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Daniel Parodi Revoredo


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Daniel Parodi Revoredo
Estamos en la Haya por otras razones que paso a enumerar:
1. Estamos en la Haya porque en 1947 comenzó a cambiar el derecho del mar. Ese año los presidentes de Chile y Perú lanzaron al mundo la tesis de las 200 millas marinas. Antes de ello, los países del mundo prácticamente no tenían dominio marítimo o éste no pasaba de las tres millas desde la costa hasta altamar.
2. Estamos en La Haya porque gracias a la tesis de las 200 millas se protegió la fauna marina adyacente a cada Estado y se evitó su depredación por flotas internacionales. Fue por ello que Perú, Chile y Ecuador firmaron la Declaración de Santiago de 1952, cuyo preámbulo sostiene que los gobiernos firmantes tienen que velar por “la conservación y protección de sus recursos naturales y reglamentar el aprovechamiento de ellos, a fin de obtener las mejores ventajas para sus respectivos países”.
3. Estamos en la Haya porque los gobiernos de Perú y Chile discrepan respecto de la naturaleza de la Declaración de Santiago y otros acuerdos bilaterales posteriores. Para el Perú ninguno de ellos fijó, ni se propuso fijar los límites marítimos entre ambos países, mientras que para Chile sí fijan la frontera marítima en el paralelo geográfico. Entonces la Corte internacional de Justicia dilucidará si dichos instrumentos son tratados limítrofes y establecerá la frontera marítima entre ambos países.
4. Estamos en la Haya porque en 1982 se lanza al mundo la Convención del Mar. Desde entonces los países del orbe comenzaron a establecer entre sí sus límites marítimos y el contencioso peruano-chileno es uno entre cientos de casos análogos. Precisamente en ese contexto, el Perú, mediante nota diplomática de 1986, expresó a Chile su intención de sostener conversaciones amistosas con la finalidad de fijar la frontera marítima binacional.
5. Estamos en La Haya porque Chile no le hizo caso a la nota diplomática peruana de 1986. Al contrario, en el año 2000 inscribió ante la ONU la línea de bases de su frontera marítima con el Perú, estableciendo, de manera unilateral, el paralelo geográfico como límite entre los dos países. Al respecto Chile alega que con el Acta de Ejecución de 1999 concluyeron todos los temas limítrofes entre ambos países y que el Perú aceptó dicha postura.
Esto es inexacto, las autoridades peruanas expresaron que con dicha Acta de Ejecución se cerraban los pendientes del Tratado de 1929 (muelle, aduana y ferrocarril para el Perú en Arica) pero jamás se insinuó ninguna aceptación de usar el paralelo geográfico como frontera marítima. Con el paralelo como frontera marítima el Perú resignaría mansamente 65.000 km2 de dominio marítimo y casi no parece serio que en Chile se colija una postura tan pusilánime del Perú.
6. Estamos en la Haya, porque, a pesar de la difícil situación planteada desde 2000 con la presentación de la línea de bases chilena a la ONU, el Perú se acercó en 2004 a Chile buscando negociar una solución concertada. Lamentablemente, Chile respondió que no existía ningún pendiente limítrofe con el Perú y que no había nada que discutir.
Frente a la negativa chilena a tratar con el Perú la cuestión de la frontera marítima, nuestro país inscribió su línea de bases a la ONU en 2005. Debido a la superposición en la proyección de las zonas de dominio marítimo de uno y otro país, y a la reiterada negativa chilena a negociar directamente el tema con nosotros, en 2008 nuestro Estado demandó a Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya para que esta zanje la diferencia entre ambos Estados
Nuestro actual contencioso con Chile se sitúa en un tiempo en que los Estados están fijando sus fronteras marítimas. Si las partes no se ponen de acuerdo decide la CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Por eso estamos en La Haya.
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Pedro Cateriano y Andrés Allamand, Punta del Este, martes 9 de octubre de 2012
La reciente reelección de Chávez y la polémica sobre el indulto presidencial nos han distraído de atender buenas noticias como las recientes declaraciones del canciller chileno en la cumbre de ASPA y el importante manifiesto conjunto de los ministros de Defensa del Perú y Chile, en la reunión que sostuvieron en Punta del Este, en el marco de la X Conferencia de Ministros de Defensa de América.
