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Relaciones peruano chilenas

Huéspedes Guerreros: el batallón Sucre en el sur del Perú (1879 – 1880)

Estimados amigos/as:

Con agrado les adjunto la presentación (prólogo) que escribí para el libro “Huéspedes Guerreros: el batallón Sucre en el sur del Perú (1879 – 1880)” del historiador y actual embajador de Bolivia en el Perú Gustavo Rodríguez Ostria. Espero les resulte de su agrado. Recomiendo vivamente la lectura del libro.

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Con Gustavo Rodríguez Ostria en la presentación de su último libro en la FIL 2017

 

Presentación

Dice Habermas que “el Estado nación defendió sus límites territoriales y sociales de forma enteramente neurótica”[1] y no le falta razón. El siglo XIX vio a sociedades enteras desangrarse en guerras fraticidas debido a que la comunidad de origen, la particularidad nacional, se volvió más importante que los derechos del hombre consagrados y divulgados por los franceses desde 1789.

A pesar de sus actuales incertidumbres, pocas dudas quedan respecto de que Europa ha superado el escalón del patriotismo y se ubica en una estación post-nacional que se observa en su cotidianidad,  en la poca importancia asignada a sus fronteras y en sus jóvenes que ya comienzan a definirse como l´Europe y a colocar en las ventanas de sus apartamentos, la bandera azul con el círculo de las pequeñas estrellas amarillas.

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Carátula del libro

Al contrario, América Latina se encuentra en un proceso de transición que es, en realidad, un limbo. Por un lado hemos comprendido de qué trata la globalización y buscamos concurrir a ella a través de gabinetes binacionales, Tratados de libre comercio y foros económicos como la Alianza del Pacífico. No obstante, la dimensión nacional se mantiene incólume. Nuestras fronteras y su defensa comprometen íntimos sentimientos, tanto como la creencia de que el territorio, hasta su último centímetro, debe ser defendido con la sangre. Desde  ese horizonte seguimos difundiendo en la escuela relatos históricos cuya finalidad es diferenciar la comunidad nacional de las vecinas, tanto como explicar la propia a base de la toma de conciencia de que existen otras que eventualmente podrían hacerle daño.

En el Perú, el relato de la Guerra del 79 cumple, al igual que en Bolivia y en Chile, el rol de acentuar las diferencia y consolidar la autoimagen del yo colectivo. La guerra nos atrae como el sol a la fertilidad y entonces narramos las batallas contra el otro, pero solo las batallas, de manera que reducimos la relación entre dos partes exclusivamente a la conflagración bélica y dejamos de lado todo lo demás. ¡Qué poderosa es la herencia del positivismo histórico, cuán vigente está!

De aquella narración al imaginario colectivo hay solo un paso. Este lo produce la sociedad misma cuando se representa el pasado a través de imágenes tan simples como poderosas y estables, a las que dota de un inmemorial pero discutible contenido de verdad.  El imaginario busca explicar la realidad del pasado y el presente en pocas palabras y entonces “Bolivia nos metió a la guerra, retrocedió a Arica desde Camarones y después de la batalla de Tacna se retiró de la conflagración  para dejarnos solos en ella”. No hace falta más. Cualquier peruano que maneje este discurso sabe de Bolivia lo básico que debe saber desde el paradigma nacionalista, ese que le hizo a Voltaire en su Diccionario Filosófico que “es triste que muchas veces para ser un buen patriota sea necesario ser enemigo del resto de los hombre”.

Y es por todo eso que Amarillos de  Gustavo Rodríguez Ostria, historiador boliviano y embajador en ejercicio de Bolivia en el Perú, es un aporte sustancial para cambiar de enfoque, de mirada  y de discurso pues apunta directamente al corazón del imaginario reseñado y le responde claro: las legiones del ejército boliviano comenzaron a llegar a Tacna desde el 30 de abril de 1879; es decir, apenas unas cuantas semanas después de la declaratoria de guerra de Chile al Perú, el día 5 del mismo mes y año. Entre ellas se encontraba el batallón Sucre, en el que esta obra centra su atención.

Al mismo tiempo, Rodríguez Ostria enfatiza en aspectos fundamentales que, siendo conocidos, no se difunden en las obras de divulgación, ni en videos documentales, ni en la escuela, siendo estos los principales vehículos de transmisión del relato historiográfico. Su conclusión, anticipada, atraviesa el texto: los bolivianos estuvieron, lucharon y murieron en todas las batallas de la campaña terrestre hasta Tacna. Lo hicieron en el desembarco de Pisagua, en Dolores o San Francisco, en Tarapacá y en el Campo de la Alianza.

No es la intención de Rodríguez Ostria negarse a estudiar la cuestionada retirada de Camarones, ordenada por el Presidente Hilarión Daza; la relata, asume lo conocido, los imaginarios subyacentes y hace la autocrítica. Pero su foco de atención radica en el antes y el después de dicha maniobra militar y que en todos los casos compromete a bolivianos muriendo en territorio peruano, honrando su compromiso con el aliado. Visto todo el horizonte, Camarones parece lo excepcional en la participación de Bolivia en la guerra del 79 y no el acontecimiento que la define. Debe sumarse a esta reflexión, que la decisión de Daza originó tal conmoción en su país que fue relevado y que el golpe de estado en su contra lo inició el coronel Eleodoro Camacho; es decir, la destitución de quien se negase a cruzar el desierto se generó en el ejército boliviano acantonado en Tacna, en el Perú.

Lo central del relato, qué duda cabe, es la batalla de Tacna o Campo de la Alianza del 26 de mayo de 1880 en el que combaten 8930 soldados de la Alianza, de los cuáles 4225 son bolivianos. Su preciso y dramático relato se lo dejo al lector, pero lo cierto es que el mayor número de fuerzas de reserva en las filas enemigas logró revertir dos avanzadas del ejército aliado, el que finalmente, al no contar ya con más elementos para repeler el segundo contraataque chileno, se vio obligado a batirse en desordenada retirada.

