Archivo por meses: febrero 2013

Sin mí no puede haber Dios

Sin mí no puede haber Dios

Daniel Parodi Revoredo

 

Soy la redondez del mundo,

Sin mí no puede haber Dios

Papas, cardenales sí,

pero Pontífices no

(antigua adivinanza criolla)

Cuando decimos que somos un país católico, no se trata únicamente de que una mayoría haya sido bautizada, sino de nuestra cosmovisión del mundo y cotidianidad. Cuando hablamos de catolicismo evocamos el “qué dirán” de ese Perú en el que la vida del otro fue (¿o es?) el entretenimiento favorito. Recordamos también aquella sociedad en la que las señoras mayores se camuflaban tras las celosías de los balcones coloniales para pillar adulterios de escándalo y, con el mayor entusiasmo, correr el rumor al cantar del gallo: “vi a fulanito saliendo a pie puntillas de la casa de menganita, ¡válgame Dios!”.

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Honesto y conservador

Pero aquí no se trata de lo mucho o poco que nos queda de la antigua tradición católica virreinal,  sino de la enorme paradoja al interior de una institución que siempre se posiciona irreductible en las trincheras más conservadoras de la moral occidental y que, a la vez, se ha mundanizado al punto de verse envuelta en escándalos de perversión sexual y corrupción económica. Al respecto, permítaseme compartir las siguientes anotaciones:   

1.- El celibato sacerdotal es una controvertida norma instaurada en el siglo XVI, durante el Concilio de Trento, con la finalidad de reprimir la “relajación moral” de los sacerdotes y evitar problemas de herencia con sus descendientes. En otras palabras, aseguró que el patrimonio de arzobispados y obispados permaneciese en la Iglesia. Más allá de las razones que lo inspiraron, el resultado obtenido ha sido siempre desastroso pues a su habitual rompimiento se le suma un fácil y permanente motivo de escarnio para sus detractores.       

2.-Me indigna que la homosexualidad de algunos prelados resulte motivo de preocupación en los investigadores de Benedicto XVI, debido a que convierte a los primeros en objeto de chantajes. En todo caso, el sexo heterosexual y el homosexual rompen indistintamente el voto de castidad del sacerdocio romano. Diferente es la pederastia, también pesquisada por Ratzinger, que es un crimen contra la inocencia que muchos canónigos practican y muchos obispos encubren. En un mundo ideal, sólo la pedofilia debería escandalizarnos y merecer público repudio.      

3.- La corrupción económica del Vaticano parece situarse en el centro de la renuncia del Pontífice. ¿De cuán grandes intereses hablamos para que el Papa encuentre en su abdicación la única salida decorosa? Si el Papa que decidió investigarlos acaba de tirar la toalla, ¿debemos colegir que la corrupción de un sector del Vaticano ha triunfado una vez más?

El 29 de septiembre de 1978, muy temprano por la mañana, un compañero de escuela me dijo que el Papa se había muerto. Yo le contesté que ya lo sabía porque se había muerto hace un mes. No, es el nuevo Papa el que se murió ayer, me respondió.  No voy a asociar tan fácilmente los escándalos de los Bancos Vaticano y Ambrosiano en la década de 1970 con la misteriosa muerte de Juan Pablo I, el Pontífice que se propuso indagarlos. Sí creo que hace décadas la feligresía católica y la civilización occidental se merecen de su Iglesia una profunda renovación intelectual, espiritual, ideológica y material. Si de la ICAR no brota una genuina orientación moral para nuestra sociedad, una en la que podamos creer y que nos sirva de guía, entonces ya no sé donde podremos encontrarla.            

Publicado hoy en Diario16

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Dos apuntes al villaranismo

DOS APUNTES AL VILLARANISMO

Daniel Parodi Revoredo

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El entorno de Villarán debe definirse

Con alguna razón, el villaranismo pondera que es víctima de un cargamontón político que busca interrumpir una gestión municipal decente y bien intencionada. Pero en política los resultados no se obtienen de ese modo. La nuestra, en particular, es el reflejo de un escenario hipercomplejo en el que hay que saber orientarse so riesgo de perderse o, como parece el caso, inmolarse. La izquierda limeña debe evaluar estas cuestiones si quiere sacar alguna enseñanza del duro trance que atraviesa. Al respecto, aporto dos apuntes a la reflexión.    

