Archivo por meses: marzo 2011

LA INSTITUCIONALIDAD INCONCLUSA OPINIÓN SOBRE LAS ELECCIONES

Estimados amigos:

Comparto con Ustedes este artículo que he publicado hoy en PUNTO EDU, de la PUCP.

Siempre a la espera de sus comentarios

Daniel Parodi Revoredo

LA INSTITUCIONALIDAD INCONCLUSA
Sobre las próximas elecciones presidenciales y la historia del voto en el Perú.

La política peruana no sigue el patrón occidental

En los años ochenta transcurrieron mi pubertad y mi adolescencia. Entonces mi percepción del tiempo era mucho más inmediata que ahora. En esos días percibí —equivocadamente— que el espectro político nacional se organizaba a la manera occidental: había una derecha (AP y PPC), un centro (el APRA) y una izquierda (conglomerado de partidos marxistas). Quizá por ello me costó comprender los cambios que trajo consigo la caída del bloque socialista y la manera como éstos se amalgamaron con la realidad social del país. Manifestación de aquel proceso son las paradojas de la actual carrera electoral en donde los candidatos “sistémicos” buscan sintonizar con los sectores populares a través del circo mediático, mientras que el postulante “anti-sistémico” ofrece el discurso más político y la presentación más formal.

Contrariamente a lo que pensé, la agrupación de las fuerzas políticas peruanas en tres tendencias ideológicas era, en la década de los ochenta, una novedad que resultó efímera. Ciertamente, desde 1930 a 1968 nuestro país experimentó un accidentado proceso de institucionalización política que sólo se consolidó tras superarse el secular conflicto entre el ejército y la oligarquía en contra del APRA. Las dos primeras fuerzas buscaban mantener su status quo limitando la participación popular, mientras que la otra ofrecía un programa democratizador. Tras ello, la transición demográfica -y la falta de respuestas de la clase política ante ella- forzó la aplicación del plan reformista de Juan Velasco que acabó con las bases socio-económicas del poder oligárquico, dando paso así al ideologizado decenio de 1980.

Cuando aquel marco político no terminaba de cuajar, el planeta se vio sacudido por la caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, fenómenos globales que supusieron la debacle de las izquierdas políticas. No obstante, en otras latitudes, los partidos de derecha y centro mantuvieron sus posiciones y con ello sostuvieron, al menos en apariencia, la institucionalidad anterior. En el Perú las cosas fueron distintas. No sólo la izquierda marxista perdió posiciones sino que todos los partidos -sin importar su tendencia- experimentaron una grave crisis de legitimidad en una coyuntura signada por el descalabro económico y social. Al parecer, el velo ideológico de la Guerra Fría apenas había maquillado en el Perú una realidad social compleja y en transformación. Así, profundas fracturas socio-económicas se habían traslado del campo a la ciudad, la que se convirtió en el escenario ideal para la aparición de la economía y sociedad llamadas informales.

En dicho contexto, el fujimorismo autoritario de los noventas reeditó una versión mediática del clientelismo odriísta, mientras que la televisión de señal abierta difundía un imaginario psico-social diseñado para generar efectos de inclusión en los sectores marginales. Además, el fujimorismo implicó la vuelta del caudillismo-paternalista que -bajo la modalidad asistencial- asociaba la figura presidencial a las obras de infraestructura realizadas por el gobierno.

Ciertamente, la redemocratización del año 2000 nos descubrió un país que había fracasado en la implementación de un sistema político-partidario a la manera occidental. Lo que quedó, tras la década fujimorista, fue la empatía de los sectores marginales con el asistencialismo directo y la imposición mediática de prácticas políticas faranduleras a las que había que ceñirse si se buscaba obtener el favor popular.

Entonces comenzó la fiesta de los neo-caudillos del siglo XXI y los partidos políticos —viejos y nuevos— se convirtieron en maquinarias electorales que encumbraron líderes que debían transformarse en figuras estelares de la pantalla chica. De este modo, el “figuretismo”, los ataques personales y las encuestas desplazaron de las campañas políticas a la confrontación de ideas y a la discusión de los grandes problemas nacionales.

Al terminar estas líneas me pregunto si su sumisión a la dictadura del show mediático no evidencia que la clase política está subestimando la percepción de los sectores populares y si para éstos no es cada vez más evidente la miseria de toda aquella puesta en escena. No sea que el electorado haya madurado políticamente más que quienes dicen representarlo y que estemos ad portas de una nueva crisis de nuestra precaria institucionalidad.

¿Qué políticos queremos para el país? ¿de qué manera deberíamos construir vasos comunicantes entre nuestras formas políticas y las socio-culturales? ¿se trata sencillamente de adoptar el modelo político occidental?. Las respuestas a estas preguntas no llegarán mientras no se discutan. Entre tanto, seguiremos con políticos que tratan a su electorado como al televidente de un talk-show de baja calidad y se mantendrá en compás de espera la construcción de una praxis política asociada a las reales necesidades de la población y orientada a la mejora cualitativa de su calidad de vida.

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LA ONU EN LIBIA

Estimados amigos:

La noticia del bombardeo de las potencias occidentales a Libia me ha sobresaltado. Qué duda cabe que Gadafi es un dictador impresentable pero ¿acaso potencias como los Estados Unidos de América e Inglaterra son una garantía para la paz mundial, las mismas potencias que atacaron y aún ocupan Irak con el voto en contra del Consejo de Seguridad de las NN.UU? ¿e Israel? ¿por qué en este caso sí se permite el genocidio del pueblo palestino cuando las intervenciones militares de la ONU precisamente se admiten para evitar crímenes de lesa humanidad?