La narración del enfrentamiento se centra principalmente en los movimientos del ala izquierda del ejército peruano-boliviano, donde la batalla fue más cruenta porque se trató de la zona elegida por el enemigo para intentar desbordar a su contrario y envolverlo. En esa ala se encontraban varios batallones del país aliado entre ellos los Amarillos del Sucre cuyas bajas superaron el 80% de sus plazas; de allí el dantesco espectáculo: “casi todos han muerto, son tres guerrillas de cadáveres”[2].  Tras la batalla de Tacna, y luego de permanecer pocas horas en esta ciudad, enrumbaron hacia el interior del país los sobrevivientes peruanos de la lid y hacia su patria los bolivianos.

Llama la atención que el enfrentamiento decisivo de la fase terrestre de la Guerra del 79 amerite tan poca recordación en el Perú, quizá se deba a la ausencia en el Campo de la Alianza de imágenes gráficas que exalten el patriotismo, tan románticamente utilizadas por el positivismo histórico. A Tacna le falta todo lo que le sobra a Arica: un morro que defender, un valiente coronel resistiendo hasta quemar el último cartucho, un joven acaudalado saltando a su muerte antes de rendir el pabellón nacional. En el Perú, hemos decidido recordar y premiar a Tacna por lo que hizo después, por su resistencia a la ocupación, solo a Arica la recordamos por su batalla, quizá porque finalmente la perdimos, en 1929.

El relato de Rodríguez Ostria concluye en los hechos inmediatamente posteriores a la batalla de Tacna, mientras que, en paralelo con el retorno de los restos del ejército boliviano a su país, comenzaba a difundirse el imaginario de que precisamente allí, en el Campo de la Alianza, un 26 de mayo de 1880, Bolivia abandonó al Perú dejándolo solo a su suerte y con la guerra a cuestas. Sin embargo, dos investigaciones, como la que publiqué en 2001 y otra más reciente de Mario Nuñez Mendiguri, de 2012, aportan luces sobre la continuidad de Bolivia en la Alianza hasta la dispersión del ejército del sur, acantonado en Arequipa, el 25 de octubre de 1883 y que fue el triste resultado de una inopinada consulta popular que motivó su posterior levantamiento[3].

Es así que en el lapso de tiempo que separa a la batalla de Tacna de la ocupación chilena de Arequipa, Bolivia mantuvo su respaldo al Perú, el que hizo efectivo tanto pecuniariamente como a través del envío de armamento desde La Paz a la Ciudad Blanca, donde Lizardo Montero estableció la sede del gobierno nacional el 31 de agosto de 1882. Asimismo, el país altiplánico realizó gestiones ante Chile a nombre de la Alianza para alcanzar la paz, rechazando en simultáneo las reiteradas proposiciones del enemigo, que le ofrecía cederle Tacna y Arica –léase una salida al mar- a cambio de abandonar al Perú y pasarse al bando enemigo en plena conflagración. Finalmente, cuando Arequipa fue ocupada, importantes batallones del ejército boliviano, dirigido por su presidente Narciso Campero, se encontraban en Puno, territorio peruano, de acuerdo con una estrategia militar acordada previamente, y que consistía en que las fuerzas aliadas confluyeran en la ciudad lacustre para resistir la invasión desde allí. Como hemos ya señalado, los sucesos del 25 de octubre de 1883 frustraron esa posibilidad[4].

Los estados, y sus gobiernos, son responsables ante sus pueblos. Mientras en la escuela los capítulos de historia que tratan la guerra del 79 sigan siendo los estelares, cuando no los únicos con los que nuestra sociedad le cuenta a sus hijos quien es Bolivia y quien es Chile (y viceversa), seguiremos criando en el nacionalismo a los ciudadanos del mañana. Es la escuela en donde debemos enseñar que Bolivia no es el traidor que se piensa, tanto como divulgar otras historias, las positivas, las cotidianas, las que unen a los pueblos y no solo los épicos relatos de héroes espectaculares, de grandes batallas, de sangre y de muerte, los mismos de siempre, los que nos hacen conceptuar al otro desde el orgullo, el rencor y la recíproca desconfianza.   Sirva pues este libro para hermanar dos pueblos unidos desde la historia, la geografía y la cultura: el Perú y Bolivia.

[1] Habermas. Jürten. Más allá del Estado nacional. México, Fondo de Cultura Económica, 1998. p. 191

[2] Véase Parodi, Daniel. La laguna de los villanos. Bolivia, Arequipa y Lizardo Montero en la Guerra del Pacífico. Lima, Fondo editorial PUCP e IFEA, 2001 y Nuñez, Mario. Puno en la Guerra con Chile. Puno, Mario Nuñez, 2012.

[3] Véase Parodi, ibid.

Perú-Chile: ¿liderazgo regional?

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PPK en la CEPAL, en su reciente viaje a Chile

Perú-Chile ¿liderazgo regional?

A PPK le preocupan los proteccionismos comercial y fronterizo que se han expresado en las victorias del Brexit en Inglaterra y de Donald Trump en Estados Unidos. Para enfrentar tendencias mundiales que podrían afectar nuestra postura librecambista el Perú está buscando aliados y ha visitado al que tiene más cerca y con el que está mejor integrado: Chile.

Este último ha recibido de la mejor manera a nuestro primer mandatario, superándose así un periodo de enfriamiento como resultado de la cuestión del “triángulo terrestre” y del espionaje en 2015.  Por ello, la Declaración firmada el pasado 29 de noviembre por ambos mandatarios podría darle inicio a una etapa de liderazgo de nuestros dos países en la región, apuntando hacia la globalización.

Para tal efecto, no solo se han reactivado los mecanismos 2 + 2 sino que desde el próximo año tendremos gabinetes binacionales, como los que ya nos unen a Ecuador, Colombia y Bolivia. Asimismo, Chile apoyará la candidatura del Perú a la OCDE y a la presidencia de la CAF, mientras nosotros los apoyaremos en su meta de obtener la secretaría general de ALADI. Además, se potenciarán foros comerciales como la Alianza del Pacífico y los TLC.

