Ilegal directiva debe cederle el paso a nuevas generaciones. Foto: Hernán Hernández, La República
De nuestro país, de su corrupción y su informalidad se pueden decir muchas cosas, pero no seamos mezquinos. Algo se ha avanzado en institucionalidad, de lo contrario tantos líderes políticos no afrontarían hoy los problemas que afrontan ante la justicia y la fiscalía no podría allanar sus casas como viene haciéndolo. Es imperfecto, claro, pero hace un par de décadas sería impensable tener presos a un expresidentes, a uno fugado a USA y a otro recién indultado, pero con un futuro cercano muy incierto.
Con el APRA pasa algo similar, nuestros organismos electorales pueden ser todo lo imperfectos que se quiera, pero mal que bien ordenan y fiscalizan elecciones, tanto como la marcha de los partidos. De manera que a estos ya no se les puede manejar arbitrariamente, ni coparse sus esferas directivas a dedo o al caballazo como en tiempos del “pisco y la butifarra”.
Hoy los militantes de cualquier partido que viesen atropellados sus derechos de militantes, o los estatutos de su agrupación, o la ley de partidos políticos tienen el derecho de recurrir al Estado en busca de amparo (a eso se le llama ejercicio de la ciudadanía por si acaso) y recurrir al JNE para que aplique la ley y dirima la denuncia a procesos internos viciados. Pues así ha sucedido en el APRA. Compañeros: bienvenidos al siglo XXI.
Desde las elecciones generales de abril, en las que tuve el honor de representar a la estrella de Haya de la Torre, no me cansé de señalar que al APRA había que renovarla toda y que eso pasaba por un proceso de institucionalización de todos sus procesos internos. Alan García y su círculo cercano, sin embargo, se negaron a darle el paso a quienes, a la luz de un paradigma más contemporáneo, querían transitar al PAP al siglo XXI, para comenzar por fin a hacer las cosas de acuerdo a estatutos y en respeto de la voluntad mayoritaria de la militancia.
Con oponerse a un proceso irreversible, García, Mulder y Elías solo le han hecho perder tiempo a quienes quieren relanzar el APRA a la sociedad y que ya han logrado que el JNE ANULE LOS RESULTADOS DEL XIV CONGRESO NACIONAL HACE MÁS DE UN MES. Con ello, resulta que ni Alan García es Presidente del PAP, ni Elías Rodríguez es su Secretario General, ni Mauricio Mulder es el Presidente de su Comisión Política y que NINGUN PLENARIO DE ULTIMA HORA CONVOCADO POR DICHA DIRECTIVA TIENE NINGUNA VALIDEZ TAMPOCO.
De hecho, mantenerse por la fuerza en el local de Alfonso Ugarte, a pesar de la resolución del JNE, constituye un ilícito frente al cual esperamos que la Asamblea permanente de las bases, que con gran decisión se ha autoconvocado en la sede del Comité Distrital de San Borja, interponga pronto las medidas cautelares necesarias para que las autoridades apócrifas del PAP abandonen la sede central de su organización. Paso seguido debe iniciarse, bajo la dirección del JNE junto a una intachable comisión de notables apristas, el proceso de normalización que coloque al APRA de nuevo a derecho y en la capacidad de ofrecerle servicios públicos de calidad, tanto como justicia social, a la ciudadanía.
Poco importa, la verdad, a estas alturas, participar o no en las regionales-municipales de octubre. ¿A razón de qué? Tantos años de malas prácticas dificultan ofrecerle desde ya a la ciudadanía la seguridad de candidaturas idóneas formadas en los principios ideológicos y MORALES del aprismo y su generación fundadora. No hay peor error que no identificar aquella transición tras la cual la historia, definitivamente, te ha superado. Felizmente hay una nueva generación de militantes apristas dispuestos a hacer las cosas bien. Es momento de darles la oportunidad.
El presente decálogo busca contribuir con los dirigentes regionales, provinciales, distritales y de sectores del Partido Aprista Peruano en su sacrificada labor de orientar y formar ideológicamente a nuestros compañeros a nivel nacional.
En tiempos de crisis partidaria, en los que la dirigencia nacional, con mandato vencido, ha abdicado de su responsabilidad de formar apristas, el presente decálogo busca ser un manual sencillo y destinado a la difusión para formar a los jóvenes apristas que recién se incorporan a nuestro movimiento y también para que los militantes de siempre puedan pensar el aprismo del siglo XXI y renovarse en los valores y principios que nos inspiran.
Defensores de la democracia
Desde la década de 1930, el aprismo se alzó como la fuerza política que le abrió paso a la democracia y a la justicia social en el Perú enfrentando dictaduras tan feroces como las de Sánchez Cerro, Benavides y Odría. También la dictadura fujimorista persiguió al aprismo. Por esta razón, todo aprista debe defender la constitución, la institucionalidad democrática, la vigencia de la más irrestricta libertad e independencia de los poderes del Estado. En sentido contrario, todo aprista debe insurgir ante cualquier amenaza contra la democracia venga de donde venga y sin importar el color político que dicha amenaza tenga.
Defensores de la justicia social
El Apra es el Partido del Pueblo, su compromiso, desde su fundación, fue con los más pobres y también con las clases medias emergentes como hoy lo son los comerciantes informales que con su trabajo han sacado adelante al nuevo Perú. Toda política y planteamiento programático del aprismo debe apuntar a la lucha contra la pobreza y a la superación de esta a través de la educación y el trabajo. El Aprista debe apoyar toda iniciativa pública o privada que apunte a mejorar la calidad de vida de los peruanos, al mismo tiempo que elaborar y proponer iniciativas que fortalezcan las oportunidades del sector informal para progresar y formalizarse.
Defensores de los derechos humanos y civiles
Hay compañeros que, debido a la dramática falta de adoctrinamiento de nuestra militancia por el abandono del que es sujeto el partido por parte de su dirigencia nacional, con honrosas excepciones, piensan que los derechos humanos y civiles son cuestión de “caviares”, “rábanos” y “rojos” porque estos sectores últimamente se han posicionado en estos temas. Nada más alejado de la verdad, fue el Apra misma quien trajo las nociones de derechos humanos y civiles al Perú.
