Por César Hildebrandt
La caviarada de la Católica rinde un homenaje a Fernando de Trazegnies, el fujimorista desvergonzado que fue lavavajillas, mayordomo y, en sus ratos libres, dizque canciller de la Manchuria andina que era el Perú de Fujimori.
Me encantan los caviares. Me fascina su hipocresía, sus idas a la embajada de los Estados Unidos cada 4 de julio (a ver qué ayuda pescan, a quiénes saludan, ante quiénes se lucen), su banquete de palabras vacías, sus ocurrencias suicidas (como esa de inventar, a través de un cálculo aleatorio, el número de víctimas del fascismo en la época del contraterror), sus tarjetas de platino, sus discursos de tungsteno.
Pero lo que más me gusta de los caviares, más allá de algunas de sus mujeres y muchas de sus corbatas Oscar de la Renta, son sus homenajes.
Ellos sí que saben apapacharse, cubrirse de auxilios mutuos. Y, en ese aspecto, la Católica es antro consumado de homenajes a gente que no vale la pena, a farsantes que pretenden olvidar y a abogados a tanto la hora que quieren pasar por académicos del derecho.
Esto de Fernando de Trazegnies, con libro y todo, es patético.
¿A quién le rinde tributo la Católica?
¿Al Trazegnies que ahora se dice apolítico y casi neutral o al sirviente del Fujimorismo que en diciembre de 1998 decía, a voz en cuello, que los derechos humanos eran “un producto del Occidente liberal” y que, por tanto, no podían imponerse a todas las culturas?
En el blog “Desde el tercer piso” se acaba de recordar algunas de sus intervenciones más rastreras:
-En junio del 2000 le decía a “La Prensa”, de Managua, que el tercer Fujimorismo iba a ser “un salto hacia adelante en el fortalecimiento de las instituciones democráticas”.
-El 11 de noviembre del 2000 declaraba ante “El País”, de Madrid, que Fujimori lideraba “una transición seria, ordenada y transparente, porque si él dejara de serlo Perú podría convertirse en un caos”. Ocho días después, como lo recuerda el citado blog, Fujimori pasaba de Brunei a Tokio, desde donde enviaba, por fax, su “viril” renuncia a la presidencia de la República.
-En esa misma entrevista a “El País”, De Trazegnies se refirió así al ladrón y asesino serial que decía ser asesor presidencial y solía llamarse Vladimiro Montesinos Torres: “Montesinos ayudó mucho en la lucha contra el terrorismo, que tuvo sus excesos y errores pero que no supuso una violación de derechos…”
O sea que Martha Chávez era Evita y De Trazegnies Adán en el paraíso taboádico del Fujimorismo. Y a este señor, que merecería ser entrevistado por el falso marqués Valero de Palma, es a quien la Católica, esa cuna del humanismo liberal, va a subir al podio de los ciudadanos ejemplares. Como si en la trayectoria de un catedrático y de un intelectual no pesaran sus miserias morales. Como si fuera lo mismo ser un Chocano leguiista que un Vallejo en París con aguacero. Como si la biografía de De Trazegnies se hubiese grabado sobre teflón.
Por eso es que los caviares son humoristas involuntarios de tanto éxito.
Fuente: Diario La Primera.
Caviares en su salsa
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