Un aspecto en particular que me ha agradado del documento suscrito por ambos mandatarios es el de “establecer un foro de diálogo entre la sociedad civil y las distintas instancias de gobierno de ambos países”. Tiempo atrás publiqué un artículo titulado “oficina Abtao” que proponía la creación de una institución binacional que llevase el nombre del combate naval en el que pelean juntos Miguel Grau y Arturo Prat, con la finalidad de sacar adelante importantes iniciativas de la sociedad civil para acercarnos más los unos a los otros.

En el tintero se queda el mal llamado “triángulo terrestre”. Esto es comprensible debido a la tensión que genera el proceso que Bolivia le sigue a Chile en La Haya. Sin embargo, la historia reciente nos muestra como súbitamente puede enfriarse nuestra relación con Chile debido incluso a subjetividades que remiten al pasado pero que nunca han merecido la debida atención de las partes.

La Declaración del 29 de noviembre es el acta de nacimiento de una alianza estratégica entre dos país que se necesitan mutuamente. Por ello mismo, debe constituirse en la ocasión de despejar las dudas y de conversar con sinceridad sobre aquello que nos separa para compartir gestos y alcanzar su superación.

Publicado en Expreso el 2 de diciembre de 2016

Perú-Chile, ¿Liderazgo regional?

Tren bioceánico por Bolivia

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Tren bioceánico por Bolivia: la historia

En 1876 se inauguró en el Perú un tren que fue el resultado del controversial contrato Dreyfus de 1869. Se trata del ferrocarril del sur que cubría la ruta Mollendo – Arequipa – Puno. Su intención no solo fue transportar rápidamente a la costa las lanas y minerales del sur peruano, sino facilitar la salida y entrada del comercio boliviano al Océano Pacífico. Recordemos que entonces las mercaderías bolivianas utilizaban la larga ruta hasta Arica, tradicional desde los tiempos coloniales. Con el tren, los productos del país vecino debían trasladarse hasta solo Puno para allí continuar en ferrocarril hasta el puerto de Mollendo.

Esta situación la modificó el Tratado de límites chileno-boliviano de 1904 que acordó la construcción de un ferrocarril Arica – La Paz, cuyas obras comenzaron a ejecutarse en 1905 y se concluyó en 1913. Desde entonces Chile hizo realidad unos de los objetivos geoeconómicos que se trazó durante la Guerra del 79: que el comercio boliviano fluya al océano desde sus aduanas y ya no desde las peruanas.

No está de más recordar que la construcción de dicho ferrocarril contravino indirectamente las estipulaciones del tratado de Ancón que establecían la realización de un plebiscito en Arica y Tacna en 1894 para que sus pobladores decidiesen si se mantenían en Chile o se reintegraban al Perú. La construcción del ferrocarril supuso la confirmación, de facto, de la anexión chilena de Arica pues Chile no dejaría ir un puerto en el que había invertido tanto.

Hoy, cuando el proyecto Bolivia-mar sigue encarpetado en nuestro Congreso por aprehensiones nacionalistas que remiten al siglo XIX, el apoyo peruano a la construcción de un ferrocarril bioceánico desde las costas del Pacífico del Perú hasta las atlánticas de Brasil, pasando por Bolivia e interconectándose, en el camino, con Paraguay, Uruguay y Argentina, es una estupenda noticia, es la llegada de la era postnacional, es pensar la región en términos globales, por lo que esperamos que pronto se convierta en una feliz realidad.

Hay que comenzar a redefinir los conceptos de soberanía, territorio y frontera con ojos del siglo XXI. Solo así alcanzaremos la interconexión regional y lograremos a ser competitivos en el mundo global.

Publicado en Diario Expreso el 21 de octubre de 2016

Entrevista para La Razón de Bolivia: “El día que Bolivia llegue al Pacífico los beneficios serán infinitos”

 

Daniel Parodi: El día que Bolivia llegue al Pacífico los beneficios serán infinitos

El experto peruano en la Guerra del Pacífico, las relaciones peruano-chilenas y la historia de la República del Perú, habló con La Razón sobre el actual proceso de diálogo entre Bolivia y Perú a merced del segundo gabinete binacional. Además, recordó la existencia de un proyecto ferroviario peruano que fue planteado antes de la vigencia del Tratado de 1904, firmado entre Bolivia y Chile.

 Daniel Parodi. Foto: La Razón

La Razón Digital / Mauricio Quiroz / La Paz

— Bolivia y Perú han abierto un periodo de conversaciones, uno de los más intensos de su historia contemporánea. ¿Cómo evalúa este proceso de diálogo? ¿Qué otros procesos de diálogo entre Bolivia y Perú, registrados a lo largo de la historia, se podrían destacar?

— Desde una mirada histórica, Perú y Bolivia no debieron separarse nunca, nuestra fragmentación en dos países fue antinatural, por decirlo de algún modo.

Si me preguntas por procesos de diálogo previos, tendría que hablar incluso del periodo preincaico de Tiwanaku y Wari, de la relación de los Incas con los Lupaca, de la era colonial en la que formamos parte del mismo virreinato, cuya economía la movía la plata potosina, para cerrar con el proyecto confederado de Santa Cruz que lamentablemente no se concretó. Y todo esto sin mencionar la unidad geográfica, cultural, lingüística y comercial. Creo que pocos países están tan cerca el uno y el otro. Venimos a ser como Austria y Alemania en Europa, para citar un ejemplo.

— ¿Por qué los países sudamericanos no pudieron hacer un tren bioceánico hasta ahora? ¿Perú y Bolivia ya tenían un proyecto anterior a 1904?

— En el siglo XIX, si bien imperaba el capitalismo, no teníamos una globalización tan extendida como ahora ni teníamos a la China y los tigres del Asia en plena revolución industrial al otro lado del Pacífico. Lo revolucionario en esa época, lo que unió a aquel con su par Atlántico, fue el canal de Panamá inaugurado en 1915.

