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Bolivia, Chile y Perú: El imperativo del entendimiento mutuo

Bolivia, Chile y Perú: El imperativo histórico del entendimiento mutuo

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Carta de Daniel Parodi Revoredo

28 septiembre 2015Después de un tiempo, me puse a pensar en la reconciliación de nuestros países en clave trinacional. Varios analistas piensan que el tema no puede verse de otro modo y estoy comenzando a creerles, máxime ahora cuando Bolivia y Chile litigan en la CIJ, lo que repercute en el Perú.

Creo que el meollo que nos impide vivir en armonía remite a la aguda y casi lacerante tonalidad que emite la voz “soberanía”. Es ella la que nos impide ver nuestras relaciones internacionales más allá del horizonte de nuestra propia subjetividad nacionalista, esa que anida en la decisión de nuestros políticos y en el alma de nuestros pueblos.

Por ello Chile no está dispuesto a entregar costa con “soberanía”, pero Bolivia la quiere con “soberanía”. Cuando Chile sugiere entregarla con “soberanía” dice que debe hacerlo por un corredor paralelo a la frontera con Perú. Sin embargo, el Perú, de acuerdo con el tratado de 1929, debe aprobar dicha salida y le cuesta, porque Arica fue parte de su “soberanía”.

Pero, ¿qué pasaría si a estos párrafos le quitásemos la voz “soberanía”? Chile vería que apenas 4 kilómetros cuadrados de litoral lo separan de la armonía vecinal y de la tranquilidad que merece su pueblo. Por su parte, Bolivia constataría que puede obtener lo que quiere si no escuchase tantas veces repetirse el eco de la voz “soberanía”.

En 1998, el Perú y Ecuador firmaron el Acta de Brasilia; en ella, el primero cedió al segundo 1 kilómetro cuadrado en la zona de Tiwinza, en la Amazonía. En ambos países hubo reacciones altisonantes, nacionalistas todas, pero hoy hemos superado una rivalidad secular y disfrutamos de la paz y de sus variados frutos.

Lo que hubo entonces fue hombres dispuestos a ser razonables, a ceder todos un poco y a no asustarse tanto con la aguda tonalidad de la voz “soberanía”. Tengámoslo presente pues la solución a nuestros problemas está ahí nomás, a la vuelta de la esquina. Hay que mirar más lo que nos ofrece el futuro y escuchar menos las afligidas voces que nos vienen del pasado.

Nota post fallo:

Los párrafos anteriores fueron escritos antes del fallo del 24 de septiembre, pero este no ha hecho más que validar mi percepción de las cosas. Hay, sin duda, un lado subjetivo bajo la antigua lógica de los Estados, en la que ceder un solo centímetro de soberanía constituía traición a la patria. Pero estas viejas premisas no contemplan lo mucho que puede ganarse si se cede un poco.

Hay voces que en Chile se preguntan sobre ese cierto recelo a su país en la región, cuando en realidad se trata de una nación admirable en el gran desarrollo material que ha logrado, así como en la alta conciencia de su civilidad. Apenas ayer escuché a un damnificado de Coquimbo, del terremoto y las lluvias, pobrísimo, declarar con tanta dignidad su dolor por el valor sentimental de algunos de sus objetos perdidos y pensé: “Ese es, pues, el ciudadano chileno, tan educado en valores humanísticos”.

Pero lo que le ha faltado a Chile es ver al otro, a los otros, y pensar un poco más en el pasado, porque es verdad que Chile creció como ninguno, pero también lo es que, al crecer, dañó a sus vecinos y pensó que eso se solucionaría con voltear la página. Sin embargo, es más fácil hacerlo para el que dañó que para el dañado; por eso Bolivia quiere y no dejará de querer su mar.

Quizá el fallo del 24 de septiembre le esté diciendo a Chile que hay que abrirse, que el Perú ya no tiene más reivindicaciones y que Bolivia apenas quiere unas millas de mar. Por ello, Chile debe imaginar el día siguiente de una Bolivia con mar. Con crisis política al principio, sin duda, pero después el adormecedor aroma de la paz y la animada música de la integración. No más líos regionales, cambio de agenda y prestigio imperecedero, pues, a lo que ya logrado, Chile le sumará el crédito de haber pacificado el continente.

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Carta de Rafael Gumucio Rivas

28 septiembre 2015En algunos casos, la voz del pueblo no es la voz de Dios: la mayoría de los ciudadanos, por ejemplo, es partidaria de la aplicación de la pena de muerte, no por esta razón el crimen de Estado contra una persona inerme va a ser éticamente aceptable. Es cierto que más del 80% de los chilenos encuestados asume una posición chauvinista al no ser partidario de un acuerdo directo con Bolivia. En este plano, me atrevo a convertirme en enemigo del pueblo —para usar los términos de Ibsen— y desarrollar una propuesta de diálogo entre estos dos países en conflicto que nos permita reubicarnos en el latinoamericanismo, al cual aspiraba Francisco Bilbao.