Consultado por los reporteros peruanos, el canciller chileno Alfredo Moreno reiteró varias veces que Chile acatará el fallo de la Haya. Por su parte, en la Reunión de Ministros de Defensa, en Punta del Este, los titulares peruano y chileno, Pedro Cateriano y Andrés Allamand también se comprometieron a respetar la sentencia holandesa. Allemand, además, resaltó el compromiso de seguir trabajando juntos en el progreso de ambos pueblos.
Cuando se encuentran en disputa cuestiones tan sensibles como la soberanía nacional, es siempre difícil ponerse en los pantalones del otro, máxime porque alrededor del litigio de la Haya se diseminan los recuerdos de una difícil historia en común. Por ello quiero compartir con ustedes las siguientes reflexiones, para colocar en perspectiva las declaraciones que acabo de reseñar.
1. El litigio en la Haya no se remonta a la Guerra del Pacífico, ni es su continuidad. Más bien, remite a la segunda mitad del siglo XX cuando se comenzó a configurar un derecho del mar que hasta entonces no existía o no se extendía más allá de tres millas desde las costas hacia altamar. Recién desde 1947, con la tesis de las 200 millas -lanzada precisamente por Chile y Perú- comenzó a legislarse y discutirse un ordenamiento de soberanías y zonas de influencia marítimas distinto de los hasta entonces admitidos. Por ello este es un tema más bien reciente, que remite a un desacuerdo entre dos partes, las que se someten a un juez internacional de prestigio y probidad incuestionables.
2. Para los chilenos la cuestión de la Haya es más compleja que para nosotros. En Santiago se cree que poco o nada se puede ganar en el litigio porque su postura –la del paralelo geográfico como frontera marítima binacional- es la que en la praxis hoy se ejecuta. Se desprende que el fallo holandés le permitirá a Chile o mantenerla o retroceder, nada más. A ello hay que sumarle una campaña presidencial a la vuelta de la esquina. En suma, el costo político de administrar y aplicar un probable fallo adverso será muy alto para el gobierno de Piñera, así como tentador de manipular electoralmente por sectores de su oposición.
Es por lo dicho anteriormente que valoro positivamente las declaraciones de altas autoridades del gobierno chileno explicitando su compromiso de acatar el fallo de la Haya, máxime evaluando su posible impacto mediático en un país que mantiene el mito del “ejército nunca jamás vencido”. Ciertamente, nosotros no podemos bajar la guardia, se viene la fase oral que es cuando más subirá la temperatura y es posible que en Chile se combinen las voces que llaman a ceñirse a la justicia internacional con los graznidos de algunos halcones, y aquí podría ocurrir lo mismo.
Nosotros, como hasta ahora, debemos mantener la calma y no caer en ninguna provocación porque esas han sido, desde el inicio de este difícil proceso, nuestras mayores fortalezas. Desde esta columna hacemos votos por que primen el sentido común y la prudencia, las que deben transmitirse desde las autoridades de cada nación hasta sus respectivas colectividades. Tenemos ad portas no solo un fallo sino una ventana de oportunidad de encontrar, al fin, el nuevo y mejor principio que se merecen las relaciones entre el Perú y Chile, hasta ahora marcadas por el recelo y la desconfianza. No es justo, lo he dicho muchas veces, que las nuevas generaciones hereden nuestros enconos y hay mucha masa crítica, además, para apostar por el desarrollo socio-económico compartido. Hagámoslo de una vez.
Daniel Parodi Revoredo
Publicado ayer en Diario16
Debo confesar mi inicial escepticismo hacia UNASUR. En el pasado he visto despegar muchos proyectos similares sin que ninguno haya consolidado un foro regional importante. Sin embargo, creo que estamos en un buen momento para hacerlo y la cumbre de ASPA es prueba de ello.
Al respecto, el canciller Roncagliolo ha resaltado que frente a las crisis china, europea y norteamericana, la posición emergente de América del Sur torna la región en el escenario ideal para las inversiones y a nuestro presente en la coyuntura esperada para la integración y el desarrollo socio-económico. De allí su reflexión sobre ASPA, a la que han venido veinte de los veintiún países árabes y miles de empresarios que probablemente iniciarán una nueva oleada de inversiones en el Perú y América Latina. “Si han venido tantos es porque la invitación la ha formulado la región, y no un solo país”, dijo el Canciller. Es que en el mundo de hoy las cosas, cuando se hacen bien, se hacen así.
