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¿Ha terminado la Guerra del Pacífico?

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¿Ha terminado la Guerra del Pacífico?

Con el sugerente título “La Guerra del Pacífico no ha terminado”, el internacionalista Francisco Belaúnde ha señalado que la Guerra del 79’, en sus efectos psicológicos, sigue vigente. Al respecto, Tzvetan Todorov, semiólogo búlgaro, sostiene que existe una memoria doliente cuando las heridas del pasado no han sanado y otra ejemplar cuando el evento traumático es controlado por el consciente y nos deja un aprendizaje.

El concepto de memoria doliente encuentra en la relación entre Chile, Bolivia y Perú un ejemplo preclaro. Este explica la inacabable demanda boliviana y su postulado de que, aun perdiendo en La Haya, no dejará de reclamar la cualidad marítima que Chile le arrebató en 1879.

Por otro lado, Chile se ha atrincherado en la tesis de que la Guerra del Pacífico es un evento lejano y que bien harían peruanos y bolivianos en olvidarla. Sin embargo, los eventos traumáticos no se olvidan, se superan. Para ello, las partes deben hacer catarsis con un proceso de reconciliación internacional. Durante este, los involucrados se cuentan unos a otros cómo vivieron –ellos y sus predecesores– la guerra fratricida y aplican luego políticas de la amistad con la finalidad de cerrar las heridas y “dejar al pasado pasar”.

En todo este tiempo, Chile pensó que no tenía ningún problema con Bolivia y el Perú bajo la tesis del país respetuoso de los tratados. Pero los instrumentos jurídicos no son la única dimensión de las relaciones internacionales y por ello, quizá de manera karmática, primero el Perú y después Bolivia, han tocado la puerta de la CIJ para reclamarle a Chile los asuntos no resueltos del pasado.

Chile creyó que el trauma era solo peruano y boliviano pero las arremetidas judiciales de sus vecinos están remeciendo la “historia perfecta” con la que aquel país se ha caracterizado a sí mismo. Desde esa mirada, todo lo que se hizo en el siglo XIX, Guerra del Pacífico incluida, estuvo plenamente justificado bajo el discurso de la que la razón acompaña siempre al Estado más organizado. Hoy la duda campea.

Las cosas no son tan fáciles, pero tampoco tan difíciles, el Perú y Bolivia han hecho una catarsis demasiado larga mientras que Chile no ha realizado ninguna. Quizás ha llegado el momento de mirar el pasado con más humildad y al presente como una oportunidad de conversar y abrazarnos los tres vecinos que hace 140 años libramos una guerra fratricida.

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El “prócer” Prado

 

El “prócer” Prado

Acerca del polémico libro de Víctor Andrés García Belaunde

La publicación de “El expediente Prado” concluyó con una denuncia a su autor, el congresista Víctor Andrés García Belaunde, para quien se ha solicitado una sanción de la Comisión de Ética del Congreso por supuestamente ofender la memoria de un prócer de la patria. La acusación es absurda. De proceder, todos los que escribimos sobre el pasado tendríamos que andar en puntillas para evitar “pisar algún huevo” y acabar demandados por agraviar el legado de Julio César, Nerón o La Perricholi.

Es claro que García Belaunde no es historiador. En su investigación prevalece la disquisición jurídica sobre la reflexión histórica: el autor de “El expediente Prado” es un “fiscal” que acusa a Mariano Ignacio Prado de traición a la patria. Este, a su vez, cuenta con varios “abogados defensores” como Víctor Izquierdo Prado y Antonio Garatea. Pero la historia hace cien años superó este modelo de análisis. Hoy los historiadores buscamos comprender el pasado en su contexto. De allí que nos interese la sociedad, la mujer, la vida cotidiana y muchas otras manifestaciones del ayer.

Lo dicho no le quita rigor a la investigación de García Belaunde, la que sustenta con información inédita. “El expediente Prado” demuestra que el ex presidente fue un político astuto que aprovechó el ejercicio de la función pública para tejer una red de influencias y amasar fortuna, no siempre lícitamente. Por ejemplo, ya como presidente, en el período 1865-1868, Prado se ve comprometido en la compra de dos barcos de guerra (Atahualpa y Manco Cápac) a un precio que triplicaba su valor real.

Este hecho, y otros parecidos, lo habrían provisto de un importante capital que invierte en Chile, país con cuyas élites traba amistad durante la Guerra contra España (1864-1866). En el vecino país, Prado adquiere minas de carbón y una hacienda; además funda un banco. García Belaunde es muy crítico de estas inversiones pero entonces la Guerra del Pacífico no se había producido y existía gran familiaridad entre las elites del Perú y Chile.

