Batalla de Canchas Blancas: ¿una tradición inventada?

 

 

Batalla de Canchas Blancas

¿Una tradición inventada?

Antes de la reciente controversia sobre la Batalla de Canchas Blancas, supuestamente librada el 12 de noviembre de 1879, en un paraje del departamento de Potosí, no se sabía mucho de un enfrentamiento entre chilenos y bolivianos, distinto a los que tuvieron lugar en la provincia de Atacama, y a la cruenta batalla del Alto de la Alianza del 26 de mayo de 1880. Aquella vez el ejército de Chile derrotó a sus homólogos de Perú y Bolivia, en la batalla más cruenta y decisiva de la fase terrestre de la Guerra del Pacífico.

Entonces revisé algunos títulos de mi biblioteca y acudí a buscadores de internet para indagar desde cuando las webs dan cuenta del enfrentamiento de Canchas Blancas. Al respecto, me llamó la atención que Wikipedia, fuente de divulgación (no académica) mundialmente conocida, recién dedicó una página a esta batalla el 28 de marzo de 2018. Es decir, el mismo día en el cual, con su escenificación, Bolivia celebró el fin de la fase oral del litigio que le sigue a Chile en la Corte de la Haya. En los días siguientes, la página ha sido actualizada decenas de veces.

Luego, resulta complejo validar la veracidad de la batalla que hoy se conmemora en Bolivia y se niega en Chile. La información no es concluyente. Lo que está demostrado es que durante la Guerra del Pacífico hubo algunas avanzadas chilenas a los territorios de Oruro y Potosí para apropiarse de ganado y eventualmente cortar una ruta de abastecimiento aliado desde Argentina, vía Tarija. En ese contexto, es posible que se haya producido alguna refriega, escaramuza o emboscada, pero difícilmente con las dimensiones de una batalla que habrían librado 2000 hombres, como sostiene la parte boliviana.

Así pues, las fuentes bolivianas remiten a dos diarios de oficiales combatientes, el segundo publicado en 2017 por su Ministerio de Defensa y se titula “Memorias del Coronel Ezequiel Apodaca”. En dicho diario se relata las andanzas del ejército altiplánico comandado por el general Narciso Campero hasta producirse una emboscada en Canchas Blancas que obligó a una división chilena de 1500 hombres a emprender la retirada hasta Atacama, provincia litoral ocupada por Chile desde el desembarco de sus fuerzas en Antofagasta el 14 de febrero de 1879.

A su turno, las fuentes chilenas remiten al “Boletín de la Guerra del Pacífico”, creado por el Presidente Aníbal Pinto el 1ero de abril de 1879, y que publicó sistemáticamente los partes e informes del conflicto generados por su oficialidad. En dicho Boletín no se menciona la batalla de Canchas Blancas, más sí algunas pequeñas avanzadas de la caballería chilena sobre Oruro y Potosí, en número nunca superior a las treinta unidades.

Al respecto, el historiador boliviano Roberto Querejazu dedica solo un párrafo de su clásico “Guano, Salitre y Sangre” a un “encuentro con los chilenos” en la zona, por lo que, de haberse producido, difícilmente pudo tratarse de un encuentro de gran magnitud. Finalmente, un detalle no menor es que, hasta ahora, no se ha encontrado el “sitio arqueológico” de la batalla de Canchas Blancas, cuando un enfrentamiento importante deja huellas tales como restos óseos, trozos de uniformes, armas, balas etc.

Conscientes de que sobre la materia no alcanzaremos un rápido consenso, detengámonos a analizar sus soportes metatextuales. Lo primero que salta a la vista es que los sudamericanos seguimos aferrados al positivismo histórico y buscamos en los historiadores a los “jueces del pasado” quienes, con documentos, pugnan por demostrar la verdad o falsedad del acontecimiento. Al respecto, la Batalla de Canchas Blancas es prototípica y nos muestra a académicos de uno y otro lado librando su propio combate por la historia[ii] por defender la postura de su país.

Lo segundo remite a la mirada nacionalista del siglo XIX, cuando resultaba heroico entregar la vida por la defensa del último centímetro del territorio nacional. Y este es el escenario que ha montado Evo Morales al escenificar una supuesta victoria militar de Bolivia sobre Chile, como colofón simbólico de la participación de su país en la fase oral del litigio en La Haya. Es en este sentido que defino la batalla de Canchas Blancas como una “tradición inventada”, como diría Eric Hobsbawm, pues su recordación persigue la finalidad de unificar la nación a través de la creación de un imaginario victorioso -novísimo en tanto que conmemoración- y establecer su analogía con la causa de su país en la Corte Internacional de Justicia, independientemente de si la batalla tuvo o no lugar[iii].

Sobre el juicio de Bolivia a Chile en La Haya, ya me he pronunciado: si las partes le quitasen al concepto de soberanía la enorme carga nacionalista que depositan sobre él, la cuestión se reduciría a un puerto. En todo caso, la exaltación de una batalla, real o imaginaria, de la guerra del Pacífico, no parece el mejor camino para acercar a Bolivia al mar, máxime si, eventualmente, tendría que concertar con Chile dicha posibilidad.

[i] Historiador, Docente en Universidad de Lima, PUCP y UPC.

[ii] En Referencia a Combates por la Historia, título del célebre texto del historiador francés Lucien Febvre

[iii] Véase Hobsbawm, Eric. La invención de la tradición. Barcelona, Crítica, 2002

Publicado en El Dominical de El Comercio, edición del 21 de abril de 2018

La Llamada de Mario

Nobel de literatura Mario Vargas Llosa

 

La Llamada de Mario

Acabo de terminar “La llamada de la Tribu”, conjunto de ensayos de nuestro nobel Mario Vargas Llosa acerca de los pensadores liberales que lo forjaron ideológicamente. Comenzaré con una observación: la introducción me supo un tanto sencilla pero invita a leerse después de concluida la obra, a ver qué nuevas reflexiones nos sugiere.

Tras un incierto primer capítulo sobre Adam Smith, se revela finalmente “el escribidor”: desde el trabajo sobre José Ortega y Gasset, hasta el que dedica a Jean François Revel, La Llamada de la Tribu es una obra de un absoluto deleite estético, con magníficas reflexiones que se construyen sobre la base de acercamientos biográficos a los autores materia de estudio, para luego sumergirnos en las profundidades de su pensamiento y en los recovecos de su producción bibliográfica. El hilo transversal del libro sugiere que la libertad, en su sentido más amplio, ha prevalecido sobre paradigmas totalitarios que anunciaban sociedades cerradas (Popper) como lugar de llegada de la historia.