Lo que entonces sí existió fue el intento de facilitar la salida del comercio boliviano y sur-peruano al Pacífico a través del ferrocarril Puno-Arequipa-Mollendo inaugurado en 1876.  Las mercaderías bolivianas solo debían llegar a la ciudad lacustre pasando el lago Titicaca por Puerto Pérez. Recordemos que hasta entonces dicho comercio utilizaba la antigua ruta colonial por Arica y se transportaba en recuas de mulas, lo que hacía que se requiriese varios días de camino para alcanzar las costas del mar. Volviendo al presente, ya con la economía del mundo completamente integrada, es que surge el proyecto de unir ambos océanos atravesando Sudamérica, lo que implica unir Brasil, Bolivia y Perú y favorecer conexiones comerciales con Ururguay, Paraguay y Argentina. Me parece que lo más coherente es que ese tren salga al Pacífico por el puerto de Ilo; es decir, por Boliviamar, proyecto que ojalá pronto se apruebe en el Congreso peruano e impulsar la integración en todos los niveles.

— ¿Todavía existen resabios de la Guerra del Pacífico en Perú? ¿Cuál es la valoración que se hace en su país sobre el reclamo histórico de Bolivia para acceder al mar?

— Me parece difícil hablar a nombre de todo mi país, no creo que haya una sola posición al respecto, aunque predomina una simpatía por la causa marítima boliviana, que se origina en una guerra que libramos juntos y en la que el Perú perdió muchísimo también.

Ya que la pregunta está, permítaseme una sugerencia: Bolivia debería revisar la idea de un corredor soberano, la que genera resistencias en Chile pues se dice que partiría en dos su territorio y en el Perú, pues, se piensa que la solución del problema marítimo boliviano, si se realizase por Arica, supondría perder nuestra condición de país limítrofe con el vecino del sur. Tengamos presente que la actual relación entre Perú y Chile es socioeconómicamente interdependiente y complementaria, por eso este tema es tan delicado.

Creo que Bolivia debería pasar a un esquema posnacional y pensar, más que en un corredor soberano, en una vía de comunicación desde el interior de su país hasta un enclave litoral. Quizá en este esquema a Chile se le haga más sencillo ceder soberanía en su costa, lo que resulta difícil debido a nuestras subjetividades pues todos —peruanos, bolivianos y chilenos— hemos sido criados en el nacionalismo y existe la idea de que ceder territorio es casi una traición. Pero este enfoque del siglo XIX es algo que ya deberíamos cambiar.

— ¿Cree usted posible una alianza estratégica entre Bolivia, Perú y Chile tras el actual proceso histórico-judicial?

— A Haya de la Torre, un gran político peruano del siglo XX, le molestaba mucho la problemática entre nuestros tres países. En la década de 1920, hace casi 100 años, él señalaba que ese conflicto era azuzado por el imperialismo para evitar hacer de América del sur un bloque económico y político que compita de igual a igual con las grandes potencias.

El lenguaje puede haber cambiado pero a Haya no le faltó razón. ¿Te imaginas lo que será cuando no haya más lío entre nuestros países? ¿Te imaginas una Alianza del Pacífico con Bolivia, Argentina y Ecuador? Mira nada más la paz peruano-ecuatoriana de 1998, cuando resolvimos nuestros temas limítrofes. Bastó resolver el problema para potenciar exponencialmente nuestra relación y entrar a una fórmula ganar-ganar. Por eso, yo estoy seguro de que el día que Bolivia alcance las aguas del Océano Pacífico los beneficios para nuestros tres países serán infinitos, mientras tanto, Perú y Bolivia deben seguir acercándose, a través del ferrocarril bioceánico y los gabinetes binacionales como el que sostendremos en noviembre.

Publicado en Diario La Razón de La Paz, Bolivia el domingo 30 de octubre de 2016 http://www.la-razon.com/nacional/Daniel-Parodi-Bolivia-Pacifico-beneficios_0_2590540992.html

La Agenda con Chile

LA AGENDA CON CHILE

Daniel Parodi Revoredo

La asistencia de PPK a Puerto Varas  a la XI cumbre de la Alianza del Pacífico ha sido positiva porque la invitación provino de la mandataria chilena Michelle Bachelet y porque PPK insinuó las líneas maestras de nuestra relación bilateral en los próximos 5 años. Allá señaló que la cuestión de la frontera terrestre no será lo central e invocó a reanudar el mecanismo del 2 + 2, propuesta difícil de rechazar para su homóloga chilena, si a las formas diplomáticas nos atenemos.

PPK y Bachelet

Buen inicio antecede grandes desafíos

Sin embargo, la relación con Chile tiene más aristas. Así por ejemplo, hoy los embajadores Fernando Rojas y Roberto Ibarra ocupan cada quien su embajada cuando lo último que supimos es que habían sido llamados a consulta a sus respectivos países. Ese es el trabajo silencioso de la diplomacia que desata complejos nudos que suelen enredar los políticos cuando llevan sus agendas internas a la política exterior.

Otra característica de nuestra relación con Chile es su dualidad. En realidad, las cuerdas separadas de los tiempos de La Haya nunca dejaron de ser tales aunque con una sustancial diferencia: entonces se trataba de no perturbar las relaciones comerciales con la cuestión limítrofe, la que había que resolver con la mayor cordialidad posible. Hoy se trata  de mantener lo primero a pesar que lo segundo se caracterice por un enfriamiento que Bachelet, en apreciable gesto, ha tratado de mitigar.

Pero lo que asoma en los próximos años es una relación compleja que requerirá del más  sutil manejo de  Torre Tagle. Chile está ad portas de presentar a la CIJ una contramemoria que argumentará las causas de la Guerra del Pacífico (¿?) y el gobierno de PPK, al promediar su gestión, conocerá la sentencia del litigio chileno-boliviano. ¿Qué pasa si la corte insta a nuestros vecinos a negociar y estos sugieren la salida al mar de Bolivia por Arica?