El controversial “viaje de Prado”, quien de manera inaudita abandona el país en plena Guerra del 79, es neurálgico en la investigación de Vitocho. De sus páginas podemos extraer tres conclusiones: una implícita es que Prado no se embolsicó el dinero de la colecta nacional para comprar armas, acusación muy difundida en el imaginario nacional. Otra explícita, y no completamente demostrada, es que Prado abandona el Perú porque la guerra perjudicaba sus inversiones en Chile. Una última, y perfectamente demostrada, es que durante la guerra Prado siguió administrando sus negocios en Chile, cuyas ganancias se incrementaron debido a la derrota del Perú.

García Belaunde ha respondido la denuncia de los descendientes de Prado solicitando al Congreso derogar el título de “prócer de la patria” que le fuera conferido a Mariano Ignacio durante el primer gobierno de su hijo Manuel (1939-1945). Estoy de acuerdo con el congresista. No voy a llamar traidor a la patria al general Prado, pues no voy a oficiar de juez del pasado. Sin embargo, su trayectoria es lo suficientemente controversial como para no colocarlo al nivel de nombres de la talla de Cáceres, Bolognesi y Grau.

Un héroe tiene un lado mágico y otro humano, pero debe ser genuinamente adoptado por su colectividad. Este no es el caso de Mariano Ignacio Prado, téngase presente.

Publicado el lunes 17 en Diario El Comercio

http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/procer-prado-daniel-parodi-revoredo-noticia-1832908

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Chorrillos, Miraflores y el perdón

                  Chorrillos, Miraflores y el perdón

“La algazara que se formó entre los soldados fue cundiendo a medida que iban pasando larguísimos tragos del exquisito pisco, de modo que al entrarse el sol, la rasca era ya tremenda y general. En el pueblo la borrachera subió de punto. Los soldados mataban, saqueaban y bebían a discreción. A la hora indicada gruesas y gigantescas columnas de humo se elevaban hasta las nubes, produciendo horrorosos incendios, en medio de la alegría general de los soldados de todos los cuerpos, ebrios de vino, de sangre y de victoria” (Justo Abel Rosales, intelectual y militar chileno, testigo de los hechos)

El domingo pasado me presenté en Exitosa Diario para hablar de las batallas de Chorrillos y Miraflores que estos días conmemoran su aniversario 134. Tuvieron lugar el 13 y 15 de enero de 1881 y supusieron la heroica pero improvisada defensa de Lima por los restos del diezmado ejército peruano, al que se le sumaron miles de civiles de diferentes segmentos de la sociedad como jueces de la Corte Superior, bomberos, escolares, inmigrantes italianos, terratenientes junto a sus trabajadores indígenas etc.

El conductor del programa, Rubén Sánchez, animaba la discusión alternándola con la lectura de pasajes de los desmanes perpetrados por las fuerzas chilenas durante y después de estas batallas. Yo intenté dirigir mi reflexión hacia el terreno de la reconciliación, que pasa necesariamente por el perdón de Chile al Perú por estos excesos, pero me topé con encendidas intervenciones del público al aire e incluso con emplazamientos directos a mi posición y hasta se me acusó de propiciar el olvido de estos dolorosos acontecimientos.

Esta enriquecedora experiencia me llevó a la siguiente reflexión: ¿qué pasa en Perú y en Chile que el tema del perdón resulta tan complicado? Lo digo porque  a los chilenos tampoco les agrada. De hecho, existe en el país vecino una proclividad a señalar que la Guerra del Pacífico, y sus excesos, tuvieron lugar hace mucho tiempo y que en el Perú ya deberíamos haberlo superado sin más. Al contrario, en nuestro país, en algunos sectores,  es evidente que el recuerdo del acontecimiento permanece aún como una herida abierta.

Estas constataciones me llevan a confirmar mi punto: es necesaria una política del perdón y de la reconciliación entre el Perú y Chile. Al respecto, debe comprenderse que esta no se limita a que un país le pida perdón al otro por los excesos cometidos en una guerra de conquista. En realidad, se trata de un esfuerzo mucho mayor en el que ambas partes dialogan francamente de su pasado y deciden en conjunto a través de qué gestos pueden los recuerdos convertirse en enseñanzas y dejar de ser tan dolorosos. Es decir, hasta qué punto puede construirse una memoria ejemplar, como la llamaría Tzevedan Todorov, esto es un nunca más que puedan adoptar en conjunto ambas partes para que, así, incluso el pasado conflictivo pueda empujar la integración del presente.