En el primer caso, invocándolos para la defensa de la libertad e integridad de nuestros viejos compañeros presos, torturados, y en peligro de muerte. Recordemos que grandes personales mundiales como Albert Einstein y Romand Rolland invocaron los derechos humanos para defender la vida de nuestro Jefe Víctor Raúl cuando sufría la persecución de implacables dictaduras.
Además, la Declaración Universal de los Derechos Humanos fue establecida por la ONU en 1948 para evitar que vuelvan a presentarse crímenes de lesa humanidad como los que cometió el nazismo en la 2da Guerra Mundial. Por esa razón, todos tenemos derecho a un juicio y a que se nos aplique la ley si cometemos delitos; lo que nadie puede hacer, y menos el Estado, es tomar las justicia en sus manos y torturar, privar de su libertad o eventualmente matar a alguien sin que sea juzgado.
Respecto de los derechos civiles, TODOS FUERON OBTENIDOS POR EL APRA Y POR LA LUCHA APRISTA DE DÉCADAS. Desde el voto femenino que propusimos en la constituyente de 1931, antes la jornada de las 8 horas que conquistamos en 1919, hasta el sufragio universal y el voto al analfabeto que conquistamos a través de nuestra Constitución de 1979, todas son conquistas apristas. De modo que un aprista solo puede estar a la vanguardia de los derechos civiles.
Defensores de la inversión extranjera para el desarrollo
Ya desde El Antimperialismo y el APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre señaló que Indoamérica necesitaba los capitales y la tecnología del imperialismo para desarrollarse industrialmente y generar riqueza. Pero señaló que ese desarrollo depende de la manera como llegue el imperialismo. Si este llega a llevarse los recursos sin dejar nada, es malo; en cambio, si llega a compartir su tecnología y dejarnos buenas regalías promoverá el despegue del país.
Por eso, como apristas debemos promover la inversión extranjera dentro de un plan de transformación de nuestra estructura productiva para dejar de ser un país exportador primario y convertirnos en un país desarrollado. Para ello, los capitales y tecnología extranjeros son el primer paso pero junto a él es imprescindible una política educativa-tecnológica de primer nivel, tanto como una capacitación de nuestra clase trabajadora para estar preparados para asumir el desafío de la transformación productiva-industrial.
Promotores de ciudadanía
Cuando Haya de la Torre fundó las Universidades Populares Gonzáles Prada lo hizo porque comprendió que el Perú de entonces era un país feudal en donde las masas indígenas relegadas al analfabetismo no conocían los derechos ciudadanos que les eran sistemáticamente negados. Por eso Víctor Raúl comenzó el trabajo con los obreros de las fábricas aledañas a Lima y las ciudades para capacitarlos y generar una clase obrera educada y consciente de sus derechos que esté dispuesta a defenderlos hasta las últimas consecuencias.
A pesar del tiempo transcurrido, la situación no es muy diferente. La gran mayoría de peruanos no ha leído la Constitución y no sabe sus derechos por lo que muchas veces es víctima de abusos por parte de la autoridad o de sus empleadores. Es deber del Apra, como parte de su tarea de fortalecimiento de la democracia, formar cuadros, desde los militantes de base hasta los dirigentes nacionales, preparados como ciudadanos conscientes, defensores y difusores de sus derechos civiles, laborales, humanos y constitucionales.
Formadores de cuadros políticos
Como paso complementario al anterior, el Apra debe volver a ser escuela de cuadros políticos como lo fue en el pasado y desgraciadamente ha dejado de serlo. Un cuadro aprista no puede ser como uno fujimorista, como esos parlamentarios con títulos universitarios “bamba”, o como ese congresista que, siendo médico, sostuvo en una comisión del congreso que leer producía Alzheimer.
No olvidemos que cuadro aprista fue para empezar nuestro Jefe Víctor Raúl, y además de él, Luis Alberto Sánchez, Antenor Orrego, Manuel Seoane, Luis Heysen, Rómulo Meneses, Andrés Townsend, Arturo Sabroso, Luis Negreiros Vega y que, sin importar si fuesen profesionales o trabajadores, tenían un gran nivel de preparación política para convertirse en agentes revolucionarios de la democracia y la justicia social.
Por ello, todo aprista, solo para empezar, tiene que haber leído los siguientes libros:
El Antimperialismo y el Apra (VRHT)
Treinta años de aprismo (VRHT)
Por la emancipación de América Latina (VRHT)
Mensaje de la Europa Nórdica (VRHT)
Haya de la Torre y el Apra (LAS)
Testimonio Personal (LAS)
Esa es la formación básica mínima de todo militante aprista, lo que no excluye la capacitación en temas de actualidad, en cursos de gestión y gobierno etc., necesarios para el buen ejercicio de la función pública.
7. La política como servicio público
Un aprista no debe venir al APRA a servirse de ella, si se trata de obtener beneficios, chambas, o, lo que es peor, de enriquecerse a costas del Estado, allí está el fujimorismo que trabaja así y cientos de movimientos regionales que son completamente corruptos. El Apra es un ejército civil de ciudadanos que quieren servir a la comunidad. Por eso cada aprista debe preguntarse si realmente lo que busca es sacrificarse por el pueblo como lo hicieron nuestras primeras generaciones y nuestros mártires de Chan Chan. Si el servicio público y a la comunidad no los inspira entonces deben dejar la institución.
Opositores al clientelismo
En concordancia con el punto anterior, el Apra se opone a clientelismo y la corrupción. En el Apra no se trata de rodear a personas con poder para ver como beneficiarse de esa situación. En El Apra no se trata de ganar lealtades recorriendo los pueblos y ofreciendo regalos a la población como les gusta hacer a los hermanos Fujimori o a César Acuña.
Lo que el Apra busca es capacitar al pueblo a través de la educación dentro del Partido y desde el Estado, a través de la reforma y la mejora de la calidad de la educación, para dotar a todo ciudadano de las capacidades necesarias para acceder a la igualdad de oportunidades.
De este modo, el ciudadano través de un oficio, un negocio o una profesión podrá desarrollarse como ser humano y otorgarle bienestar a su familia y, a través de ella, a la sociedad. El Apra debe enseñar, formar, capacitar, y no regalar a cambio de favores. Esto no quita nuestra solidaridad y ayuda a los más necesitados en casos de emergencia como la situación por la que acaba de pasar nuestro país debido a los desastres naturales provocados por el Niño Costero
Formadores de valores y virtudes
El Aprista debe recibir del partido una sólida formación en valores, como la honradez, la honestidad, la solidaridad, el servicio a los demás, el respeto a los demás, la disciplina incluso en su vida privada. Haya de la Torre decía Joven prepárate para la acción no para el placer. Un aprista no bebe en exceso, no maltrata a su mujer, es un trabajador esforzado, hombre y mujer de familia, tiene valores positivos.
