El Evangelio de hoy
La Presentación del Señor en el templo y la Candelaria
Aunque el 2 de Febrero lo conocemos como la Fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria, lo principal que celebramos en él es la Presentación del Señor en el templo. La Purificación de Nuestra Señora, que fue recogida en el 4º misterio gozoso del Rosario, fue parte de la celebración hasta el Concilio Vaticano II. Desde entonces la liturgia descartó lo de la Purificación de María -¿purificarse de qué?-, y acentuó el aspecto cristológico de la fiesta: Presentación de Jesús en el templo. Tanto que la ha hecho el Día de la Vida Consagrada. Hoy es también el Día en que las mamás llevan sus bebés a la iglesia, para presentarlos al Señor y recibir su bendición. ¡Cuántos de ellos son ofrecidos con el secreto deseo de que Dios los llame a la Vida Consagrada!
Ciertamente la Presentación de Jesús en el templo es el acontecimiento más importante de todo el relato de Lucas (2, 22-40). ¿Por qué? Porque es el Señor en persona quien entra en el templo y toma posesión del mismo, cambiándolo todo y trayendo un nuevo culto a Dios. Según la Torah (Ex 13, 2; Num 18,15), “todo varón primogénito será consagrado al Señor”, sólo que, en este caso, ¡Jesús es ese Señor…! Por vez primera en la historia del templo y de la religión judía, lo más importante ya no es el santuario con el santa santorum sino el Señor en persona, quien toma posesión del templo y busca adoradores en espíritu y en verdad… (Jn 4, 23). Su presencia llena el templo de resplandor nuevo.
Desde hace 17 siglos, hoy se celebra también la Fiesta de La Virgen de la Candelaria, que es una fiesta muy querida por el Pueblo de Dios. Ahí están, por ejemplo, Río de Janeiro en el Brasil, y Cajamarca y Puno, entre nosotros, que la celebran a lo grande, siendo su fiesta patronal. La Virgen de la Candelaria nos recuerda a María llevando en sus manos y presentando en el templo a su hijo Jesús, que es Luz del mundo, la que nosotros representamos con una sencilla vela (velita misionera, velón, cirio). La Bendición y Procesión de las Candelas se convierte en una emotiva y significativa celebración en las iglesias. Luego cada uno lleva la candela a su casa y la prende en ocasiones especiales (cumpleaños, rogativas, acción de gracias) para que sea como la presencia del Señor, que es Luz, e ilumina y bendice.
Un resplador nuevo es lo que el anciano Simeón ve en el niño que traen María y José: “luz para iluminar a las naciones y gloria de su pueblo Israel”. “Luz de las gentes”, llamó el anciano Simeón a Jesús, por inspiración divina. Luz del mundo, se llamará a Sí mismo Jesús en alguna ocasión (Jn 8, 12). Después de 1964 años, la Iglesia, reunida en el Concilio Vaticano II, retomó ese título y se lo puso a sí misma. No deja de ser significativo el que, como Jesús, la Iglesia, que es su presencia y acción en la tierra, quiera llamarse y sea Luz de los Pueblos. Alguien ha dicho que en vez de ir hoy a la iglesia llevando una vela para su bendción, habría que ir llevando y mostrando el documento Lumen Gentium o Luz de los Pueblos, que es la principal de sus cuatro Constituciones.
Presentación del Señor
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