En todo caso, la justificación jurídica del ataque aparece desarrollada por el artículo que sigue, con cuyos contenidos reitero las distancias que explícita mi párrafo introductorio.

Espero podamos discutir el tema.

Saludos cordiales

Daniel Parodi Revoredo

Gadafi y Rodríguez Zapatero ¿todo tiempo pasado fue mejor?

La ONU, Libia y la responsabilidad de proteger

EMILIO MENÉNDEZ DEL VALLE 18/03/2011
Extraído de “El País” de España

En virtud del derecho internacional todo dirigente político que ordene o lleve a cabo atrocidades debe ser juzgado por sus actos. Asimismo, los ataques sistemáticos y generalizados contra la población civil pueden ser considerados crímenes contra la humanidad. Esto debe ser inmediatamente aplicado a Gadafi y sus secuaces, que han sido muchos, dentro y fuera de Libia. A pesar de la trascendencia de las Naciones Unidas, resueltas a “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles”, como reza su carta fundacional, pocos conocen los esfuerzos de sus más preclaros secretarios generales para prevenir situaciones como la que actualmente está teniendo lugar en Libia.
La comunidad internacional debe intervenir para librar al pueblo de un Gobierno tiránico
En las últimas décadas, las guerras entre Estados han dado paso a conflictos internos en los que la población civil constituye la víctima principal. Ello exigía la creación de un marco jurídico internacional que previera los deberes de los Estados para proteger a sus respectivas poblaciones civiles y -lo que es más importante- creara los medios para que tales obligaciones se cumplieran en caso de que los Estados transgresores agredieran a su población civil. Y, sin embargo, el principal obstáculo se encontraba en la propia Carta onusiana, cuyo artículo 2.7 establece que sus miembros no podrán “intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados”.
De ahí que dos secretarios generales de la ONU, el peruano Pérez de Cuéllar y el egipcio Butros Gali, toparan con ese artículo al afrontar casos de agresión a la Humanidad. Así, en 1991 y a punto de abandonar su puesto, el primero, contundentemente, declaró: “En contraposición a la interpretación rígida del principio de no intervención, el derecho de injerencia humanitaria se está abriendo camino”. Por su parte, Butros Gali, sucesor del peruano y recién iniciado su mandato, fue preguntado sobre si la ONU debe favorecer la expansión de las democracias y el respeto a los derechos humanos. A ello replicó: “De igual modo que se ofrece asistencia técnica para construir hospitales, debe existir una a favor de la democracia. No obstante, esta ayuda ha de evitar toda injerencia en los asuntos internos”. De cualquier manera, el artículo 2.7 dispone también que “este principio no se opone a la aplicación de las medidas coercitivas prescritas en el capítulo VII”, cuyo título es Acción en caso de amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión.
Y en esa línea han ido avanzando en los últimos años la Asamblea General y el propio Consejo de Seguridad y muy especialmente los últimos secretarios generales, Kofi Annan y Ban Ki-moon. Ya en sus discursos de 1999 y 2000 ante la Asamblea, Annan desafió a sus miembros para que resolvieran la contradicción que vengo resaltando, esto es, la contraposición entre el principio de no intervención en la soberanía estatal y la responsabilidad de la comunidad internacional para hacer frente a la masiva violación de los derechos humanos y la limpieza étnica. Fue Kofi Annan, el decidido y coherente secretario general, quien -enfrentándose a veces a significados miembros permanentes del Consejo de Seguridad- impulsó lo que hoy conocemos como “responsabilidad de proteger” y que -para desgracia de sátrapas diversos, no solo del mundo islámico- se consolida progresivamente en las relaciones internacionales.
¿En qué consiste la responsabilidad de proteger? Se trata de una doctrina sobre seguridad internacional (paz justa incluida) y derechos humanos que incorpora principios fundamentales. Ante todo, establece que el Estado es el primer responsable de la protección de su población, a la que no puede agredir. La soberanía de los Estados incluye derechos, pero también deberes y responsabilidades. Si se da el caso (como ha ocurrido en Libia, Egipto, Túnez y otros) de que los Gobiernos son incapaces de proteger a sus poblaciones (o son cómplices o actores directos) del genocidio, crímenes de guerra, limpieza étnica o crímenes de lesa humanidad, la comunidad internacional (vía Naciones Unidas) tiene la responsabilidad de entrar en acción. El objetivo principal es librar a la población civil de un Gobierno manifiestamente injusto, tiránico y usualmente corrupto. La responsabilidad de proteger debe ser inicialmente promovida mediante medios pacíficos. Habitualmente, especímenes tipo Gadafi, Mugabe, militares birmanos u otros de semejante ralea, no suelen ser sensibles a tales enfoques. De ahí que a la postre, para proteger a los inocentes, se deba recurrir a medidas coercitivas, incluida la fuerza militar.
La arriesgada iniciativa de Kofi Annan ha sido continuada, incluso con más ímpetu por su sucesor, Ban Ki-moon. De forma que gracias a él y a Annan no solo la Asamblea ha incorporado la responsabilidad de proteger al corpus jurídico onusiano, sino que -lo más importante- han logrado que el verdadero poder ejecutivo de la Organización, el Consejo de Seguridad, ratifique unánimemente (a pesar de iniciales dudas de Rusia y China) la “responsabilidad para proteger a las poblaciones del genocidio, crímenes de guerra, limpieza étnica y crímenes contra la humanidad”.
Coda acuciante: la opinión pública agradecería que se impidiera que déspotas de la estirpe de los Gadafi, Mubarak o Ben Ali acabaran sus días en un exilio dorado, confortados por los millones robados durante décadas. El Tribunal Penal Internacional debería tener la última palabra.
Emilio Menéndez del Valle es embajador y eurodiputado socialista.

