 89). Porque todos tenemos las mismas capacidades, todos somos los hijos de Dios.
Entre los valores de las culturas indígenas señalamos la “apertura a la acción de Dios por los frutos de la tierra, el carácter sagrado de la vida humana, la valoración de la familia, el sentido de solidaridad y la corresponsabilidad en el trabajo común, la importancia de lo cultual, la creencia en una vida ultraterrena”(Santo Domingo 245). Asimismo se caracterizan por un fuerte sentido comunitario, la valoración de los ancianos y la reverencia a la creación (ecología).
Culturas afroamericanas: Los afroamericanos tienen una larga historia de esclavitud, discriminación y lucha por su liberación. “La historia de los afroamericanos ha sido atravesada por una exclusión social, económica, política y, sobre todo, racial donde la identidad étnica es factor de subordinación social” (Aparecida 96).
Las culturas afroamericanas se caracterizan por el arraigo familiar, el sentido familiar y su expresividad corporal (Aparecida 56).La realidad americana cuenta con comunidades afroamericanas vivas que aportan y participan creativamente en la construcción del continente (Aparecida 97). “Una de las características de esta cultura es la capacidad de nadar y guardar la ropa, es decir, de desenvolverse en el seno de otras culturas como pez en el agua y conservar y cultivar también su propia cultura en sus propios espacios sobre todo la familia. Esta cultura no reivindica lo propio, simplemente lo ejerce con libertad y consecuencia. La consecuencia suele ser que ellos respetan a todos, pero no sucede lo mismo a la inversa”(Pedro Trigo, Teología, Culturas urbanas y prácticas pastorales en la sociedad de hoy).
Las culturas campesinas: El campesino se caracteriza por estar – en: el campesino está en la tierra, está en su tierra, la tierra de sus antepasados, la tierra de Dios. Está en su casa, en su caserío, en su pueblo, en su región, en su territorio, tierra humanizada por muchas generaciones y bendecida por Dios y bajo el patrocinio de los santos patrones. Está en la presencia de Dios, que es también el Dios de sus padres, que es desde luego el creador particular de esta tierra y el que se la entrega para que vivan de ella y respeten”(Pedro Trigo, Cultura del barrio, 46).La cultura campesina está referida al ciclo agrario” y a un calendario de fiestas que da identidad a cada comunidad humana. La comunión con la tierra y con los seres vivos que la habitan forma parte de la cultura campesina.
Culturas urbanas y suburbanas: Las emigraciones del campo a la ciudad constituyen un acontecimiento de gran significación en los pueblos americanos Hoy, la mayor parte de la población se concentra en la ciudad. “La ciudad se ha convertido en el lugar propio de nuevas culturas que se están gestando e imponiendo con un nuevo lenguaje y una nueva simbología” (DA 510).Nuestra ciudades no son ajenas a esa realidad, Yurimaguas es una de esas, la migración de gente que abandona el campo es el resurgimiento de mas pobreza y carencia de oportunidades en la ciudad, por no estar preparados para enfrentar una sociedad que excluye y oprime. Así en todo el resto del país.
Cultura criolla (“mestiza”): En América se ha dado un mestizaje producto de la fusión de razas y culturas (blancos peninsulares y canarios, indios y negros). Esta cultura mestiza (criolla) ha sido el eje del proceso de modernización por la masividad de la educación. Esta cultura se presenta como hegemónica junto a la cultura globalizada-postmoderna. El mestizo no ha superado la mentalidad colonialista que considera a los indígenas y afroamericanos como personas inferiores y ciudadanos de segunda. Se da una ideología del mestizaje que desconoce la diversidad cultural. El término mestizo tiene significaciones diversas según los países.
Migrantes: Desde el punto de vista cultural los emigrantes han enriquecido las culturas de los países que los han recibido, han dado aportes y han sufrido las consecuencias de la ausencia de una adecuada convivencia intercultural. Desde el punto de vista religioso los latinoamericanos que se desplazan a países de mayor desarrollo económico deben considerarse como potenciales agentes de evangelización.
