Por Carmen Elena Villa- ZENIT
Andre Bessette nació en 1845 en una población llamada Mont-Saint-Grégorie, ubicada a 40 kilómetros de Montreal en Canadá, en el seno de una familia de clase obrera. El pequeño tenía tantas complicaciones de salud que sus padres quisieron bautizarlo el día mismo que nació pensando que no sobreviviría. Pero murió 91 años más tarde…
Quedó huérfano de padre cuando tenía 9 años y de madre cuando tenía 12 por lo que, tanto él como sus 11 hermanos quedaron bajo el cuidado de su tía Rosalie Nadeau y de su esposo Timothée.
“María y José se convirtieron en sus padres adoptivos”. indicó el padre Lasciabell. “Este período le permitió al hermano Andre consolidar fuertemente su relación con Dios en lugar de alejarse, por los lamentables acontecimientos de su vida”, aseguró.
Tenía 20 años cuando viajó a Estados Unidos junto con un grupo de inmigrantes para trabajar en el sector textil. En 1967 regresó a Canadá para realizar otras labores.
Y fue cuando su párroco quiso enviarlo a la congregación de la Santa Cruz donde inicialmente fue rechazado por sus los problemas de salud que continuaron a lo largo de su vida. Por ello el obispo de Montreal monseñor Ignace Bourget pidió que reconsideraran la decisión y Alfred fue aceptado en 1872.
Más que un portero
El hermano Bessette fue designado como portero del colegio de Nuestra Señora de las Nieves cerca de Montreal. También realizaba otros trabajos ocasionales. Pero él quiso hacer de esta, una labor que fue más allá de abrir la puerta: “Él recibía a los visitantes y a sus parientes. El prójimo se convirtió así en una realidad importante para el hermano Andre”, dijo su vicepostulador.
Su vida espiritual, sus palabras sencillas pero llenas de sentido hicieron que cada vez más gente hablara del portero de aquel colegio. Muchos enfermos iban a pedirle consuelo, oraciones y consejos: Él sabía que no se puede amar verdaderamente a Dios sin amar al prójimo ni amar a los demás sin reconocer la presencia de Dios en ellos”, aseguró su vice postulador.
“Una multitud diaria de enfermos, afligidos y pobres de todos los tipos, de discapacitados y de heridos por la vida encontraban en él, sentado en la portería del colegio, acogida, escucha, apoyo y fe en Dios”, dijo el papa Juan Pablo II durante la homilía de su beatificación en mayo de 1982. El hermano Bessette a todos les daba el mismo consejo: buscar la intercesión de San José, orar y acudir a los sacramentos.
Él decía a los enfermos que se ungieran con el óleo de la lámpara que había en una capilla que tenía el nombre del santo. Muchos fieles que lo hacían quedaban curados a pesar de que médicamente no tuvieran ninguna esperanza. Algunos comenzaron a decir que este religioso hacía milagros. Él insistía que el responsable de estas curaciones era San José. Y por ello en 1904 tuvo la iniciativa de construir un santuario en su honor.
El hermano Bessette comenzó a reunir un número cada vez más grande de seguidores pero su vida provocó también algunas reacciones adversas. Entre ellos el doctor Josep Charette quien ridiculizaba sus actitudes. Un día su esposa tuvo una fuerte hemorragia nasal que no podía detenerse de ningún modo. Ella pidió ser llevada donde este religioso pero el médico rehusó. “¿Dices que me amas y serías capaz de hacerme morir desangrada?”, le dijo su mujer. Charette se dirigió donde Bessette quien le respondió: “Doctor, regrese a casa que la hemorragia se ha detenido” y así fue.
En 1924 se culminó la construcción del oratorio dedicado al Santo Custodio: “El hermano Andre no fue sólo el constructor de un edificio de piedras sino de una comunidad cristiana viviente. Se convirtió en un notable unificador “, señaló el padre Mario.
El hermano Bessette murió en 1937. “Nunca traje al hermano André una persona enferma sin que regresara contenta a su casa. Algunos eran curados. Otros morían algún tiempo después, pero el Hermano Andre los consolaba”, decía uno de sus amigos.
“Más de un millón de personas fueron a rendirle homenaje a pesar de que sus funerales se celebraron con muy mal tiempo invernal. Y aún hoy, más de dos millones y medio de peregrinos y de visitadores vienen cada año al oratorio de San José en el monte Royal”, señala el padre Lasciabell.
“En una época difícil para la Iglesia canadiense, los creyentes de este país se alegran de constatar que Dios está entre ellos y que esto manifiesta signos inequívocos de su presencia”, concluye el vicepostulador del hermano Bessette.
San Andre Bessette CSC
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