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Perú – Ecuador: a 20 años de la paz

 

PERÚ-ECUADOR: a 20 años de la paz

 

Daniel Parodi Revoredo

El 26 de enero pasado Ecuador celebró con bombos y platillos los 20 años del inicio de la Guerra del Cenepa contra el Perú. Con el nombre de “Victoria de la paz”, el Presidente Rafael Correa destacó tanto el supuesto triunfo militar de su país como los logros del proceso de paz y amistad que se inauguró después.

La guerra del Cenepa fue corta pero dura por lo que es justo recordar a sus caídos. Sin embargo, no voy a discutir quien ganó. Ese conflicto comenzó y terminó en un lugar recóndito de nuestra Amazonía; ninguno de los dos contenientes conquistó territorios del otro. Más bien, el verdadero logro que nos dejó fue la paz definitiva. Es por eso que  más que celebrar su inicio, deberíamos celebrar su final porque no solo terminó un conflicto de tres semanas sino que concluyeron todas las guerras que enemistaron al Perú y Ecuador desde sus fundaciones republicanas.

Es por eso que el 17 de febrero de 1995 marca un nuevo punto de inicio para la relación bilateral. Ese día se firmó la “Declaración de Paz de Itamaraty entre Perú y Ecuador” y cesaron para siempre las hostilidades. En dicha acta, los beligerantes aceptaron una  misión de observadores tanto como “iniciar conversaciones (…) para encontrar una solución a los impases subsistentes”.  Tres años después, en 1998, se firmaron los Acuerdos de Brasilia y, en adelante, nuestra relación con Ecuador se ha caracterizado por la confianza mutua y la integración.

En 2007, Perú y Ecuador celebraron su primer gabinete binacional que ya cuenta con ocho réplicas, mientras que en mayo de 2011 firmaron su  acuerdo de límites marítimos que no sólo favoreció nuestra posición contra Chile en la CIJ, sino que acabó con la vieja geopolítica regional del 2 contra 1. Al día de hoy nuestro intercambio comercial ha crecido 10 veces: de 307 millones US$ a 2,831.

Corría 1981 cuando me llamó Adolfo, amigo del colegio, a decirme que estábamos en guerra. Al preguntarle contra quien me respondió Ecuador y entonces tomé conciencia de que teníamos problemas con el vecino del norte. Cuando el 17 de febrero de 1995 ambos países firmaron el cese de hostilidades y decidieron iniciar conversaciones para solucionar sus problemas les aseguraron a nuestros hijos la posibilidad de ver al vecino como amigo y no como hostil. Esta es razón más que suficiente para recordar su veinteavo aniversario.  

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DE HAYA A ALAN

 

DE HAYA A ALAN

A 120 años del nacimiento de Víctor Raúl

 Por Daniel Parodi Revoredo

Este 22 de febrero se cumplen 120 años del nacimiento del destacado político trujillano Víctor Raúl Haya de la Torre quien en 1924 fundara el APRA, partido político fundamental en el siglo XX peruano, que gobernara en dos oportunidades (1985-1990 y 2006-2011) y que podría alcanzar el gobierno una vez más en 2016, con su líder Alan García Pérez.

En fechas como esta solemos priorizar la biografía del personaje sobre otros aspectos su vida. Sin embargo, en estas líneas nos ocuparemos de los ejes centrales del pensamiento de Víctor Raúl para luego relacionarlo con el de Alan. Así buscaremos establecer un hilo de continuidad entre la ideología aprista de ayer y la contemporánea.

Claves del pensamiento de Haya de la Torre

Quizá la primera clave para comprender el pensamiento de Haya es saber que fue dialéctico y relativista. Él creía que las fuerzas de la historia modifican constantemente la realidad y que lo acertado hoy no tendrá ningún sentido cincuenta años después. Por esta razón, el pensamiento aprista no es un dogma para mantenerse ad infinitum sino que debe adecuarse a los cambios mundiales.