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LO QUE DICEN DE NOSOTROS EN EL COMERCIO Y CARETAS

Estimados Amigos:

tengo el agrado de compartir con Ustedes la nota que El Comercio sacó acerca de mi reciente publicación LO QUE DICEN DE NOSOTROS. La Guerra del Pacífico en la historiografía y textos escolares chilenos. Del mismo modo adjunto la entrevista que con el mismo fin me hiciese la revista CARETAS.

Nota en El Comercio

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Fotografía de la entrevista en la revista CARETAS

LA NOTA EN CARETAS
http://www.caretas.com.pe/Main.asp?T=3082&idE=920&idS=75 (La nota completa escaneada será adjuntada a este artículo en las próximas horas)

ACLARACIÓN EN NOS ESCRIBEN Y CONTESTAMOS de la revista CARETAS

Lima, 3 de marzo del 2011

Agradezco ‘Diferendo artístico’ de CARETAS 2170, nota titulada en la que se reseña mi libro ‘Lo que dicen de nosotros. La Guerra del Pacífico en la historiografía y manuales escolares chilenos’. Sin embargo, preciso que mi texto no afirma que en los actuales manuales escolares de historia chilenos el darwinismo social –léase racismo– sea un elemento explicativo de la nación chilena y de sus vecinos. Esa característica está presente en el libro de Sergio Villalobos (2002) y no se expande a las publicaciones escolares que consulté. Esta distinción la explicito claramente en la página 83 de mi libro.
Historiador Daniel Parod Revoredo
DNI 08272720

Los interesados en adquirir el libro pueden hacerlo en:
PUCP
LIBUN
EPOCA
CRISOL
También puede adquirirse a través de la tienda virtual de la UPC
www.upc.edu.pe/tienda virtual
Saludos cordiales
Daniel Parodi Revoredo

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VARGAS LLOSA Y EL NACIONALISMO

Estimado amigos:

Transcribo artículo de Mario Vargas Llosa -flamante premio Nobel de literatura- en el que comenta el cuasi veto al que fue expuesto en Argentina. Más allá de la situación -que quedó en anécdota- he querido compartirlo con ustedes pues desarrolla profundas reflexiones acerca del nacionalismo, las que invito a leer y comentar.

Por otro lado, no puedo dejar de señalar que no suscribo necesariamente las ideas políticas que el novelista difunde en su texto.

Cordialmente

Daniel Parodi Revoredo

p.d. El artículo que transcribo ha salido publicado en la edición de hoy 13 de marzo de el Diario El Comercio.

Mario Vargas Llosa, Nobel de literatura 2010
PIQUETEROS INTELECTUALES

por: Mario Vargas Llosa*

Domingo 13 de Marzo del 2011

Un puñado de intelectuales argentinos kirchneristas, vinculados al grupo Carta Abierta, encabezados por el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, pidió a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires, que se abrirá el 20 de abril, que me retirara la invitación para hablar el día de su inauguración. La razón del veto: mi posición política “liberal”, “reaccionaria”, enemiga de las “corrientes progresistas del pueblo argentino” y mis críticas a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Bastante más lúcida y democrática que sus intelectuales, la presidenta Cristina Fernández se apresuró a recordarles que semejante demostración de intolerancia y a favor de la censura no parecía una buena carta de presentación de su gobierno ni oportuna cuando parece iniciarse una movilización a favor de la reelección. Obedientes, pero sin duda no convencidos, los intelectuales kirchneristas dieron marcha atrás.

Me alegra coincidir en algo con la presidenta Cristina Fernández, cuyas políticas y declaraciones populistas, en efecto, he criticado, aunque sin llegar nunca al agravio, como alegó uno de los partidarios de mi defenestración. Nunca he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas, ha contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural del único país de América Latina que llegó a ser un país del Primer Mundo y a tener en algún momento un sistema educativo que fue un ejemplo para el resto del planeta. Esto no significa, claro está, que aliente la menor simpatía por sus horrendas dictaduras militares cuyos crímenes, censuras y violaciones de los derechos humanos he criticado siempre con la mayor energía en nombre de la cultura de la libertad que defiendo y que es constitutivamente alérgica a toda forma de autoritarismo.

Precisamente la única vez que he padecido un veto o censura en Argentina parecido al que pedían para mí los intelectuales kirchneristas fue durante la dictadura del general Videla, cuyo ministro del Interior, el general Harguindey, expidió un decreto de abultados considerandos prohibiendo mi novela “La tía Julia y el escribidor” y demostrando que esta era ofensiva al “ser argentino”. Advierto con sorpresa que los intelectuales kirchneristas comparten con aquel general cierta noción de la cultura, de la política y del debate de ideas que se sustenta en un nacionalismo esencialista un tanto primitivo y de vuelo rasero.

Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González, José Pablo Feinmann, Aurelio Narvaja, Vicente Battista y demás partidarios del veto, por encima de mi liberalismo, es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los asuntos argentinos. Por eso les parecía más justo que abriera la Feria del Libro de Buenos Aires un escritor argentino en consonancia con las “corrientes populares”.

Si tal mentalidad hubiera prevalecido siempre en Argentina, el general José de San Martín y sus soldados del Ejército Libertador no se hubieran ido a inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la Cordillera de los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran quedado cebando mate en su tierra, con lo que la emancipación hubiera tardado un poco más en llegar a las costas del Pacífico sudamericano. Y si un rosarino llamado Ernesto Che Guevara hubiera profesado el estrecho nacionalismo de los intelectuales kirchneristas, se hubiera eternizado en Rosario ejerciendo la medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia.