Pero para superar el trauma tendremos que hablar las partes y Chile tendrá que allanarse a conversar en algún momento porque los testimonios –es lo que constaté en el programa radial- son demasiado gráficos y los excesos fueron demasiado excesos y porque sí es verdad que fueron  asolados Chorrillos, Mollendo y toda la costa norte del país. ¿Es la violencia parte de una guerra? sí lo es, ¿son los excesos parte de una guerra? sí lo son; pero esta ingrata constatación no tiene por qué impedir que dos país que han avanzado tanto en su integración hagan lo necesario para que el pasado ya no le duela tanto, al menos a uno de ellos.

Ya dije alguna vez que Chile no será menos Chile por reconocer solemnemente los excesos cometidos por sus soldados durante la invasión al Perú en la Guerra del Pacífico; al contrario será un Chile mejor. Al mismo tiempo, el Perú no será menos Perú si reconoce que Chile, con O´Higgins, nos ayudó con la Independencia.

La diplomacia tiene sus tiempos, Hoy Chile está concentrado en el frente boliviano y es normal que así lo esté. Pero este pendiente de la memoria se tendrá que trabajar algún día si nos pretendemos dos pueblos con la madurez suficiente como para superar el pasado doloroso sin por ello olvidarlo.

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SOBRE EL PERDÓN. A propósito de la Guerra del Pacífico

SOBRE EL PERDÓN

A propósito de la Guerra del Pacífico

El jueves y viernes pasados se realizó en la Casa O´Higgins del Centro Histórico de Lima,  el Congreso de Fraternidad Académica Chile –Perú “Diálogos para un nuevo tiempo”, organizado por el Dr. Aldo Panfichi en representación de la Pontificia Universidad Católica del Perú y el Dr. Esteban Valenzuela de la Universidad Alberto Hurtado de Chile. El importante evento fue inaugurado con los discursos del Sr. Fabio Vio Ugarte, Embajador de Chile en el Perú y del Sr. Embajador  Juan Fernando Rojas Samanez, Viceministro de Relaciones Exteriores del Perú.

Importante congreso peruano-chileno se realizó en Casa O´Higgins

A mí me tocó hablar el jueves por la tarde, sobre los textos escolares del Perú y Chile, junto con mi amigo de tantos años, el historiador chileno Patricio Rivera  Olguín, cuya ponencia fue muy crítica de la historia escolar de su país debido al fuerte sesgo militar de sus relatos. También participó el historiador peruano José Chaupis quien, en una línea de trabaja muy emparentada con la mía, llegó a cuestionar la poca atención que los textos escolares nacionales le ponen a eventos peruano-chilenos, fuera de la sobre-difusión de la Guerra del Pacífico.

Es así que Rivera, Chaupis y  el suscrito coincidimos en el diagnóstico de una historia escolar aún sesgada por el positivismo histórico, es decir, por un relato escolar del pasado básicamente nacionalista que prioriza hombres, batallas y héroes sobre, por ejemplo, mujeres, movimientos sociales y aspectos culturales; y en el que la narración refuerza la imagen de la colectividad propia en oposición a la vecina. Fue por eso que los dos ejes centrales alrededor de los cuáles giró mi ponencia fueron la propuesta para una intersección peruano-chilena en la historia escolar tanto como la iniciativa de una descentralización de la historia binacional sobre el escenario ideal de un fallo de la Haya acatado y ejecutado que pudiese cambiar definitivamente el futuro de la relación binacional; es decir, la manera como peruanos y chilenos nos miramos cotidianamente.

¿Qué significa intersecar las historias? Pues permitirnos en los textos escolares de educación secundaria algunas unidades con historias binacionales comunes e, inclusive, con historias del otro país desconocidas para el nuestro y viceversa, con lo que formaremos generaciones en una cultura del respeto hacia el otro antes que en la clásica rivalidad. La descentralización de la historia binacional apunta a lo mismo pero en otro sentido pues ataca el protagonismo que la Guerra del Pacífico mantiene en los textos escolares y la manera como su difusión eclipsa otros acontecimientos como el apoyo de Bernardo O´Higgins a la Independencia del Perú o la Alianza Peruano-chilena contra España de 1864-1866.

Pero bien me recordó Patricio Rivera que no se trata de olvidar la Guerra del 79, ni de sencillamente reemplazarla por acontecimientos integracionistas. Así pues, la reconciliación con el pasado sólo es posible cuando las partes conversan sobre su terrible vivencia, intercambian experiencias, se conocen, generan confianza entre sí, y luego de ese proceso, que no es fácil, se dicen las cosas que se tienen que decir. Es así como funciona, y no lo digo yo, lo dice la extensa literatura que existe sobre reconciliación, lo dice el psicoanálisis y, en fin, toda la teoría posterior.