Roncagliolo también destacó que las naciones sudamericanas son soberanas y por ello deben definir sus políticas de acuerdo al interés propio y común. En esa línea cuestionó el derecho a veto que mantienen las grandes potencias mundiales en el Consejo de Seguridad de la ONU. Señaló que su origen remite a los tiempos de post Segunda Guerra Mundial y Guerra fría pero que éstos ya han sido superados, por ello abogó por una ONU más democrática.
En el mismo sentido se expresó el presidente de Uruguay José Mujica, quien, en un conversatorio organizado por Cancillería e IDEA Internacional, propuso la unidad continental como medio para alcanzar la justicia social a través de la democracia. Sobre ésta, dijo que no había que perder de vista que siempre será perfectible y que es, para la región, como una novia inaprensible y anhelada.
No faltarán, tras el liderazgo regional asumido por políticos con un pasado de izquierda, quienes sostengan que tras todo esto se esconde una oscura maquinación chavista. Ciertamente, el chavismo venezolano es el punto débil en la confluencia de intenciones que se viene madurando. Por ello es primordial que la defensa de la auténtica democracia -tan reafirmada en ASPA- evolucione hacia una abierta condena a las trasgresiones de las que ella es objeto en Venezuela, donde una elección presidencial sin observadores recuerda los peores tiempos del fujimorismo.
Sin embargo, la construcción de bloques no culmina con UNASUR, también está la Alianza del Pacífico, impulsada, además del Perú, por Chile, Colombia y México, cuyos mandatarios, más bien, se encuentran situados en una órbita más abiertamente capitalista. Lo que ocurre es que hoy existe un solo modelo económico y la concurrencia al mercado en bloques de países aumenta sustancialmente las posibilidades de inversión, como lo demuestra la presencia de veinte Estados árabes en el Perú.
Ya he dicho en otras ocasiones que derecha e izquierda no serán más lo que fueron, que hoy son dos maneras válidas e interdependientes de concurrir al capitalismo; la segunda se adecúa más a América Latina porque tenemos variables como la inclusión social y la lucha contra la pobreza que nuestros Estados no pueden sencillamente librar al mercado. Pero la primera debe trazar nuestros mejores proyectos de inversión y denunciar cualquier aventura anti libre concurrencia en ciernes. El sentido común tiene la palabra.
Sé que hay muchos estadios que sobrepasar para superar nuestro circo político-mediático. Para empezar hace falta que nuestra clase política se lo cuestione, lo cual parece imposible pues la mayor parte de ella nació, se crió o vive de dicho circo. Otro escalón es la revolución educativa, a mi me da mucha pena constatar que aquella no es central en el debate nacional y observar cómo nos mantenemos como uno de los países de la región que menos invierte en educación.
Tal vez lo que diga sonará fuerte pero mis colegas historiadores chilenos, casi todos, enseñan en colegios y universidades públicas, ya sea en la capital o provincias de su país. Todos tienen masters o doctorados en el exterior y son ellos quienes forman a los niños de su país, a lo largo de su territorio. Así y todo, hoy en Chile la calidad y gratuidad de la educación son la razón de prolongadas protestas y multitudinarias manifestaciones.
Al contrario, en el Perú la problemática de la educación ni siquiera está en debate. Aquí más vende la anécdota del parlamentario come pollo, que una discusión, desprendida del escándalo, sobre el nivel de nuestros políticos. Tampoco pasó nada con su colega que suplantó en el voto a una tercera congresista ¿o sí? porque en el Perú, re-repito, nadie se hace responsable por nada.
Yo ya no sé sí retomar el esquema bicameral con un Senado Nacional podría contribuir a elevar el nivel de nuestra discusión política y lograr un espacio de reflexión madura para que la colectividad peruana se piense como parte de un todo y dialogue sobre los grandes temas que nos interesan y que lamentablemente están ausentes del debate nacional. Lo digo porque es penoso que la vida de los personajes de la farándula pueda resultarle a muchísimos más preocupante que el nivel de la educación que sus hijos reciben en la escuela. No es justo, pero me temo que ante la actual dictadura de la televisión basura, principal responsable de la difusión de una cultura-basura y de una política-basura, un eventual senado termine copado por personajes bizarros y pantagruélicos como Aldo Mariátegui, Beto Ortiz, Gisella Valcárcel, Tongo o, todavía peor, Magaly Medina. Total a ellos todos los conocen.