En las líneas de “La Llamada”, Vargas Llosa nos narra los azares que tuvieron que pasar pensadores de la talla de Ortega y Gasset, Hayek, Popper, Aron, entre otros, para mantenerse firmes en sus idearios relativistas y seculares. La tarea no fue fácil pues aquellos los colocaron en abierta confrontación con las grandes utopías del siglo XX y la preeminencia, en las esferas académicas e intelectuales, de la idea de la predictibilidad de la historia, máxime si esta podía alcanzarse a través del marxismo y el estructuralismo.

En otros pasajes de su texto, el nobel dirige sus críticas a los principales representantes del giro lingüístico quienes, según él, habrían complicado la filosofía al punto de alejarla del hombre, de la sociedad y de lo inteligible. En esa línea, Jacques Lacan, entre otros, son presentados casi como farsantes cuyos galimatías lingüísticos están vaciados de cualquier sustancia. Por ello, la denuncia del narrativismo por Vargas Llosa nos ha llevado a preguntarnos si acaso la “Llamada de la Tribu” no es el esbozo de un nuevo paradigma filosófico, cimentado sobre bases libertarias y humanísticas.

Asoma en la “Llamada de Mario” un elemento conservador. Este se visibiliza en su crítica sin atenuantes a cualquier manifestación de la sociedad y el pensamiento, entre los siglos XIX y XX, que presente algún sesgo izquierdista. En esa línea, fustiga con dureza al infatigable marxista Jean Paul Sartre por insertarse laboralmente en el París ocupado por Adolfo Hitler; en cambio, es benévolo con José Ortega y Gasset, y su vuelta a la España del “generalísimo” Francisco Franco a transitar las dos últimas décadas de su vida. Asimismo, Vargas Llosa escamotea cualquier aporte a las revoluciones juveniles de 1968 y a los ecuménicos cambios de horizontes y de mentalidad que, para nosotros, trajeron consigo.

Finamente, la idea central que nos deja “La Llamada de la Tribu” es que la libertad, ejercida como credo ideológico, y el neoliberalismo económico son dos cosas muy distintas. En cada uno de sus ensayos, Vargas llosa se esfuerza por levantar las banderas de los derechos civiles y humanos, la democracia política, la justicia social y la igualdad de oportunidades, sin los cuales ni el libre mercado, ni ninguna franquicia económica lograrán el cometido de elevar al hombre a la más alta dimensión humanista y civilizadora.

“La Llamada de la Tribu”, de Mario Vargas Llosa, apunta a obra maestra. Los años, o las décadas, nos indicarán si señalará el camino hacia la construcción de los nuevos paradigmas que pide a gritos la civilización occidental del siglo XXI, tan tendiente al pasadismo, al galimatías lingüístico y al consumo vacuo de la tecnología informática.

 

Sobre el APRA, para variar

Sobre el APRA, para variar

Ilegal directiva debe cederle el paso a nuevas generaciones. Foto: Hernán Hernández, La República

De nuestro país, de su corrupción y su informalidad se pueden decir muchas cosas, pero no seamos mezquinos. Algo se ha avanzado en institucionalidad, de lo contrario tantos líderes políticos no afrontarían hoy los problemas que afrontan ante la justicia y la fiscalía no podría allanar sus casas como viene haciéndolo. Es imperfecto, claro, pero hace un par de décadas sería impensable tener presos a un expresidentes, a uno fugado a USA y a otro recién indultado, pero con un futuro cercano muy incierto.

Con el APRA pasa algo similar, nuestros organismos electorales pueden ser todo lo imperfectos que se quiera, pero mal que bien ordenan y fiscalizan elecciones, tanto como la marcha de los partidos. De manera que a estos ya no se les puede manejar arbitrariamente, ni coparse sus esferas directivas a dedo o al caballazo como en tiempos del “pisco y la butifarra”.

Hoy los militantes de cualquier partido que viesen atropellados sus derechos de militantes, o los estatutos de su agrupación, o la ley de partidos políticos tienen el derecho de recurrir al Estado en busca de amparo (a eso se le llama ejercicio de la ciudadanía por si acaso) y recurrir al JNE para que aplique la ley y dirima la denuncia a procesos internos viciados. Pues así ha sucedido en el APRA. Compañeros: bienvenidos al siglo XXI.

Desde las elecciones generales de abril, en las que tuve el honor de representar a la estrella de Haya de la Torre, no me cansé de señalar que al APRA había que renovarla toda y que eso pasaba por un proceso de institucionalización de todos sus procesos internos. Alan García y su círculo cercano, sin embargo, se negaron a darle el paso a quienes, a la luz de un paradigma más contemporáneo, querían transitar al PAP al siglo XXI, para comenzar por fin a hacer las cosas de acuerdo a estatutos y en respeto de la voluntad mayoritaria de la militancia.

Con oponerse a un proceso irreversible, García, Mulder y Elías solo le han hecho perder tiempo a quienes quieren relanzar el APRA a la sociedad y que ya han logrado que el JNE ANULE LOS RESULTADOS DEL XIV CONGRESO NACIONAL HACE MÁS DE UN MES. Con ello, resulta que ni Alan García es Presidente del PAP, ni Elías Rodríguez es su Secretario General, ni Mauricio Mulder es el Presidente de su Comisión Política y que NINGUN PLENARIO DE ULTIMA HORA CONVOCADO POR DICHA DIRECTIVA TIENE NINGUNA VALIDEZ TAMPOCO.

De hecho, mantenerse por la fuerza en el local de Alfonso Ugarte, a pesar de la resolución del JNE, constituye un ilícito frente al cual esperamos que la Asamblea permanente de las bases, que con gran decisión se ha autoconvocado en la sede del Comité Distrital de San Borja, interponga pronto las medidas cautelares necesarias para que las autoridades apócrifas del PAP abandonen la sede central de su organización. Paso seguido debe iniciarse, bajo la dirección del JNE junto a una intachable comisión de notables apristas, el proceso de normalización que coloque al APRA de nuevo a derecho y en la capacidad de ofrecerle servicios públicos de calidad, tanto como justicia social, a la ciudadanía.