Por eso, cuando esto ocurra debemos tener el suelo parejo y zanjado el inicio de la frontera terrestre  (Punto Concordia) a través de los cauces diplomáticos correspondientes, tal y como lo ha sugerido PPK. Al mismo tiempo, el Perú debe prepararse y clarificar meridianamente su posición respecto de los diferentes escenarios que el referido fallo podría abrir.

En Punta Varas estuvo Mauricio Macri, Presidente de Argentina, quien quiere acercar Mercosur a la Alianza el Pacífico a la que en poco tiempo podrían sumársele Panamá y Costa Rica. Esto sucede porque la referida Alianza es el mercado común más exitoso del planeta y avizora un promisorio futuro para toda la región.

En este esquema, la mediterraneidad boliviana, ayer y hoy, es la piedra en el zapato que impide concretar el viejo sueño de constituirnos en un bloque económico continental. Quizá haya llegado el momento de que Chile piense más en la patria grande que en la chica y tal vez el septuagenario PPK pueda contribuir a la solución del más antiguo problema que divide a los sudamericanos. El siglo XXI, el de la globalización, es la meta.

@parodirevoredo

Publicado en Diario La República del 3 de julio de 2016

La cuadratura del Triángulo

La cuadratura del triángulo

Daniel Parodi Revoredo

En tiempos del litigio de la Haya abogué por la reconciliación con Chile, proceso que debía pasar por el reconocimiento chileno de los excesos cometidos en la Guerra del 79 y también por la puesta en valor de eventos históricos que nos unen como el conflicto con España 1864 – 1866.

El 28 de enero de 2014, como nunca, nos colocamos muy cerca de alcanzar un status que cierre las heridas del pasado pues la CIJ estableció el límite marítimo con el vecino. La sentencia no solo significó el punto culminante  de un litigio jurídico, sino también el de un proceso paralelo de acercamiento recíproco desde los respectivos gobiernos y sociedad civil.

Sin embargo, ese mismo día se nos esfumó de las manos la posibilidad de una reconciliación con la desafortunada declaración del ex Presidente chileno Sebastián Piñera en el sentido de que el triángulo terrestre (3.7 hectáreas al norte del Punto Concordia) le correspondía soberanamente a su país. Esta postura, que además se planteó unilateralmente cuando pudo ser discutida de modo bilateral, fue rechazada por el Perú y ha generado una nueva disputa entre ambos países, la que cada tanto nos tensiona.

Soy el convencido de la justicia de la posición peruana pero tenemos que aceptar que el país vecino tiene una postura diferente a la nuestra. Aunque encuentro varias razones, distintas a la materia, que explican el proceder de Chile, su tesis es ya oficial y hay que asumirla como un elemento disgregador que dificulta la integración socioeconómica.

A lo que quiero llegar es a remarcar el absurdo que significa que 3.7 hectáreas de costa sin proyección marítima hayan enfriado tanto la relación bilateral, cuando durante el litigio en la Corte, donde nos disputábamos 66.000 km de mar rico en especies marinas, la proximidad entre las partes fue el denominador común. Por eso he planteado consultarle el tema a la CIJ o recurrir los dos países a un árbitro, o ver las vías pertinentes para alcanzar una solución.

Sé que nuestra postura oficial sostiene que el suelo está parejo merced a lo establecido por el Tratado del 29 y el Acta de la Comisión Mixta Demarcadora de 1930, pero aunque sus contenidos me parecen irrefutablemente favorables al Perú, ellos no resuelven el tema por si solos. Por ello debemos ser proactivos e ir al encuentro del problema para resolverlo.

Si Chile se negase quedaría sentada ante el mundo nuestra buena voluntad pero no actuar supone empoderar la desconfianza mutua que impide que dos socios estratégicos potencien su relación y que dos pueblos se vean al fin desde una mirada de cordialidad y no desde la vieja geopolítica del siglo XIX.

ALEA JACTA EST. Humala promulgó creación de distrito La Yarada – Los palos

Representante chileno Enrique Brieba señala, en 1930, el Punto Concordia en la orilla del mar. Es difícil entender por qué hoy Chile propone algo distinto

ALEA JACTA EST

Humala promulgó la creación de La Yarada-Los Palos

Había que crearlo, como sostuve anteanoche en una entrevista televisiva. No quedaba otra  ante la amenaza velada de Heraldo Muñoz, antecedida por toda una escalada altisonante de notas y declaraciones chilenas desde la aprobación unánime del proyecto en el Congreso Nacional del Perú.

Entendamos algo, sobre todo aquellos que dicen que el momento para crear este distrito no ha sido el más oportuno. La referida “inoportunidad” no la creó nadie más que Chile al reivindicar como suyo un triángulo de algo más de tres hectáreas cuya peruanidad se expresa en el tratado de Lima de 1929, el acta de la comisión mixta demarcadora de 1930 e, indirectamente, el fallo de la Haya de 27 de enero de 2014.

Por ello, al argumento de que el Presidente Ollanta Humala usa este tema políticamente -lo que tiene una dimensión de verdad dada la complicada situación judicial de la Primera Dama  Nadine Heredia- se superpone jerárquicamente el argumento de que el susodicho triángulo es rotundamente peruano. ¿Debe pues el Perú supeditar su política interna y la creación de un distrito harto esperada por sus pobladores a la agenda internacional de Chile, enervada por los primeros resultados del litigio que le sigue Bolivia en la Corte Internacional de Justicia?

Sin embargo,  en las actuales circunstancias mantener la tranquilidad es absolutamente  necesario porque se nos viene la reacción de Chile. Ante ello, insisto en plantearle una consulta a la Corte de acuerdo con su artículo 66 para que nos aclare si dijo o quiso decir que el Hito 1 es el punto de inicio de la frontera terrestre que es lo que dicen nuestros vecinos. Y hay que plantearle a Chile realizar en conjunto dicha consulta y por los cauces diplomáticos correspondientes. Chile debería aceptar si la intención es resolver el último tema que nos impide avanzar nuestra integración. No aceptar colocaría al país de la estrella solitaria en la triste posición del perro del hortelano.