Que el Perú espera un perdón de Chile por lo ocurrido, claro que lo espera. Como señalé en la conferencia, es natural que la herida duela más en el lado del que perdió el conflicto y  cedió territorios, más allá de las causas del evento y las distintas visiones que existen sobre él. Pero también debe comprender la colectividad peruana –y digo bien, la peruana- que una reconciliación como esta no es unilateral, ni supone la negociación de un pliego de reclamos entre un sindicato y el empleador.  Más bien, es mucho más profunda, mucho más filosófica y ambas partes deben interiorizar dos ideas fuerza que son fundamentales: “madurez” y buena voluntad”, pues quizá la palabra perdón brote pero junto con otras, o tal vez la que brote sea otra palabra parecida. Quizá, al concluir el proceso, el Perú también tenga algo que decirle a Chile pero, en todo caso, lo que no debemos temer es decirnos lo que sentimos.

Tal vez un punto de partida para ambos podría ser comprender que el siglo XXI no es el XIX, que ninguno de nosotros peleó esa guerra pero que al mismo tiempo sí es necesario que por fin hablemos sobre ella. Sobre esa base será mucho más fácil enseñar luego a nuestros niños, nuestras otras historias, las bonitas, las que nos unen, y que son muchas más. Ellos se lo merecen.

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La Victoria de Grau y Prat

LA VICTORIA DE GRAU Y PRAT
Daniel Parodi Revoredo
El combate naval de Abtao, que tuvo lugar el 7 de febrero de 1866, enfrentó a la escuadra peruano-chilena, también conocida como aliada, contra la flota española. Este acontecimiento formó parte de la guerra con España de 1864 a 1866, en la que la ex – potencia colonial se apropió exprofeso de las islas guaneras de Chincha por lo que debió enfrentar no sólo a Perú, sino a una cuádruple unión sudamericana que también integraron Chile, Ecuador y Bolivia.

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Lucharon juntos en Abtao

Huapi Abtao es el nombre de una isla que queda muy al sur de Chile y forma parte del archipiélago de Calbuco. Allí se enfrentaron la escuadra aliada, conformada por los barcos peruanos Apurímac, Unión y América más los chilenos Covadonga, Lautaro y Antonio Varas; contra los españoles Villa Madrid y Blanca.

Debido al poderío de las naves españolas la formación que ofreció la alianza peruano-chilena fue más bien defensiva para lo que aprovechó su favorable posición en una ensenada, cuyos accesos bloqueó, disponiéndose la flota en forma de herradura. Al contrario, las naves españolas, peor ubicadas, no podían acercarse demasiado so riesgo de varar o encallar. A las 4 y 15 de la tarde del 7 de febrero de 1866, la fragata peruana Apurímac abrió los fuegos de un combate en el que ambas escuadras se cañonearon encontrándose separadas de 1500 a 2000 metros una de la otra. El combate duró algo más de una hora y en él se efectuaron aproximadamente 1500 tiros de cañón.

El enfrentamiento concluyó al caer de la tarde y al día siguiente las naves españolas apuraron máquinas hasta Valparaíso para reunirse con el resto de su flota. Enterado de la acción naval, el Brigadier de la Armada Española Casto Méndez Núñez se dirigió a Abtao con la poderosa fragata Numancia, su buque insignia. Sin embargo, no pudo acercarse a la flota aliada debido a las fuertes corrientes, islotes y espesas nieblas de la región de Chiloé que impedían la visibilidad. Por esa razón, zarpó de nuevo rumbo a Valparaíso sin poder hundir a la flotilla sudamericana que era visiblemente inferior y que tuvo la pericia de realizar una arriesgada maniobra defensiva que le permitió evadir a su temible y poderoso enemigo.

La paradoja del combate naval de Abtao es que allí pelearon juntos los marinos de Perú y Chile que luego se enfrentaron en la guerra del salitre de 1879. A bordo de la Covadonga se encontraban Arturo Prat y Carlos Condell, mientras que los navíos peruanos estuvieron tripulados por Miguel Grau, Juan Guillermo More, Elías Aguirre, Enrique Palacios y Diego Ferré. Además, en el Apurímac se destacó un joven y audaz guardamarina: Leoncio Prado.

La Guerra de la alianza peruano-chilena contra España fue una gesta en contra del atropello de una potencia imperial que no se resignaba a haber perdido sus antiguas colonias y que intentó en vano, a través de la fuerza de sus cañonazos, atacar a las repúblicas que se habían fundado en Sudamérica 40 años antes. Por eso no es exagerado decir que el 7 de febrero de 1866 peruanos y chilenos lucharon juntos por la libertad.

