ORWELL EN UCRANIA                                                                                                                                                                                                                                    Los últimos días se han difundido diversas tomas del derribo de estatuas de Lenin en Ucrania debido a que, como parte de la política de “descomunistización” aplicada por el presidente Petro Poroshenko, se acaba de ilegalizar a los tres partidos comunistas que aún existen en ese país.

Al día de hoy, más de 140 monumentos conmemorativos de la era socialista han sido desmontados. Estas obras de arte evocaban que, desde 1922, Ucrania fundó y formó parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la que Lenin lideró luego de que, en Moscú, la revolución bolchevique de octubre derrocase al socialdemócrata Alexander Kerensky (1917).

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El pasado en debate

El panorama ucraniano parece sombrío. Por un lado, se ha puesto en evidencia la intolerancia de su democracia hacia los partidos que no creen en ella: gran debate. Por el otro, es aterrador que la web del Instituto Ucraniano de la Memoria anuncie con absoluta naturalidad el desmontaje de 139 monumentos del periodo socialista, del mismo modo como difunde la lista de las personalidades cuyos nombres deben borrarse del mapa de Ucrania (520 por ahora). Claro que es impensable un monumento a Adolfo Hitler o una calle llamada Josep Mengele, pero de allí a la aplicación de una política sistemática de erradicación del pasado hay un profundo abismo.

En su célebre distopía titulada “1984”, George Orwell imaginaba un país occidental sumido en un régimen totalitario en el que un Ministerio de la Historia  alteraba impunemente los hechos del pasado para adecuarlos a los intereses políticos del presente. Por ello es paradójico que un gobierno democrático del siglo XXI utilice prácticas que superan las peores pesadillas autoritarias del célebre narrador británico.

Algunos de los monumentos a Lenin eran verdaderas obras de arte como su estatua en Kiev, labrada en 1939 por el destacado escultor Serguéi Merkúrov y destruida por ultraderechistas apenas desmontado en 2013. Este  es pues el triste resultado de una torpe política de negación del pasado.

Quien suscribe no tienen nada de comunista, pero sí la conciencia de que el patrimonio merece ser preservado -incluso como ejemplo de lo que no debe ser- y de que el ayer no se borra por decreto: se asimila y supera. Por ello, la “erradicación” del pasado socialista en Ucrania, además de destruir obras patrimoniales, arraigará memorias disidentes en los extramuros de la historia y estas memorias  resisten el paso del tiempo bastante más que las oficiales.

Publicado el domingo 10 de julio de 2016 en Exitosa Diario

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