1.      Tender puentes con otras fuerzas políticas

Si de algo ha tomado conciencia la mayoría de nuestras fuerzas políticas durante los últimos dos gobiernos y el actual es que la gobernabilidad –precaria o no- se logra tendiendo puentes y  estableciendo alianzas. Por eso es destacable que las gestiones gubernamentales de Alejandro Toledo, Alan García y la actual hayan resultado viables a pesar de no contar con mayoría parlamentaria. Este escenario difícilmente hubiese sido posible en la década de 1980, cuando la marcada polarización política llevaba al obstruccionismo de la labor gubernamental.   

No obstante, el villaranismo llegó a la alcaldía con un evidente sesgo ochentero por lo que rápido rompió palitos con el castañedismo. A este conflicto se le sumaron sus ya labradas rivalidades con el fujimorismo y el APRA. De ello se derivó el ninguneo de la obra ajena así como la descalificación de los demás.  Individualizando o no sus acusaciones, el mensaje del villaranismo a los electorados aprista, fujimorista y castañedista es que todos son corruptos, delincuentes y mafiosos.

De esta manera, una equivocada estrategia de relacionamiento con las demás fuerzas políticas aparece en el centro del difícil escenario de la alcaldesa Villarán. Todas ellas han hecho causa común contra su gestión municipal por lo que Fuerza Social debe evaluar cuanta responsabilidad le toca en la situación creada.  Nadie duda de que este proceso revocador se origina en una premeditada trama pero el villaranismo, sin quererlo, ha fortalecido la posición de sus detractores.   

2.           Tender puentes con los sectores populares

Sé que los miembros de Fuerza Social, principalmente los de mi generación o mayores, realizaron  trabajo popular en los asentamientos humanos de Lima en la década de 1980, pero  también sé  que ese trabajo se descontinuó durante el siguiente decenio. Entonces los partidarios de la atomizada izquierda peruana decidieron volver cada uno a su barrio y abandonaron los puentes que se había tendido entre sus líderes político-intelectuales y las bases populares. Desde entonces, los primeros canalizaron su actividad a través de las ONG y de los sectores del Estado más vinculados con la gestión social.  

Durante el periodo que refiero, la intelectualidad de la izquierda, gracias a su alta capacitación profesional, mejoró notablemente su status económico pero ello precipitó su distanciamiento de los sectores D y E. Ilustran esta situación las desafortunadas declaraciones de la actriz Claudia Dammert, que me hicieron recordar al padre de Lourdes Flores cuando llamó auquénido a Alejandro Toledo. Debe comprenderse que en la Lima de hoy, ser de izquierda o derecha no define, per se, sintonizar con la percepción y expectativas de las grandes mayorías.    

Ciertamente, la revocación o no de la actual gestión municipal de Lima debería pasar por la  evaluación de su eficiencia, antes que por consideraciones periféricas como las que he expuesto, pero también la política peruana debería basarse en una partidocracia sólida e institucional y sin embargo aún no lo consigue. En otras palabras, son apreciables las intenciones expresadas por Fuerza Social de transparentar la política peruana pero para hacerlo es menester comprender la siempre fina, finísima, subjetividad de nuestro electorado.

La elite de la izquierda peruana, agrupada alrededor de Susana Villarán y Javier Diez Canseco, debe decidir lo que quiere ser: si acercarse de nuevo a los sectores populares tratando de conformar con ellos un partido político de dimensión nacional, o si mantenerse en los cuarteles de su ya largo invierno, lejos de los sectores cuyos intereses busca representar. Según Patricia del Río, la revocación podría colocar a Fuerza Social en el partidor para el 2016. ¿Asumirá el desafío? 