Temple, aplomo y mucha sobriedad en los siguientes plazos. El matrimonio de la firmeza y la cortesía son claves de aquí en adelante, y la madrina de la boda no puede ser otra más que la voluntad de avanzar en la integración socioeconómica del siglo XXI, dejando de lado el nacionalismo del siglo XIX. 66.000 km2 de mar no nos impidieron avanzar ¿nos lo impedirán tres hectáreas de costa seca?

@parodirevoredo

Publicado hoy en Diario Expreso

 

Bolivia, Chile y Perú: El imperativo del entendimiento mutuo

Bolivia, Chile y Perú: El imperativo histórico del entendimiento mutuo

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Carta de Daniel Parodi Revoredo

28 septiembre 2015Después de un tiempo, me puse a pensar en la reconciliación de nuestros países en clave trinacional. Varios analistas piensan que el tema no puede verse de otro modo y estoy comenzando a creerles, máxime ahora cuando Bolivia y Chile litigan en la CIJ, lo que repercute en el Perú.

Creo que el meollo que nos impide vivir en armonía remite a la aguda y casi lacerante tonalidad que emite la voz “soberanía”. Es ella la que nos impide ver nuestras relaciones internacionales más allá del horizonte de nuestra propia subjetividad nacionalista, esa que anida en la decisión de nuestros políticos y en el alma de nuestros pueblos.

Por ello Chile no está dispuesto a entregar costa con “soberanía”, pero Bolivia la quiere con “soberanía”. Cuando Chile sugiere entregarla con “soberanía” dice que debe hacerlo por un corredor paralelo a la frontera con Perú. Sin embargo, el Perú, de acuerdo con el tratado de 1929, debe aprobar dicha salida y le cuesta, porque Arica fue parte de su “soberanía”.

Pero, ¿qué pasaría si a estos párrafos le quitásemos la voz “soberanía”? Chile vería que apenas 4 kilómetros cuadrados de litoral lo separan de la armonía vecinal y de la tranquilidad que merece su pueblo. Por su parte, Bolivia constataría que puede obtener lo que quiere si no escuchase tantas veces repetirse el eco de la voz “soberanía”.

En 1998, el Perú y Ecuador firmaron el Acta de Brasilia; en ella, el primero cedió al segundo 1 kilómetro cuadrado en la zona de Tiwinza, en la Amazonía. En ambos países hubo reacciones altisonantes, nacionalistas todas, pero hoy hemos superado una rivalidad secular y disfrutamos de la paz y de sus variados frutos.

Lo que hubo entonces fue hombres dispuestos a ser razonables, a ceder todos un poco y a no asustarse tanto con la aguda tonalidad de la voz “soberanía”. Tengámoslo presente pues la solución a nuestros problemas está ahí nomás, a la vuelta de la esquina. Hay que mirar más lo que nos ofrece el futuro y escuchar menos las afligidas voces que nos vienen del pasado.

Nota post fallo:

Los párrafos anteriores fueron escritos antes del fallo del 24 de septiembre, pero este no ha hecho más que validar mi percepción de las cosas. Hay, sin duda, un lado subjetivo bajo la antigua lógica de los Estados, en la que ceder un solo centímetro de soberanía constituía traición a la patria. Pero estas viejas premisas no contemplan lo mucho que puede ganarse si se cede un poco.

Hay voces que en Chile se preguntan sobre ese cierto recelo a su país en la región, cuando en realidad se trata de una nación admirable en el gran desarrollo material que ha logrado, así como en la alta conciencia de su civilidad. Apenas ayer escuché a un damnificado de Coquimbo, del terremoto y las lluvias, pobrísimo, declarar con tanta dignidad su dolor por el valor sentimental de algunos de sus objetos perdidos y pensé: “Ese es, pues, el ciudadano chileno, tan educado en valores humanísticos”.

Pero lo que le ha faltado a Chile es ver al otro, a los otros, y pensar un poco más en el pasado, porque es verdad que Chile creció como ninguno, pero también lo es que, al crecer, dañó a sus vecinos y pensó que eso se solucionaría con voltear la página. Sin embargo, es más fácil hacerlo para el que dañó que para el dañado; por eso Bolivia quiere y no dejará de querer su mar.

Quizá el fallo del 24 de septiembre le esté diciendo a Chile que hay que abrirse, que el Perú ya no tiene más reivindicaciones y que Bolivia apenas quiere unas millas de mar. Por ello, Chile debe imaginar el día siguiente de una Bolivia con mar. Con crisis política al principio, sin duda, pero después el adormecedor aroma de la paz y la animada música de la integración. No más líos regionales, cambio de agenda y prestigio imperecedero, pues, a lo que ya logrado, Chile le sumará el crédito de haber pacificado el continente.

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Carta de Rafael Gumucio Rivas

28 septiembre 2015En algunos casos, la voz del pueblo no es la voz de Dios: la mayoría de los ciudadanos, por ejemplo, es partidaria de la aplicación de la pena de muerte, no por esta razón el crimen de Estado contra una persona inerme va a ser éticamente aceptable. Es cierto que más del 80% de los chilenos encuestados asume una posición chauvinista al no ser partidario de un acuerdo directo con Bolivia. En este plano, me atrevo a convertirme en enemigo del pueblo —para usar los términos de Ibsen— y desarrollar una propuesta de diálogo entre estos dos países en conflicto que nos permita reubicarnos en el latinoamericanismo, al cual aspiraba Francisco Bilbao.

Los analistas, especialistas en temas internacionales y simples opinólogos chilenos han logrado transformar una derrota en un empate —cualquiera que haya estudiado, así sea someramente la historia de Chile, podrá comprobar que el empate es un tópico permanente de nuestro acervo cultural—.