El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles de la derecha y la izquierda para justificar su vocación autoritaria, sus prejuicios racistas, sus matonerías, y para disimular su orfandad de ideas tras un fuego de artificio de eslóganes patrioteros. Está visceralmente reñido con la cultura, que es diálogo, coexistencia en la diversidad, respeto del otro, la admisión de que las fronteras son en última instancia artificios administrativos que no pueden abolir la solidaridad entre los individuos y los pueblos de cualquier geografía, lengua, religión y costumbres pues la nación –al igual que la raza o la religión– no constituye un valor ni establece jerarquías cívicas, políticas o morales entre la colectividad humana. Por eso, a diferencia de otras doctrinas e ideologías, como el socialismo, la democracia y el liberalismo, el nacionalismo no ha producido un solo tratado filosófico o político digno de memoria, solo panfletos a menudo de una retórica tan insulsa como beligerante. Si alguien lo vio bien, y lo escribió mejor, y lo encarnó en su conducta cívica fue uno de los políticos e intelectuales latinoamericanos que yo admiro más, el argentino Juan Bautista Alberdi, que llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la intolerancia lo acusaran de traidor.

Los vetos y las censuras tienden a imposibilitar todo debate y a convertir la vida intelectual en un monólogo tautológico en el que las ideas se desintegran y se convierten en consignas, lugares comunes y clichés. Los intelectuales kirchneristas que solo quisieran oír y leer a quienes piensan como ellos y que se arrogan la exclusiva representación de las “corrientes populares” de su país están muy lejos no solo de un Alberdi o un Sarmiento sino también de una izquierda genuinamente democrática que, por fortuna, está surgiendo en América Latina, y que en países donde ha estado o está en el poder, como en Chile, Brasil, Uruguay, ha sido capaz de renovarse, renunciando no solo a sus tradicionales convicciones revolucionarias reñidas con la democracia “formal” sino al populismo, al sectarismo ideológico y al dirigismo, aceptando el juego democrático, la alternancia en el poder, el mercado, la empresa y la inversión privadas, y las instituciones formales que antes llamaba burguesas. Esa izquierda renovada está impulsando de una manera notable el progreso económico de sus países y reforzando la cultura de la libertad en América Latina.

¿Qué clase de Argentina quieren los intelectuales kirchneristas? ¿Una nueva Cuba, donde, en efecto, los liberales y demócratas no podríamos jamás dar una conferencia ni participar en un debate y donde solo tienen uso de la palabra los escribidores al servicio del régimen? La convulsionada Venezuela de Hugo Chávez es tal vez su modelo. Pero allí, a diferencia de los miembros del grupo Carta Abierta, la inmensa mayoría de intelectuales, tanto de izquierda como de derecha, no es partidaria de los vetos y censuras. Por el contrario, combate con gran coraje contra los atropellos a la libertad de expresión y la represión creciente del gobierno chavista a toda forma de disidencia u oposición.
De quienes parecen estar mucho más cerca de lo que tal vez imaginan Horacio González y sus colegas es de los piqueteros kirchneristas que, hace un par de años, estuvieron a punto de lincharnos, en Rosario, a una treintena de personas que asistíamos a una conferencia de liberales, cuando el ómnibus en que nos movilizábamos fue emboscado por una pandilla de manifestantes armados de palos, piedras y botes de pintura. Durante un buen rato debimos soportar una pedrea que destrozó todas las lunas del vehículo, y lo dejó abollado y pintarrajeado de arriba abajo con insultos. Una experiencia interesante e instructiva que parecía concebida para ilustrar la triste vigencia en nuestros días de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa Sarmiento en su “Facundo” y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es “El matadero”.

Me apena que quien encabezara esta tentativa de pedir que me censuraran fuera el director de la Biblioteca Nacional, es decir, alguien que ocupa ahora el sitio que dignificó Jorge Luis Borges. Confío en que no lo asalte nunca la idea de aplicar, en su administración, el mismo criterio que lo guió a pedir que silenciaran a un escritor por el mero delito de no coincidir con sus convicciones políticas. Sería terrible, pero no inconsecuente ni arbitrario. Supongo que si es malo que las ideas “liberales”, “burguesas” y “reaccionarias” se escuchen en una charla, es también malísimo y peligrosísimo que se lean. De ahí hay solo un paso a depurar las estanterías de libros que desentonan con “las corrientes progresistas del pueblo argentino”.

México, 7 de marzo del 2011
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DEBATE PERUANO – CHILENO 2

Estimados amigos:
Transcribo debate entre el señor Fernando Martínez Miller de Chile y el suscrito; el que se viene desarrollando en forma alturada y expresa diferencias de pareceres, mas también coincidencias y voluntad de acercamiento. El debate se originó a propósito del comentario del señor Martínez a mi artículo titulado Imperialismo chileno que es parte de este blog.
Por supuesto que están invitados a a participar.
Cordialmente
Daniel Parodi Revoredo

Estimado Daniel
Me parece un artículo interesante pero algo tendencioso. Que Chile funja de ejemplo para los demás países latinoamericanos en varios aspectos no es algo que digan sólo los chilenos si no que los demás. Desde España, -hoy mismo Zapatero se refirió al tema-, pasando por Estados Unidos y terminando por nuestros vecinos, peruanos incluídos. No es culpa chilena que nuestros discursos encajen tan bien con los ajenos. Por algo será. Por otro lado, ignorar que Chile aventaja a sus vecinos en institucionalidad me parece, por lo menos, mezquino. El eterno caos peronista en Argentina y sus males económicos legendarios, la desestabilizada Bolivia o un Perú que no ha sido ni en épocas de bonanza, como ésta, capaz de organizar un estado presente, respetable, del que sus ciudadanos se sientan orgullosos contrastan enormemente con la realidad chilena, por muchos y graves que sean sus problemas.