10.- Por un bloque económico indoamericano
En el plano internacional, el APRA mantiene su apotegma de la unión indoamericana pero adaptada a los tiempos de la globalización. Desde esa perspectiva, el impulso de la Alianza del Pacífico por parte de nuestro segundo gobierno es el inicio de un proyecto que debe continuar sumando economías indoamericanas para participar como bloque en el mundo. De esta manera, nuestras oportunidades de concurrir con éxito a la globalización serán mayores. No olvidemos que Haya de la Torre vio la economía-política mundiales como bloques desde la década de 1920.
VIVA EL COMPAÑERO JEFE HAYA DE LA TORRE
POR LA RENOVACIÓN DEL APRA
POR LA JUSTICIA SOCIAL CON PAN CON LIBERTAD
EN CONTRA DE LA CÚPULA Y EL SECUESTRO INSTITUCIONAL DEL PAP
Los fusilamientos de Chan Chan, de Felipe Cossio del Pomar. Millares de apristas dieron la vida por la democracia en sangrienta revolución de Trujillo
El héroe mitológico poseía poderes especiales otorgados por los dioses, como Aquiles, invulnerable salvo en su célebre talón. El héroe moderno se vincula con la ideología nacionalista difundida en el siglo XIX, que buscaba prohombres (militares) que se hubiesen destacado en hazañas de combate realizadas en absoluta inferioridad de condiciones, y a los que se idealiza haciéndolos parecer perfectos.
De ese modo, ni Grau, ni Bolognesi, ni Cáceres cometieron nunca un error, ni siquiera en su quehacer personal, porque el error no cabe en las características de un héroe. Pasa lo mismo con Arturo Pratt, alguna vez un colega chileno me dijo que no debía ser tan buen marino para capitanear la Esmeralda, uno de los peores buques de su escuadra. Pero hechos así se omiten pues se trata de elevar al héroe a una categoría superior.
Ahora bien, a los comandos de Chavín de Huántar se les ha elevado a la categoría de héroes de la democracia. El tema me parece grave debido a lo que este título representa y debido, me permito decirlo, a mi filiación política que es la misma que la de Luciana León, autora del proyecto, quien le asigna al APRA, como antes Javier Velásquez, el inmerecido rol de mensajera del fujimorismo.
A Luciana León le recuerdo que el APRA tiene miles de héroes de la democracia a los que el Estado peruano no reconoce como tales. El primero se llama, se lo subrayo por si se le olvidó, Víctor Raúl Haya de la Torre, perseguido 30 años por luchar precisamente por las libertades civiles que hoy disfrutamos; héroes de la democracia son los caídos en Chan Chan en 1932 que se rebelaron contra la dictadura de Sánchez Cerro, lo es Luis Negreiros Vega, gran luchador sindical mandado asesinar por el dictador Odría, lo son mil cien autoridades apristas que fueron ultimadas por Sendero porque se negaron a dejar sus cargos a pesar de que estaban en las “zonas liberadas”, sabían que los iban a matar y no tenían una bala para defenderse. Por supuesto, existen otros tantos héroes de otros partidos políticos que encontraron la muerte de igual manera. Heroína de la democracia es María Elena Moyano y ya paro de contar.
No tengo nada contra nuestros héroes militares, ni contra los comandos de Chavín de Huántar, quienes merecen nuestro reconocimiento, pero héroes por la democracia son los que dedicaron u ofrecieron su vida por construirla o defenderla y si hubiese que sumar militares a la lista yo añadiría al Coronel Gustavo Jiménez que se levantó contra Sánchez Cerro y se quitó la vida antes de rendirse y al General Jaime Salinas quien encabezó un levantamiento constitucional contra el dictador Fujimori y fue preso por ello.
Qué pena el APRA, lo digo una vez más, tan mal dirigida que olvida a sus mártires, inmersa en infelices devaneos con el fujimorismo, que la militancia rechaza. La democracia, la nuestra, la peruana, nos es tan esquiva que si algo tiene es héroes civiles por millares, es a todos ellos a quienes debemos erigirles un monumento.
Pensar al APRA en el siglo XXI es situar a los partidos políticos en las primeras décadas del nuevo milenio. Moisés Naím en El Fin del Poder (2013) ubica su pérdida de preponderancia en un mundo global cuya revolución de las comunicaciones explica grandes movilizaciones ciudadanas canalizadas desde el twitter o el whatsapp antes que a través de las pancartas de las organizaciones políticas. Del mismo modo, el ciudadano no es el mismo que aquel de hace 30 o 40 años, quien luchaba por grandes utopías. Entonces las cosas parecían más claras, se era de derecha o de izquierda, eventualmente socialdemócrata o socialcristiano, por lo que las ideologías eran la condición sine qua non del vínculo entre partido y militante. Hoy, tras el derrumbe de los grandes paradigmas ideológicos, se ha debilitado la capacidad que antes tenían las organizaciones políticas de vincular a la sociedad con el estado.
La antipolítica fujimorista y Alan García.
En el Perú, la caída del muro y el fin del mundo “de las ideologías” (1990) no solo coincidieron con la década fujimorista, sino que fueron sinérgicos con ella: el neoliberalismo quería estados débiles y partidos políticos también débiles, y resulta que Alberto Fujimori buscaba exactamente lo mismo para consolidar su proyecto caudillista-clientelar. El experimento de Cambio 90 refundó la cultura política nacional cimentándola sobre nuevos actores sociales emergentes del Perú de la transición demográfica que por primera vez se vinculaban asistencialistamente con el Estado. Esa amalgama de motivos, sumada a la satanización de los partidos políticos, cumplió a cabalidad el objetivo de divorciarlos de la sociedad.
Parece paradójico pero este esquema le vino como anillo al dedo a Alan García cuando volvió del exilio en 2001. García se erigió como líder indiscutido del aprismo desde que fuese elegido Secretario General del PAP en 1983, debido a una capacidad de arrastre popular espectacular que lo hizo, en 1985, alcanzar la presidencia de la república con más del 50% de los votos, superando con largueza el tradicional tercio que obtuviese su mentor Víctor Raúl en 1931, 1962 y 1963.