Poco importa, la verdad, a estas alturas, participar o no en las regionales-municipales de octubre. ¿A razón de qué? Tantos años de malas prácticas dificultan ofrecerle desde ya a la ciudadanía la seguridad de candidaturas idóneas formadas en los principios ideológicos y MORALES del aprismo y su generación fundadora. No hay peor error que no identificar aquella transición tras la cual la historia, definitivamente, te ha superado. Felizmente hay una nueva generación de militantes apristas dispuestos a hacer las cosas bien. Es momento de darles la oportunidad.

Los Fujimori

 

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Los Fujimori

La enemistad entre los hermanos Fujimori comenzó en agosto de 1994, cuando Keiko Fujimori fue designada Primera Dama de la nación, luego de producirse el divorcio de sus padres: el Presidente Alberto Fujimori y la Sra. Susana Higuchi. No voy a referir los lamentables sucesos alrededor de aquella separación, pero sí que la designación de Keiko supuso el relego de Kenji, aquel niño que acompañaba a su padre a los mítines y que se hiciese del cariño popular visitando programas con alto rating como “Aló Gisella”, conducido por la “señito” Gisella Varcárcel.

Aquella situación cambió por completo la vida de estos hermanos. Keiko se asoció súbitamente al poder y se convirtió en la bonita y joven Primera Dama que acompañaba al Presidente en sus visitas protocolares. Y mientras aquella se hacía con la popularidad de la que antes disfrutaba Kenji; este, durante el resto de la dictadura de su progenitor, limitó muchísimo sus apariciones públicas, más bien asociadas a su perro puñete, su amistad con el teniente Valer y sus estudios universitarios en Japón.

Al caer la dictadura Fujimorista, la sucesora “natural” del prófugo Alberto fue Keiko. En efecto, fue con ella que los fujimoristas se reagruparon y postularon a la radical Martha Chávez a la Presidencia el 2006, elección en la que Keiko resultó nominada congresista con la más alta votación, lo que la dejó expedita para tentar la primera magistratura de la nación en 2011. Así lo hizo ese año y también en 2016; las dos veces perdió, pero quien obtuvo la máxima votación congresal en ambas ocasiones fue su nunca olvidado hermano: Kenji Fujimori.

El problema del liderazgo y de la sucesión estaba entonces planteado: el mismo Kenji tuiteó alguna vez “Keiko 2016 y Kenji 2021”. Al contrario, la hermana, en su segunda candidatura presidencial, declaró, con cierta arrogancia, que ningún Fujimori postularía el año del Bicentenario. Y así llegamos a la situación actual, con la lidereza de Fuerza Popular incapaz de recuperar el buen humor político, y con su hermano jugando a sus espaldas, “robándole” congresistas, indultando al convicto padre, renunciando a Fuerza Popular, en el trance de crear nuevos partido y bancada, y presentándola como la “Llorona”, en alusión a una popular canción mexicana.

He realizado todo este recuento para arribar a conclusiones muy simples. La primera, el rompimiento de Fuerza Popular es una realidad, tanto como lo es la terrible enemistad entre los hermanos Fujimori, por lo que lo más probable es que lo que se quebró no vuelva a unirse. La segunda, existe la posibilidad de que en 2021 los dos hermanos Fujimori postulen a la presidencia, pero solo uno alcanzaría la segunda vuelta. La tercera, que contradice a la segunda, Keiko Fujimori está a un tris de iniciar un irreversible proceso de agonía política al jugársela otra vez por la vacancia presidencial y abrirse de nuevo la posibilidad de perder su apuesta a manos de Kenji y cinco o diez “avengers” más, sacados de debajo de la manga, y en el último minuto.

Esta historia, que no ha terminado de escribirse, tiene a la división del fujimorismo como telón de fondo. Sin embargo, una constante que no hay que perder de vista es que ni Keiko ni Kenji son referentes democráticos creíbles; al contrario, una vez en el poder la inercia autoritaria instalada en ambos los llevará a tramar quedarse todo el tiempo posible y al margen del orden constitucional. Del otro lado de la mesa, es tarea urgente fortalecer y crear partidos políticos institucionales para derrotar al fujimorismo en las urnas, que es donde corresponde iniciar las auténticas revoluciones democráticas.

 Fuente de la Foto: http://www.cronicaviva.com.pe

Sobre la crisis de Europa

 

 

Sobre la crisis de Europa 

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¿Sobrevivirá Europa?

Crisis, que duda cabe, terrorismo, brexit, separatismo catalán, nacionalismos en Francia y Alemania, crisis económica sin resolverse desde 2007 y parece que cada quien quisiera salvar lo que puede.

¿Pero están Europa y su unión política a punto de estallar? ¿O el triunfo de Macron en Francia y los 399/706 parlamentarios obtenidos entre socialcristianos y socialdemócratas en Alemania nos hablan, más bien, de un sentido común en favor de la Unión?

Todos los imperios de la historia se derrumbaron alguna vez, hasta el romano, La UE caerá algún día, quién sabe si la democracia o el capitalismo, pues las fuerzas históricas nos sorprenden a cada momento. Pero, si algo he comprendido de la historia es que viene por oleadas, y yo no veo una oleada nacionalista tan fuerte como para cambiar las bases económicas e ideológicas del complejo mundo de hoy.

Veo, más bien, una crisis económica a la que Europa le encontrará algún remedio, veo un estado de bienestar renegociándose constantemente pulsado por el neoliberalismo y, tal vez, una Europa un poco más pequeña, pero Europa al fin y al cabo y obligada a ser más competitiva porque hace más de un siglo que dejó de estar sola.

¿Y qué pasa fuera de Europa? Trump se irá más temprano que tarde y de sus excesos sobrevendrá una corriente de rectificación, conservadora. Pero están los fundamentalismos islámicos, la no solución del enfrentamiento secular entre occidente y el mundo musulmán más parece una estructura que permanece a lo largo de los siglos y de las mentalidades, que son las que más tardan en cambiar como diría Braudel.