Pero eso es lo que vende dirán algunos, “eso es lo que le gusta a la gente”, como decía el recordado Alfonso “Pocho” Rospigliosi. Yo, por mi parte, no dejaré de preguntarme si un país formado en una educación de más calidad aceptaría tanta basura política en las cabezas de sus hijos. Como hoy en el Perú ya casi nadie se cuestiona estas cosas, permítanme hacerlo a mí, total, aquí nadie se hace responsable por nada y probablemente yo no sea la excepción.
Recientemente se presentó “CONTRA-HISTORIA DEL PERÚ, Ensayos de Historia Política Peruana”, compilación de Eduardo Dargent y José Ragas, un novedoso proyecto que contiene varias ucronías; es decir, relatos sobre acontecimientos del pasado que no ocurrieron pero que pudieron suceder.
En Contra-Historia se destaca el ensayo “Haya Presidente”, de Javier Barreda, quien recrea un escenario que rosó la realidad en 1962: la elección de Víctor Raúl Haya de la Torre como Presidente del Perú. En el ejercicio especulativo de Barreda, Haya llega al poder con el respaldo del odriísmo y el pradismo; tras superar el veto que le impusiese un sector de la Fuerza Armada. Más bien, Acción Popular pasa a la oposición junto con la Democracia Cristiana.
Para Barreda, el ucrónico gobierno aprista fue más bien conservador pues el Haya de entonces perseguía la institucionalización de la democracia y pensaba que ésta dependía del fino y difícil equilibrio entre los tres grandes protagonistas de la política de entonces: el ejército, la oligarquía y el APRA. En esa línea, el gobierno aprista reprimió con dureza las guerrillas del MIR y se desmarcó claramente de la revolución cubana al constatar su desplazamiento hacia la órbita soviética.
Sin embargo, la justicia social no dejó de estar presente en el gobierno de Víctor Raúl, quien aplicó una serie de políticas sociales, como una reforma agraria selectiva y una legislación laboral favorable a los trabajadores. Tras la muerte, en 1963, del Premier Manuel Seoane, Luis Alberto Sánchez jefaturó el gabinete, mientras que Ramiro Prialé, candidato presidencial aprista, fue ampliamente derrotado por Fernando Belaúnde Terry en 1969.
Aventurándome por el apasionante derrotero de la ucronía, extrañé en el texto de Barreda un análisis sobre el impacto de la crisis de la estructura del poder de entonces –ejército, oligarquía y APRA- sobre el gobierno de Haya de la Torre. ¿Cómo hubiese afrontado Víctor Raúl el desborde popular, la aparición de nuevas fuerzas políticas y la división del ejército entre su ala conservadora y la progresista? ¿Cómo se hubiese manejado el cambio dramático de la política tradicional peruana en un hipotético gobierno suyo?
Con todo, la trayectoria de Haya tuvo un capítulo más, la Constitución del 79, donde el viejo político se reencuentra con su ideología primigenia, según sus detractores condicionado por los militares y/o para asociar las reformas de Velasco al aprismo original. Yo creo, más bien, en un Haya crepuscular ya adaptado a una nueva coyuntura en la que sí existe espacio para el programa máximo del APRA en la política peruana.
Las “contra-historias” de Dargent y Ragas nos presentan más relatos fascinantes, como el de Charles Walker, en el que Túpac Amaru II logra tomar el Cusco, o el de Martín Tanaka, en el que, en 1990, Mario Vargas Llosa es elegido presidente del Perú. Desde una postura conservadora podría pensarse que Contra-Historia no es un ejercicio intelectual verificable pero sus relatos cuentan con un respaldo bibliográfico que los dota de un innegable valor académico.
En tanto recoge nostalgias, fantasías y anhelos colectivos, Contra-Historia cristaliza un espacio harto esperado en el debate historiográfico nacional.
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Tratándose de Alberto Fujimori es doble la responsabilidad de indultarlo si lo merece y de no hacerlo si no reúne los requisitos; pues nadie prostituyó como él el estado de derecho en el Perú. Por eso mismo debe aplicársele, sin más, la ley; pues solo de esta manera la sociedad puede desmarcarse del corrupto, del delincuente y del criminal anteponiéndole un principio de superioridad moral: yo a ti te aplico la misma ley que tú tantas veces violaste.