Desde que asumiera la conducción del APRA, a García no se le hacía amable la estructura de un partido sólidamente organizado y difícil de controlar; él prefería, más que instancias de gobierno internas, a un grupo de operadores absolutamente obsecuentes y leales que pudiesen movilizar la maquinaria del partido cuando a él le resultase conveniente. En 2001 Alan quería correr por libre y tener al APRA como comparsa. En la plaza San Martín, tras 10 años de ausencia, demostró que mantenía intactos sus dotes de orador: “y a mí me parece súbitamente un sueño estar aquí frente a ustedes esta noche, y a mí me parece súbitamente una añoranza cumplida estar frente a ustedes, y a mí me parece que quizás he muerto y estoy aquí frente a ustedes”.
En 2001, García encontró un ambiente político más propicio al caudillo que al partido. Cualquiera que sintonizase con las demandas populares podía ser presidente y en efecto pronto llegaría Alejandro Toledo y después Ollanta Humala. El tema es que entonces Alan seguía conectado a las masas y en un contexto caudillista; el PAP; por su parte, en tanto que partido político, ansiaba llegar al poder y por eso se reprodujo el pacto tácito entre caudillo y organización, y el APRA fue gobierno por segunda vez desde el 28 de julio de 2006.
Alan fuera de la era de los caudillos
Pero la reproducción contemporánea del viejo caudillismo militar de los inicios republicanos tiene en la volatilidad un límite que pocos pueden superar. Por eso, entre 1825 y 1845 el Perú tuvo 20 presidentes, todos militares. En USA, en el partidor de la carrera presidencial, se sabe que el ganador será demócrata o republicano y cada cuatro años Florida, cual calco de la elección anterior, se decanta voto a voto para saber quién será el nuevo “Mr. President”. En cambio, en nuestro país cualquiera puede ganar la partida y el electorado, súbitamente, puede darte su respaldo y quitártelo. Pregúntele a Alejandro Toledo como fue acogido en 2001 y abandonado en 2011, a mitad de camino.
Eso es exactamente lo que le pasó a Alan García en 2016, quien no se avalanzó nunca hacia las masas, no enganchó jamás con ellas o, sencillamente, el Charlot de Candilejas había perdido la capacidad de hacer reír a su público. Alan sin las masas es un personaje extraño para sí mismo y es posible que anhele interiormente un nuevo baño de multitudes que lo lleve de regreso a Palacio, multitudes que probablemente nunca volverán; el problema es que lo que queda del APRA no desaparezca en el intento. Ya queda poco de la mística, de la flama prendida; en el aula de clase no vale preguntar por el aprista, sino por el abuelito o abuelita aprista; por los contemporáneos de Víctor Raúl que siguen en pie; esos no son golondrinos, esos morirán con la estrella en el pecho, esos son del Compañero Jefe pero de esos ya quedan muy pocos.
Y es en este punto que está trabada el APRA de hoy, cuyo aparato partidario parece secuestrado por una directiva caduca que aún responde a la voluntad de García. A esta se le opone Enrique Cornejo, golpeado por acusaciones que no se han dirigido a él pero sí a sus principales colaboradores mientras fuera titular de Transportes. Cornejo aparece como el único con la fuerza y la organicidad para desplazar una cúpula férreamente enquistada e iniciar la reorganización del APRA desde abajo, por lo que es deseable que su situación no se complique.
Víctor Raúl al final del túnel
La izquierda no deja de criticar la trayectoria de Haya de la Torre por sus supuestos virajes ideológicos; el último es Antonio Zapata con “El APRA: historia de un zigzag (2016)”, a pesar de que trabajos como el de Imelda Vega Centeno (1991); Hugo Vallenas (1992) y Hugo Neira (1996); claman por desarrollar otros aspectos de la experiencia aprista, como la relación del líder con las masas; la comprensión de Haya como un político de realidades o la experiencia del exilio como explicación de la identidad aprista, a lo que yo añadiría el estudio del movimiento aprista como protagonista del complejo proceso de democratización de la sociedad peruana a lo largo del siglo XX.
Haya de la Torre diagnosticó temprano (1921) la ausencia de una ciudadanía democrática en el Perú y por eso se dio a crearla; de allí las Universidades Populares, el Partido Escuela y la alucinante capacidad de formar un ejército civil conducido por líderes morales intachables que predicasen con el ejemplo. La izquierda comunista se equivocó con Haya, el tema con él es más construir la democracia que ceñirse a la ortodoxia marxista; es más la revolución moral que la insurrección armada; es más el servicio público que la lucha de clases.
Hoy, el círculo abierto por La APRA fundacional puede cerrarse exitosamente porque un ejército de ciudadanos que ejerza la función pública con probidad es lo que piden a gritos las entrañas del país. ¿Tendrá el PAP al menos un millar de trabajadores/as manuales e intelectuales con la suficiente determinación para acabar con el secuestro de la propia organización y redireccionar a su partido por los austeros y probos caminos de Haya de la Torre? El APRA necesita salir de Alan y volver a Víctor Raúl, así se lo pide el Perú contemporáneo.
Publicado en Ideele #261
p.s. Este artículo se publicó en fecha anterior a la renuncia de Enrique Cornejo al PAP.
Desde la instalación del nuevo Congreso Nacional, la célula parlamentaria aprista ha estado cercana al fujimorismo. Esto comenzó desde que decidió formar parte de la MD del Congreso, controlada por Fuerza Popular, y se confirmó en prácticamente todos los actos posteriores: propuesta para bajar la valla electoral y permitirle a Keiko Fujimori ganar en primera vuelta, propuesta para tumbarse la Ley Universitaria, acompañamiento al fujimorismo en la interpelación al ministro Jaime Saavedra y amenaza al presidente Pedro Pablo Kuczynski de destituirlo si aplicase la cuestión de confianza.
Recuerdo que estuve en contra de la revocatoria a Susana Villarán. Sin considerarla una gran alcaldesa ni mucho menos, pensaba que era más fácil dejar que concluya su mandato. Pero resulta que mi partido, consultadas sus bases limeñas, se manifestó a favor de dicha medida y entonces publiqué un artículo titulado “El Apra y la revocatoria”, tratando de explicar las razones que tenía el PAP para adoptar esta medida, al margen de mi opinión particular. Fue lo que creí pertinente hacer por respeto a la posición adoptada en el seno del Apra. Es por comprender esta premisa que el PAP se une allí donde la izquierda se divide.