Imperialismo, Unión Latinoamericana y Democracia

En “El Antimperialismo y el APRA” (1935 1era ed.), Haya fustiga el imperialismo norteamericano por su manera de apropiarse de los recursos de América Latina, sobornando a sus elites, imponiendo su ley a través de enclaves económicos y dejando poco o nada al desarrollo de los países poseedores de la materia prima.  Sin embargo, Haya no cree que el socialismo y el rompimiento con las potencias capitalistas sean la solución. Al contrario, él vislumbra que para alcanzar el desarrollo económico y la justicia social, los países latinoamericanos requieren la inversión de las potencias, tanto como su tecnología.  

De allí que Haya plantease la unión política latinoamericana para negociar con el imperialismo en igualdad de condiciones. Creía el viejo patricio que sólo unidos podrían los países de la región plantarle cara al “gigante del norte” y promover una relación horizontal de la que ambos resultasen beneficiados.

A lo largo del tiempo Haya irá puliendo esta idea. Diferenciará el imperialismo malo, que ya hemos descrito, del bueno que permite el desarrollo del país dueño del recurso. Posteriormente, en la década de 1950, al observar el nacimiento de la Unión Europea, con la Comunidad del Acero y el Carbón, perfeccionará su planteamiento y dirá que la unión de los países debe sostenerse sobre cimientos económicos y no políticos.  

Finalmente, para Haya la concurrencia al capitalismo  requiere de las libertades y de la estabilidad políticas que solo puede brindar la democracia. Víctor Raúl hizo de la democracia la razón de su vida y de su lucha política. Por propugnarla fue perseguido  sin pausa entre 1923 y 1956, porque entonces Haya representaba la participación de las masas en la política y una alternativa reformista que no era aceptada por los sectores conservadores de entonces: la oligarquía y el ejército. 

Alan y La Alianza del Pacífico

Una primera solución de continuidad entre Haya y Alan es que, al igual que el primero, el segundo reflexiona constantemente sobre la realidad y nos deja por escrito dichas reflexiones. Todo un lujo en estos tiempos pues, sencillamente, ningún otro político peruano se digna hacerlo.

Es así que apenas el año pasado García publicó “La Creación de La Alianza del Pacífico y otros ensayos” que resulta de lectura fundamental para sus seguidores, detractores y analistas políticas en general, si realmente están interesados en saber cómo piensa el dos veces presidente y fuerte candidato al 2016.

“La creación de La Alianza del Pacífico” establece una fina solución de continuidad entre el pensamiento del autor y el de su mentor. Alan García comienza contándonos como nace la referida Alianza a través de una iniciativa suya y nos revela las cartas que escribió a los mandatarios de los países que hoy la integran. Luego resume los logros de este foro que ya constituye la sexta economía mundial.  

Democracia, inversión y educación

En el referido ensayo, el dos veces presidente esboza un panorama del mundo actual y sostiene que “la competencia internacional de largo aliento ya no se da entre países sino entre regiones”. Señala que hoy ninguna nación puede crecer en solitario y que, más bien “necesita fusionar sus industrias o articular sus cadenas productivas con otros países (…) para negociar con el mundo”.

Tras esta introducción, García reseña los criterios convergentes entre los países miembros de la Alianza del Pacífico y señala que el primero de esos criterios es la democracia porque representa la vigencia de las libertades y el estado de derecho. Sostiene que los países democráticos son previsibles y sostenibles por lo que resultan atractivos para el capital extranjero.

La apertura al mundo y la atracción de la inversión “para crecer con ella” son otras  convergencias de la Alianza del Pacífico. Para Alan García las fórmulas estatistas resultan demagógicas y afirma que lo que hay que hacer es “llamar a la inversión (…) en tecnología y ciencia que permitirá (…) elaborar nuestra materia prima con más valor agregado”. 

Luego de resaltar la inversión en infraestructura y el vínculo comercial con Asia, García enfatiza el tema de la educación y subraya la importancia de equiparar nuestro nivel educativo con el mundo competitivo para alcanzar una “cultura del mérito y del esfuerzo”. A este respecto, recordemos que la educación de las masas fue fundamental para Haya tanto que en 1922 fundó las Universidades Populares Gonzáles Prada y que quiso hacer del suyo un “partido escuela”.   