Los analistas, especialistas en temas internacionales y simples opinólogos chilenos han logrado transformar una derrota en un empate —cualquiera que haya estudiado, así sea someramente la historia de Chile, podrá comprobar que el empate es un tópico permanente de nuestro acervo cultural—.

Aceptemos que el fallo de la Corte de La Haya, que va a introducirse en el fondo del conflicto, por lógica o por un mínimo de sentido común, terminará solicitando a los dos Estados que se reúnan y dialoguen para buscar, de buena fe y voluntad, una salida al diferendo existente hasta ahora. Aceptemos que desde 1880 Chile y Bolivia han conversado sobre el problema de la mediterraneidad del país altiplánico. Ahora, veamos algunos ejemplos a través de la historia: el presidente Domingo Santa María, a fines del siglo XIX, ofreció Arica a Bolivia, puerto que en ese entonces estaba en disputa con Perú, pero fracasó el intento; en 1929, el dictador peruano Nicolás Piérola quería convertir a Bolivia en una Polonia sudamericana, es decir, repartirse el territorio entre las potencias de la región, lo cual explica, en el contexto histórico del artículo del Tratado de Lima que cualquier cesión de territorio comprendido en dicho tratado debe contar con la aquiescencia de los dos países; posteriormente, en 1950, las conversaciones entre Walker Larraín y Ostria Gutiérrez; finalmente, “el abrazo” de Charaña entre los dictadores Pinochet y Bánzer. Si me pidieran caracterizar en una sola frase la historia de nuestras relaciones con Perú y Bolivia, sería “dividir para reinar”: ora favorecemos a los peruanos y atacamos a los bolivianos, y viceversa.

Si revisamos con atención al menos las dos últimas tratativas anteriormente citadas, podríamos colegir que las compensaciones que en el primer intento Bolivia ofreció a Chile, por el corredor que va desde los suburbios de la ciudad hasta la línea de la Concordia, eran bastante favorables para nuestro país. En 1950, ese país ofrecía las aguas del Titicaca para desarrollar en la zona un enorme proyecto hidroeléctrico —basta pensar un poco cuán beneficioso hubiera sido para Chile de haber resultado esa operación pero, por desgracia, fue vetado por Perú, pretextando el condominio indivisible de ambos países del lago Titicaca—; a continuación, vino la Revolución boliviana, en 1952, y las buenas intenciones quedaron a cero.

En el segundo, Charaña, en 1975, se planteaba la entrega de una franja desde el río Lluta hasta la línea de la Concordia, a cambio de una compensación territorial igual a la cedida por Chile. Nuevamente, consultado el Gobierno de Perú, este propuso una zona internacional, administrada por los tres países, que contemplaba la zona ofrecida por parte de Chile, lo que fue considerado inaceptable para ambos países.

Si algo práctico nos enseña la historia es que el tema de la mediterraneidad de Bolivia no puede ser tratado en forma bilateral, pues a partir del Tratado de Lima, de 1929, en esencia es trilateral, por consiguiente, el primer paso que deben dar Chile y Bolivia —si quieren dialogar para en realidad solucionar el conflicto, es convocar a una mesa trilateral: Chile-Perú-Bolivia—.

Sobre la base de la experiencia a través de la historia, estoy convencido de que tanto Chile, como Bolivia y Perú, pueden ser gananciosos con la creación de un proyecto y polo común de desarrollo en el altiplano boliviano, la zona sur de Perú y el norte de Chile. Los beneficios respecto del gas, el litio y el desarrollo tecnológico de la energía solar, la cooperación minera, el encuentro entre culturas, la inmigración, la lucha contra el narcotráfico, el aprovechamiento de las aguas —incluido el lago Titicaca— y todos los demás beneficios propios de una integración del Cono Sur.

El marcado chauvinismo que hoy se hace manifiesto, tanto en Bolivia como en Chile, a nada bueno nos conducirá y sí a ahondar la brecha y a gastar millones de dólares en ridículos juicios que sólo favorece a jueces de babero, peluca y traje negro y a especialistas en derecho internacional, en detrimento, por ejemplo, de la implementación de hospitales, de urgente necesidad para nuestra población.

Duela a quien le duela, siempre seremos vecinos de Bolivia y Perú, y el imperativo histórico es dialogar y buscar soluciones positivas para los tres países. Más que asunto de especialistas y juristas, la solución es política y se encuentra en la vocación latinoamericana que, por desgracia, nuestro país ha olvidado, sumido en la tiranía de los mercaderes, que no tienen ni Dios, ni ley, ni alma, ni patria, y sólo los mueve el dinero, que es la golondrina que busca “el sol que más caliente”.