En esta columna no predicamos el olvido del pasado doloroso que compartimos con Chile, pero sí creemos que junto a ese pasado, existe otro que se caracterizó por la colaboración mutua y que es obligatorio conmemorar precisamente cuando ambos países estamos a punto de dar un paso fundamental en nuestra historia. Con el acatamiento del fallo de la Haya, si el tiempo y la autoridad lo permiten, habremos resuelto por la vía civilizada nuestra última diferencia y con ello habremos apostado, una vez más, por la integración del Continente, utopía que hace 146 años defendieron juntos Miguel Grau y Arturo Prat en Abtao.

Daniel Parodi Revoredo

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La Guerra del Perú y Chile contra España: olvidos y recuerdos de una gesta común

Estimados amigos:

Comparto mi última publicación académica titulada:

LA GUERRA DEL PERÚ Y CHILE CONTRA ESPAÑA: olvidos y recuerdos de una gesta común.

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En el combate de Abtao una fuerza combinada peruano-chilena repelió la agresión española

El archivo en pdf pueden encontrarlo en este blog en Mi perfil/acerca del Autor/archivos personales

A la espera de sus comentarios y como siempre agradecido

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ARGENTINA Y LA ALIANZA SECRETA

ARGENTINA Y LA ALIANZA SECRETA

Por: Daniel Parodi Revoredo

“Continuamos asociados a la debilidad por un exagerado escrúpulo de confraternidad con Bolivia, al propio tiempo que desahuciábamos el apoyo argentino, siempre poderosa garantía de equilibrio”. Pedro Yrigoyen

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La amistad peruano-argentina debe fortalecerse

Según Jorge Basadre, la suscripción de la Alianza Perú-Boliviana de 1873 inició una nueva etapa en la política internacional peruana, la que pasó del americanismo romántico de mediados del siglo XIX a la del equilibrio continental, basado en la conformación de alianzas interestatales rivales con la finalidad de “disuadirse” recíprocamente.

Preocupados por el avance chileno en el litoral boliviano de Atacama, rico en nitratos, el Perú y Bolivia firmaron la referida alianza y paso seguido se buscó la incorporación de la Argentina, que tenía su propia agenda con Chile por la posesión de la Patagonia. Siempre en 1873, la cámara de diputados de la Argentina aprobó la suscripción del convenio, pero el senado rioplatense postergó la decisión, entre otras cosas, por los problemas limítrofes que tenía pendientes con Bolivia por la posesión de Tarija y el Chaco.

No obstante, la verdadera razón de que la Argentina no se sumase a la Alianza fue la indecisión de los sucesivos gobiernos peruanos de Manuel Pardo y Mariano Ignacio Prado, que ni tomaron las medidas adecuadas para equiparar la supremacía naval obtenida por Chile con la adquisición de los blindados Cochrane y Blanco Encalada, ni tampoco potenciaron la política de alianzas internacionales para contrarrestar dicha supremacía. Así pues, en 1875 y 1878, la Argentina solicitó el apoyo peruano en su causa contra Chile por la Patagonia, el que hubiese supuesto su automática incorporación a la Alianza Secreta, pero el Perú rehusó el apoyo y optó por la disuasión, temeroso del poder naval que recientemente habían adquirido los chilenos.

Cuando en 1879 estalló la Guerra del Pacífico, el Perú se encontraba en una situación en la que él solo se había colocado: tenía una evidente inferioridad naval frente a Chile, estaba coligado con Bolivia por el tratado del 73 y la Argentina no era parte de este. Más bien, en 1881 los rioplatenses forzaron un tratado muy ventajoso con Chile respecto de la Patagonia, a la par que, como señalé en mi nota anterior, permitieron el paso por su territorio a un gran contingente armamentístico peruano que venía desde Europa para defender la Alianza. Dada las renuencias peruanas de 1875 y 1878, ¿debía esperarse más de la Argentina?

En realidad, la torpe Alianza Secreta de 1873 y la no participación de la Argentina en ella denotan el pésimo manejo de la diplomacia peruana en la década previa al estallido de la Guerra del Pacífico. Por ello no encuentro justo que se manipule estos eventos para ensombrecer las relaciones peruano-argentinas. Creo, más bien, que el Perú debe mantenerse en su política intransigente con cualquier presencia colonialista en la región, y que la Argentina debe hacer algo más por cerrar la herida que dejó la nefasta venta de armas al Ecuador en 1992. Al día de hoy, parece claro que las disculpas de Cristina Kirchner no han sido suficientes.
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TUDELA SE EQUIVOCA

TUDELA SE EQUIVOCA
Daniel Parodi Revoredo

Me gusta escuchar al embajador Francisco Tudela por su claridad expositiva, su excelencia académica y sus conocimientos en política internacional. Lamento, sin embargo, que su conocido conservadurismo lo lleve a tergiversar las relaciones peruano-argentinas del pasado para así comprometer más la delicada situación del canciller Rafael Roncagliolo, cuya trayectoria política lo coloca en una posición contraria a la suya.