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Víctor Raúl: el hombre y la teoría

 

Víctor Raúl: el hombre y la teoría

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Sigue vigente

”Recuerdo que en un deslumbrante amanecer estival sobre el Volga anchuroso, lo vi todo así con aureolas de espectro. Y aunque mirajes tales no sean frecuentes en otras latitudes, convengamos en que siempre las auroras transfiguran, tiñen y nimban fantásticamente la visión de las cosas”

Víctor Raúl Haya de la Torre, 1936

De mi recargada agenda me apena no poder leer todo lo que quisiera a Haya de la Torre por quien profeso una profunda admiración. Pero en enero hallé tiempo para disfrutar de una deliciosa compilación de sus relatos de los viajes que realizó por América y Europa. Esta se titula Nuestra América y el Mundo, y fue publicada en 1961.

En Nuestra América…, Haya nos describe los glaciares del mar del norte y la aurora boreal danesa pero en las entrelíneas de sus gráciles apuntes geográficos se atisba un político dejándonos pistas de su pensamiento. Quizá la idea fuerza que nos entrega Víctor Raúl es que su doctrina no se expresó en un conjunto de dogmas inamovibles, más sí en un depurado modelo de análisis de la sociedad, que se construye sobre la base de conceptos teóricos que sólo funcionan cuando actúan en conjunto.    

Su punto de partida es el marxismo. Marx dividió la historia de la Humanidad en modos de producción, en orden, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo y el comunismo. Lenin, a su turno, añadió el imperialismo como etapa final del capitalismo. Haya, por su parte, le dio una mirada latinoamericana al desarrollo histórico marxista y apuntó que en nuestro continente el imperialismo era la primera etapa del capitalismo porque aquel era la manera como éste se  presentaba en nuestra realidad.

Entonces ya poco le faltaba para alcanzar la tesis del espacio-tiempo histórico. En ella concreta su idea de que los tiempos históricos no son los mismos en los diferentes escenarios geográficos del planeta, a pesar de la simultaneidad del tiempo cronológico. Por ello sostiene que políticas que funcionan en Europa podrían no hacerlo en América Latina. Subyace bajo estos planteamientos la dialéctica hegeliana, que Marx aplicó a su idea de que el cambio en la historia lo impulsa la lucha de clases. Haya recurrió a la dialéctica de manera menos dogmática y dedujo que cualquier sistema debía encontrar su negación y ser superado, incluido el comunismo.

En tiempos de utopías deterministas y grandes “verdades teóricas”, Haya se adelantó a la crisis de las ideologías y pensaba que la teoría debía adaptarse a la realidad y no al contrario. Creía que el hombre no podía controlar las fuerzas que ocasionan el cambio social, ni predecir su dirección. Por ello debía adecuarse permanentemente a revoluciones espontáneas e inesperadas.   

Al concluir nuestra lectura, nos quedó la sensación de que los relatos de Haya, separados unos de otros por largo tiempo, nos enfrentan al mismo investigador aplicando sus instrumentos de análisis a realidades diferentes.  En 1924, Haya nos describe la joven URSS. Su reflexión atisba la teoría que modelará con el paso del tiempo: “es menester analizar las diferencias reales y las analogías aparentes”.

En 1960, en la madurez de su pensamiento, aplicará a la polémica entre Moscú y Pekín la versión más depurada de su aparato conceptual. Ante la insistencia pekinesa de iniciar una guerra internacional contra el imperialismo, inevitable según Lenin, Nikita Kruschev declaró que no había que seguir a Lenin al pie de la letra, lo que remeció al mundo socialista. Haya comentó entonces, acertadamente, que Kruschev “no ha hecho sino aplicar a su política el principio dialéctico de la negación marxista, según el cual no hay verdades definitivas capaces de sujetar a un prefijado itinerario el acaecer histórico (…) esta ley no excluye ni al marxismo, ni al leninismo”. Cincuentaitrés años nos separan hoy del día en que Víctor Raúl  escribió estas palabras, y veintitrés de la caída del mundo socialista que validó su tesis sobre la imposibilidad de sujetar la historia a derroteros deterministas.