Con o sin Cataluña, Europa no se cae mañana, reculará para re-hacerse, pero en este mundo de bloques y regiones, Francia y Alemania no van a romper su alianza, no a la vuelta de la esquina, la orfandad es una condena a la intrascendencia que no van a aplicarse a ellos mismos, aunque asi lo quieran Marie Le Pen en Francia y la neonazi AfD en Alemania.

No hay golpe de timón a la vista, sino consolidación, paulatina, del status quo.

Independentismo catalán, agrava la crisis de Europa

Daniel Parodi

#ConfianzaParaLaDemocracia

 

#ConfianzaParaLaDemocracia

Es hora de defender el orden constitucional del autoritarismo fujimorista

Cuando en diciembre de 2016 se censuró al ministro de Educación Jaime Saavedra, un sector de nuestra política se movilizó pidiéndole al gobierno del presidente Kuczinsky que cierre el Congreso. Entonces estuve en contra de la medida, no me parecía sano para la democracia disolver el parlamento. Más bien, el asunto me trajo a colación el tristemente célebre mensaje presidencial de Alberto Fujimori a la nación, la noche del 5 de abril de 1992, donde no solo disolvió el Congreso, sino la democracia entera.

Han pasado casi 9 meses desde la censura a Saavedra y la mayoría parlamentaria fujimorista ha hecho de este un país absolutamente ingobernable. Yo pensaba, la verdad, que los tiempos de los congresos obstruccionistas habían pasado y que el Perú comenzaban a comprender esto del juego de la democracia, en donde las partes se tienen que poner de acuerdo para que un país sea gobernable y le traiga progreso a la gente. Los tres congresos anteriores, con todos sus bemoles, así lo demostraban.

¿Cuál es la sutil diferencia? En los tres congresos anteriores el fujimorismo no tenía mayoría absoluta y ahora sí la tiene. Y el resultado no podía ser distinto, el fujimorismo está actuando coherentemente con lo que es y nos ofrece apenas una pequeña muestra de lo que sería si hubiese llegado o si llegase mañana a controlar el poder ejecutivo: una fuerza absolutamente copadora y vertical, encaramada en el aparato del Estado, repartiendo prebendas y psicosociales a diestra y siniestra para tener contenta a la gente, con la hoy enmudecida Keiko Fujimori subida en un tractor, emulando a su padre, abrazando a la gente en los lugares más remotos del Perú, haciéndose querer. Y al demonio la Constitución, la República, los derechos civiles, las minorías, en suma, la democracia, total ¿no decía Odría que la democracia no se come?

Yo me opuse al cierre del Congreso en diciembre de 2016; era pronto. Lo que hoy puede parecernos tautológico, irremediable, con una fuerza obstruccionista como el fujimorismo controlando el Legislativo, tenía que evidenciarse ante la nación. Las cosas debían pasar, no podían presumirse. De lo contrario, estaríamos usando los mismos métodos vedados que hoy el Premier Fernando Zavala ha decidido combatir solicitando al Congreso Nacional la cuestión de confianza a su gabinete, asociada a la permanencia de la ministra de educación Marilú Martens al frente de su cartera.

Entonces no nos equivoquemos, el Poder Ejecutivo no se ha demorado en tomar la decisión: el Perú necesitaba ver una vez más el peor rostro del fujimorismo para así legitimar la cuestión de confianza ante la nación. Y ahora  todos hemos visto a Héctor Becerril negociando por debajo de la mesa con el radicalísimo Pedro Castillo. ¿Qué canjearon?: pues la desestabilización del mismísimo gobierno del Perú a cambio de que el Conare-Movadef (¿alguien dijo Sendero?) desplace a Patria Roja de la dirigencia magisterial. El país entero presenció aquel diabólico pacto aunque no hayamos terminamos de saber ¿quién era finalmente el diablo en este aquelarre de terroríficas máscaras?.

Algo me quedó claro desde el principio: aquí la lucha es de la democracia contra el clientelismo-autoritario que el fujimorismo representa y por eso, también desde el principio, no me ha costado nada tomar partido. Vamos entonces por la cuestión de #ConfianzaParaLaDemocracia porque es ella la que está en juego.

Daniel Parodi Revoredo

@parodirevoredo

Huéspedes Guerreros: el batallón Sucre en el sur del Perú (1879 – 1880)

Estimados amigos/as:

Con agrado les adjunto la presentación (prólogo) que escribí para el libro “Huéspedes Guerreros: el batallón Sucre en el sur del Perú (1879 – 1880)” del historiador y actual embajador de Bolivia en el Perú Gustavo Rodríguez Ostria. Espero les resulte de su agrado. Recomiendo vivamente la lectura del libro.

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Con Gustavo Rodríguez Ostria en la presentación de su último libro en la FIL 2017

 

Presentación

Dice Habermas que “el Estado nación defendió sus límites territoriales y sociales de forma enteramente neurótica”[1] y no le falta razón. El siglo XIX vio a sociedades enteras desangrarse en guerras fraticidas debido a que la comunidad de origen, la particularidad nacional, se volvió más importante que los derechos del hombre consagrados y divulgados por los franceses desde 1789.

A pesar de sus actuales incertidumbres, pocas dudas quedan respecto de que Europa ha superado el escalón del patriotismo y se ubica en una estación post-nacional que se observa en su cotidianidad,  en la poca importancia asignada a sus fronteras y en sus jóvenes que ya comienzan a definirse como l´Europe y a colocar en las ventanas de sus apartamentos, la bandera azul con el círculo de las pequeñas estrellas amarillas.

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Carátula del libro

Al contrario, América Latina se encuentra en un proceso de transición que es, en realidad, un limbo. Por un lado hemos comprendido de qué trata la globalización y buscamos concurrir a ella a través de gabinetes binacionales, Tratados de libre comercio y foros económicos como la Alianza del Pacífico. No obstante, la dimensión nacional se mantiene incólume. Nuestras fronteras y su defensa comprometen íntimos sentimientos, tanto como la creencia de que el territorio, hasta su último centímetro, debe ser defendido con la sangre. Desde  ese horizonte seguimos difundiendo en la escuela relatos históricos cuya finalidad es diferenciar la comunidad nacional de las vecinas, tanto como explicar la propia a base de la toma de conciencia de que existen otras que eventualmente podrían hacerle daño.