Embajador Francisco Tudela

Debe saber Francisco Tudela que la Guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana, que tuvo lugar entre 1838 y 1839, corresponde a un marco temporal y regional bien diferente del actual. En aquel contexto, los nacientes estados sudamericanos estaban definiendo sus fronteras y áreas de influencia. Asimismo, en sus inicios republicanos el Perú se debatía en graves conflictos regionales, los que explican que los ex presidentes Agustín Gamarra y Ramón Castilla hayan combatido militarmente la Confederación a la que, desde Lima, se le veía como una invasión boliviana.

Debe saber también Francisco Tudela que, de acuerdo con Luis Felipe Paz Soldán (1943), durante la Guerra de 1879 llegaron al Perú cuatro baterías de cañones Krupp, ocho mil fusiles Remington y dos millones de municiones compradas mayoritariamente en Alemania. Y debe saber, al menos por sentido común, que esas armas llegaron al Perú por el Atlántico, que desembarcaron en Buenos Aires, se llevaron desde allí a Rosario y de Rosario se internaron luego a Bolivia para ser trasladadas –vía lago Titicaca, Puno y Arequipa- al Perú. En tanto que internacionalista, debe saber Francisco Tudela que Argentina se declaró neutral ante la Guerra del 79 porque no fue beligerante en ella y que, al permitir el traslado de estos ingentes recursos militares por su territorio, no sólo apoyó a la Alianza Perú-Boliviana sino que puso en riesgo las negociaciones que venía efectuando con Chile para resolver la cuestión de la Patagonia.

Al contrario Inglaterra, la pérfida Albión, durante la guerra del 79 le compró a Chile miles de toneladas de salitre de Atacama y Tarapacá, a pesar de que en aquel entonces no había culminado el conflicto y, por consiguiente, los recursos existentes en dichas provincias le seguían perteneciendo, respectivamente, a Bolivia y el Perú. Lo mismo hizo con el guano de las islas de Chincha y Lobos, las que Chile ocupó impunemente desde que el Almirante Grau ya no pudo resistir más la agresión militar del país vecinos porque lo hicieron volar en pedazos. Es decir, Inglaterra, al comprarle a Chile el salitre y el guano peruanos, le financió la guerra al país de la estrella solitaria.

Por último, estoy seguro que Francisco Tudela debe saber que mientras Argentina arriesgaba su negociación con Chile por la Patagonia, al permitir que el armamento adquirido por el Perú nos llegue atravesando su territorio, Inglaterra retenía en sus astilleros a los buques Diógenes y Sócrates, los que apuradamente adquirió el Perú en Alemania tras estallar la guerra para potenciar su defensa. Esos buques hubiesen equiparado a las escuadras en conflicto y, por lo mismo, pudieron cambiar su destino. Después de la Guerra, sólo el Sócrates pudo llegar el Perú pues el Diógenes nos lo embargó Inglaterra para cobrarse la obligada estadía de ambos buques en sus puertos durante la guerra.

Pero aquí no se trata de eso, ni tampoco del desempeño de Torre Tagle respecto de la visita de una fragata inglesa al Callao. Aquí de lo que se trata es de desembarcar a un canciller de alta calidad y proyección por su manera de pensar. En notas pasadas he criticado el nacionalismo chileno, pero en casos como éste aprecio la causa común que suelen hacer en Chile cuando enfrentan controversias internacionales. Algo de aquello nos falta por aquí.

PUBLICADO HOY EN DIARIO 16
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CHILE TIENE OTRA VOZ

CHILE TIENE OTRA VOZ

Estimados lectores: comparto con ustedes aporte del historiador tarapaqueño Patricio Rivera Olguín al debate que en estas páginas he sostenido con el analista Cristian Leyton.
Ate.

Daniel Parodi Revoredo

Publicado hoy en Diario16

LA GUERRA, SU VIGENCIA

La socialización de la guerra del Pacífico, en Chile y Perú, se construye sobre la difusión de discursos que generan ciudadanías. Este es el caso del norte de Chile, sobre todo si se sitúa en una zona de frontera que tiene alta presencia terrestre, naval y área del poderío militar de ambos estados.