Palabras finales

No voy a continuar con el ejercicio de relacionar el pensamiento de Haya y de Alan, esa tarea se la dejo al lector. Sin embargo, nos parece claro que en los planteamientos   políticos de García reposa la influencia de Haya, la que aquel adapta con brillantez a los tiempos actuales  y de la que la Alianza del Pacífico es la mayor realización. Quizá por eso el dos veces presidente desea ser recordado por fundarla.

Al cumplirse 120 años del natalicio de Víctor Raúl Haya de la Torre cabe ya ubicarlo en el lugar que un sector de nuestra intelectualidad insistentemente le mezquina: el del pensador y filósofo político más preclaro e importante del siglo XX latinoamericano cuyo pensamiento, dialéctico y relativista, se sigue transformando en la obra y acción política  del actual líder del APRA Alan García Pérez. 

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¿Cómo celebrar el fallo de La Haya?

 

 

¿CÓMO CELEBRAR EL FALLO DE LA HAYA?  

El 27 de enero conmemoramos la sentencia de un tribunal, no una victoria militar

El pasado martes 27 de enero conmemoramos el primer aniversario del fallo de la Haya con una solemnísima parada militar en la Plaza de Armas y también abrimos el debate sobre cómo celebrarlo de aquí en adelante. De hecho, el Presidente Humala ya le ha dado un toque castrense al asunto al proponerle al Congreso declararlo “Día de la soberanía marítima”.  

Lo primero que hay que decir es que el 27 de enero sí merece convertirse en feriado nacional sobre todo si nos quitamos de la cabeza la estrecha idea de que una conmemoración patriótica no es tal si no hay de por medio guerras y batallas. Y lo digo con todo respeto a quienes pelearon en ellas.

Hay una razón simple para celebrar el 27 de enero: ganamos. Sí, ganamos 50.000 km2 de mar y es la única vez que hemos crecido desde que un 28 de julio de 1821 San Martín nos proclamó independientes del Imperio español. Por lo tanto, hemos contradicho una larga tradición de recortes territoriales.

Sobre cómo llamar al 27 de enero; yo he propuesto “día de la civilidad” porque una victoria no sólo se logra cuando coronamos nuestra bandera en la posición del ejército contrario. Existen también victorias civiles. En este caso fueron tres presidentes democráticos que le dieron continuidad a una política de Estado que condujo Torre Tagle bajo el liderazgo del embajador Allan Wagner y un gran equipo de profesionales.

Claro que hubo participación de las fuerzas armadas, principalmente del equipo técnico de la Marina. Pero si las batallas de Ayacucho o Tarapacá son inobjetables triunfos militares, más allá del apoyo del gobierno o la población; la victoria de La Haya, al contrario, es un triunfo de los políticos (algunos), diplomáticos, abogados y la sociedad civil. ¡El 27 de enero no conmemoramos una batalla, sino la sentencia de un tribunal!

Quizá “Día de la civilidad” no abarque todo: ¿y el mar?, porque finalmente ganamos mar y riquezas pesqueras. “Día de la civilidad y del dominio marítimo”: así incluimos el océano y, al hablar de dominio, seremos más ciudadanos del siglo XXI y menos del XIX. ¿Cómo celebrarlo? yo saludaría al equipo vencedor en el patio de Palacio y después tonazo en la Plaza de Armas, porque este es una fiesta de todos los peruanos, quienes con su civismo favorecieron el normal desarrollo del litigio y la pronta ejecución de la sentencia.

Publicado el domingo pasado en Exitosa Diario

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Alan y el Fallo de la Haya

En 2008 decidió acudir a la CIJ

Alan y el fallo de La Haya

(Reseña a “La Haya: Decisión Histórica” de Luis Gonzáles Posada)

Por Daniel Parodi Revoredo

Recientemente se ha publicado el libro “La Haya: Decisión Histórica” del destacado político,  ex-canciller y ex-presidente del Congreso Luis Gonzáles Posada, quien nos ofrece el valioso testimonio de alguien que participó de los acontecimientos durante las dos gestiones presidenciales del Dr. Alan García Pérez. Como funcionario en los gobiernos señalados, Gonzáles Posada se ocupa principalmente de los sucesos del litigio vinculados con aquellos, pero no por eso renuncia a una visión de largo plazo de la controversia, ni a resaltar los méritos de sus otros protagonistas.  