Publicado en la sección e-pístolas del Diario El Mostrador de Chile

http://e-pistolas.org/debate/bolivia-chile-y-peru-el-imperativo-historico-del-entendimiento-mutuo/

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Lo que ha ganado Bolivia

Bolivia Referendum

LO QUE HA GANADO BOLIVIA

Audio de la entrevista que me hace Angel Arévalo Arista acerca del fallo de la Corte de la Haya sobre la demanda de incompetencia planteada por Chile a dicho tribunal de justicia en el caso que Bolivia ventila en sus fueros

https://www.facebook.com/hcmradiotv/videos/vb.824329447642704/893919644017017/?type=2&theater

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Obligación de negociar

OBLIGACIÓN DE NEGOCIAR

Lo que nos deja la sentencia en el caso chileno-boliviano

El peor de los escenarios se ha cumplido para nuestro país, dijo el presentador de TV-Chile después de escuchar la sentencia contraria, por 14 votos contra 2, a la demanda de incompetencia presentada por Chile a la Corte Internacional de Justicia de La Haya en el caso que le sigue Bolivia. Antes de su lectura, los pronósticos se inclinaban a que la Corte fallase que resolvería la cuestión de forma (la competencia de la CIJ) junto con el fondo (el pedido de Bolivia a Chile de negociar de buena fe una salida al mar). Algunos otros pensaban, más bien, que la Corte se declararía incompetente debido a que Chile y Bolivia cuentan con un tratado de límites, el de 1904. Sin embargo, lo que pocos imaginaron es que la Corte se declarase tan contundentemente competente de resolver la Demanda boliviana en sus fueros.

El éxito inicial de una estrategia inteligente

Al plantearse ir a La Haya, Bolivia comprendió perfectamente que no podía ir en contra del Tratado de 1904 pues tanto el estatuto de la Corte como el Pacto de Bogotá de 1948 establecen que si existe un acuerdo entre las partes entonces aquella no puede intervenir, por más injusto  que dicho acuerdo pudiese ser, o parecer, en sus contenidos. Bolivia entonces se inventó un caso distinto basado en otra realidad, pero realidad al fin y al cabo: Chile en varias ocasiones le ofreció al país del altiplano negociar de buena fe su salida soberana al Océano Pacífico, los casos más resaltantes se produjeron en 1950 y 1975. Por ello Bolivia le ha pedido a la Haya que obligue a Chile a cumplir con dichos ofrecimientos, nada más.

Por esta razón, lo que estuvo en juego en esta fase preliminar del Juicio  era si existía razón para un litigio pues Chile y Bolivia tienen un tratado de límites (1904); o si el reclamo de Bolivia es una cuestión completamenta distinta al susodicho Tratado. Y eso es exactamente lo que acaba de fallar la Corte: la demanda boliviana no atañe ni vulnera el tratado de 1904, su naturaleza es distinta y lo que aquella debe determinar es si los ofrecimientos de Chile a Bolivia son compromisos formales al punto de que pueda exigirle a Chile cumplirlos.

La negociación es el límite

Lo que hoy ha logrado Bolivia empareja las opciones de los dos países litigantes. La razón es que el Tratado de 1904, argumento central de la defensa chilena, ha quedado  casi descartado pues la Corte ha establecido que este juicio no versa sobre dicho instrumento. La cuestión  a determinar, reitero, es si Chile está obligado a cumplir con lo que le ofreció a Bolivia.

Sin embargo, desde Chile un contraargumento reiterado es que incluso en el caso de que la Corte lo obligase a sentarse a negociar de buena fe la salida al mar de Bolivia, esto no implica necesariamente que el resultado de la negociación concluya  en la cesión al país altiplánico de territorio soberano de la costa chilena. De hecho, este asunto será abordado, in extenso, en los alegatos escritos que ambos países entregarán a la Corte en los próximos meses y años (Memoria, replica, eventualmente contramemoria y dúplica).

En efecto, nadie sabe con certeza los alcances  de una eventual negociación chileno-boliviano derivada de un también eventual fallo a favor de Bolivia. De acuerdo con el mismo fallo del 24 pasado, la Corte no parece muy dispuesta a precisarlos, pero es innegable que este país contaría con un instrumento internacional de cumplimiento obligatorio con el que podría presionar a Chile en foros internaciones como ONU, OEA y la misma CIJ.

Hasta ahora Bolivia ha logrado incomodar a Chile en dichos foros por lo que este recurso, y el manejo político que de él se desprende, incrementarían notablemente su impacto con una Sentencia favorable de la Corte. En todo caso, la sentencia podría verse, en si misma, como un poderoso y positivo instrumento de negociación que esperemos contribuya con la superación de este viejo impase.