Cultura globalizada-postmoderna: Una de las características fundamentales del mundo contemporáneo es la globalización de la economía. En ella la dinámica del mercado absolutiza la eficacia y la productividad como los valores reguladores de todas las relaciones humanas. Esa absolutización lleva a la globalización de la injusticia. El poder y las riquezas, los recursos físicos y monetarios, la información y los recursos humanos se concentran en manos de unos pocos mientras que la mayoría de la población queda excluida de los beneficios de esa sociedad globalizada. Concomitante con la globalización económica aparece una globalización cultural. “Así se ha ido introduciendo, por la utilización de los medios de comunicación de masas, un sentido estético, una visión acerca de la felicidad, una percepción de la realidad y hasta un lenguaje, que se quiere imponer como una auténtica cultura (DA 45).
Esta cultura merece una consideración especial. Esta cultura no prioriza la familia, la amistad, el compromiso con la comunidad, los derechos humanos.
DE LA MULTICULTURALIDAD HACIA LA INTERCULTURALIDAD
Constatar la existencia de diversas culturas no basta. Se requiere dar un paso más para que la mera coexistencia que generalmente se traduce en dominio de una sobre la otra, sino que se vayan estableciendo relaciones de igualdad, respeto e intercambio.
Las relaciones entre las culturas son normalmente desiguales pero pueden tornarse igualitarias. Cuando hablamos de multiculturalidad y pluriculturalidad se pone el acento en cada cultura como diferente a las otras acentuando el respeto y la tolerancia. Cuando hablamos de interculturalismo ponemos de relieve las convergencias de las culturas sobre las cuales establecer vínculos y puntos en común. El interculturalismo pone el acento en el aprendizaje mutuo, la cooperación y el intercambio situando la convivencia entre diferentes en el centro de su programa.
La relación intercultural se rige por estos principios:
1) principio de la igualdad entre las culturas: todas las culturas son iguales y, por ello, no hay culturas superiores ni culturas inferiores.
2) principio de la diferencia entre las culturas: las culturas son diferentes y exigen ser aceptadas como diferentes.
3) principio de la interacción positiva entre las culturas: las culturas pueden enriquecerse mutuamente.
4) principio de la identidad personal y cultural: el encuentro cultural se lleva a cabo a partir de la identidad de las personas y de las culturas.
El reto de la interculturalidad
Muchas veces la juventud es la causante de división, pero esta culpa se debe también a la falta de educación y de oportunidades. Es decir, todos somos responsables de lo que sucede a nuestro entorno, un gran reto de la interculturalidad es aprendernos a aceptar con nuestras diferencia y aprender a valorar al otro. Es un crecimiento al interior del ser humano, es el fortalecimiento de una identidad que se vive y se comparte con otras identidades. Pero, parece ser que es difícil de comprender y de asumir con responsabilidad, somos todos en uno Cristo.
UN MUNDO EN VIAS DE SECULARIZACION
La secularización es un proceso de transformación de las sociedades donde lo religiosos es desplazado dejando de ejercer una función de tutoría sobre otras instancias e instituciones sociales. Conviene comenzar hablando de secularización en su acepción positiva en la línea del Vaticano II.
1. La autonomía de las realidades terrestres en el Vaticano II: Según el Vaticano II las realidades terrenales y las sociedades gozan de leyes y valores propios que el hombre ha de descubrir, aprovechar y ordenar progresivamente. La secularización como fenómeno positivo permite el progreso legítimo de la ciencia y de la técnica en un ámbito de autonomía propia recordando que hay que colocar ese proceso dentro de un marco de referencia ético.
Se habla de aborto, de matrimonios homosexuales, de eutanasia…. Todo esto lo que conlleva es la carencia de valor a la vida y carencia de respeto a los sentimientos de amor, ya que, todo este tipo de prácticas “modernas” que para unos es estar de moda, no es otra cosa mas que negar nuestra propia existencia.
2. Ambiente no cristiano: La disposición del creyente no es ajena a esta realidad, la ausencia masiva de personas de la fe católica es la radiografía propia de lo que se vive: una fe débil y sin resistencia. Una fe inmadura, si bien, debemos aprender a convivir con otras realidades religiosas en el mundo, y de vital importancia preguntarnos el porqué de las deserciones, porque los jóvenes optan por otro tipo de disposición religiosas como es hacer de la música una religión y se olvida del verdadero sentido de vivir en espíritu nuestra dimensión de hijos de Dios.
3. Secularización y Religiosidad Popular: En América, especialmente en América Latina, el pueblo tiene hondas raíces religiosas. La religiosidad popular es una síntesis de evangelización y de elementos de las culturas populares. Ella es una inculturación de la fe cristiana hecha por el propio pueblo (Cf Iglesia en América 16), muchas veces en reacción contra la ausencia de inculturación por parte de la autoridad eclesial.