Aceptemos que el fallo de la Corte de La Haya, que va a introducirse en el fondo del conflicto, por lógica o por un mínimo de sentido común, terminará solicitando a los dos Estados que se reúnan y dialoguen para buscar, de buena fe y voluntad, una salida al diferendo existente hasta ahora. Aceptemos que desde 1880 Chile y Bolivia han conversado sobre el problema de la mediterraneidad del país altiplánico. Ahora, veamos algunos ejemplos a través de la historia: el presidente Domingo Santa María, a fines del siglo XIX, ofreció Arica a Bolivia, puerto que en ese entonces estaba en disputa con Perú, pero fracasó el intento; en 1929, el dictador peruano Nicolás Piérola quería convertir a Bolivia en una Polonia sudamericana, es decir, repartirse el territorio entre las potencias de la región, lo cual explica, en el contexto histórico del artículo del Tratado de Lima que cualquier cesión de territorio comprendido en dicho tratado debe contar con la aquiescencia de los dos países; posteriormente, en 1950, las conversaciones entre Walker Larraín y Ostria Gutiérrez; finalmente, “el abrazo” de Charaña entre los dictadores Pinochet y Bánzer. Si me pidieran caracterizar en una sola frase la historia de nuestras relaciones con Perú y Bolivia, sería “dividir para reinar”: ora favorecemos a los peruanos y atacamos a los bolivianos, y viceversa.

Si revisamos con atención al menos las dos últimas tratativas anteriormente citadas, podríamos colegir que las compensaciones que en el primer intento Bolivia ofreció a Chile, por el corredor que va desde los suburbios de la ciudad hasta la línea de la Concordia, eran bastante favorables para nuestro país. En 1950, ese país ofrecía las aguas del Titicaca para desarrollar en la zona un enorme proyecto hidroeléctrico —basta pensar un poco cuán beneficioso hubiera sido para Chile de haber resultado esa operación pero, por desgracia, fue vetado por Perú, pretextando el condominio indivisible de ambos países del lago Titicaca—; a continuación, vino la Revolución boliviana, en 1952, y las buenas intenciones quedaron a cero.

En el segundo, Charaña, en 1975, se planteaba la entrega de una franja desde el río Lluta hasta la línea de la Concordia, a cambio de una compensación territorial igual a la cedida por Chile. Nuevamente, consultado el Gobierno de Perú, este propuso una zona internacional, administrada por los tres países, que contemplaba la zona ofrecida por parte de Chile, lo que fue considerado inaceptable para ambos países.

Si algo práctico nos enseña la historia es que el tema de la mediterraneidad de Bolivia no puede ser tratado en forma bilateral, pues a partir del Tratado de Lima, de 1929, en esencia es trilateral, por consiguiente, el primer paso que deben dar Chile y Bolivia —si quieren dialogar para en realidad solucionar el conflicto, es convocar a una mesa trilateral: Chile-Perú-Bolivia—.

Sobre la base de la experiencia a través de la historia, estoy convencido de que tanto Chile, como Bolivia y Perú, pueden ser gananciosos con la creación de un proyecto y polo común de desarrollo en el altiplano boliviano, la zona sur de Perú y el norte de Chile. Los beneficios respecto del gas, el litio y el desarrollo tecnológico de la energía solar, la cooperación minera, el encuentro entre culturas, la inmigración, la lucha contra el narcotráfico, el aprovechamiento de las aguas —incluido el lago Titicaca— y todos los demás beneficios propios de una integración del Cono Sur.

El marcado chauvinismo que hoy se hace manifiesto, tanto en Bolivia como en Chile, a nada bueno nos conducirá y sí a ahondar la brecha y a gastar millones de dólares en ridículos juicios que sólo favorece a jueces de babero, peluca y traje negro y a especialistas en derecho internacional, en detrimento, por ejemplo, de la implementación de hospitales, de urgente necesidad para nuestra población.

Duela a quien le duela, siempre seremos vecinos de Bolivia y Perú, y el imperativo histórico es dialogar y buscar soluciones positivas para los tres países. Más que asunto de especialistas y juristas, la solución es política y se encuentra en la vocación latinoamericana que, por desgracia, nuestro país ha olvidado, sumido en la tiranía de los mercaderes, que no tienen ni Dios, ni ley, ni alma, ni patria, y sólo los mueve el dinero, que es la golondrina que busca “el sol que más caliente”.

Publicado en la sección e-pístolas del Diario El Mostrador de Chile

http://e-pistolas.org/debate/bolivia-chile-y-peru-el-imperativo-historico-del-entendimiento-mutuo/

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Lo que ha ganado Bolivia

Bolivia Referendum

LO QUE HA GANADO BOLIVIA

Audio de la entrevista que me hace Angel Arévalo Arista acerca del fallo de la Corte de la Haya sobre la demanda de incompetencia planteada por Chile a dicho tribunal de justicia en el caso que Bolivia ventila en sus fueros

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Obligación de negociar

OBLIGACIÓN DE NEGOCIAR

Lo que nos deja la sentencia en el caso chileno-boliviano

El peor de los escenarios se ha cumplido para nuestro país, dijo el presentador de TV-Chile después de escuchar la sentencia contraria, por 14 votos contra 2, a la demanda de incompetencia presentada por Chile a la Corte Internacional de Justicia de La Haya en el caso que le sigue Bolivia. Antes de su lectura, los pronósticos se inclinaban a que la Corte fallase que resolvería la cuestión de forma (la competencia de la CIJ) junto con el fondo (el pedido de Bolivia a Chile de negociar de buena fe una salida al mar). Algunos otros pensaban, más bien, que la Corte se declararía incompetente debido a que Chile y Bolivia cuentan con un tratado de límites, el de 1904. Sin embargo, lo que pocos imaginaron es que la Corte se declarase tan contundentemente competente de resolver la Demanda boliviana en sus fueros.