El Perú

El Perú debe tomar nota del fallo de hoy porque nos acerca más a la posibilidad de una negociación entre Chile y Bolivia para la salida soberana al mar del segundo. Como sabemos, Bolivia quiere salir por Arica, al lado del Perú, y en Chile algunas voces suelen ofrecer dicha salida por allí mismo, sabedoras de que para nosotros este es un tema sensible. De algún modo, es su manera de tirarnos la pelota sobre la mediterraneidad boliviana toda vez de que, en virtud del Tratado de 1929, Chile no puede ceder territorio de Arica sin nuestra autorización. De allí la desafortunada pero popular frase de que Chile tiene el candado de la salida al mar de Bolivia pero el Perú la llave, percepción que deberíamos descartar.

Al respecto, el Perú debe evaluar si adopta una postura reactiva ante esta posibilidad; es decir, si espera a que ocurra para pronunciarse o, por el contrario, si explicita por anticipado si desea o no que una eventual salida al mar boliviana se produzca por Arica. Es verdad que un pronunciamiento contrario a esta posibilidad no sería bien recibido ni por Chile, ni por Bolivia pero la pregunta es si acaso ambos países reaccionarían mejor si nos negásemos después de que aquellos la hubiesen acordado.

Claro está que es posible que este escenario ni siquiera se presente. De hecho, apenas a fines del año pasado autoridades chilenas y bolivianas evaluaron la posibilidad de una solución al problema por uno o dos puertos en Tarapacá. Por cierto, no se trata de pronunciarse sobre el reciente fallo pero sí de evaluar con serenidad la posibilidad de emitir una opinión en el mediano plazo. He ahí el dilema peruano que debe llevarnos a reflexionar sobre cuán conveniente o inconveniente le resultaría a nuestro país una salida al mar de Bolivia por Arica.

Conclusión ¿Existe otra manera?

En sus primeras impresiones tras el fallo, Evo Morales ha deslizado la posibilidad de abrir un diálogo con Chile para resolver bilateralmente la mediterraneidad boliviana. Su postura se ve hoy fortalecida por una sentencia favorable y porque los pronósticos sobre la cuestión de fondo ya no son tan auspiciosos para Chile como lo fueron hasta ayer.

Aquí entra a tallar, una vez más, el juego de la subjetividad nacionalista en torno al concepto de soberanía. Está claro que el fallo remece el frente interno chileno, tan poco acostumbrado a derrotas internacionales. Esta problemática explica lo complicado que ha sido y es para Chile resarcir a Bolivia por la situación de mediterraneidad en la que la postró desde 1879, al iniciarse la Guerra del Pacífico. Por su parte, Bolivia se niega a aceptar cualquier compensación sin soberanía a pesar de que pudiese resultarle funcional un esquema como el de Bolivia-mar, en Ilo, que, dicho sea de paso, duerme el sueño de los justos en nuestro inefable Congreso.

La subjetividad nacionalista ha convertido el concepto “soberanía” en el nervio central de un exacerbado amor patrio que, aunque loable, debería adecuarse a la realidad global del siglo XXI. De esta manera, tal vez Bolivia y Chile pudiesen alcanzar un acuerdo que le ponga fin, para siempre, al problema internacional más antiguo de la región y que retiene en su interior viejas y anquilosadas rivalidades nacionales.

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¿Ha terminado la Guerra del Pacífico?

Bolognesiysaenzpeña

¿Ha terminado la Guerra del Pacífico?

Con el sugerente título “La Guerra del Pacífico no ha terminado”, el internacionalista Francisco Belaúnde ha señalado que la Guerra del 79’, en sus efectos psicológicos, sigue vigente. Al respecto, Tzvetan Todorov, semiólogo búlgaro, sostiene que existe una memoria doliente cuando las heridas del pasado no han sanado y otra ejemplar cuando el evento traumático es controlado por el consciente y nos deja un aprendizaje.

El concepto de memoria doliente encuentra en la relación entre Chile, Bolivia y Perú un ejemplo preclaro. Este explica la inacabable demanda boliviana y su postulado de que, aun perdiendo en La Haya, no dejará de reclamar la cualidad marítima que Chile le arrebató en 1879.

Por otro lado, Chile se ha atrincherado en la tesis de que la Guerra del Pacífico es un evento lejano y que bien harían peruanos y bolivianos en olvidarla. Sin embargo, los eventos traumáticos no se olvidan, se superan. Para ello, las partes deben hacer catarsis con un proceso de reconciliación internacional. Durante este, los involucrados se cuentan unos a otros cómo vivieron –ellos y sus predecesores– la guerra fratricida y aplican luego políticas de la amistad con la finalidad de cerrar las heridas y “dejar al pasado pasar”.

En todo este tiempo, Chile pensó que no tenía ningún problema con Bolivia y el Perú bajo la tesis del país respetuoso de los tratados. Pero los instrumentos jurídicos no son la única dimensión de las relaciones internacionales y por ello, quizá de manera karmática, primero el Perú y después Bolivia, han tocado la puerta de la CIJ para reclamarle a Chile los asuntos no resueltos del pasado.

