Perú Bolivia y Chile

Chile-Bolivia, mi posición

Hace ya dos décadas trabajo la problemática peruano-chileno-boliviana. Llegué a ella a través de mis estudios sobre la Guerra del Pacífico. Significativamente, mi interés en el imaginario colectivo y la reconciliación me llevaron pronto a los temas del presente por lo que los últimos años he trabajado la cuestión del litigio entre el Perú y Chile en la Haya, desde una postura peruanista a la vez que reconciliadora, y luego he escrito notas y brindado entrevistas sobre la cuestión que Bolivia y Chile ventilan actualmente en el mismo tribunal.

Sobre este último tema, se me ha formulado diferentes preguntas acerca de sus diversos aspectos y es por eso que en estas líneas he querido expresar mi opinión sobre los que considero son sus temas centrales. De este modo podrá conocerse con claridad lo que pienso y discutirse mis ideas sobre una problemática respecto de la cual, desde luego, seguiré opinando en el futuro.

La bilateralidad de la cuestión chileno-boliviana

La solución de la mediterraneidad boliviana es un tema que corresponde solo a Bolivia y Chile, o en todo caso debería serlo. Al respecto, he expresado repetidas veces mis observaciones a una salida boliviana al Océano Pacífico por un corredor paralelo a la frontera con el Perú que desemboque en los pocos kilómetros de litoral que separan Arica del punto Concordia. Mis razones son varias pero las dividiré en dos partes:

  1. Históricas: el Perú perdió ya mucho en la Guerra del Pacífico y creo que se merece el descanso de su memoria doliente para esmerarse, más bien, en un trabajo de reconciliación e integración con Chile, el que se inició durante el litigio con dicho país, y en otro con Bolivia. No me parece justo, merced al Tratado de 1929, involucrar al Perú en la solución de una situación que él no creó y que le resultó muy dolorosa, tan sencillo como eso.

  2. Geoeconómicas: creo que dicha fórmula hoy es problemática para el Perú y para Chile, vistos como un conjunto por la integración económico-fronteriza que se ha desarrollado entre Tacna y Arica durante las últimas dos décadas. Las implicancias de perder la condición de países fronterizos también debe evaluarse, así como los aspectos administrativos y de la pesca en la zona pues la fórmula, a simple vista, parece forzada.

Lo que veo como una solución

En años recientes -y muy recientemente a fines de 2014- Bolivia y Chile han evaluado oficiosamente una salida al mar para Bolivia por una o dos zonas del litoral de Tarapacá. Esa es la opción que encuentro más viable  y, en relación con ella, he disertado acerca del concepto soberanía. Es a este nivel que quizá Bolivia debiera hacer su mayor concesión pues el apego al suelo, al terruño, es aún hoy una realidad en las emociones de autoridades y pueblos, y por ello la exigencia de una salida soberana parece el punto de inflexión más grande en esta problemática.

A este nivel, debe comprenderse la posición de Chile, incluso en su frente interno, respecto de la cesión de soberanía que resultaría igual de complicada para cualquier otro Estado. Quizás el tema podría resultar más sencillo si vemos la praxis por encima del valor subjetivo que le asignamos a los conceptos, y, en tal sentido, Bolivia podría obtener incluso más que lo que se propone si flexibilizase su posición y en la medida en que Chile esté realmente dispuesto a garantizar a aquella su acceso a las áreas mencionadas.  Digámoslo más sencillo, hablamos de una salida no soberana pero que en la práctica posea varias –no todas- de las características de una salida soberana.

El aporte peruano

El aporte peruano a la solución del enclaustramiento boliviano es y no puede ser otro más que Bolivia-mar (4 km2 de litoral ofrecidos a Bolivia, sin soberanía, cerca de Ilo) en donde este país podrá instalar una importante infraestructura portuaria, turística-vacacional, además de una escuela de marina mercante. Bolivia-mar, en las costas del Perú, se conectará con el resto del territorio del país altiplánico a través de las carreteras y vías de comunicación existentes entre Ilo y La Paz, las que deben potenciarse para reducir los tiempos y aumentar la conectividad entre ambos puntos estratégicos.