En Chile, gente de derecha, centro e izquierda (que en Chile haya tradición partidista y que los partidos políticos hayan resurgido rápidamente después de la dictadura es sintomático de una institucionalidad que va mucho más allá del discurso y que los chilenos sentimos como constitutiva de nuestra identidad) tiene cabal sentido republicano. Tanto es así, que la vez que quisimos revolucionar a la sociedad desde sus bases, lo hicimos respetando la constitución. Chile fue el único país del mundo que eligió ser marxista en las urnas y fue por el voto que Pinochet se tuvo que ir. Es curioso que en el Perú se hable de Pinochet (que por último sentó las bases para nuestro actual bienestar socioeconómico) y sus 3.700 muertos y que todavía no se haga un profundo análisis de las causas de la guerra interna que asoló al Perú durante más de una década, con los desastrosos resultados que todos conocemos. Ambos procesos son eventos conflictivos que dicen mucho de nuestra historia reciente.

Sería interesante, además, que tratara de entender el punto de vista chileno en vez de juzgarlo simplemente. Nadie en Chile se siente ni una potencia mundial, ni queremos expandirnos a costa de nadie. Los tratados los respetamos, los fallos internacionales también, sin siquiera cruzársenos por la cabeza no acatarlos. Laguna del Desierto es un caso. Argentina tenía mejores argumentos y ganó. (Creo que en La Haya tenemos una oportunidad mucho más clara de ganar que en el citado ejemplo) Chile acató, se cerró el caso y ya, a integrarnos con Argentina.

Para Chile, y sinceramente, el territorio que el Perú pretende ha sido chileno por muchas décadas y la demanda fue tomada con sorpresa e indignación genuinas. Ahora, sería muy interesante entender cómo es que el Perú firmó tratados que claramente no lo favorecen, respetó -y respeta- la soberanía chilena por tanto tiempo y por qué eligieron el camino de la confrontación en vez de seguir la fiesta en paz, considerando el nivel de integración económica creciente y los cientos de miles de peruanos que viven en Chile y las cuantiosas inversiones chilenas en el Perú.
Saludos.
Fernando M.
Publicado por Fernando M el día mar, 08 de marzo, 2011 a las 19:53:12

Estimado Fernando:
Muy agradecido por tu intervención, sobria y de nivel como otras que he recibido de tus connacionales.
Mi artículo replica a uno de Emilio Cheyre -cuyo link refiero al principio. Por ello, antes de iniciar el diálogo -que de seguro será interesante- quisiera conocer tu apreciación acerca de lo que Cheyre opina del Perú.
Cordialmente
Daniel Parodi Revoredo
(te ruego identificarte con nombre y apellido, en este blog existe una estricta moderación y respeto a todas las intervenciones)
Publicado por Daniel Parodi el día mar, 08 de marzo, 2011 a las 20:34:33

Estimado Daniel:
Me parece muy interesante tu blog, estoy seguro de que mantendremos el nivel del diálogo en el nivel que corresponde.Acabo de leer la columna de Cheyre. Me parece, ante todo, mal redactada. Hay algunas ideas que considero exageradas, otras relativamente insultantes, algunas de plano erradas y otras que se ajustan a mi punto de vista.

Concuerdo en que en las relaciones políticas chileno-peruanas seguimos atados a nacionalismos extremos y visiones arcaicas. Hay un estilo agresivo, -casi tribal, diría- de relacionarse a nivel político, preocupante.
Con respecto a la debilidad de las instituciones en la región creo que generalizar como lo hace Cheyre no ayuda a entender mucho el problema. Tampoco creo que el gobierno peruano use el tema de Chile de caballo de batalla a gusto. Sería autodestructivo generar roces y confrontaciones con un vecino que es cada día más presente y con el cual cada vez hay más lazos. Más bien, me parece que el gobierno de turno en el Perú sí cede a presiones de un nacionalismo que aflora periódicamente con respecto a Chile por variados temas y del cual grupos políticos de izquierda nacionalista y algunos de corte populista se apoderan como carta política para intereses internos propios.

Chile no es ajeno a esto, hay políticos de todo el espectro que defienden los supuestos intereses chilenos a capa y espada y son justamente ellos los que se encargan de legitimizar y eternizar la posición tradicionalmente rígida de nuestra Cancillería con respecto a nuestros vecinos del norte. A pesar de que siempre me ha parecido una posición desfavorable para los intereses superiores de Chile, esto es la paz y la prosperidad de sus habitantes, la entiendo perfectamente. Es imposible pedirle a Chile que se flexibilice si en el Perú persisten discursos oficiales sobre un supuesto expansionismo político y territorial basado en conquistas añejas y en generalizaciones sobre la expansión comercial actual. El imaginario peruano de un Chile explotador, prepotente e inflexible encaja a la perfección con el imaginario chileno de un Perú revanchista, pasivo-agresivo y anclado en el pasado. Esto último, paradójicamente, permite que el discurso de los que están anclados en el pasado en Chile, se legimite.