Chile creyó que el trauma era solo peruano y boliviano pero las arremetidas judiciales de sus vecinos están remeciendo la “historia perfecta” con la que aquel país se ha caracterizado a sí mismo. Desde esa mirada, todo lo que se hizo en el siglo XIX, Guerra del Pacífico incluida, estuvo plenamente justificado bajo el discurso de la que la razón acompaña siempre al Estado más organizado. Hoy la duda campea.

Las cosas no son tan fáciles, pero tampoco tan difíciles, el Perú y Bolivia han hecho una catarsis demasiado larga mientras que Chile no ha realizado ninguna. Quizás ha llegado el momento de mirar el pasado con más humildad y al presente como una oportunidad de conversar y abrazarnos los tres vecinos que hace 140 años libramos una guerra fratricida.

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60 años Academia Diplomática

60 años de la Academia Diplomática

Hace 60 años, un 18 de agosto de 1955, se fundó la Academia Diplomática del Perú Javier Pérez de Cuéllar, nombrada así en homenaje al peruano que ejerció la secretaría general de las Naciones Unidas. La fecha es clave, pues tras la creación de la ONU en 1945, el derecho internacional se encontraba en plena transición.

Desde ese año, los nuevos desafíos alcanzaron también el derecho del mar debido a las proclamas del presidente estadounidense Harry Truman sobre el lecho y subsuelo marinos. Dos años después, Chile y Perú lanzarían la tesis de las 200 millas marítimas.

Son notables los éxitos de la diplomacia peruana desde la fundación de la Academia. Entre ellos podemos mencionar la gravitante participación de sus profesionales en las Conferencias del Mar (Convemar) desde 1956 hasta 1982. Del mismo modo, en la década de 1990 se logró la paz definitiva con Ecuador (Acta de Brasilia de 1998) y se concluyeron los pendientes del Tratado de 1929 con Chile (Acta de Lima 1999).

En la década siguiente, el Perú sustanció la causa marítima contra Chile por medio del embajador Manuel Rodríguez Cuadros, quien logró que el país vecino reconociera su naturaleza jurídica (2004). A su turno, con el embajador José Antonio García Belaunde gozamos de un prolongado cancillerato de cinco años que se caracterizó por la estabilidad en la conducción de la política exterior y un manejo sutil e inteligente de la relación con Chile. Este se potenció con los cancilleres del presente Gobierno, que han obtenido logros importantes, como los gabinetes binacionales con Colombia y Bolivia.

El equipo peruano en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) fue magistralmente conducido por el embajador Allan Wagner Tizón, quien presentó nuestra demanda en 2008 y le dio al Perú la pausa y la serenidad que hacían falta en aquellos momentos. Su sobriedad y madurez nos hicieron sentir que estábamos en buenas manos y la sentencia de enero de 2014 confirmó dicha percepción: obtuvimos 50,000 kilómetros cuadrados de mar.

Hoy, la Academia Diplomática cumple 60 años y es un acierto que se encuentre bajo la dirección del embajador Wagner. Tras litigar seis años exitosamente en la CIJ, nos parece el profesional más idóneo para encabezar la reforma curricular que se aplica a sus programas para adecuarlos a los desafíos de estos tiempos de globalización, integración socioeconómica y paz.

El triunfo en La Haya, la primera vez que ganamos territorios (mar) en nuestra historia republicana, demuestra que la fundación de la Academia, hace 60 años, fue un acierto. Ojalá otras instituciones del país contasen con escuelas de calidad para formar sus cuadros. Así nuestras políticas de Estado serían una constante.

Publicado en El Peruano 1/9/2015

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Chile, aniversario patrio

Abrazo de Maipú

Chile, aniversario patrio

Por Daniel Parodi

Nuestra relación con Chile es compleja por el recuerdo de la Guerra del Pacífico, cuyas heridas requieren de un proceso de reconciliación que ayude a sanarlas. Por eso mi apuesta siempre ha sido impulsar dicha reconciliación para discutir el pasado doloroso y poderlo superar.

Por esa misma razón en el Perú no solemos recordar la Independencia de Chile y viceversa, pero hoy este país celebra su aniversario patrio golpeado por la desgracia de un terremoto de 8,4, así que hagamos una excepción que esperemos algún día se convierta en regla.

Cada país decide la fecha de sus fiestas patrias. Nosotros, por ejemplo, elegimos el 28 de julio de 1821, cuando San Martín proclamó la Independencia en Lima, luego de que el virrey Pezuela abandonó la capital virreinal y se refugió en el fuerte del Real Felipe. Esto a pesar de que solo expulsamos a los españoles tres años después tras vencerlos en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824.

En Chile pasa algo parecido, el 18 de setiembre se conmemora su primer grito de independencia, que fue muy temprano, en 1810, cuando se formaron las juntas de gobierno americanas para defender al rey Fernando VII del cautiverio de Napoleón, pero que pronto se convirtieron en focos independentistas. Ese día la población de Santiago proclamó la Independencia de Chile.