La Indoamérica actual pareciera distinta de la que conoció Haya de la Torre. Pero despejado el haz de luz de la aurora noventera, subsiste un continente tecnológicamente atrasado e incapaz de transformar su matriz productiva para enfrentar competitivamente al primer mundo. Así pues, nuestro espacio-tiempo histórico se adviene aún a las constantes del pensamiento de Haya que siempre acompañaron su teoría del cambio: la justicia social y la izquierda democrática, la necesidad de obtener del imperialismo los capitales y tecnología para desarrollarnos, y de constituirnos en foros multilaterales y mercados comunes para ser más competitivos.   

A 118 años de su nacimiento, es imprescindible despolitizar a Haya para instalarlo en la acogedora estancia de la historia. Allí podremos otorgarle el lugar que mezquinamente le seguimos negando: el del gran filósofo-político latinoamericano del siglo XX.  

Publicado el martes en Diario16

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El Mar de Bolivia

El mar de Bolivia
Daniel Parodi Revoredo
Me encontraba a punto de escribir una nota resaltando la declaración conjunta de los cancilleres de Perú y Chile comprometiéndose por escrito a acatar el fallo de la Haya, cuando me sorprendió lo expresado por el Presidente Sebastián Piñera, ofreciéndole a Bolivia una salida no soberana al océano Pacífico por Arica. El mandatario del vecino país fue más allá pues sostuvo que de obtener una sentencia adversa en Holanda esta proposición quedaría sin efecto.

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Unn estadista como Mahuad hace falta para acercar a Chile y Bolivia

Claramente, la intención de Piñera es deslizar en la opinión pública de su país la idea de que si el Perú gana en La Haya pasaría a ser el responsable de la confinación continental de Bolivia. La razón: que los 38,000 kilómetros cuadrados de mar que el Perú le disputa a Chile bañan la costa que Chile estaría dispuesto a entregarle al país del altiplano.

Sin embargo, la jugada tiene mucho de predecible, retórico y demagógico pues es sabido que Bolivia no quiere de Chile –y lo ha dicho muchas veces- una salida al mar sin soberanía, la quiere con soberanía. La pretensión boliviana no se sustenta en el derecho más sí en una reivindicación histórica pues Chile lo despojó de su cualidad marítima en la Guerra del Salitre de 1879, al arrebatarle la provincia litoral de Atacama. Además, el mismo Evo Morales, con incredulidad, ha manifestado que no ha recibido ninguna propuesta formal del gobierno de Santiago.

Es por eso que a mí lo que trasmite Piñera me preocupa más que lo que dice. En las bambalinas de un pronunciamiento inoportuno, se insinúa lo complejo que le sigue resultando a Chile manejar el escenario de un fallo adverso en La Haya. Por eso, la intentona de transferir la responsabilidad del confinamiento boliviano al Perú más nos parece un deseo de auto-compensación dirigido a su opinión pública: “pierdo mar contra Perú, pero ya no tengo que dárselo a Bolivia”.

Al respecto, el Perú no debe hacer más de lo que ha venido haciendo, es decir, mantener su línea de apaciguamiento, no descarrilar el proceso y conservar la serenidad. Las autoridades chilenas podrán declarar muchas cosas pero para nosotros el objetivo es el fallo acatado y ejecutado. Respecto de Bolivia, si acaso hiciese eco de la declaración chilena, habrá que recordarle que la pérdida de su cualidad marina nada tiene que ver con nosotros por lo que tampoco nos toca reponérsela. En todo caso, no estará de más subrayarle que desde 1992 le hemos otorgado 5 kilómetros sin soberanía ceca de Ilo, en Bolivia-mar.

Desde otra perspectiva, parece lamentable que en el siglo XXI, Chile aún recurra a la vieja estrategia del 2 contra 1, tan de la geopolítica del siglo XIX. Si se apuntase al desarrollo de la región, Perú y Bolivia deberían impulsar Boliviamar y Chile debería hacer otro tanto con el país altiplánico pero en cualquier lugar menos en la región en litigio. Otorgándole a Bolivia dos zonas francas comerciales, portuarias y aduaneras -una en Chile y la otra en Perú- repotenciaremos la integración trinacional y voltearemos una perturbadora página de nuestra historia en común.