En todo caso, no es esto lo que está ocurriendo hoy: El Apra está acéfalo. Aunque se alegue que el CEN anterior sigue vigente, el PAP no tiene gobierno legítimo que establezca, en consulta con las bases, la posición del partido frente a los grandes temas nacionales. Por esta razón, hoy la CPA actúa por libre, y esto involucra, inclusive, la postura adoptada frente a la Ley Universitaria y la eventual censura al ministro Saavedra, más allá de la opinión personal de cada quien, o de una eventual renuncia del titular de Educación.
Otros eran los tiempos en los cuales la posición del Apra aparecía en los diarios a página completa; entonces se sabía lo que pensaba institucionalmente el Partido Aprista sobre tal o cual cuestión de importancia nacional e internacional. Mientras tanto, los seguidores de Víctor Raúl Haya de la Torre, que todavía son muchos, siguen esperando que les devuelvan su partido, su querido Partido del Pueblo, através de elecciones internas que solo saben postergarse. ¿A quién se lo tienen que pedir?
Primera generación de líderes apristas, al APRA de hoy le faltan líderes movilizadores
En mi pasada nota, sostuve que Fuerza Popular y el Frente Amplio han logrado posicionarse mejor que el APRA en nuestro espectro político, y esto sucede también porque los dos primeros tienen líderes movilizadores.
El fujimorismo tiene a Alberto Fujimori, a Keiko Fujimori y a Kenji Fujimori. ¿Dinastía oriental? Sí, señores, y funciona perfectamente en un país que nunca dejó de buscar al inca, al rey, al “general Perú”, a quien fuera que “ponga mano dura” y reparta a manos llenas; malhadada herencia. Alberto es el patriarca, Keiko y Kenji, los delfines.
El pueblo los adora. Ella, la primera dama adolescente que encandiló al pueblo. Él, el niño adorado de su padre que lo acompañaba a los mítines, el engreído de las ‘señitos’ que seguían a Gisela al mediodía, el mismo niño que hasta hoy muerde la rabia de haber sido desplazado por la hermana, después de que el padre torturase a la madre (llamen a Esquilo).
Y cuidado con la izquierda, que tiene cinco líderes con arrastre. Las tres primeras, mujeres, punto a favor. Verónika Mendoza, casi 20% en las presidenciales, cusqueña, empática, aprende rápido.
Ya aprendió a sonreír, que es lo que más le cuesta a la izquierda: sonreír. Le siguen Marisa Glave, perfil intelectual, e Indira Huilca, que le añade rebeldía juvenil al coctel. Detrás están el padre Marco Arana y cuidado con Gregorio Santos, que poco le faltó para llevarse de encuentro a Barnechea y a Alan en las últimas presidenciales, y desde una celda en Piedras Gordas.
No estoy haciendo la apología de estos líderes. Lo que digo es que movilizan a la gente; “ponen”, para hablar en términos juveniles. A los hermanos Fujimori los adoran. Verónika e Indira inspiran a los antisistema, a aquellos que quieren reemplazarlo todo aunque sin saber con qué.
¿Y el APRA? ¿Hoy quién moviliza qué desde el APRA fuera de la evocación de Víctor Raúl Haya de la Torre? Esta Enrique Cornejo, claro que sí, pero descontadas las zancadillas que le ponen en casa, él solo no basta. Tendrá que hacer como Haya, ir preparando –al mismo tiempo que levanta el partido– a la generación de recambio, al Alan de 1980, a la juventud rebelde de hoy pero ideológicamente aprista.
En el Perú contemporáneo, la ideología es como las luces de los semáforos, apenas una referencia: son líderes los que inspiran, los que movilizan, y el APRA de hoy tiene un gran déficit de líderes. Téngase presente.
Públicado en Diario Exitosa el 7 de agosto de 2016
Aunque asoman otras candidaturas, lo más probable es que el presente mes de agosto Enrique Cornejo se convierta en nuevo Secretario General del APRA. Por ello, y respetando las expectativas de los demás aspirantes a dirigir Alfonso Ugarte, las preguntas que se caen de maduras son cómo llegará Cornejo al máximo cargo ejecutivo del PAP y adónde, es decir, a qué lugar del espectro político conducirá al nonagenario partido de Haya de la Torre.
El cómo implica una disyuntiva: continuidad o ruptura. Continuidad supone tranzar con la cúpula que manda en el APRA hace varias décadas. La ruptura es instalar un CEN al margen del actual status quo, que le permita a Cornejo la capacidad de maniobra suficiente para instalar el orden en el caos, y construir una maquinaria moderna allí donde priman formas de hacer política del siglo XX.
De todos modos, una ruptura puede presentar matices, de manera que Jorge del Castillo podría apuntalar con sus bases leales la construcción de la nueva APRA y Mauricio Mulder, invencible polemista, debiera asumir la vocería del proyecto renovador. De esta manera ambos sumarán al cambio que el PAP requiere urgentemente.
Al contrario, la mera repartición de cargos y la mantención de anquilosadas fórmulas clientelares abortará cualquier proyecto de reforma antes de siquiera ponerse en marcha. De lo que se trata es de comenzar desde ya a enviar inequívocas señales de cambio que pasan por un explícito deslinde del fujimorismo, movimiento político al que buena parte de la ciudadanía vincula con el autoritarismo y la corrupción organizada.
Izquierda democrática es lo que clama la mayoría de apristas, lo que, en clave contemporánea, puede traducirse en socialdemocracia, centro-izquierda o más genuinamente en aprismo si se toma en serio el inaplazable trabajo de actualizar la ideología en un congreso convocado especialmente para dicho fin. Lo he señalado antes, el APRA debe establecer con meridiana claridad qué le ofrece al Perú del siglo XXI, pero no lo hará sin antes cumplir el prerrequisito de suprimir el pragmatismo desideologizado que se hizo fuerte las últimas décadas en Alfonso Ugarte. Enrique Cornejo tiene la palabra.