Este periodo, recordado como “Patria Vieja”, duró hasta el 2 de octubre de 1814, fecha en la que debido al triunfo realista en Rancagua (1 y 2 de octubre) Chile cayó nuevamente bajo dominio español. Casi 4 años después, el 5 de abril de 1818, en Maipú, las fuerzas combinadas argentino-chilenas vencieron y expulsaron definitivamente a los españoles.

Esta batalla fue épica por la resistencia hasta morir el último hombre de algunos batallones españoles como el Burgos, así como por el arrojo del prócer chileno Bernardo O´Higgins, quien luchó cuando sus heridas de la derrota de Cancha Rayada (19 de marzo) no habían terminado de sanar. De allí el célebre abrazo de Maipú donde San Martín le dijo a O´Higgins “Chile no olvidará jamás el nombre del ilustre inválido que el día de hoy se presentó al campo de batalla en ese estado”.

Ojalá algún día cercano, tras la reconciliación entre nuestras naciones, podamos los peruanos admirar la Independencia de Chile y los chilenos la del Perú, ambos pueblos lo merecemos.

Publicado hoy en Exitosa Diario

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Haya y Prado, 85 años del Partido Aprista

JOVEN HAYA SE DIRIGE A ESTUDIANTES Y OBREROS EN LA CASONA DE SAN MARCOS

Haya y Prado

A 85 años de la fundación del Partido Aprista Peruano

La vinculación política entre Víctor Raúl Haya de la Torre, líder del APRA, y Manuel Prado Ugarteche, principal representante de la oligarquía en el siglo XX, es materia de debate. Hasta hoy, la interpretación dominante es la que planteó la izquierda marxista hace 40 años: Haya traicionó la ideología primigenia del aprismo al adoptar una postura dialogante con el mandamás del Banco Popular y la traicionó todavía más cuando el APRA le dio sus votos en 1956, iniciando así la recordada Convivencia.

A estas alturas del siglo XXI, con un amplio consenso a favor de la democracia, se hace necesaria una nueva mirada a la relación entre ambos líderes, pues la universalización del sufragio y la libre participación de los partidos en nuestra política le deben mucho al diálogo fecundo que Haya y Prado sostuvieron en el segundo tercio de la pasada centuria.

Veámoslo uno a uno, Haya de la Torre fue el vástago de una acomodada familia trujillana quien desde su juventud manifestó interés por las reivindicaciones sociales y la política. Nacido en 1895, en 1919 contribuye decisivamente con la conquista obrera de las 8 horas de trabajo y en 1923 lidera un frente de estudiantes y trabajadores en contra del intento de Leguía de adherir el Perú a los Sagrados Corazones. En octubre de ese año sufre el primero de muchos exilios y el 20 de septiembre de 1930 se funda el Partido Aprista Peruano que canalizó las expectativas de las clases medias y populares a través de un programa reformista y democratizador, y cuando Haya aún no había retornado al Perú.

A su turno, Manuel Prado fue hijo del expresidente Mariano Ignacio Prado y heredero de su poderoso imperio económico. Siendo joven militó en el civilismo y en 1914 participó del golpe de Oscar Benavides contra Guillermo Billinghurst; luego se convirtió en tenaz opositor a Leguía lo que le valió el exilio en 1921. Por todo ello, en sus dos gobiernos (1939 a 1945 y 1956 a 1962) Prado fue el exponente de la oligarquía en el poder, un último presidente civilista aún después de la desaparición del Partido Civil.

LOS PRADO Y LOS KENNEDY, PRADO ACEPTÓ EXIGENCIAS DEMOCRATIZADORAS DEL APRA

 Tenemos frente a frente a dos hombres opuestos: Haya encabeza la modernidad política, el acceso de las masas a la democracia y la búsqueda de la igualdad: Prado representa “l´ancien regime”, la vieja y conservadora oligarquía recelosa de cualquier cambio sociopolítico. Dos líderes contrincantes ocupan el centro del mismo escenario, su destino es enfrentarse.

Sin embargo, nuestros personajes coincidieron en un aspecto crucial: la democracia, cuya conquista supuso renuncias y concesiones recíprocas. Para Haya, la principal concesión –tras enfrentar las dictaduras más implacables del siglo XX- fue abstenerse de alcanzarla por la vía insurreccional y allanarse a construirla dialogando con la facción más liberal de la derecha.

Para Prado, la concesión fue la democracia misma pues alcanzó a comprender que, en pleno siglo XX y con la presencia del aprismo, la política no podía manejarse más como una asamblea de notables. A la participación de las masas había que abrirle campo, de allí su reconocimiento de la Confederación de Trabajadores del Perú en 1944 y la paulatina legalización del PAP que en 1945 verá la luz, luego de 15 años ininterrumpidos de catacumbas y clandestinidad.