Sé que para Bolivia la salida soberana al océano involucra intensos sentimientos nacionalistas, pero ya es hora que algún estadista con sentido común asuma el pasivo de que no va obtenerla de Chile, ni mucho menos del Perú. Es por eso que el asunto debería discutirse utilizando conceptos más actuales de soberanía, que permitan un status de semi-autonomía pero sin llegar a la soberanía absoluta, la que no sólo en el país de Evo Morales atañe cuestiones sensibles.

Estoy recordando a Jamil Mahuad, aquel presidente ecuatoriano que comprendió que la reivindicación de su país sobre el Perú –Tumbes, Jaen y Maynas- era irrealizable, contaminaba las relaciones bilaterales e impedía la integración. Gracias a la proyección de ese hombre hoy Perú y Ecuador se han integrado para su mutuo beneficio. Para el caso chileno-boliviano hace falta una persona así.

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La Victoria de Grau y Prat

LA VICTORIA DE GRAU Y PRAT
Daniel Parodi Revoredo
El combate naval de Abtao, que tuvo lugar el 7 de febrero de 1866, enfrentó a la escuadra peruano-chilena, también conocida como aliada, contra la flota española. Este acontecimiento formó parte de la guerra con España de 1864 a 1866, en la que la ex – potencia colonial se apropió exprofeso de las islas guaneras de Chincha por lo que debió enfrentar no sólo a Perú, sino a una cuádruple unión sudamericana que también integraron Chile, Ecuador y Bolivia.

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Lucharon juntos en Abtao

Huapi Abtao es el nombre de una isla que queda muy al sur de Chile y forma parte del archipiélago de Calbuco. Allí se enfrentaron la escuadra aliada, conformada por los barcos peruanos Apurímac, Unión y América más los chilenos Covadonga, Lautaro y Antonio Varas; contra los españoles Villa Madrid y Blanca.

Debido al poderío de las naves españolas la formación que ofreció la alianza peruano-chilena fue más bien defensiva para lo que aprovechó su favorable posición en una ensenada, cuyos accesos bloqueó, disponiéndose la flota en forma de herradura. Al contrario, las naves españolas, peor ubicadas, no podían acercarse demasiado so riesgo de varar o encallar. A las 4 y 15 de la tarde del 7 de febrero de 1866, la fragata peruana Apurímac abrió los fuegos de un combate en el que ambas escuadras se cañonearon encontrándose separadas de 1500 a 2000 metros una de la otra. El combate duró algo más de una hora y en él se efectuaron aproximadamente 1500 tiros de cañón.

El enfrentamiento concluyó al caer de la tarde y al día siguiente las naves españolas apuraron máquinas hasta Valparaíso para reunirse con el resto de su flota. Enterado de la acción naval, el Brigadier de la Armada Española Casto Méndez Núñez se dirigió a Abtao con la poderosa fragata Numancia, su buque insignia. Sin embargo, no pudo acercarse a la flota aliada debido a las fuertes corrientes, islotes y espesas nieblas de la región de Chiloé que impedían la visibilidad. Por esa razón, zarpó de nuevo rumbo a Valparaíso sin poder hundir a la flotilla sudamericana que era visiblemente inferior y que tuvo la pericia de realizar una arriesgada maniobra defensiva que le permitió evadir a su temible y poderoso enemigo.

La paradoja del combate naval de Abtao es que allí pelearon juntos los marinos de Perú y Chile que luego se enfrentaron en la guerra del salitre de 1879. A bordo de la Covadonga se encontraban Arturo Prat y Carlos Condell, mientras que los navíos peruanos estuvieron tripulados por Miguel Grau, Juan Guillermo More, Elías Aguirre, Enrique Palacios y Diego Ferré. Además, en el Apurímac se destacó un joven y audaz guardamarina: Leoncio Prado.

La Guerra de la alianza peruano-chilena contra España fue una gesta en contra del atropello de una potencia imperial que no se resignaba a haber perdido sus antiguas colonias y que intentó en vano, a través de la fuerza de sus cañonazos, atacar a las repúblicas que se habían fundado en Sudamérica 40 años antes. Por eso no es exagerado decir que el 7 de febrero de 1866 peruanos y chilenos lucharon juntos por la libertad.