Acabar con la indefinición e integrarse: el objetivo principal

Para el autor, cualquier indefinición en materia de límites internacionales es perniciosa. Esta puede acarrear chauvinismos, controversias y convertirse en terreno fértil para que intereses privados desaten agresivos psicosociales con la finalidad de desviar ingentes recursos en la adquisición de armamentos, los que bien podrían invertirse en infraestructura para el desarrollo.

Según Gonzáles Posada, esta misma convicción impulsó la actuación de Alan García en sus dos gobiernos y explica sus dos acciones fundamentales: la misión Bákula de 1986 y la presentación de la Demanda ante La Haya de 2008. A pesar de concluir en un litigio, estas persiguieron la alta finalidad de resolver contenciosos para poder avanzar en la integración regional.

El autor orienta su análisis tomando como referencia el ejemplo de la Unión Europea y de la integración franco-alemana, las que no se entienden sin simultáneos procesos del perdón y de la reconciliación. Destaca de aquellas, una serie de logros como el de la transparencia en los gastos militares y la derivación del empleo de la fuerza hacia esfuerzos humanitarios como la intervención de la OTAN en Yugoslavia, en la década de 1990, para evitar una dramática limpieza étnica.

Para Gonzáles-Posada, esto pudo lograrse porque los adversarios de ayer –Francia y Alemania- decidieron convertir Europa en un “pueblo continente”, concepto acuñado por el célebre filosofo aprista Antenor Orrego y que visibiliza la matriz ideológica del ex-canciller del Perú.    

Antecedentes de la demanda peruana

El autor sostiene que los dos ejes fundamentales en la historia del litigio contra Chile son la misión Bákula de 1986 y la Demanda presentada en 2008. Sin embargo, respecto de la primera, el ex-canciller nos descubre un antecedente que podríamos llamar la “Misión Otero”. En efecto, en la segunda mitad de 1985, el recién investido Alan García envió al ex embajador en Santiago, Hugo Otero, a una delicada misión en esa capital.

En ella, Otero se entrevistó nada menos que con el dictador Augusto Pinochet a quien le llevó un mensaje amistoso del gobierno peruano cuyo contenido, sin negar las  diferencias entre ambos mandatarios, ofrecía la integración, relaciones respetuosas, tanto como cerrar pendientes bilaterales como los derivados del Tratado de 1929 y de la delimitación marítima.      

Al no resultar satisfactoria la respuesta de Pinochet, al año siguiente, el  entonces canciller Allan Wagner Tizón le encomendó al experimentado embajador Juan Miguel Bákula una gestión  similar ante el canciller chileno Jaime del Valle, de la que se obtuvo las notas oficiales que, en el litigio, dieron cuenta que, desde 1986, el Perú le advirtió a Chile que no reconocía la existencia de ningún límite marítimo internacional y que ninguno de los instrumentos firmados desde 1952 en adelante lo fijaba. Por ello solicitó iniciar conversaciones bilaterales. Como se sabe, Chile respondió que estudiaría el caso con lo cual sentó el precedente de que, efectivamente, tal límite tampoco existía para él.

Seguidamente, Gonzáles Posada pasa revista a los acontecimientos ocurridos en la década anterior a la presentación de la Demanda (1998 – 2008). Destaca el tratado de Itamaraty de 1998 con Ecuador logrado por el excanciller Fernando de Trazegnies durante el segundo gobierno de Alberto Fujimori y reconoce su utilidad para la integración de ambos países y para la posterior firma, en 2011, de un tratado de límites marítimos con el vecino del norte que favoreció mucho nuestra causa en la CIJ.

Su nuevo libro sobre La Haya es revelador

Gonzáles Posada también repasa otros acontecimientos como la presentación chilena de su ley de Línea de bases ante la ONU en 2000, que unilateralmente pretendió establecer el paralelo como frontera binacional. Destaca también la gestión del  ex-canciller Manuel Rodríguez Cuadros en 2004, quien conminó a Chile a negociar el límite marítimo en 60 días. La negativa chilena abrió el camino hacia la Corte Internacional de Justicia.