1956 es otra fecha clave en la relación entre nuestros personajes. La Convivencia de 1956, tan tildada de claudicante, representa la institucionalización de la política de masas en el Perú. Desde entonces el APRA nunca más fue ilegalizada, tampoco el PC, y se sentaron las bases de una nueva partidocracia que explica las elecciones libres de 1962 con nada menos que seis candidatos presidenciales.

Pero 1962 es también el límite de la fase democratizadora de Haya y Prado. Ese año, habiendo el líder aprista ganado las elecciones presidenciales, fue vetado por el ejército que seguidamente dio un golpe de estado. La sentencia estaba dictada: construir la democracia en el Perú no era cosa solo del APRA y la facción liberal de la oligarquía, faltaba aún derrotar al militarismo.

El 20 de septiembre del presente año, al cumplir el Partido Aprista Peruano 85 años, recordamos que Haya le dictó al Perú la lección magistral de que la democracia es el fruto más preciado del consenso. Hoy, cuando nuestra república es aún una utopía por alcanzar, apreciamos con mayor nitidez la madurez y visión de un demócrata auténtico como lo fue Víctor Raúl Haya de la Torre.

BEDOYA JURAMENTA A HAYA COMO PRESIDENTE DE LA CONSTITUYENTE DE 1978, LIDER DEL PPC NO SE PRESTÓ A MANIOBRA DE LA IZQUIERDA MARXISTA  PARA IMPEDIR QUE FUNDADOR DEL APRA PRESIDA LA ASAMBLEA

Publicada ayer en exclusiva para Revista Caretas

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Nuestras próximas elecciones y la dictadura chavista

 

UN MARTIR MÁS DE LA DEMOCRACIA LATINOAMERICANA

Nuestras próximas elecciones y la dictadura chavista

Axel Ramírez me entrevista para Diario Exitosa a propósito de la sentencia dictada contra líder de la oposición venezolana Leopoldo López. Aquí la nota completa.

¿La campaña electoral peruana debe vincularse con lo que sucede en Venezuela?

El Perú no es una autarquía, está dentro del mundo y de su región. En nuestra región, el chavismo representa un modelo económico nacionalista y un modelo político caudillista-autoritario. Además, ha extendido deliberadamente su modelo por la región y domina foros como OEA y UNASUR. En tal sentido, el tema es fundamental para nuestra campaña presidencial, los candidatos deben tomar posición frente al chavismo y deslindar de él, máxime después de la espuria condena dictada contra el líder opositor Leopoldo López.

¿Por ejemplo, en las elecciones de 2006, Alan García usó el rechazo al chavismo y ganó en segunda vuelta a Ollanta Humala? ¿Qué opina al respecto?

No sabría decirte si lo usó electoralmente puesto que en su gobierno fue consecuente en su deslinde con la dictadura chavista y en su persistencia en la mejora del modelo de economía abierta lo que le valió crecer más de 7% anual. Creo que en 2006 Alan García nos libró de un Ollanta completamente chavista y eso hay que reconocérselo. El Humala de 2011 ya era otro.

¿Por qué cree que la o las izquierdas peruanas no deslindan del chavismo a pesar de que se jactan en llevar la bandera de los derechos humanos?

Está bien que me preguntes si la o las izquierdas porque, siendo pocos, es increíble lo dividida que anda por el mundo la izquierda peruana. Yo la verdad, sigo sin entender cómo, estando libre el espacio de la socialdemocracia en el Perú, la izquierda no lo toma. Es increíble que prefieran ser como Chávez antes que como Bachelet. La razón es histórica y sociológica, somos un país que prefiere el caudillo a la institucionalidad y ni la izquierda se salva de pensar así, por eso no es confiable. De todos modos Susana Villarán a cuestionado la sentencia contra López lo que representa un gesto positivo.

¿Cree que la situación de Venezuela volverá a jugar un papel clave en estas elecciones, como en las dos anteriores?

No, no tanto, porque no me imagino a un candidato chavista o filochavista en la segunda vuelta, ni siquiera molestando demasiado en la primera vuelta. Hay cierta izquierda que quiere hacernos creer que el frenazo de Humala representa el fracaso del modelo económico liberal. En realidad es al revés, el fracaso es de la izquierda que apostó por Humala y lo llevó al poder. Humala es un mal gestor y lo que necesitamos son políticos con capacidad de gestión y experiencia de gobierno, que sepan por donde ir para volver a crecer. No estamos para juegos, China se desacelera y nos podemos descalabrar si volvemos a improvisar a la hora de elegir

¿Y por qué cree que precandidatos de izquierda como Verónika Mendoza o Yehude Simon no deslindan claramente del chavismo?

A mí me gustó en un principio la precandidatura de Mendoza por ser una profesional preparada pero entre su defensa del chavismo y sus alusiones a que la política debe hacerse con amor se me ha caído al piso. No digo que lo segundo esté mal pero diese la impresión de no saber que terreno está pisando.