No estoy de acuerdo con las apreciaciones de Cheyre sobre una supuesta debilidad endémica de las instituciones peruanas; creo que Perú ha dado muestras de querer encontrar un camino al desarrollo propio a sus características sociológicas e históricas. Comparar al Perú de hoy con el caótico país al borde del abismo de los ochenta y principios de los noventa es igual de ridículo que hacerlo con Chile; analizando y etiquetando una realidad que nada tiene que ver con la actual y haciendo un paralelo con la polarización política y el quiebre de una democracia muy arraigada en el Chile de los setenta y la posterior dictadura.
En lo que respecta a las declaraciones de Donayre, creo que cualquier persona medianamente pensante las rechaza por impresentables. En Chile cayó muy mal, pero sobre todo, hizo ahondar en esa percepción de que en el Perú se odia a Chile a muerte, sin importar el tiempo transcurrido desde la guerra.Argumentar que el Perú faltó en una obligación internacional al no llamar a retiro inmediatamente a Donayre, me parece exagerado. Sí creo que en Chile, se reafirmó la percepción -subjetiva, como toda percepción- de que en el Perú no hay poderes autónomos y que las autoridades peruanas no son confiables.

Hay algo de cierto en que el discurso nacional que ha construido Chile tiene un tono triunfante y de un sentido de superioridad que descansa en esa institucionalidad y desarrollo político tan raro en esta región; el encontrarse atados a estados que desde el discurso oficial no están a la altura y confirmarlo con actuaciones como las de Donayre, supone para los chilenos una confirmación de todas las sospechas.

sigue…
Publicado por Fernando Martinez Miller el día mié, 09 de marzo, 2011 a las 01:16:33

Con respecto a la percepción peruana de que en Chile existen remanentes militaristas en las cúpulas políticas y que esto sería generalizado, creo oportuno hacer un par de observaciones: Chile modificó ampliamente la Constitución Política de Pinochet y hoy en día los militares se encuentran bajo autoridad civil. Pinochet se mantuvo en el poder y no fue castigado (sí juzgado varias veces, con familia incluída por distintos motivos) pero esto se entiende muy bien y de forma racional al analizar la historia chilena, los movimientos sociales del siglo XX, el contexto internacional y sobre todo la correlación de fuerzas políticas durante la democratización posterior, que fue lenta pero segura, como demuestra el relativo bienestar chileno actual y el prestigio del país en el mundo como sociedad democrática en camino al desarrollo y economía plenamente globalizada .

Por otro lado, si bien es cierto que leyes como la del 10% de CODELCO y la de secreto militar se encuentran vigentes, están ambas en la palestra pública y siendo debatidas ampliamente por la ciudadanía cada tanto. Sería interesante preguntarse, de todo ésto que se le adjudica a Chile y su sociedad ¿cuánto hay en Perú? ¿conocemos a Chile, realmente y viceversa? ¿qué hay más allá de las percepciones mutuas?
Esperando que mis ideas resulten claras.
Atte.

Fernando Martínez Miller.
Publicado por Fernando Martinez Miller el día mié, 09 de marzo, 2011 a las 01:17:13

Estimado Fernando:
No sólo me resultan claras sino que concuerdo con la mayoría de ellas y además sintonizan mucho con mi línea de trabajo.

Yo quería que leyeses Cheyre porque explica el contexto de mi artículo “Imperialismo chileno” cuya finalidad es establecer que el Perú también tiene fortalezas institucionales y viceversa; es decir, que Chile tiene debilidades institucionales, pues la posición de Cheyre es bastante maniquea, ojo que se publicó en El País de España.

En general tu intervención me parece muy interesante pues trata de contemplar ambas partes y de hecho cuestiona los radicalismos de las dos. Yo también creo que solemos manejar nuestras relaciones binacionales con un tono agresivo que es inadecuado y sobretodo innecesario.

Respecto de la percepción peruana acerca de Chile y la conexión que tiene con la Guerra del Pacífico creo que es pertinente que la ponderes como un problema de dos y no de uno. Sé que en Chile sorprende mucho lo presente que está en Perú el tema de la guerra, pero debería ponderarse que a diferencia de Chile, Perú esa guerra la perdió y que durante ella la mayor parte de su territorio fue ocupado con la secuela de cientos de historias orales que suponen malos recuerdos.

Las heridas del pasado que dejan las guerras no cicatrizan con el tiempo -como si ocurre con los seres vivos- sino que sanan con políticas bilaterales encaminadas a dicho fin, como las que aplicaron Francia y Alemania (sobre ello te invito a leer mi artículo “Entre el complejo de Adán y el dolor de la amputación” que por lo demás coincide en lo fundamental con tu punto de vista).

Por último, y sobre tu primer comentario, creo que la suspicacia peruana -mucha suspicacia de ambas partes- sobre el cumplimiento chileno de los convenios internacionales se valida en la historia bilateral; así por ejemplo, el estado chileno no realizó en Tacna y Arica el plebiscito que indicaba el tratado de Ancón de 1883; y los considerandos del tratado de Lima de 1929 -muelle, aduana y ferrocarril para el Perú en Arica- sólo se ejecutaron en 1999, es decir 70 años después.
Espero sigamos conversando, cordialmente
Daniel Parodi Revoredo
Publicado por Daniel Parodi el día jue, 10 de marzo, 2011 a las 07:34:54

Estimado Daniel:
Concuerdo con usted, nuestros dos estados presentan debilidades y fortalezas propias sólo comprensibles tras un estudio profundo de sus particularidades históricas y sociopolíticas, en cualquier caso únicas.Por otro lado me llama la atención el título del artículo.