En el Perú, el relato de la Guerra del 79 cumple, al igual que en Bolivia y en Chile, el rol de acentuar las diferencia y consolidar la autoimagen del yo colectivo. La guerra nos atrae como el sol a la fertilidad y entonces narramos las batallas contra el otro, pero solo las batallas, de manera que reducimos la relación entre dos partes exclusivamente a la conflagración bélica y dejamos de lado todo lo demás. ¡Qué poderosa es la herencia del positivismo histórico, cuán vigente está!

De aquella narración al imaginario colectivo hay solo un paso. Este lo produce la sociedad misma cuando se representa el pasado a través de imágenes tan simples como poderosas y estables, a las que dota de un inmemorial pero discutible contenido de verdad.  El imaginario busca explicar la realidad del pasado y el presente en pocas palabras y entonces “Bolivia nos metió a la guerra, retrocedió a Arica desde Camarones y después de la batalla de Tacna se retiró de la conflagración  para dejarnos solos en ella”. No hace falta más. Cualquier peruano que maneje este discurso sabe de Bolivia lo básico que debe saber desde el paradigma nacionalista, ese que le hizo a Voltaire en su Diccionario Filosófico que “es triste que muchas veces para ser un buen patriota sea necesario ser enemigo del resto de los hombre”.

Y es por todo eso que Amarillos de  Gustavo Rodríguez Ostria, historiador boliviano y embajador en ejercicio de Bolivia en el Perú, es un aporte sustancial para cambiar de enfoque, de mirada  y de discurso pues apunta directamente al corazón del imaginario reseñado y le responde claro: las legiones del ejército boliviano comenzaron a llegar a Tacna desde el 30 de abril de 1879; es decir, apenas unas cuantas semanas después de la declaratoria de guerra de Chile al Perú, el día 5 del mismo mes y año. Entre ellas se encontraba el batallón Sucre, en el que esta obra centra su atención.

Al mismo tiempo, Rodríguez Ostria enfatiza en aspectos fundamentales que, siendo conocidos, no se difunden en las obras de divulgación, ni en videos documentales, ni en la escuela, siendo estos los principales vehículos de transmisión del relato historiográfico. Su conclusión, anticipada, atraviesa el texto: los bolivianos estuvieron, lucharon y murieron en todas las batallas de la campaña terrestre hasta Tacna. Lo hicieron en el desembarco de Pisagua, en Dolores o San Francisco, en Tarapacá y en el Campo de la Alianza.

No es la intención de Rodríguez Ostria negarse a estudiar la cuestionada retirada de Camarones, ordenada por el Presidente Hilarión Daza; la relata, asume lo conocido, los imaginarios subyacentes y hace la autocrítica. Pero su foco de atención radica en el antes y el después de dicha maniobra militar y que en todos los casos compromete a bolivianos muriendo en territorio peruano, honrando su compromiso con el aliado. Visto todo el horizonte, Camarones parece lo excepcional en la participación de Bolivia en la guerra del 79 y no el acontecimiento que la define. Debe sumarse a esta reflexión, que la decisión de Daza originó tal conmoción en su país que fue relevado y que el golpe de estado en su contra lo inició el coronel Eleodoro Camacho; es decir, la destitución de quien se negase a cruzar el desierto se generó en el ejército boliviano acantonado en Tacna, en el Perú.

Lo central del relato, qué duda cabe, es la batalla de Tacna o Campo de la Alianza del 26 de mayo de 1880 en el que combaten 8930 soldados de la Alianza, de los cuáles 4225 son bolivianos. Su preciso y dramático relato se lo dejo al lector, pero lo cierto es que el mayor número de fuerzas de reserva en las filas enemigas logró revertir dos avanzadas del ejército aliado, el que finalmente, al no contar ya con más elementos para repeler el segundo contraataque chileno, se vio obligado a batirse en desordenada retirada.

La narración del enfrentamiento se centra principalmente en los movimientos del ala izquierda del ejército peruano-boliviano, donde la batalla fue más cruenta porque se trató de la zona elegida por el enemigo para intentar desbordar a su contrario y envolverlo. En esa ala se encontraban varios batallones del país aliado entre ellos los Amarillos del Sucre cuyas bajas superaron el 80% de sus plazas; de allí el dantesco espectáculo: “casi todos han muerto, son tres guerrillas de cadáveres”[2].  Tras la batalla de Tacna, y luego de permanecer pocas horas en esta ciudad, enrumbaron hacia el interior del país los sobrevivientes peruanos de la lid y hacia su patria los bolivianos.

Llama la atención que el enfrentamiento decisivo de la fase terrestre de la Guerra del 79 amerite tan poca recordación en el Perú, quizá se deba a la ausencia en el Campo de la Alianza de imágenes gráficas que exalten el patriotismo, tan románticamente utilizadas por el positivismo histórico. A Tacna le falta todo lo que le sobra a Arica: un morro que defender, un valiente coronel resistiendo hasta quemar el último cartucho, un joven acaudalado saltando a su muerte antes de rendir el pabellón nacional. En el Perú, hemos decidido recordar y premiar a Tacna por lo que hizo después, por su resistencia a la ocupación, solo a Arica la recordamos por su batalla, quizá porque finalmente la perdimos, en 1929.

El relato de Rodríguez Ostria concluye en los hechos inmediatamente posteriores a la batalla de Tacna, mientras que, en paralelo con el retorno de los restos del ejército boliviano a su país, comenzaba a difundirse el imaginario de que precisamente allí, en el Campo de la Alianza, un 26 de mayo de 1880, Bolivia abandonó al Perú dejándolo solo a su suerte y con la guerra a cuestas. Sin embargo, dos investigaciones, como la que publiqué en 2001 y otra más reciente de Mario Nuñez Mendiguri, de 2012, aportan luces sobre la continuidad de Bolivia en la Alianza hasta la dispersión del ejército del sur, acantonado en Arequipa, el 25 de octubre de 1883 y que fue el triste resultado de una inopinada consulta popular que motivó su posterior levantamiento[3].