A Simon lo veo un poco más centrista y razonable, pero ¿puede tomarse con seriedad una izquierda con cinco militantes y que los cinco quieran ser candidatos? Mira a Arana, Tejada, Simón, Mendoza etc. Que vayan pues a sus internas y ojalá formen un movimiento serio, pero lo dudo mucho porque si les cuesta tanto ponerse de acuerdo entre sí ¿qué programa coherente podrían ofrecerle al país?

Ojo que el Perú es un país de pequeños empresarios y de pequeños propietarios, es un país de capitalismo popular y la población lo tiene claro. Ciertamente se necesita la infraestructura, la promoción de la inversión y los servicios del Estado, pero así como nadie quiere un capitalismo entreguista tipo PPK, tampoco queremos un chavismo asolapado que nos termine de sacar de la línea de progreso en la que estuvimos hasta el 2011.

Versión reducida publicada hoy en Exitosa Diario

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Cómo nos cambió la 2da Guerra Mundial

NAZIS EN SU INGRESO TRIUNFAL A POLONIA, UN 1ERO DE SEPTIEMBRE DE 1939 COMENZÓ LA 2DA GUERRA MUNDIAL

¿Cómo nos cambió la Segunda Guerra Mundial?

Hace 76 años comenzó la conflagración que acabó con la vida de 60 millones de seres humanos

Hace 76 años, un 1ero de septiembre de 1939, comenzó la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Ale­mania a Polonia sin previa de­claración de guerra y tras una burda simulación alemana de un ataque polaco a su territo­rio. Pero el 1ero de septiem­bre se desataron también otras fuerzas de la historia que mo­dificaron irreversiblemente su curso. Entonces se inició la tra­gedia más grande de todos los tiempos que culminó con un saldo de más de 60 millones de víctimas humanas, la devasta­ción de varias de las principa­les ciudades europeas y la des­trucción de, prácticamente, la mitad de la capacidad produc­tiva del mundo.

A nivel del pensamiento, la Segunda Guerra Mundial mar­có el final de una era eurocen­trista en la que se pensaba que Occidente era la más alta ex­presión civilizadora de la hu­manidad y que debía conducir al resto del mundo por la senda del progreso. En 1945, llegado el momento de evaluar las con­secuencias del holocausto nazi, de las bombas atómicas de Hi­roshima y Nagasaki y de contar a los muertos, pocos se queda­ron con ganas de proclamar la supremacía occidental que se pregonó ininterrumpidamen­te al menos desde el siglo XVIII.

75 años después del inicio de la Segunda Guerra, ya no narra­mos la Historia Universal desde una sola mirada, sino desde di­versos puntos de vista que pro­vienen de civilizaciones y colec­tivos que pugnan por contar su historia a los demás y en sus pro­pios términos. Un poderoso emi­sor contemporáneo de estos re­latos es el cine que casi suplanta en su rol al libro, al manual y al propio historiador. A través del cine, los afrodescendientes de­nuncian la esclavitud o le cuen­tan al mundo su lucha por al­canzar la libertad. Otras cintas narran la lucha femenina por la igualdad y la de los gay en su afán de hacer oír su voz.

Si bien los derechos del hom­bre se remontan a la Revolu­ción Francesa y podríamos re­trotraerlos aún más, no cabe duda que la mundialización de los derechos humanos, de la mujer, de los niños, y, en gene­ral, de las poblaciones más vul­nerables, son el resultado del derrumbe del viejo eurocen­trismo. Este no resistió más tiempo de pie cargando sobre sus hombros la barbarie desa­tada en la guerra que Hitler ini­ció un primero de septiembre. Y de pronto el resto del mundo, en toda su diversidad, se nos hizo al fin visible.

Por desgracia, el holocaus­to judío no ha acabado con los otros holocaustos, quizá el últi­mo lo vivimos en la Europa bal­cánica en la década de 1990, tras la caída del bloque socia­lista, pero las crisis humanita­rias están a la orden del día. Sin embargo, la voz holocausto nos sirve hoy para denunciar con mucho más fuerza el genocidio allí donde se presenta.

A 76 años del inicio de la Se­gunda Guerra Mundial, Polo­nia es un país libre y aunque puedan subsistir, en algún lu­gar real o inconsciente, todas las ideologías que engendraron a Adolfo Hitler, también es cier­to que el hombre, como valor supremo, es hoy el paradigma universal indiscutible. Tenemos entonces un mundo nuevo, muy diferente al que motivó el 1ero de septiembre de 1939, solo que será siempre perfec­tible y en su perfectibilidad de­bemos perseverar día tras día.

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Publicado hoy en Exitosa Diario: http://www.radioexitosa.pe/mundo/expl67336-como-nos-cambio-la-segunda-guerra-mundial