Me parece que “Imperialismo Chileno” es no sólo exagerado, considerando que supone otorgarle erróneamente a Chile un “status” de potencia hegemónica regional que no detenta, si no que revela la particular percepción de un vecino a todas luces magnificado en sus aspiraciones actuales. Existe la percepción generalizada en Chile – que es un país, al contrario de lo que en Perú se cree, con numerosos recursos naturales (cobre y numerosos minerales, pesca industrial, una desarrollada industria salmonera, agroindustrial, maderera y un territorio comparable al de Alemania e Italia juntas con baja densidad poblacional y abundantes recursos hídricos en tres cuartas partes de su territorio) de que sus relaciones vecinales han sido en general de un tenso equilibrio en cuanto a poder, sobre todo con Argentina, con la cual han existido numerosos conflictos territoriales -muchos con pésimos resultados para Chile- superados al punto de haberse firmado un tratado (Maipú, 2009) que apunta a la libre circulación de personas.
Chile tiene territorio y recursos de sobra para cubrir sus necesidades y además goza una economía sana, comparativamente más rica que la de sus vecinos e inserta en el mundo de tal modo que hace improbable que a alguien se le ocurra comenzar una guerra de expansión a costa de nadie.

Como bien refiere en su artículo, el Perú buscó, como Ecuador, un acuerdo de paz, pero es éste también un ejemplo extrapolable al caso chileno-argentino. Chile se allanó a un arreglo mediado por El Vaticano en 1984, perdiendo con ello la proyección natural de islas chilenas del canal Beagle al Océano Atlántico. Argentina, por supuesto, también se sintió sacrificando patrimonio territorial. Todo en aras de la paz. Poco tiempo después Chile acató un fallo internacional particularmente adverso a mediados de los noventa sobre la llamada Laguna del Desierto y así y todo ha logrado acordar con Argentina la demarcación conjunta del último tramo inconcluso en un territorio de riqueza incalculable, uno de los glaciares y reserva de agua dulce más grandes del mundo(Campos de Hielo Sur).

En todos estos casos Chile ha demostrado una flexibilidad e intención conciliadora paralela a la demostrada por la Argentina que contrastan agudamente con la poca voluntad política demostrada en los vínculos bilaterales hacia y desde el Perú. Lo mismo vale para el caso ecuato-peruano. Siguiendo esta lógica queda de manifiesto que hay una dinámica particularmente compleja en las relaciones bilaterales de la cual ambas partes son igual de responsables.

Con respecto al paralelo que hace sobre el caso Pinochet y Fujimori y sus respectivos enjuiciamientos civiles, creo pertinente acotar que los procesos históricos de ambos casos no sólo difieren en su origen si no que además en su desarrollo y contexto sociopolítico. Pinochet fue posible no sólo por las profundas desigualdades sociales en Chile y el posterior caos del gobierno de la UP, si no por la Guerra Fría, la intervención estadounidense y un amplio apoyo de la sociedad. Pinochet fue un grave lapsus dentro de una tradición republicana no exenta de altibajos pero profundamente enraizada en la cultura chilena. Por otro lado, el difícil equilibrio de poder posterior a la dictadura hizo imposible una condena unánime. ¿el por qué de ésto? hay muchas teorías, pero para mí hay un componente clave y es que Pinochet no sólo sentó las bases de un bienestar económico creciente si no que contrariamente a lo que se cree en el exterior, la dictadura de Pinochet fue sufrida, de forma feroz, pero por una minoría. …
Publicado por Fernando Martinez Miller el día jue, 10 de marzo, 2011 a las 21:41:45

A diferencia de la Argentina que sufrió los horrores de forma transversal, o del Perú, que enfrentó al estado peruano a una cuasi guerra civil con Sendero Luminoso y que dejó una cantidad sensiblemente mayor de víctimas y daños, en Chile, el terrorismo de Estado -no su mano dura, que fue resentida por todos- fue dirigido a una minoría de izquierda. Gran parte de la sociedad civil chilena se mostró satisfecha con el régimen, sobre todo a principios de la dictadura y el conglomerado político que aglutinó a las fuerzas opositoras durante la transición recobraron, en plebiscito, una democracia tutelada que recién a comienzos del gobierno de Lagos (2000-2006) comenzó a mostrar síntomas de una autonomía y madurez política que hoy en día -desde La Casa Blanca a la Unión Europea- es puesta como ejemplo para la subregión. Podríamos decir que el no haber condenado a Pinochet fue el precio de mantener el delicado equilibrio político del Chile de los noventa.

Fujimori, al contrario, fue extraditado por los tribunales chilenos, -de forma independiente y rechazando intromisiones políticas- y luego juzgado en Perú. Antes de eso y en “democracia”, dejó un Perú carcomido por la corrupción a niveles inimaginables y abandonó su puesto en medio del mayor caos. Hoy en día se habla de un hipotético indulto. Como todos sabemos, las “hipótesis” son en general más que eso en política. Esperemos que el Perú siga demostrando su compromiso con la democracia y la justicia como la hecho hasta ahora.

Por último y para que no se convierta ésto en epístola (aunque casi), cabe mencionar que me parece que la suspicacia con respecto a Chile es entendible en los contextos históricos citados; es tarea de ambos pueblos situarse en el presente y dejar, sin olvidar la historia, de una vez los fantasmas del pasado. Creo que lo contrario es una pérdida de tiempo y estoy seguro que se logrará el día que Chile haga una crítica de la historia común y haga gestos simbólicos trascendentes. Para eso se necesita voluntad política de ambas partes y un ambiente que diste de la antipatía actual.
Atte
Fernando Martínez Miller
Publicado por Fernando Martinez Miller el día jue, 10 de marzo, 2011 a las 21:51:09

Estimado Fernando:
Muy interesante su nueva intervención, muy aguda su observación de que las cancillerías peruana y chilena son mucho menos concesivas cuando tratan problemas entre ambos que cuando abordan temas con otros países.