Al respecto, lo que no resulta aceptable es que, a pesar de haberse subsanado una serie de observaciones al proyecto original, nuestro Congreso Nacional demore tanto su aprobación definitiva. Consideremos que Bolivia es una economía emergente y, por lo tanto, debe evaluarse también los beneficios que, en el contexto de la globalización económica, podría obtenerse si conectamos el tráfico comercial entre Bolivia y el Océano Pacífico a través del puerto de Ilo.

Reconciliación   Trinacional

No soy de los que piensan que dos países no pueden sanar sus heridas del pasado al margen de un tercero supuestamente involucrado en el evento doloroso. Los estados son soberanos. El Perú y Chile casi resolvieron todos sus pendientes limítrofes con el fallo de la Corte de enero de 2014 y digo casi porque desde la misma complejidad del concepto soberanía en lo que tiene de emocional, la cuestión del triángulo terrestre sigue sin resolverse y deberá solucionarse algún día, mejor más temprano que tarde.

Sin embargo, mucho se avanzó y mucho más puede avanzarse entre el Perú y Chile en materia de integración dependiendo de la voluntad política de sus autoridades y a pesar de que la atmósfera no es la mejor debido a la natural tensión que en el país vecino genera su litigio con Bolivia en la CIJ. No obstante, mi apuesta por la reconciliación con Chile no me hace enemigo de Bolivia, no soy alguien que tenga que elegir entre uno y otro vecino.  Por el contrario, soy seguidor del sueño indoamericanista de Haya de la Torre y activista de la reconciliación como proceso conducente a la superación –lo que no equivale a olvido- de acontecimientos dolorosos entre estados y pueblos, en cualquier circunstancia y sin restricciones. En este contexto, el perdón por los excesos del ayer es el mejor testimonio de la madurez de las generaciones de hoy, las que  quieren y deben vivir mirando hacia el futuro.

Como estudioso de los discursos históricos e imaginarios, todos de tintes nacionalista, con los que cada uno de nuestros tres países -Perú, Bolivia y Chile- se representa a los otros dos, creo fervientemente que es necesario vernos de nuevo como región para encontrar las intersecciones positivas de nuestro pasado, tanto como para recordar acontecimientos que nos acercan, más allá de las batallas y héroes militares de los que están saturadas nuestras efemérides patrias.

A manera de conclusión

Cada cosa tiene su tiempo. Hoy,  qué duda cabe, nos encontramos más lejos que hace unos años de esa posibilidad porque nuestros vecinos están litigando en La Haya. Por eso insisto en que el gran objetivo de abrir un proceso de reconciliación peruano-chileno-boliviano con nuestro pasado doliente –que no implica una solución trinacional de la mediterraneidad Bolivia (son temas distintos, entiéndase)– no excluye la posibilidad de una agenda bilateral de reconciliación entre el Perú y Chile a la que creo haber contribuido con decenas de publicaciones académicas y periodísticas, y a la que seguiré contribuyendo con mi más firme voluntad.

Por otro lado, tras la firma del Acta de la Isla Esteves, otra agenda de reconciliación que estamos en condiciones de implementar es una peruano-boliviana. Nuestros imaginarios sobre Bolivia suelen proyectar una edición negativizada del vecino que debiéramos revisar si observásemos, apenas para comenzar, la premisa obvia de que vecinos seremos siempre y compartimos un riquísimo y milenario acervo cultural.

Qué duda cabe, que después de compilar “Las Historias que nos Unen” entre el Perú y Chile, me encantaría dirigir una compilación de historias positivas entre nuestros tres países. Mientras se generan las condiciones, y hay que luchar para generarlas, nuestro esfuerzo debe enfocarse allí donde pueda obtenerse resultados en el corto y en el mediano plazo. Tienen entonces mi posición. Conversemos.

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