El éxito inicial de una estrategia inteligente

Al plantearse ir a La Haya, Bolivia comprendió perfectamente que no podía ir en contra del Tratado de 1904 pues tanto el estatuto de la Corte como el Pacto de Bogotá de 1948 establecen que si existe un acuerdo entre las partes entonces aquella no puede intervenir, por más injusto  que dicho acuerdo pudiese ser, o parecer, en sus contenidos. Bolivia entonces se inventó un caso distinto basado en otra realidad, pero realidad al fin y al cabo: Chile en varias ocasiones le ofreció al país del altiplano negociar de buena fe su salida soberana al Océano Pacífico, los casos más resaltantes se produjeron en 1950 y 1975. Por ello Bolivia le ha pedido a la Haya que obligue a Chile a cumplir con dichos ofrecimientos, nada más.

Por esta razón, lo que estuvo en juego en esta fase preliminar del Juicio  era si existía razón para un litigio pues Chile y Bolivia tienen un tratado de límites (1904); o si el reclamo de Bolivia es una cuestión completamenta distinta al susodicho Tratado. Y eso es exactamente lo que acaba de fallar la Corte: la demanda boliviana no atañe ni vulnera el tratado de 1904, su naturaleza es distinta y lo que aquella debe determinar es si los ofrecimientos de Chile a Bolivia son compromisos formales al punto de que pueda exigirle a Chile cumplirlos.

La negociación es el límite

Lo que hoy ha logrado Bolivia empareja las opciones de los dos países litigantes. La razón es que el Tratado de 1904, argumento central de la defensa chilena, ha quedado  casi descartado pues la Corte ha establecido que este juicio no versa sobre dicho instrumento. La cuestión  a determinar, reitero, es si Chile está obligado a cumplir con lo que le ofreció a Bolivia.

Sin embargo, desde Chile un contraargumento reiterado es que incluso en el caso de que la Corte lo obligase a sentarse a negociar de buena fe la salida al mar de Bolivia, esto no implica necesariamente que el resultado de la negociación concluya  en la cesión al país altiplánico de territorio soberano de la costa chilena. De hecho, este asunto será abordado, in extenso, en los alegatos escritos que ambos países entregarán a la Corte en los próximos meses y años (Memoria, replica, eventualmente contramemoria y dúplica).

En efecto, nadie sabe con certeza los alcances  de una eventual negociación chileno-boliviano derivada de un también eventual fallo a favor de Bolivia. De acuerdo con el mismo fallo del 24 pasado, la Corte no parece muy dispuesta a precisarlos, pero es innegable que este país contaría con un instrumento internacional de cumplimiento obligatorio con el que podría presionar a Chile en foros internaciones como ONU, OEA y la misma CIJ.

Hasta ahora Bolivia ha logrado incomodar a Chile en dichos foros por lo que este recurso, y el manejo político que de él se desprende, incrementarían notablemente su impacto con una Sentencia favorable de la Corte. En todo caso, la sentencia podría verse, en si misma, como un poderoso y positivo instrumento de negociación que esperemos contribuya con la superación de este viejo impase.

El Perú

El Perú debe tomar nota del fallo de hoy porque nos acerca más a la posibilidad de una negociación entre Chile y Bolivia para la salida soberana al mar del segundo. Como sabemos, Bolivia quiere salir por Arica, al lado del Perú, y en Chile algunas voces suelen ofrecer dicha salida por allí mismo, sabedoras de que para nosotros este es un tema sensible. De algún modo, es su manera de tirarnos la pelota sobre la mediterraneidad boliviana toda vez de que, en virtud del Tratado de 1929, Chile no puede ceder territorio de Arica sin nuestra autorización. De allí la desafortunada pero popular frase de que Chile tiene el candado de la salida al mar de Bolivia pero el Perú la llave, percepción que deberíamos descartar.

Al respecto, el Perú debe evaluar si adopta una postura reactiva ante esta posibilidad; es decir, si espera a que ocurra para pronunciarse o, por el contrario, si explicita por anticipado si desea o no que una eventual salida al mar boliviana se produzca por Arica. Es verdad que un pronunciamiento contrario a esta posibilidad no sería bien recibido ni por Chile, ni por Bolivia pero la pregunta es si acaso ambos países reaccionarían mejor si nos negásemos después de que aquellos la hubiesen acordado.

Claro está que es posible que este escenario ni siquiera se presente. De hecho, apenas a fines del año pasado autoridades chilenas y bolivianas evaluaron la posibilidad de una solución al problema por uno o dos puertos en Tarapacá. Por cierto, no se trata de pronunciarse sobre el reciente fallo pero sí de evaluar con serenidad la posibilidad de emitir una opinión en el mediano plazo. He ahí el dilema peruano que debe llevarnos a reflexionar sobre cuán conveniente o inconveniente le resultaría a nuestro país una salida al mar de Bolivia por Arica.

Conclusión ¿Existe otra manera?

En sus primeras impresiones tras el fallo, Evo Morales ha deslizado la posibilidad de abrir un diálogo con Chile para resolver bilateralmente la mediterraneidad boliviana. Su postura se ve hoy fortalecida por una sentencia favorable y porque los pronósticos sobre la cuestión de fondo ya no son tan auspiciosos para Chile como lo fueron hasta ayer.

Aquí entra a tallar, una vez más, el juego de la subjetividad nacionalista en torno al concepto de soberanía. Está claro que el fallo remece el frente interno chileno, tan poco acostumbrado a derrotas internacionales. Esta problemática explica lo complicado que ha sido y es para Chile resarcir a Bolivia por la situación de mediterraneidad en la que la postró desde 1879, al iniciarse la Guerra del Pacífico. Por su parte, Bolivia se niega a aceptar cualquier compensación sin soberanía a pesar de que pudiese resultarle funcional un esquema como el de Bolivia-mar, en Ilo, que, dicho sea de paso, duerme el sueño de los justos en nuestro inefable Congreso.

La subjetividad nacionalista ha convertido el concepto “soberanía” en el nervio central de un exacerbado amor patrio que, aunque loable, debería adecuarse a la realidad global del siglo XXI. De esta manera, tal vez Bolivia y Chile pudiesen alcanzar un acuerdo que le ponga fin, para siempre, al problema internacional más antiguo de la región y que retiene en su interior viejas y anquilosadas rivalidades nacionales.

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