La religiosidad popular debe ser asumida y evangelizada. Asumida porque ella es una expresión auténtica de fe. Evangelizada porque es una fe imperfecta. “Si la iglesia no interpreta la religión del pueblo latinoamericano, se producirá un vacío que lo ocuparan las sectas, los mesianismos políticos secularizados, el consumismo que produce hastío y la indiferencia o el pansexualismo pagano” (Puebla 469).
La religiosidad popular se mantiene junto a las tendencias secularizadoras. Ello es motivo de esperanza y vía evangelizador para la Iglesia.
4. Nueva Religiosidad: Hacen su aparición a lo largo de toda América nuevos movimientos religiosos influenciados por la Nueva Era, el gnosticismo y las religiones orientales. Estos movimientos enfatizan la espiritualidad intimista y generan una separación entre la vida privada y la social, a pesar de que algunos se adhieren al pacifismo y al ecologismo en forma poco concreta. Son flexibles en lo doctrinal y en lo moral. Aunque gran parte de estos grupos se presentan como una reacción contra la secularización en su surgimiento y desarrollo se entrecruzan diversos factores: respuesta a la sed espiritual, búsqueda del sentido de la vida, desatención a la espiritualidad y la mística por parte de la Iglesia.
5. Tradiciones religiosas indígenas: Hoy asistimos al redescubrimiento y valoración de las tradiciones religiosas indígenas. La teología “india” cristiana pretende articular, precisamente la fe cristiana con esas tradiciones. El indígena tiene una visión religiosa del mundo. Se da una unidad entre lo religioso, lo cultural y lo social. Se vive permanentemente en la presencia de lo divino. Se habita en un mundo encantado. Hay espíritus de los montes, de los valles, de las aguas. Los antepasados están presentes en los momentos importantes de la vida familiar y comunitaria. La tierra no es el bien que posee sino la madre que nos alimenta. Lo divino lo atraviesa todo.
Los ritos son celebración vital del mito. En el rito se vive, se conmemora y celebra el sentido vital, cósmico, humano y trascendente que el mito busca para la humanidad. El rito da a los participantes la experiencia de sanar, de pertenecer, de reconciliar, de unir, de vivir, de espiritualizarse y de trascenderse.
6. Secularismo: Ya el Vaticano II advirtió sobre la posibilidad de que la autonomía de lo temporal mal entendida desemboque en un secularismo o ateísmo: “si la autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador no hay creyente alguno al que se le escape la falsedad envuelta en tales palabras”(GS 36).
El documento de trabajo del próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización llama la atención sobre el tono débil que ha asumido la secularización la cual invade la vida cotidiana de las personas y desarrolla una mentalidad en la cual Dios está de hecho ausente, en todo o en parte y su existencia misma depende de la conciencia humana
Un secularismo (ateísmo teórico) estricto en América Latina es excepcional. Lo que si es evidente es una idolatría que pretende creer al mismo tiempo en el verdadero Dios y que da culto a los falsos dioses del tener, el poder y el placer. La separación entre la fe y la vida personal y pública es un drama también entre nosotros. El indiferentismo va ganando terreno.
EL RETO DEL DIÁLOGO INTERRRELIGIOSO
El pluralismo religioso plantea la necesidad de un diálogo interreligioso. Se trata de un diálogo difícil que comporta respeto, paciencia que nunca remplaza el anuncio explícito de Jesucristo. Es un diálogo en perpetuo equilibrio entre la búsqueda de caminos de colaboración con otros creyentes, especialmente la defensa de la vida y la lucha contra el materialismo y la lucha por evitar un mero sincretismo. El diálogo parte de lo común a las religiones: cuidado de la vida, comportamiento ético elemental, centralidad del amor, figuras éticas ejemplares, definición de un sentido último.
CAPÍTULO III: ILUMINACION TEOLOGICA
INCULTURACION, INTERCULTURALIDAD Y EVANGELIZACION
Los criterios de iluminación de la realidad pluricultural y en vías de secularización a la que la Iglesia responde con una evangelización inculturada e intercultural y una evangelización de la cultura, encuentra su fuente inspiradora en los misterios de la encarnación, pascua y Pentecostés.
EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN: “Cuando llego la plenitud de los tiempos Dios envió a su Hijo, el cual nació de mujer y fue sometido a la Ley…” (Gal 4,4).