En esta columna no predicamos el olvido del pasado doloroso que compartimos con Chile, pero sí creemos que junto a ese pasado, existe otro que se caracterizó por la colaboración mutua y que es obligatorio conmemorar precisamente cuando ambos países estamos a punto de dar un paso fundamental en nuestra historia. Con el acatamiento del fallo de la Haya, si el tiempo y la autoridad lo permiten, habremos resuelto por la vía civilizada nuestra última diferencia y con ello habremos apostado, una vez más, por la integración del Continente, utopía que hace 146 años defendieron juntos Miguel Grau y Arturo Prat en Abtao.

Daniel Parodi Revoredo

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El APRA y la Revocatoria

EL APRA Y LA REVOCATORIA
Daniel Parodi Revoredo
Las pasadas semanas he hecho públicas mis observaciones a la revocación de la actual gestión municipal de Lima. Entre otras atingencias, mencioné que encontraba obsceno pretender el desafuero de la comuna limeña por razones tan frívolas como la extracción social o hasta étnica de la alcaldesa. Notaba, en las bambalinas del proceso, la presencia de un núcleo revocador mezquino, oblicuo y de dudoso origen en persecución de un objetivo apriorístico, trazado incluso antes de iniciarse el actual gobierno de Fuerza Social.

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Más lejos que nunca

Sin embargo, debo señalar también que al interior del PAP, partido en el que milito, se debatió largamente esta temática durante todo el año anterior y se levantaron importantes voces disidentes a la revocación como la del emblemático líder Carlos Roca y del dirigente nacional Fernando Arias. Asimismo, la cuestión se consultó al nivel de las bases, tan es así que yo mismo fui convocado por la mía a una sesión a la que no pude asistir y que se pronunció en favor del sí. La misma postura la adoptó la mayoría de bases distritales de Lima y de ese consenso democrático, que me consta, el APRA definió su posición.

Más allá de mis observaciones a la revocación, expuestas al principio de esta nota, encuentro coherente la decisión tomada por el Partido del Pueblo. Me resulta evidente la persecución que ha sufrido la actual MLM desde que inició labores –en algunos casos impulsada por gruesos errores de gestión-; pero también me queda claro el ninguneo sistemático del que fueron objeto apristas y castañedistas por parte de FS, detractora del tren eléctrico, del Cristo del “gordo vago”, de los hospitales de la solidaridad etc.

Para el caso del APRA y la izquierda, la actual puesta en escena recrea una antigua rivalidad en dónde la segunda cuestiona a la primera desde todos los ángulos: el político, el ideológico, el académico y el moral. La razón, que el APRA de los sesentas no lideró la lucha revolucionaria por la dictadura del proletariado, como aquella hubiese deseado. Ya he cuestionado, y seguiré cuestionando, la acusación de traición ideológica que pesa sobre Víctor Raúl Haya de la Torre y su movimiento; para nuestro actual interés, de ella se desprende el desdén histórico a la obra del político más preclaro y brillante del siglo veinte peruano, y a su partido.

Puerto a tierra- y sumándole el sambenito por su olvidable primer gobierno – se trata a los apristas como a una suerte de categoría sub-humana, moralmente inferior, y es así como se les refiere cotidianamente en las redes sociales y demás espacios donde se discute la política nacional. Ciertamente, la razón de apoyar la revocatoria debería partir de la evaluación de la eficiencia de la gestión municipal, pero no es dable pensar que los factores que he referido no influyen en la decisión de los electores más ideologizados del medio: apristas e izquierdistas.

Mucho queda por hacer en nuestro país, mucho por reconciliar y mucho –lo he dicho tantas veces- por tender puentes y hacer de la nuestra una política menos pantagruélica, tribal y des-institucionalizada. Pero aquí cada quien tiene que hacer su mea culpa, para empezar, quienes afrontan una consulta popular con el escenario cuesta arriba, lo que no se explica, simplemente, en la trama de un círculo macabro.

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