Publicado el 11/8/2016 en en Portla virtual Punto de Encuentro
Hace unos días fui criticado por señalar que hoy Fuerza Popular y el Frente Amplio son propuestas políticas más coherentes que el APRA, pero me ratifico en lo dicho. No se trata de que FP posea una ideología elaboradísima. Es al contrario, FP tiene por ideología la no ideología, el asistencialismo directo, con altas dosis de un autoritarismo cuyo largo estado de latencia no nos pone a salvo de que se manifieste a la primera oportunidad que le resulte propicia. Pero es precisamente por eso que la población identifica su propuesta con facilidad, y buena parte de aquella, mal que nos pese, se adhiere militantemente.
Al frente, la desunión es sintomática en la izquierda peruana desde que decidió convertirse en tal a principios de la década de 1970. Hoy está un poco en las mismas: Ciudadanos por el Cambio, MAS, Tierra y Libertad, Fuerza Social, el PCP Unidad, el PCP Patria Roja, el Partido Socialista etc. ¿Lograrán ponerse de acuerdo? ¿o reventará de nuevo la vieja pugna respecto de quien es el más radical y con ella todo el proyecto político?. En todo caso, el Frente Amplio cuenta con dos fortalezas: una lideresa y una base regional (el sur). Estas pueden resultar efímeras, pero hoy se sabe quiénes son, donde están y, más o menos, qué es lo que quieren.
¿Qué hay más allá de esto en nuestra política?, poco. PPK no es un partido y no veo que pudiese llegar a serlo; es una propuesta de gobierno interesante, democrática, liberal, tecnócrata pero ¿habrá PPK después de PPK? De Julio Guzmán y los outsiders no voy a ocuparme en esta ocasión.
Pero se me acaba la columna y no he hablado del APRA. No es casual, mi partido hoy no ocupa un lugar específico en el espectro político nacional. Este es el resultado de 30 años de liderazgo personal: se ha perdido identidad ideológica, base geográfica (el norte) y la capacidad de ser vinculados con una propuesta específica.
Que algunos gritemos a los cuatros vientos que somos de izquierda democrática no alcanza si al mismo tiempo se persiste en un pragmatismo vaciado de contenido ideológico que ha dejado al PAP sin margen de maniobra en el complejo tablero de nuestra política y con pocas posibilidades de relanzarse hacia la sociedad. El próximo congreso del PAP requiere diagnósticos para encontrar soluciones, este es el mío.
Daniel Parodi
Publicado el domingo 24 de julio en Diario Exitosa
La Agonía de Mariátegui de Alberto Flores Galindo, 1980 (reseña)
Es sabido que un libro tiene tantas versiones como lectores y que cada uno de estos multiplica exponencialmente sus ángulos y perspectivas de interpretación. Tras leer Haya de la Torre en su espacio y en su tiempo, de Planas & Vallenas, La agonía de Mariátegui (LAM) de Alberto Flores Galindo (AFG) me pareció la lectura que naturalmente venía a continuación a pesar de haber sido escrita diez años antes. Además, la experiencia me supuso casi por defecto un ejercicio de confrontación entre dos textos que, hasta cierto punto, representan una lectura más cercana al aprismo y la otra al socialismo doctrinales. Era como iniciarme en una materia buscando sus dos posturas más antagónicas y representativas.
Pero frente a mi búsqueda y motivaciones descubrí, en la parte final del libro, en el anexo que trata de las fuentes, los motivos personales del autor. Este descubrimiento me colocó en una situación paradójica: mi primera impresión es que LAM es una mistificación de José Carlos Mariátegui (JCM), una construcción de un amauta más político de lo que realmente fue.
MARIÁTEGUI, JOVEN
Sin embargo, el referido anexo me llevó a la conclusión contraria: lo que Flores Galindo intentó fue precisamente desmitificar a Mariátegui ante los “mariateguistas”, o ante las decenas de agrupaciones de la década de 1970 que lo habían convertido “en una especie de “megáfono” por intermedio del cual la izquierda propalaba sus posturas políticas, al margen de cualquier respeto a la fidelidad de su pensamiento” (p 119). Y la sentencia con la que AFG cumple su cometido no deja de ser devastadora: Mariátegui no acabó su obra, parece decirnos, Mariátegui no le entregó a sus seguidores su proyecto, su plan, su modelo de sociedad, su libro equivalente a El Antimperialismo y el APRA de Haya, culminado en 1928, si se me permite la última comparación que ciertamente es mía.
Añade Tito Flores que 7 Ensayos es una obra de diagnóstico, no de propuesta. Sobre la inexistencia de un programa mariateguista nos dice dos cosas: que lo más cercano a este fue DEFENSA DEL MARXISMO que, como entonces era habitual, se entregó por partes, en varios números de Amauta publicados entre 1928 y 1929. Lo otro que nos cuenta Flores es que la obra que debió constituirse en el ABC del mariateguismo -el dogma- se perdió en extrañas circunstancias. No hay entonces un Mariátegui política e intelectualmente acabado, como no hay un mariateguismo doctrinal. Su obra puede servir de inspiración creativa, tanto como una invitación a pensar el marxismo desde el Perú, desde lo andino y a interiorizar la célebre “la revolución no es calco ni copia …” pero poco más.
Es interesante, si se me permite el paréntesis, observar como con Haya y Mariátegui les sucede algo similar; uno llevó la dialéctica hasta las últimas consecuencias, el otro se negó a comprender el socialismo peruano sin vincularlo a una concepción de comunismo agrario anclado en la tradición andina, ambos fueron disidentes de la Komintern y ambos obtuvieron de sus seguidores el intento de reducirlos a dogmas, lo que ambos, también, hubiesen rechazado tajantemente. ¿Tan distintos son?
La Obra
Tito Flores ha organizado LAM de manera interesante. Podríamos decir que comienza con el último capítulo –la polémica con Komintern- para luego retrotraerse primero al descubrimiento de lo andino por JCM, segundo a una profunda reflexión sobre la Revista Amauta y el círculo político e intelectual alrededor de esta y tercero a la fabricación de un Mariátegui líder de un temprano proyecto político que se desarrolla paralelo al de Haya de la Torre y que encontramos como la sección más frágil de la obra. Este mismo capítulo salta de la polémica con Haya a la que sostuvo JCM con la Komintern, reconectándose así, casi espontáneamente, con el primero y cerrando el círculo. El epílogo de la obra le otorga al texto una visión de conjunto bastante coherente.