Patricio Rivera, historiador tarapaqueño

Una vez finalizada la Guerra del 79, su estudio pasó a ocupar un lugar destacado en la formación de los escolares chilenos y peruanos. Para el caso chileno, se le utilizó como vínculo homogenizador del proyecto nacional del Estado, dado que son anexados los territorios del litoral boliviano y el sur peruano. Estos constituyen actualmente tres regiones del llamado Norte Grande de Chile, compuestos por Arica-Parinacota, Tarapacá y Antofagasta, las dos primeras eran el sur peruano y la última el litoral boliviano hasta 1879. A éstas debe agregársele Tacna que fue ocupada por Chile hasta 1930, año en que es devuelta al Perú.

Esta modificación de territorios implica una transformación de Chile y Perú, que se transmite a la enseñanza de la historia y de la ciudadanía. El norte de Chile, antiguo sur peruano, por tanto, constituye un ícono simbólico de culto al Estado, el que es representado por las Fuerzas Armadas que protagonizaron el conflicto de 1879. A partir de esta realidad, aparece la necesidad de reflexionar sobre por qué enseñamos historia o qué puede aportar la didáctica de la historia a la educación para la ciudadanía.

A pesar de sus conflictos pasados, las sociedades y los pueblos tienen cercanías, como las zonas de fronteras, que en la región norte de Chile tienen características de triple frontera en ciudades como Arica con alta concentración de población peruana, o como Iquique y la región Tarapacá, que tienen altos índices de inmigrantes peruanos y bolivianos.

Por todo ello es necesario sugerir un nuevo tratamiento teórico y metodológico de la Guerra del Pacífico desde la educación y la pedagogía de la historia, que incorpore a la sociedad civil escolar y que establezca un puente entre la fractura histórica de los estados nacionales de Chile, Perú y Bolivia, a través de la interacción y el diálogo. Es necesaria otra comprensión de los hechos de 1879 para este siglo XXI, que sólo será posible con voluntades que no sólo provengan del Estado, sino de diferentes sectores de la sociedad civil, como el escolar.

Patricio Rivera Olguín, Universidad Arturo Prat, Iquique- Chile.
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ENSEÑANZA DE LA GUERRA DEL PACÍFICO – Entrevista para Publimetro

Queridos amigos:

Hoy apareció en Publimetro una entrevista que se me hizo sobre la enseñanza de la Guerra del Pacífico. Comparto con ustedes la versión completa de la misma.

ENSEÑANZA DE LA GUERRA DEL PACÍFICO
Entrevistadora, Sabrina Rodríguez López, Publimetro
Entrevistado, Daniel Parodi Revoredo

1. A la hora de enseñar la Guerra entre Perú y Chile, ¿existen diferencias entre lo que se enseña a los estudiantes en Chile y a los alumnos en Perú? ¿En qué consisten esas diferencias, si las hay?

En realidad la historia nos llega editada, igual que en una nota periodística, por eso no llegan a nosotros los hechos tal como ocurrieron sino diferentes versiones e interpretaciones de esos hechos, las que en muchos casos se oponen entre sí. Además las historias escolares son las historias oficiales; es decir, las que el Estado quiere verter en la sociedad y eso hace que estén influenciadas por el discurso nacionalista de cada país.


La Historia escolar es oficial y por tanto nacionalista

Es por eso que la versión de la Guerra del Pacífico que se difunde en Chile prácticamente la justifica y valida; para ellos la guerra fue justa porque el Perú y Bolivia firmaron tratados en contra de Chile o incumplieron convenios que habían suscrito con él. Ellos consideran que Chile era un país ordenado que fue agredido por dos países caóticos y anárquicos como Perú y Bolivia y que por eso fue justo hacerles la guerra; dicen, además, que en Atacama y Tarapacá había mucha población chilena y que por ello se justificaba la anexión a Chile de estas provincias que antes le pertenecían a Bolivia y Perú.

La versión peruana, al contrario, sostiene que Chile fue siempre un país agresivo y expansionista y que esta característica se manifestó en 1879 porque entonces el Perú estaba en crisis y Chile estaba mejor armado. La versión peruana sostiene que Chile esperó siempre una oportunidad para invadir Perú y que lo hizo en cuanto esta se le presentó debido también a su interés y ambición de apropiarse de ricos recursos peruanos como el salitre y el guano.

2. En Perú, ¿hay diferencias entre colegios privados y públicos?

En realidad, la enseñanza escolar depende de muchos factores: de la formación del maestro, de la línea ideológica del colegio, de los contenidos del manual escolar, de las actividades didácticas que este manual propone y del propio alumno.