El Hijo de Dios se hizo hombre en las entrañas de la Virgen María y en las entrañas de la cultura judía. Jesús es verdaderamente humano(nacido de mujer) y verdadero judío(nacido de la Ley). El Hijo de Dios, en Jesús de Nazaret, se hizo en todo igual a nosotros menos en el pecado(cf. Heb 4,15).Jesús de Nazaret pertenece a la cultura judía: desciende de unos antepasados (cf. Genealogías), conoce el mundo campesino, profesa la religión judía (circuncisión, purificación de su madre, conocimiento de las Escrituras, frecuencia del templo y de la sinagoga, guarda del sábado, cumplimiento de la Ley, habla el arameo, desenvuelve su vida pública en la Galilea de los gentiles).
Jesús, sin embargo, adopta una actitud crítica ante su cultura: “Han oído lo que se dijo a los antepasados… pero yo les digo”(Mt 5,21ss). Jesús critica los dos pilares principales de la religión judía: la Ley y el Templo. Cuestiona una religión que en vez de liberar, esclaviza: la ley esta hecha para el hombre y no el hombre para la ley. Se enfrentará a los dirigentes de aquella sociedad teocrática que, finalmente, lo condenarán a muerte.
Dios ha querido salvarnos, no desde arriba y desde afuera sino desde dentro y desde cerca. Nos salvo en la vida vivida como un todo con sus diferencias. Nos salvo desde una vida vivida delante de Dios como su Padre materno y con los seres humanos como hermanos y hermanas.
En Jesucristo lo humano y lo divino se unen íntimamente. Los santos padres hablaban del admirable intercambio de la encarnación: Dios se hace como nosotros (humano) para que nosotros nos hagamos como él(divinos). También la Iglesia debe hacer lo mismo. Debe asumir las culturas humanas para, desde adentro, redimirlas. Lo que no es asumido no es redimido decía acertadamente San Ireneo. La encarnación no es sólo condición de posibilidad de la revelación sino imperativo de toda evangelización.
PASCUA Y PENTECOSTÉS: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28)
Jesús tiene que soportar y asumir una muerte injusta provocada históricamente por quienes rechazaron su propuesta del Reino de Dios. La Pascua muestra que la justicia de Dios, el perdón de los pecados y la plenitud pasan por la purificación del sufrimiento. Jesús asume su muerte injusta como parte de la obediencia al Padre que implica su misión y asume los pecados e injusticias de nuestro mundo para redimirnos de todo ello. El Padre, al resucitarlo, confirma la verdad de su persona (Él era el Hijo de Dios) y de su actuación (él tenía razón en lo que decía y en lo que hacía y, por ello, vale la pena proseguir su misión).
El misterio pascual universaliza la salvación de Jesús. Jesús no ha venido a salvar solo a los judíos sino a toda la humanidad. El INRI de la cruz escrito en hebreo, latín y griego simboliza esa salvación universal. Los evangelios de la infancia presentan la misma idea con los pastores (que representan a los judíos) y los magos (que representan a los demás pueblos). El Concilio de Jerusalén donde se acepta la evangelización a los gentiles (no judíos) constituye un momento decisivo de la historia del cristianismo. La Resurrección muestras que la última palabra no es la muerte sino la vida. A través de una cruz injusta, aceptada libremente, Jesús nos perdona nuestros pecados y nos hace hijos de Dios y hombres y mujeres nuevos en busca de cielos nuevos y tierra nueva donde habite la justicia.
La Evangelización de la cultura se basa en el crucificado resucitado. Desde la experiencia de la resurrección “los evangelizadores purifican los signos de muerte de presentes en las culturas y fortalecen sus signos de vida.”. La Iglesia tiene el compromiso de anuncia el evangelio de vida con intrépida fidelidad a los hombres de todas las épocas y de todas las culturas (Cf. Evangelium Vitae 1).
En Pentecostés cada uno oía hablar a los apóstoles en su propia lengua (Hech 2,6).Pentecostés muestra la necesidad de la experiencia del Espíritu para entender en cada lengua y en cada clave cultural las maravillas de Dios. El Espíritu dota de valentía, inteligencia espiritual y creatividad para entender, vivir y anunciar en las diversas culturas la Buena Noticia de la persona y el mensaje de Jesús. El verdadero don del Espíritu es lograr trascender la lengua de los que escuchan, ir más allá de las situaciones particulares y culturales, y tender hacia una universalidad que no niega las diferencias sino que las integra.