El capítulo 2, titulado el descubrimiento del mundo andino podría parecer el menos vinculado con los demás, en especial con el primero y el último, pero en realidad, a veces de manera implícita y otras explícitamente lo andino se presenta como el rasgo distintivo en el pensamiento de Mariátegui, tanto frente a Haya, como frente a Komintern. He dicho implícita porque a pesar que son otros los temas que aborda AFG cuando trata la primera de ambas polémicas, ese es el aspecto que con más claridad distingue a ambos líderes.
A ese nivel, la mirada de Haya nos parece más cosmopolita y, porque no decirlo, más leninista si nos acercamos a las tesis de Planas & Vallenas. Haya ve el mundo en su totalidad y lo que observa es un planeta dividido en bloques económicos en el que el camino socialista para América Latina (Indomaérica) es su unión política para hacer frente al imperialismo; es desde esa mirada que Haya construye su doctrina. Mariátegui, en cambio, introduce el elemento antropológico en su acercamiento al socialismo, Mariátegui observa el ayllu, la comunidad y en esa resistencia cultural, a pesar de la dominación española, encuentra la base desde la cual lee la realidad peruana bajo el prisma marxista. Estas dos lecturas distan de ser opuestas, sólo representan enfoques distintos del problema que incluso pueden complementarse si nos atenemos a los halagos que JCM formula desde 7 Ensayos a Por la emancipación de América Latina, de Haya, publicado en 1927.
El capítulo tercero interesa porque alcanza, sin querer, la meta que sin éxito AFG se traza para el cuarto. En el tercer capítulo FG describe Amauta, la revista, pero más que a la revista nos introduce al círculo político-intelectual, ese que, ante la dolencia física de Mariátegui, se reunía en su casa que se conocía como Washington-izquierda. En realidad es este capítulo el que, de manera indirecta, discute las tesis que FG desarrolla en el cuarto.
No voy a caer en el maniqueísmo de apristas = políticos, vs socialistas = intelectuales, pero lo que sí nos muestra el capítulo tercero es que Washington-izquierda convocaba un grupo ideológicamente heterogéneo y no tenía por qué ser de otra manera. Allí confluían figuras del vanguardismo como José María Eguren y Martín Adán, e indigenistas como Luis Valcárcel. Por supuesto que hay política en Amauta y que el socialismo es el denominador común. Lo que no parece tan claro es que se estuviese labrando allí un proyecto político específico, distinto del de los apristas que también colaboraban con Amauta. Más bien, como el mismo FG señala, el PSP parece emerger como resultado de la ruptura con Haya en 1928, para adoptar su forma definitiva entre 1929 y 1230 y no precisamente de la manera como Mariátegui hubiese querido. De hecho, agobiado por enfermedad, Mariátegui abdica en Ravines el liderazgo del PSP que no tardaría en completar su proceso de stalinización para pasar a llamarse PCP.
Hay un tema en el tintero y que amerita ser aclarado. Aunque Flores Galindo señala que el Plan insurreccional de México que Haya comenzó a ejecutar a inicios de 1928 y una supuesta desviación ideológica de este precipitan la fundación del PSP, también señala que este proyecto lo concibió Mariátegui en su estancia europea (1919 -1923), solo que JCM tendía a hacer las cosas planificadamente. En esa lógica, las condiciones no estaban dadas en 1928 para iniciar en el Perú el plan revolucionario de Haya, lo que obliga a Mariátegui a oponersele y adelantar la fundación del PSP para octubre de 1928.
Esta tesis, aunque interesante, es la que induce a AFG a forzar un tanto los resultados del capítulo cuarto. De allí que FG casi desconoce las Universidades Populares González Prada como un proyecto de Víctor Raúl Haya de la Torre y que explica, en gran parte, el levantamiento contra la consagración a los sagrados corazones de 1923 y la súbita eclosión del Partido Aprista en 1930-1931. Al contrario, casi las convierte en el escenario elegido por JCM para forma a las masas en el socialismo, de acuerdo con un proyecto político que él habría definido con anterioridad.
En realidad, ni las Universidades González Prada, ni la correspondencia de JCM con algunos obreros o activistas provincianos que nos presenta Flores Galindo dan luces claras sobre la ejecución de un programa paralelo, ni de la dimensiones del que comenzó a gestar Haya con la UPGP y luego con las células de apristas exiliados desde ciudades tales como París, Berlín, México, Santiago, Buenos Aires, La Paz etc. Al contrario, antes de la fundación formal del APRA, Mariátegui es parte de la misma agitación política e ideológica que concluye con la formación de aquella y de la que él, desde 1928, es un ilustre disidente. Más bien, acierta más Flores Galindo cuando refiere la célula comunista del Cusco, que adopta tal nombre más temprano que nadie en el Perú, desde 1927, y que no depende de la célebre bohemia de Washington-izquierda. Este sí nos parece un proyecto político alterno al aprismo embrionario.
La revolución no es calco, ni copia …
LAM de AFG ha despertado en mí dos lecturas aparentemente contradictorias. La primera atañe la desmitificación de Mariátegui, quien es presentado como un intelectual y político al que la muerte le arrebató violentamente la posibilidad de culminar el programa de un socialismo construido desde las formas de organización socioeconómicas andinas. La segunda es la invención de una tradición –al estilo de Hobsbawm- que presenta a JCM como el temprano constructor de un proyecto político alternativo al APRA, que el destino le impidió concluir.
ALBERTO FLORES GALINDO
La triste anécdota del libro perdido de Mariátegui, aquel que contenía el desarrollo de su programa, nos llama a una metáfora final. El mensaje de Flores Galindo a la izquierda de los 80s y también a la actual es que, por encima de dogmatismos, es a ella a la que le corresponde escribir el libro perdido de Mariátegui, que parte de la reflexión del Perú de hoy desde una mirada de izquierda moderna, acorde con los requerimientos del siglo XXI. Mientras esto no ocurra, los historiadores seguiremos buscando el libro perdido del amauta, mientras que este seguirá esperando, donde esté, que sus seguidores comprendan el significado de su obra y la continúen.