Es así que en el lapso de tiempo que separa a la batalla de Tacna de la ocupación chilena de Arequipa, Bolivia mantuvo su respaldo al Perú, el que hizo efectivo tanto pecuniariamente como a través del envío de armamento desde La Paz a la Ciudad Blanca, donde Lizardo Montero estableció la sede del gobierno nacional el 31 de agosto de 1882. Asimismo, el país altiplánico realizó gestiones ante Chile a nombre de la Alianza para alcanzar la paz, rechazando en simultáneo las reiteradas proposiciones del enemigo, que le ofrecía cederle Tacna y Arica –léase una salida al mar- a cambio de abandonar al Perú y pasarse al bando enemigo en plena conflagración. Finalmente, cuando Arequipa fue ocupada, importantes batallones del ejército boliviano, dirigido por su presidente Narciso Campero, se encontraban en Puno, territorio peruano, de acuerdo con una estrategia militar acordada previamente, y que consistía en que las fuerzas aliadas confluyeran en la ciudad lacustre para resistir la invasión desde allí. Como hemos ya señalado, los sucesos del 25 de octubre de 1883 frustraron esa posibilidad[4].

Los estados, y sus gobiernos, son responsables ante sus pueblos. Mientras en la escuela los capítulos de historia que tratan la guerra del 79 sigan siendo los estelares, cuando no los únicos con los que nuestra sociedad le cuenta a sus hijos quien es Bolivia y quien es Chile (y viceversa), seguiremos criando en el nacionalismo a los ciudadanos del mañana. Es la escuela en donde debemos enseñar que Bolivia no es el traidor que se piensa, tanto como divulgar otras historias, las positivas, las cotidianas, las que unen a los pueblos y no solo los épicos relatos de héroes espectaculares, de grandes batallas, de sangre y de muerte, los mismos de siempre, los que nos hacen conceptuar al otro desde el orgullo, el rencor y la recíproca desconfianza.   Sirva pues este libro para hermanar dos pueblos unidos desde la historia, la geografía y la cultura: el Perú y Bolivia.

[1] Habermas. Jürten. Más allá del Estado nacional. México, Fondo de Cultura Económica, 1998. p. 191

[2] Véase Parodi, Daniel. La laguna de los villanos. Bolivia, Arequipa y Lizardo Montero en la Guerra del Pacífico. Lima, Fondo editorial PUCP e IFEA, 2001 y Nuñez, Mario. Puno en la Guerra con Chile. Puno, Mario Nuñez, 2012.

[3] Véase Parodi, ibid.

Valores e Ideales del Aprismo del siglo XXI

 

VALORES E IDEALES DEL APRISMO DEL SIGLO XXI

DECÁLOGO

Por: Daniel Parodi Revoredo

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Queridos compañeros y compañeras:

El presente decálogo busca contribuir con los dirigentes regionales, provinciales, distritales y de sectores del Partido Aprista Peruano en su sacrificada labor de orientar y formar ideológicamente a nuestros compañeros a nivel  nacional.

En tiempos de crisis partidaria, en los que la dirigencia nacional, con mandato vencido, ha abdicado de su responsabilidad de formar apristas, el presente decálogo busca ser un manual sencillo y destinado a la difusión para formar a los jóvenes apristas que recién se incorporan a nuestro movimiento y también para que  los militantes de siempre puedan pensar el aprismo del siglo XXI y renovarse en los valores y principios que nos inspiran.

  1. Defensores de la democracia

Desde la década de 1930, el aprismo se alzó como la fuerza política que le abrió paso a la democracia y a la justicia social en el Perú enfrentando dictaduras tan feroces como las de Sánchez Cerro, Benavides y Odría. También la dictadura fujimorista persiguió al aprismo. Por esta razón, todo aprista debe defender la constitución, la institucionalidad democrática, la vigencia de la más irrestricta libertad e independencia de los poderes del Estado. En sentido contrario, todo aprista debe insurgir ante cualquier amenaza contra la democracia venga de donde venga y sin importar el color político que dicha amenaza tenga.

  1. Defensores de la justicia social

El Apra es el Partido del Pueblo, su compromiso, desde su fundación, fue con los más pobres y también con las clases medias emergentes como hoy lo son los comerciantes informales que con su trabajo han sacado adelante al nuevo Perú. Toda política y planteamiento programático del aprismo debe apuntar a la lucha contra la pobreza y a la superación de esta a través de la educación y el trabajo. El Aprista debe apoyar toda iniciativa pública o privada que apunte a mejorar la calidad de vida de los peruanos, al mismo tiempo que elaborar y proponer iniciativas que fortalezcan las oportunidades del sector informal para progresar y formalizarse.

  1. Defensores de los derechos humanos y civiles

Hay compañeros que, debido a la dramática falta de adoctrinamiento de nuestra militancia por el abandono del que es sujeto el partido por parte de su dirigencia nacional, con honrosas excepciones, piensan que los derechos humanos y civiles son cuestión de “caviares”, “rábanos” y “rojos” porque estos sectores últimamente se han posicionado en estos temas. Nada más alejado de la verdad, fue el Apra misma quien trajo las nociones de derechos humanos y civiles al Perú.

En el primer caso, invocándolos para la defensa de la libertad e integridad de nuestros viejos compañeros presos, torturados, y en peligro de muerte. Recordemos que grandes personales mundiales como Albert Einstein y Romand Rolland invocaron los derechos humanos para defender la vida de nuestro Jefe Víctor Raúl cuando sufría la persecución de implacables dictaduras.

Además, la Declaración Universal de los Derechos Humanos fue establecida por la ONU en 1948 para evitar que vuelvan a presentarse crímenes de lesa humanidad como los que cometió el nazismo en la 2da Guerra Mundial.  Por esa razón, todos tenemos derecho a un juicio y a que se nos aplique la ley si cometemos delitos; lo que nadie puede hacer, y menos el Estado, es tomar las justicia en sus manos y torturar, privar de su libertad o eventualmente matar a alguien sin que sea juzgado.

Respecto de los derechos civiles, TODOS FUERON OBTENIDOS POR EL APRA Y POR LA LUCHA APRISTA DE DÉCADAS. Desde el voto femenino que propusimos en la constituyente de 1931, antes la jornada de las 8 horas que conquistamos en 1919, hasta el sufragio universal y el voto al analfabeto que conquistamos a través de nuestra Constitución de 1979, todas son conquistas apristas. De modo que un aprista solo puede estar a la vanguardia de los derechos civiles.

