El FUTURO POSIBLE DEl PERÚ Y AMERICA LATINA
A propósito del discurso del Presidente Óscar Arias en la Cumbre de las Américas, Trinidad y Tobago, en 18 de abril de 2009

Hace año y medio, Oscar Arias, Presidente de Costa Rica pronunció en la cumbre de las Américas un inteligente discurso en el que llamaba a los países latinoamericanos a realizar un ejercicio de autocrítica para así encontrar las verdaderas causas de su atraso material. Además, el referido estadista cuestionó el desfase del debate ideológico en la región, el que remite aún a la polarización de la Guerra Fría. Mientras tanto, otras regiones del mundo -como el sudeste asiático- optaron hace ya tiempo por el pragmatismo y la apertura económica, lo que les ha permitido espectaculares crecimientos en tan sólo unas cuantas décadas. Además, Arias señaló que la poca inversión en la educación y la persistencia de abismales desigualdades socio-económicas son problemas vigentes en América Latina y que su pronta solución depende de la acción –o inacción- de sus clases dirigentes.

Ciertamente, los actuales tiempos nos enseñan que es posible tratar por separado la discusión del modelo económico y la del rol del Estado. Para el primer caso, el ejemplo peruano demuestra como la economía abierta y la integración comercial son la mejor apuesta para optar por el rumbo del desarrollo. Así pues, los auspiciosos resultados obtenidos tras convertir dicho modelo en política de estado – desde los años noventa hasta la actualidad- no hacen más que confirmar su viabilidad, la que ya con anterioridad se había concretado en Chile.

Más bien, el debate debería trasladarse hacia la redefinición del rol del Estado. Los neoliberales más optimistas plantearon, tras la caída del bloque socialista, el fin del estado-nación y de las fronteras nacionales. Sin embargo, el inicio de los años diez nos muestra un mundo en el que la vigencia de entidades estatales fuertes no sólo no se contradice con el modelo económico, sino que coadyuva a su fortalecimiento. De esta manera, aquellos estados que han logrado enriquecerse potenciando su integración económica con el mundo, son los que han contado luego con mayores recursos para invertir en infraestructura y, en general, en el bienestar de la población.

Es aquí donde se encuentran las antes confrontadas doctrinas del liberalismo económico y el Estado de bienestar. Si por una parte la economía abierta parece imprescindible para maximizar la obtención de recursos, por la otra, el Estado resulta indispensable para redirigir sus ganancias hacia el mejoramiento de la calidad de vida de la población para que ésta, a su vez, pueda incorporarse al modelo.

He aquí donde radica el círculo virtuoso pero junto con el problema. Así por ejemplo, el crecimiento económico peruano no se presenta aún suficientemente acompañado de la imprescindible profesionalización de la clase política ni, en términos más generales, de la descentralización de la educación superior, la que debe proveer a la sociedad de cuadros provincianos altamente capacitados para el ejercicio de la función pública y para generar, en sus regiones de origen, un efecto multiplicador.

Quizá la meta de la década que inicia es la reforma de la universidad y de la educación universitaria. En el Perú, la educación superior pública debe ser de igual o mayor nivel que la privada, para de este modo descentralizar las oportunidades de contar con cuadros altamente capacitados en todo el territorio nacional. Por su parte, América Latina debe ya comprender que en los actuales tiempos la integración regional presenta la forma de proyectos comunes para concurrir a la economía mundial en mejores condiciones. Sólo es cuestión de comenzar.

Daniel Parodi Revoredo

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