Como mucho se ha hablado de los crímenes de Barrios Altos y la Cantuta quiero aprovechar esta columna para recordar, más bien, el proxenetismo al que se expuso la institucionalidad democrática durante el decenio dictatorial de AFF. Como mucho se recuerda el autogolpe del 5 de abril de 1992, la mayoría ya olvidó la ley de interpretación auténtica de 1996 que estableció que como la elección de Fujimori en 1990 fue anterior a la Constitución de 1993 entonces nunca ocurrió. De esta manera Fujimori sólo resultó electo una oportunidad en 1995 por lo que pudo postularse por “segunda vez” el 2000. 1+1+1=2; esas fueron entonces las cínicas matemáticas fujimoristas.
Después, en 1998, se bajaron el referéndum que con más de un millón de firmas a nivel nacional había logrado convocar la oposición para evitar la ilegal postulación de Fujimori. ¿Cómo lo hicieron?, pues cambiaron la ley sobre la marcha y exigieron el voto de 48 parlamentarios –además del millón de firmas- para aprobar el plebiscito. Teóricamente la oposición contaba con ese número de congresistas pero el día de la votación, extrañamente, unos cambiaron de camiseta y otros faltaron a la sesión. El transfuguismo fujimontesinista mostraba su rostro por primera vez.
Durante el enrarecido proceso electoral de 2000, el Presidente y candidato a su tercera reelección compró TODAS las franjas de publicidad televisivos, de TODOS los canales de señal abierta – 2, 4, 5, 9 y 13 que hablaban TODO el tiempo sólo del presidente–candidato y/o mencionaban a otros candidatos única y exclusivamente para demolerlos en base a calumnias, chantajes y campañas de difamación.
El día de la elección, la boca de urna dio por ganador al candidato de oposición Alejandro Toledo pero después sucedió lo increíble: los canales dejaron de trasmitir las elecciones, en su lugar, comenzaron a pasar el chavo del 8, Mickey mouse y perdidos en el espacio, no sabíamos que pasaba pero olía a fraude. Cuatro horas después volvió la señal y el fraude se había consumado, los resultados se habían invertido en favor de Fujimori.
Pero el circo de la institucionalidad peruana recién comenzaba su función estelar. Día a día, el porcentaje de Fujimori aumentaba acercándose peligrosamente al 50% que le daría la victoria en primera vuelta. Se encontraba ya en 49.99% y repentinamente un sujeto de apellido Portillo salió a decir: “tranquilos, tranquilos, Fujimori ha bajado a 49.5”. ¿La razón?, una guerra civil a punto de estallar. Lo que no vimos, preocupadísimos por el resultado presidencial, es que día a día, aumentaba también el número de parlamentarios fujimoristas electos, con lo difícil que es alterar la cifra repartidora luego de establecida una tendencia. Pero subía y subía, y, como no alcanzaba, compraron una decena de parlamentarios más, los que se pasaron al oficialismo ante la mirada y asombro de la nación en su conjunto.
En la segunda vuelta, el caballo fujimorista corrió solo y sin observación electoral porque ésta no quiso validar con su presencia un estado de cosas viciado e inaceptable. Para el día de cambio de mando Alejandro Toledo convocó una marcha a Palacio para evitarlo pero era imposible acercarse pues un impresionante contingente militar-policial taponeaba todos los accesos al centro histórico de Lima. Después de la espuria juramentación, con banda presidencial al revés y todo, la multitud protestante pudo acercarse porque la dejaron hacerlo y al encontrase al lado del Banco de la Nación éste estalló en pedazos y murieron varios inocentes vigilantes; al día siguiente, las pintas limeñas rezaban: “Toledo desgracia”. Era la mano de Montesinos, tratando de manchar lo único limpio del proceso: las fuerzas de la oposición.
Si Fujimori está muy enfermo que lo indulten, o lo manden a su hogar con arresto domiciliario, en suma que le apliquen la misma ley que él tantas veces trasgredió; pero no olvidemos quien es el que sale y lo que nos hizo. Este espacio y su columnista no creen en la venganza y consideran que, de acuerdo a ley, cualquier condenado tiene derecho al indulto humanitario o al arresto domiciliario conforme a lo establecido en los códices de justicia. Sin embargo, esperamos que no se esté escribiendo el libreto de una pantomima de aquellas a las que nuestra pantagruélica fauna política nos tiene acostumbrados. No debemos permitirlo, nunca más.
Daniel Parodi Revoredo