El Espíritu Santo es fuerza de trascendencia: “En un solo Espíritu hemos sido bautizados, para no formar más que un solo cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres”(1Cor 3,9-11). El Espíritu nos saca de nuestra propia cultura y nos pone en contacto con otras culturas. En Jesucristo y por el Espíritu se realiza el Plan del Creador, la unificación universal de las culturas: “Porque en un solo Espíritu hemos sido bautizados todos, para no formar más que un solo cuerpo, judíos y de un griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”(1 Cor 12,13).
En el Nuevo Testamento ya aparece la inculturación de la fe. Hay cristianos que vienen del mundo judío y cristianos que provienen del mundo griego. Hay una manera judía de vivir la fe cristiana basada en el uso del Antiguo Testamento, cumplimiento de leyes y costumbres, la sinagoga y la presencia en el templo. Algunos pensaron que para ser cristiano habría que ser judío. San Pablo dejará claro que Jesucristo no vino solo para los judíos y que los no judíos (gentiles) pueden ser también cristianos.
En el Nuevo Testamento encontramos un anuncio inculturado de la persona y de la obra salvífica de Jesús. A Jesucristo se le llama de modo distinto en cada cultura. En el Nuevo Testamento también aparece claro el papel de los apóstoles como evangelizadores de la cultura. En primer lugar evangelizan a sus paisanos judíos y reconocen los valores de esa cultura como la escucha de la Palabra de Dios o la oración, pero también son críticos con aquellos que quieren imponer sus tradiciones culturales como la circuncisión (cf. Hech 15,1).
SECULARIZACION, RELIGIOSIDAD POPULAR Y NUEVAS RELIGIOSIDADES
JESUCRISTO MODELO DE HUMANIDAD
Jesucristo es el hombre perfecto porque es el Hijo de Dios encarnado. “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado…Cristo, el nuevo Adán manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación”(GS 22). El ser humano es más humano cuando está más unido a Dios. Por ello “El que sigue a Jesucristo hombre perfecto se perfecciona en su propia dignidad de hombre” subraya el Vaticano II(GS 41). Jesucristo, máxima unión de lo humano y lo divino, es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre (Benedicto XVI). Por ello es modelo de humanidad. Jesús es el hombre nuevo, el nuevo Adán.
AUTONOMIA DE LO CREADO
Dios no es un rival de la autonomía creadora del hombre. Dios creó al hombre para que se humanizara cada vez más a sí mismo y fuera colaborador de la creación. Según la GS 34 la actividad humana individual y colectiva, considerada en sí misma, responde al propósito de Dios, también los quehaceres cotidianos.
El trabajo tiene un valor objetivo. El trabajo tiene un valor objetivo que el concilio razona así:
1) los hombres y mujeres con su trabajo desarrollan la obra del creador…y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia(Cf GS 34,2). A través del trabajo el hombre coopera con Dios en la creación del mundo.
2) a través del trabajo, el ser humano no sólo transforma las cosas y la sociedad sino que se perfecciona a sí mismo (GS 35 y 57).
La actividad humana no puede ser mediatizada por intereses confesionales o religiosos. Sin embargo, un sano realismo recuerda que el pecado puede trastornar la actividad humana y convertirla en instrumento d destrucción.
ENCONTRARSE PERSONALMENTE CON JESUCRISTO Y PROSEGUIRLO
Si el cristianismo no se trasmite ambientalmente ya y si las reglas de juego dificultan la existencia de verdaderos sujetos humanos, sólo un encuentro decisivo con Jesucristo como fuente de existencia personalizada- puede dar lugar a cristianos adultos capaces de resistir las presiones corporativas y convertirse en fuente de vida humana auténtica. Los testigos irradian la felicidad que viven y se sienten enviados a ese medio a dar la vida plena y feliz que Jesús nos vino a traer. Las comunidades eclesiales son espejo del mundo justo y fraterno que se anhela y embrión de ese pueblo fraternal. El verdadero discípulo es misionero y entiende su misión como dar vida abundante a su pueblo y a la cultura a la manera de Jesús.
SEMILLAS DEL VERBO EN LAS CULTURAS Y LAS RELIGIONES
El Vaticano II nos dice que las cosas buenas de las culturas y las religiones son “Semillas del Verbo”.
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