Alan García y la Demanda ante La Haya

La ley Arica Parinacota de 19 de diciembre de 2006 fue sin duda el detonante que decidió a Alan García a demandar a Chile ante La Haya. Al respecto, el autor destaca la participación del expresidente en la elaboración del texto de la Demanda tanto como su ponderada sugerencia de no enfatizar en exceso los conflictos del pasado, como la Guerra del Pacífico, por considerar que el contencioso era, más bien, de naturaleza marítima.

Al mismo tiempo, Gonzáles Posada nos comenta como García acertó en su diagnóstico de que Chile no presentaría excepciones preliminares a la Demanda puesto que este no se sentía en la seguridad de poseer ningún tratado de límites marítimos con el Perú. De allí que, al no producirse la susodicha presentación,  tuvimos una primera pista de que andábamos por el buen camino.

Un elemento que el libro destaca es la búsqueda de consensos del expresidente García con las diferentes fuerzas políticas en el parlamento. Gonzáles Posada, entonces Presidente del Congreso, recibió el importante encargo de entrevistarse con los voceros de las distintas fuerzas políticas. La mayor preocupación de García era el nacionalismo, entonces primera mayoría congresal, y que había ejercido una férrea oposición al segundo gobierno aprista. Sin embargo, en este caso primaron los altos objetivos nacionales por lo que los legisladores Juvenal Ordoñez y Rafael Vásquez del Partido Nacionalista prestaron su apoyo incondicional a la causa nacional, al igual que el resto de su bancada y las demás representaciones parlamentarias.

En otra parte de su análisis, el autor aborda las gestiones directas del expresidente García para lograr firmar el tratado de límites marítimos por intercambio de notas idénticas con Ecuador. Para lograrlo, el dos veces mandatario viajó a Quito a entrevistarse con su homólogo ecuatoriano, Rafael Correa, en presencia de los cancilleres de ambos países. De esta reunión, a la que LGP llama “diplomacia presidencial”, se obtuvo el acuerdo con el vecino del norte que no solo favoreció nuestra posición en la CIJ sino que cambió la vieja geopolítica continental decimonónica del 2 contra 1.     

El legado

En las reflexiones finales de su texto, Luis Gonzáles Pasado nos deja algunas lecciones que es justo evocar.  Señala que La Haya fue el triunfo de la justicia y de la concertación entre peruanos. Nos dice además, que el legado que nos deja la controversia es que los peruanos debemos actuar unitariamente también en otros rubros de las políticas públicas como la educación, la salud, la seguridad, la inclusión social y las inversiones.

“Sólo así –dice el autor- (…) con amplitud y sin mezquindades, con generosidad y sin odios, con un espíritu de concertación y tolerancia (…) se puede construir un país integrado, fuerte económicamente y con amplio desarrollo social”

A manera de conclusión    

No faltará quienes digan que al reseñar este importante libro de Luis Gonzáles Posada contradigo mi línea de apoyar la acción del Perú en la Haya y la integración con Chile alejado de partidismos o facciones. Pero no sería justo. No lo sería porque toda una trayectoria habla de mi apoyo a la causa peruana en la CIJ, sin importar quien estuviere al frente. De hecho, espero con agrado la posibilidad de que otros protagonistas del proceso, como Manuel Rodríguez Cuadros o Rafael Roncagliolo, publiquen sus reflexiones para reseñarlas y comentar sus análisis.

Sí quisiera, sin embargo, referirme a aquellos detractores radicales que, inspirados por el odio, son incapaces en encontrar ninguna virtud en el dos veces Presidente del Perú Alan García Pérez y sus gestiones de gobierno. No podría ser tal y como lo presentan si observamos que la claridad de sus propósitos y su actuación política favorecieron –sin excluir la contribución de los demás actores- el histórico triunfo peruano en la Corte Internacional de Justicia.

“La Haya: Decisión Histórica”, de Luis Gonzáles Posada, es un aporte testimonial invalorable para comprender por qué el Perú es hoy 50.000 Km2 más grande que hace un año. Además, combina con acierto la prosa fluida con el enfoque del internacionalista experto. Respecto de Alan García, la obra nos acerca a su mirada de estadista, tanto como a su formación y sagacidad políticas, las que lo han distinguido a lo largo de toda su trayectoria.

Publicado hoy en Punto de Encuentro

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