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  1. Defensores de la inversión extranjera para el desarrollo

Ya desde El Antimperialismo y el APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre señaló que Indoamérica necesitaba los capitales y la tecnología del imperialismo para desarrollarse industrialmente y generar riqueza. Pero señaló que ese desarrollo depende de la manera como llegue el imperialismo. Si este llega a llevarse los recursos sin dejar nada, es malo; en cambio, si llega a compartir su tecnología y dejarnos buenas regalías promoverá el despegue del país.

Por eso, como apristas debemos promover la inversión extranjera dentro de un plan de transformación de nuestra estructura productiva para dejar de ser un país exportador primario y convertirnos en un país desarrollado. Para ello, los capitales y tecnología extranjeros son el primer paso pero junto a él es imprescindible una política educativa-tecnológica de primer nivel, tanto como una capacitación de nuestra clase trabajadora para estar preparados para asumir el desafío de la transformación productiva-industrial.

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  1. Promotores de ciudadanía

Cuando Haya de la Torre fundó las Universidades Populares Gonzáles Prada lo hizo porque comprendió que el Perú de entonces era un país feudal en donde las masas indígenas relegadas al analfabetismo no conocían los derechos ciudadanos que les eran sistemáticamente negados. Por eso Víctor Raúl comenzó el trabajo con los obreros de las fábricas aledañas a Lima y las ciudades para capacitarlos y generar una clase obrera educada y consciente de sus derechos que esté dispuesta a defenderlos hasta las últimas consecuencias.

A pesar del tiempo transcurrido, la situación no es muy diferente. La gran mayoría de peruanos no ha leído la Constitución y no sabe sus derechos por lo que muchas veces es víctima de abusos por parte de la autoridad o de sus empleadores. Es deber del Apra, como parte de su tarea de fortalecimiento de la democracia, formar cuadros, desde los militantes de base hasta los dirigentes nacionales, preparados como ciudadanos conscientes, defensores y difusores de sus derechos civiles, laborales, humanos y constitucionales.

  1. Formadores de cuadros políticos

Como paso complementario al anterior, el Apra debe volver a ser escuela de cuadros políticos como lo fue en el pasado y desgraciadamente ha dejado de serlo. Un cuadro aprista no puede ser como uno fujimorista, como esos parlamentarios con títulos universitarios “bamba”, o como ese congresista que, siendo médico, sostuvo en una comisión del congreso que leer producía Alzheimer.

No olvidemos que cuadro aprista fue para empezar nuestro Jefe Víctor Raúl, y además de él, Luis Alberto Sánchez, Antenor Orrego, Manuel Seoane, Luis Heysen, Rómulo Meneses, Andrés Townsend, Arturo Sabroso, Luis Negreiros Vega y que, sin importar si fuesen profesionales o trabajadores, tenían un gran nivel de preparación política para convertirse en agentes revolucionarios de la democracia y la justicia social.

Por ello, todo aprista, solo para empezar, tiene que haber leído los siguientes libros:

  1. El Antimperialismo y el Apra (VRHT)

  2. Treinta años de aprismo (VRHT)

  3. Por la emancipación de América Latina (VRHT)

  4. Mensaje de la Europa Nórdica (VRHT)

  5. Haya de la Torre y el Apra (LAS)

  6. Testimonio Personal (LAS)

Esa es la formación básica mínima de todo militante aprista, lo que no excluye la capacitación en temas de actualidad, en cursos de gestión y gobierno etc., necesarios para el buen ejercicio de la función pública.

 7. La política como servicio público

Un aprista no debe venir al APRA a servirse de ella, si se trata de obtener beneficios, chambas, o, lo que es peor, de enriquecerse a costas del Estado, allí está el fujimorismo que trabaja así y cientos de movimientos regionales que son completamente corruptos. El Apra es un ejército civil de ciudadanos que quieren servir a la comunidad. Por eso cada aprista debe preguntarse si realmente lo que busca es sacrificarse por el pueblo como lo hicieron nuestras primeras generaciones y nuestros mártires de Chan Chan. Si el servicio público y a la comunidad no los inspira entonces deben dejar la institución.

  1. Opositores al clientelismo

En concordancia con el punto anterior, el Apra se opone a clientelismo y la corrupción. En el Apra no se trata de rodear a personas con poder para ver como beneficiarse de esa situación. En El Apra no se trata de ganar lealtades recorriendo los pueblos y ofreciendo regalos a la población como les gusta hacer a los hermanos Fujimori o a César Acuña.

Lo que el Apra busca es capacitar al pueblo a través de la educación dentro del Partido y desde el Estado, a través de la reforma y la mejora de la calidad de la educación, para dotar a todo ciudadano de las capacidades necesarias para acceder a la igualdad de oportunidades.

De este modo, el ciudadano través de un oficio, un negocio o una profesión podrá desarrollarse como ser humano y otorgarle bienestar a su familia y, a través de ella, a la sociedad. El Apra debe enseñar, formar, capacitar, y no regalar a cambio de favores. Esto no quita nuestra solidaridad y ayuda a los más necesitados en casos de emergencia como la situación por la que acaba de pasar nuestro país debido a los desastres naturales provocados por el Niño Costero

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  1. Formadores de valores y virtudes

El Aprista debe recibir del partido una sólida formación en valores, como la honradez, la honestidad, la solidaridad, el servicio a los demás, el respeto a los demás, la disciplina incluso en su vida privada. Haya de la Torre decía Joven prepárate para la acción no para el placer. Un aprista no bebe en exceso, no maltrata a su mujer, es un trabajador esforzado, hombre y mujer de familia, tiene valores positivos.

10.- Por un bloque económico indoamericano

En el plano internacional, el APRA mantiene su apotegma de la unión indoamericana pero adaptada a los tiempos de la globalización. Desde esa perspectiva, el impulso de la Alianza del Pacífico por parte de nuestro segundo gobierno es el inicio de un proyecto que debe continuar sumando economías indoamericanas para participar como bloque en el mundo. De esta manera, nuestras oportunidades de concurrir con éxito a la globalización serán mayores. No olvidemos que Haya de la Torre vio la economía-política mundiales como bloques desde la década de 1920.