No concuerdo, más bien, con su óptica cuantitativa respecto de la represión política en su país; de hecho, la polarización política que el Chile actual sigue manifestando respecto del tema Pinochet se debe a la huella que dejó la dictadura en importantes sectores de la población. Está Ud. cerca de justificar la represión porque se aplicó en contra de la izquierda y ello me parece serio, pero en todo caso, es la expresión de una posición ideológica.

Además, no creo que se trate de competir sobre cuál es más corrupto – si Fujimori o Pinochet- o sobre cual mató más gente. En general, a mi la represión política me parece obscena desde todo punto de vista. Creo que por el lado de la comparación negativa es difícil llegar a consensos básicos.

Por otro lado, no debemos dejar de ponderar que el recurso a la Haya para la solución de diferendo es la vía regular que ofrece el derecho internacional a los estados del mundo, distinta y contraria al uso de la fuerza para dirimir diferencias. Por ello estimo exagerada la reacción chilena ante ella y la posición dura de los gobiernos de la Concertación. Manteniendo la defensa del interés chileno, el actual gobierno de Piñera ha manejado el contencioso con menos aspavientos y más voluntad conciliadora, lo mismo que García por la parte del Perú.

La expresión de diferencias no debe entenderse -per se- como hostilidad, es hostil salirse del derecho internacional y la agresión militar. Sencillamente, existe una discrepancia en la interpretación de los tratados de 1952 y 1954 y el Perú la está expresando por los cauces regulares. No me parece pues justificada la indignación chilena que Ud. Refiere en una de sus primeras correspondencias
Por último, actualmente estoy repasando el texto del autor chileno Rodríguez Elizondo “El siglo que vivimos en peligro” y su sección introductoria es muy crítica y explicativa de nuestras diferencias. Me está resultando sugerente la lectura y creo que podría aclararle también algunos aspectos del nacionalismo chileno, que su discurso aun presenta.
Saludos cordiales
Daniel

Estimado Daniel:

En el Chile actual, la mayor parte de las fuerzas políticas, ésto es el actual gobierno de centroderecha y la oposición concertacionista, así como amplios sectores de la población han llegado a un consenso unánime y al convencimiento de que la dictadura de Pinochet no sólo fue sangrienta y represiva, si no que además corrupta. Hoy en Chile resulta de mal gusto defender lo indefendible y créame que mi posición está lejos de justificar la represión, sólo me parece pertinente explicar que si en Chile le dictadura fue en un principio ampliamente apoyada, luego de la vuelta a la democracia defendida hasta que las pruebas en su contra fueron lo suficientemente contundentes y aún así persisten defensores de ella, es justamente porque esa represión se sintió de forma dispar. Se concentró en los sectores populares y en los adversarios políticos, de forma selectiva. La clase media y alta -dueños de los medios de comunicación y producción del país- vivieron en una relativa calma a pesar de la situación por la que atravesábamos. La adhesión al régimen se entiende bajo este prisma. A diferencia de la Argentina, donde la dictadura dejó un saldo horroroso de muertes y destruyó familias sin distinción, dejó al país en ruinas y lo lanzó a una guerra suicida, en Chile, el proceso de condena de la opinión pública fue mucho más dividido y lento por las razones anteriormente expuestas.
Cambiando de tema, yo tampoco considero hostil la presentación peruana ante La Haya, si la comparamos con la posibilidad de una guerra no hay dudas al respecto, pero convengamos que una demanda no es precisamente una declaración de amor. Concuerdo en todos los puntos expuestos por usted. En Chile, a nivel de opinión pública, dicha demanda se sintió como una sorpresa, contraviniendo una práctica bilateral incuestionada por muchas décadas y sobre todo provocadora. Dejó de manifiesto esa percepción de revanchismo de la que hablamos anteriormente. A nivel de gobierno, la Concertación, ya desgastada por luchas intestinas y ad portas de terminar un ciclo político de 20 años se fue por el lado más fácil, ésto es mostrar la actitud que usted critica.
Rodríguez Elizondo es un gran conocedor de ambos países y muy bien relacionado políticamente. Sin duda sus apreciaciones son bastante equilibradas, a pesar de caer en generalizaciones y lugares comunes históricos, desde mi particula óptica.

Saludos cordiales

Fernando

Publicado por Fernando Martinez Miller el día vie, 11 de marzo, 2011 a las 10:28:48

Estimado Fernando:

Muy esclarecedora tu apreciación sobre el Pinochetismo, saludo un debate alturado donde la actitud autocrítica y reflexiva ha permitido el acercamiento de posiciones.

Esto resulta ejemplificador de lo que debe hacerse a nivel de los Estados peruano y chileno en el presente y futuro.

Cordialmente

Daniel

Publicado por Daniel Parodi el día vie, 11 de marzo, 2011 a las 12:18:51

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CARTA NÁUTICA DE ECUADOR – DEMANDA EN LA HAYA – ENTREVISTA EN CANAL N

Estimados amigos:

Tengo el agrado de compartir con ustedes la entrevista que Carlos Fonseca me hizo ayer en el programa VOCES EN VIVO de CANAL N acerca de la presentación ecuatoriana de su carta náutica en la ONU.

Carlos Fonseca, Periodista de CANAL N

http://www.imedia.pe/custm/videos/video.php?video=765291&pass=a2d45a90d84

Espero como siempre sus comentarios

Cordialmente

Daniel Parodi Revoredo

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