HAYA DE LA TORRE EN SU ESPACIO Y EN SU TIEMPO (1990)
De Pedro Planas y Hugo Vallenas
Lo esencial es invisible a los ojos (Antoine De Saint-Exupery)
Las reseñas de un libro suelen escribirse a poco de aparecidos o presentados; se trata de eso, de comentar una novedad bibliográfica y dar una opinión sobre ella, no exenta de críticas. Pero yo no leo así y aunque me gusta actualizarme, me gusta todavía más ponerme al día de producciones que no leí cuando aparecieron por una y mil razones, y no encuentro motivo para no comentarlas. Finalmente, los libros o se olvidan o cambian solos. Cada lector y cada tiempo lo convierte en algo distinto a lo que era o a lo que quisieron decirnos sus autores.
Haya de la Torre en su espacio y en su tiempo es un libro de los que permanecen porque representa un desafío multidimensional para todo el que lo lee, porque está lleno de ángulos y alcanza a atacar las bases del conocimiento previo del lector. Este libro se parece a su personaje principal, quien posee también diversas dimensiones y es imposible de encasillar, ni mucho menos de aprisionar tras los barrotes de un dogma inequívoco. Por eso, el texto nos deja la sensación de que quizá el eje transversal de toda su trayectoria no sea otro más que su liderazgo moral y su apostolado político.
Pedro Planas, joven valor de las letras, lamentablemente desparecido
A contracorriente, el trabajo de Planas y Vallenas intenta periodificar lo que parece imposible de periodificarse, pero no estableciendo hitos a base de acontecimientos cruciales o decisivos, como pudieron serlo la oposición a la consagración del Perú a los Sagrados Corazones de 1923, las revoluciones de 1932 y 1948, o los pactos políticos de 1956 y 1963. Más bien, las fases que propone esta investigación responde a la evolución de las ideas de Haya, las que, a su vez, se supeditan al desarrollo de una serie de acontecimientos inter-hemisféricos. El esfuerzo intelectual de los autores parece encontrar un lugar de llegada en el año 1931, el que coincide con la fecha en la que Haya realiza quizá su único y radicalísimo viraje doctrinal.
No exagero al señalar que Planas y Vallenas pueden llegar a ser más críticos de Haya que sus opositores más encarnizados. Lo interesante es que Planas y Vallenas son aún más críticos de las tesis de estos antagonistas de Haya que del propio Víctor Raúl, lo cual le otorga a la investigación un raro y fascinante equilibrio. Será por eso que el texto nos ofrece varias decantaciones del personaje que, luego de ser fustigado duramente por su lectura poco rigurosa de Hegel, se recompone apareciendo como un seguidor más bien ortodoxo de Lenin, etc.
De hecho, el texto intercambia los roles que tradicionalmente se les ha asignado a Haya y Mariátegui. Como hemos señalado, se nos presenta a Haya como intérprete fiel del líder de la revolución bolchevique al proponer la tesis del Estado Antimperialista en EAA de 1928, la que equivaldría al capitalismo de estado que para Lenin, es una fase previa al socialismo y que en la URSS se expresase a través de la NEP. Desde 1926, ya con José Stalin instalado en el poder, se inicia un proceso de homogenización, burocratización y centralización de la revolución que, en lugar de dar paso a la fase plenamente socialista, agudiza al extremo la fase del capitalismo de estado cuya más terrorífica expresión es el totalitarismo estalinista.
Hugo Vallenas, principal estudioso del aprismo
En tal sentido, el distanciamiento entre Haya y la Komintern, tras el abierto disenso de aquel en el Congreso Antimperialista de Bruselas de 1927, es el resultado de la estalinización de la revolución: no es Haya el que cambia. Paso seguido, la polémica con Mariátegui es también el reflejo del alineamiento del “amauta” con las nuevas tesis de la Komintern: de nuevo no es Haya el que cambia.
Pero la estalinización de la revolución tuvo un impacto aún mayor en el pensamiento político de Haya pues este colige que ya no hay socialismo después del capitalismo de estado (NEP) y que por consiguiente su sosías peruano, el estado antimperialista de EAA, no es más la fase previa de ningún socialismo. Lenin había errado, o, en todo caso, Stalin “lo indujo al error”.
Estas circunstancias precipitan el gran viraje de Haya en 1931 cuando, con ocasión de realizarse el primer congreso del Partido Aprista Peruano, marcó las pautas para un desarrollo ideológico profundamente distinto al anterior, permeable a una penetración regulada del capital extranjero, propenso a la consolidación de una democracia social y dispuesto a dialogar con todos los sectores de la sociedad a través del Congreso Económico Nacional, entendido como supra poder parlamentario de carácter técnico, cuyo concepto Haya no dejará de modificar con el correr de las décadas.
El periodo posterior a 1931, hablamos de casi cinco décadas, aparece solo esbozado en el texto de Planas y Vallenas. Sin embargo, esta aparente ausencia la aborda el segundo en “Haya de la Torre: político de realidades” publicado en 1992, que divide hasta en 7 etapas la evolución ideológica del fundador del APRA, desde 1919 hasta 1979.
Dos ideas se nos quedan en el tintero tras leer “Haya de la Torre en su espacio y en su tiempo”. La primera, muy puntual, busca la razón por la que Haya permite la publicación de EAA en 1936 a pesar de que ya había abandonado el programa leninista que este desarrolla (¿?). La segunda se pregunta si finalmente existen elementos permanentes en el pensamiento de Haya, tesis que el texto discute al punto de señalar que aquel lleva al extremo el principio hegeliano de la negación de la negación para darle al aprismo apenas una apariencia de coherencia y organicidad. Quizá la postura de la democracia social adoptada desde 1931, junto con el ideal de la unión indoamericana –aunque variase en su formulación con el correr del tiempo – pudiesen constituir dos puntos de partida para atar los cabos sueltos de la ideología de tan fecundo patricio de la política y apóstol del servicio público.
La lectura de “Haya de la Torre en su espacio y en su tiempo” de Planas y Vallenas, más que invitar, desafía a tirios y troyanos a purgar sus demonios acerca de Haya y el aprismo. El mayor mérito de esta obra, es que culminada su lectura, culmina también su labor de derrumbar los conocimientos previos con los que la iniciamos. Más que una conclusión, Planas y Vallenas nos ofrecen un nuevo principio.
Siglas: EAA, El Antimperialismo y el APRA; NEP, nueva política económica, que aplicó Lenin a la URSS desde 1921 que permitía, de manera controlada, la presencia del capital y la inversión privada en la economía. Stalin la reemplazó por los planes quinquenales desde 1928, año de la ruptura entre Haya y Mariátegui.