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VIVA EL COMPAÑERO JEFE HAYA DE LA TORRE

POR LA RENOVACIÓN DEL APRA

POR LA JUSTICIA SOCIAL CON PAN CON LIBERTAD

EN CONTRA DE LA CÚPULA Y EL SECUESTRO INSTITUCIONAL DEL PAP

POR UN CONGRESO PRONTO Y LIMPIO

SEASAP COMPAÑEROS

  1. Daniel Parodi Revoredo

Neoclientelismo a la peruana

Neo-clientelismo a la peruana

El Perú republicano nació clientelista. Ante la partida de la administración española y la debilidad del Estado peruano, los líderes provinciales…
LIDERESA DE FUERZA POPULAR KEIKO FUJIMORI ACEPTA DEMOCRATICAMENTE LOS RESULTADOS DE LA ONPE

El Perú republicano nació clientelista. Ante la partida de la administración española y la debilidad del Estado peruano, los líderes provinciales -prefectos, hacendados, curas, caciques y oficiales del ejército establecieron redes políticas que implicaron cadenas de dones y contradones. Así se construyó nuestra política durante los primeros años de vida independiente.

Desde 1871, con el Partido Civil, tuvimos una organización parecida a un partido político, aunque tal carácter se lo han discutido la mayoría de sus estudiosos. También es discutible su origen: para Mc Evoy es la expresión de dos décadas de esfuerzos republicanos; para Yepes es la  mera reacción de los “salidos del guano” ante el contrato Dreyffus de 1869, que les arrebató el pingüe negocio del fertilizante que ansiaban los mercados europeos.

Pero el experimento civilista tuvo que esperar otro cuarto de siglo para cristalizarse durante la República Aristocrática (1895 – 1919) a través de una democracia censitaria, en la que solo votaban alfabetos, varones y contribuyentes. Sin embargo, Leguía frustró la transición desde una democracia censitaria hasta otra de masas, basada en partidos políticos, y le ofreció al país la alternativa de la dictadura. De allí la larga persecución al Apra de Víctor Raúl y a sus esfuerzos democratizadores, y la abrumadora contradicción de alcanzar la igualdad social a través de un general llamado Juan Velasco.

En los ochenta nos llegó la república moderna aunque nadie la ha llamado así. Tuvimos partidos de derecha, de centro e izquierda. Sin embargo, la globalización, las crisis económicas mundial y nacional, y el terrorismo comunista frustraron la consolidación de la fase madura de nuestra democracia; Fujimori se encargó del resto bajo su premisa maldita: “los partidos políticos no sirven para nada”.

Y, sin partidos, retomamos las antiguas formas clientelares, solo que potenciadas por la internet y el i-phone; y volvimos a los líderes provinciales de antaño revestidos con nuevos y patéticos ropajes: el informal (en el mejor de los casos); el rector que nunca estudió, el narco, el minero ilegal, el traficante de terrenos, etc. Todos ellos reinventaron las viejas clientelas, más leales mientras más dinero hay de por medio.

Se entiende que solo veinte de los setenta congresistas fujimoristas militen en Fuerza Popular, los demás son los referidos líderes provinciales que esta organización ha sabido sumar a sus filas con innegable habilidad. He allí la nueva política, la que remite derechito a los primeros años del Perú independiente. Institucionalidad cero: la República hay que reconstruirla toda, nuevamente, desde sus bases doctrinales.

“Los héroes apristas de la democracia”

“Los héroes apristas de la democracia”

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Los fusilamientos de Chan Chan, de Felipe Cossio del Pomar. Millares de apristas dieron la vida por la democracia en sangrienta revolución de Trujillo

El héroe mitológico poseía poderes especiales otorgados por los dioses, como Aquiles, invulnerable salvo en su célebre talón. El héroe moderno se vincula con la ideología nacionalista difundida en el siglo XIX, que buscaba prohombres (militares) que se hubiesen destacado en hazañas de combate realizadas en absoluta inferioridad de condiciones, y a los que se idealiza haciéndolos parecer perfectos.

De ese modo, ni Grau, ni Bolognesi, ni Cáceres cometieron nunca un error, ni siquiera en su quehacer personal, porque el error no cabe en las características de un héroe. Pasa lo mismo con Arturo Pratt, alguna vez un colega chileno me dijo que no debía ser tan buen marino para capitanear la Esmeralda, uno de los peores buques de su escuadra. Pero hechos así se omiten pues se trata de elevar al héroe a una categoría superior.

Ahora bien, a los comandos de Chavín de Huántar se les ha elevado a la categoría de héroes de la democracia. El tema me parece grave debido a lo que este título representa y debido, me permito decirlo, a mi filiación política que es la misma que la de Luciana León, autora del proyecto, quien le asigna al APRA, como antes Javier Velásquez, el inmerecido rol de mensajera del fujimorismo.

A Luciana León le recuerdo que el APRA tiene miles de héroes de la democracia a los que el Estado peruano no reconoce como tales. El primero se llama, se lo subrayo por si se le olvidó, Víctor Raúl Haya de la Torre, perseguido 30 años por luchar precisamente por las libertades civiles que hoy disfrutamos; héroes de la democracia son los caídos en Chan Chan en 1932 que se rebelaron contra la dictadura de Sánchez Cerro, lo es Luis Negreiros Vega, gran luchador sindical mandado asesinar por el dictador Odría, lo son mil cien autoridades apristas que fueron ultimadas por Sendero porque se negaron a dejar sus cargos a pesar de que estaban en las “zonas liberadas”, sabían que los iban a matar y no tenían una bala para defenderse. Por supuesto, existen otros tantos héroes de otros partidos políticos que encontraron la muerte de igual manera. Heroína de la democracia es María Elena Moyano y ya paro de contar.

No tengo nada contra nuestros héroes militares, ni contra los comandos de Chavín de Huántar, quienes merecen nuestro reconocimiento, pero héroes por la democracia son los que dedicaron u ofrecieron su vida por construirla o defenderla y si hubiese que sumar militares a la lista yo añadiría al Coronel Gustavo Jiménez que se levantó contra Sánchez Cerro y se quitó la vida antes de rendirse y al General Jaime Salinas quien encabezó un levantamiento constitucional contra el dictador Fujimori y fue preso por ello.

Qué pena el APRA, lo digo una vez más, tan mal dirigida que olvida a sus mártires, inmersa en infelices devaneos con el fujimorismo, que la militancia rechaza. La democracia, la nuestra, la peruana, nos es tan esquiva que si algo tiene es héroes civiles por millares, es a todos ellos a quienes debemos erigirles un monumento.

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