En líneas generales los manuales escolares peruanos culpan a Chile por iniciar la guerra pero también son autocríticos –tal vez demasiado- de la administración del Estado peruano en la época del guano, que es previa a la Guerra del Pacífico y cuestionan que se haya llegado a la guerra en inferioridad de condiciones económicas y militares. Más bien, yo creo que las diferencias en la enseñanza de la Guerra del Pacífico entre colegios privados y públicos van de la mano con la problemática nacional relativa a las carencias y limitaciones de nuestro sistema educativo y que se manifiestan con mayor énfasis en la escuela pública.

3. En Perú, ¿qué se destaca de la guerra? ¿Hasta qué punto puede influir la forma de presentar los hechos en generar un sentimiento de rechazo hacia el chileno o peruano?

Los manuales escolares más recientes que he consultado, tanto chilenos como peruanos, han moderado su retórica patriótica. Te lo digo porque antes la narración era un tanto épica y de ese modo prácticamente se hablaba de los valientes peruanos y los cobardes chilenos o al revés.

Actualmente la narración es un tanto más sobria y por ello es posible que estimule menos los nacionalismos exagerados o la rivalidad con el país vecino. Sin embargo, la realidad es que aún ni peruanos, ni bolivianos, ni chilenos hemos superado la guerra en nuestros sentimientos e imaginarios nacionales y por eso enterarte de ella, cuando niño en la escuela, siempre va a significar una experiencia dolorosa, principalmente para los niños de los países que la perdieron.

Para que esto no ocurra, en los tres países debería existir conciencia de que ese pasado ya pasó y de que no volverá más. Pero para que eso ocurra tiene que implementarse una política bilateral o trilateral de la reconciliación que implique gestos amistosos de todas las partes y también el reconocimiento chileno del daño que en el pasado le infligió a las sociedades peruana y boliviana. Pero estamos lejos de ello y por eso la guerra duele aún y le duele a los alumnos, claro está.

4. ¿Hasta qué punto puede influir la forma de presentar los hechos en generar un sentimiento de rechazo hacia el chileno o peruano?

Creo que en gran parte mi reflexión anterior responde esta pregunta. El tema está también en el hecho de que una guerra puede enfocarse desde diversos aspectos y la cuestión militar, batallas etc., es sólo uno de ellos. La organización fiscal de cada Estado en tiempos de guerra es otro aspecto; la correspondencia, la prensa, la vida cotidiana, las dificultades al interior de una familia durante el conflicto también lo son. Existe una serie de temas que podría ayudar a presentar la guerra de una forma distinta a la narración épica tradicional para verla desde su lado más dramático y humano, y no tanto como un enfrentamiento o competición que significa orgullo para el vencedor y rencor para el vencido.

5. ¿Consideras que las nuevas tecnologías como las redes sociales pueden ser una herramienta útil para aprender Historia? Para un alumno, quizás resulte más divertido aprender vía redes sociales que escuchando a un profesor en un aula.

A ver, una cosa es aprender y otra es informarse. Actualmente la enseñanza en el aula ya interactúa con cursos semi-presenciales o no presenciales; hoy existen diapositivas en pdf. a las que se les añade una voz humana que va leyendo sus contenidos; esto además de los foros de internet y de las redes que mencionas.

Sin embargo, yo sí creo que el proceso de enseñanza-aprendizaje requiere de un método. No se trata de escuchar a un profesor en un aula como dices. Las actuales corrientes educativas proponen, más bien, una serie de herramientas interactivas a través de las cuales el alumno es el protagonista de su propio aprendizaje.

Por otro lado, no creo que en todos los casos la educación deba significar diversión. La guerra debe enfocarse, más bien, con madurez, con mucha reflexión acerca de algo terrible que pasó y que no debe ocurrir otra vez, los alumnos deben expresar su sentir sobre ella, de manera franca y abierta. La enseñanza de la Guerra debería hacerlos mejores personas, más cívicas, solidarias y respetuosas de la vida humana.

6. ¿Algo que agregar?

Déjame darte un par de referencias sobre dos obras que he escrito, precisamente sobre esta temática:

1.- LO QUE DICEN DE NOSOTROS. La Guerra del Pacífico en la historiografía y textos escolares chilenos. Lima, UPC, 2010.
2.- La REPÚBLICA FRUSTRADA Y EL ENEMIGO PERVERSO. La Guerra del Pacífico en la Historia de la República de Jorge Basadre. Revista Summa Humanitatis 2010 http://blog.pucp.edu.pe/item/119844/guerra-del-pacifico-segun-jorge-basadre

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