Sobre la reelección de Putin ¡por quinta vez! Una reflexión para comenzar la semana
Daniel Parodi Revoredo
Vladimir Putin acaba de resultar reelecto por quinta vez consecutiva en Rusia. Permítaseme el siguiente comentario: tras derrotar a la dictadura de Alberto Fujimori (2000), vi como muchos defensores de los principios democráticos, sin ningún tapujo, se pasaban al bando de Hugo Chávez -el chavismo venezolano- demostrando así que su talante democrático era coyuntural y no principista. En otras palabras, fueron democráticos cuando al frente había un dictador de derecha. Luego, a uno de izquierda sí se le puede apoyar. Yo me quedé en mi lugar y denuncié desde el principio que Chávez era un gorila vestido de rojo (gorila como sinónimo de dictador, no como expresión racista).
Luego, pronto Nicolás Maduro se hará elegir nuevamente en Venezuela mientras que Korina Machado está prohibida de participar de las elecciones y de esta manera, la dictadura venezolana, que además ha arruinado a su país, se va por los 25 años de plena vigencia de la violación de cualquier atisbo de derechos fundamentales y democráticos. Lo de Rusia es otro tanto, y yo no voy a justificar a un dictador que hace más de dos décadas controla con vigor autoritario el Estado ruso, debido a la pugna de poder geopolítica que sostiene con la OTAN y Occidente, cuyas principales víctimas son los ciudadanos ucranianos.
Con esto no quiero decir que apoye a Occidente. Al final todas las potencias mundiales actúan como tales, independientemente del régimen político interno de cada una o de cada país miembro de su bloque, pero dicha constatación no puede llevarnos a avalar a sátrapas obscenos como Vladimir Putin, Nayib Bukele, Augusto Pinochet o Hugo Chávez, pues los hay de todos los colores.
Por ello lamento tanto la muerte de Alexei Navalny en circunstancias dramáticas (dramáticas es un eufemismo). ¿alguien se creen el cuento de se murió semanas antes de las elecciones de causas naturales? ¿se la creen realmente? ¿o la ingenuidad es interesada? Se trata del principal líder opositor ruso, preso político, el que súbitamente desaparece semanas y reaparece en una prisión situada en el Ártico y luego ¡zas! Se muere de causas naturales a los 47 años, sin la mínima posibilidad de fiscalizar cómo y por qué murió.
Al final gana Putin con 87% de los votos válidos (habría que ver las cifras de ausentismo y votos nulos y en blanco) cifra altísima en ausencia y muerte del líder opositor y que los estudiosos de procesos electorales consideran muy sospechosa. En otras palabras, en el juego democrático, cuando un régimen resulta reelecto con cifras como esa es que algo muy malo ha sucedido en el proceso electoral, el procesamiento de los datos y con la propia democracia.
Hace unos días Javier Milei le ha cambiado el nombre al Salón de las Mujeres de la Casa Rosada por considerarlo “discriminatorio contra los hombres”. Y así estamos en esta guerra de extremismos en la cual, desde la otra vereda, también se desarrolla una peligrosísima cultura de la intolerancia y el silenciamiento ¿acaso es posible oponerse a Nayib Bukele en El Salvador?
Por ello, en temas como la corrupción y la democracia no podemos hacer diferencias. Recuerdo como tantos amigos de izquierda decían y dicen “yo no sé si Lula será corrupto”, ¡el embajador de Odebrecht! Acaso no saben que fue liberado por un tecnicismo jurídico similar a los que utilizan una y mil veces los presuntos corruptos (incluido Lula), y digo presuntos para no caer en difamación, y que ejemplos como ese tenemos por decenas en el Perú. Fujimori es un condenado por corrupción, Susana Villarán confesó sus ilícitos ¿vamos a cuestionar al primero y defender a la segunda?
En fin, he escrito este comentario para que no caigamos, sin darnos cuenta, en la diatriba que reza “de que color son tus muertos” y que bien se aplica al color de los corruptos y de los dictadores. La necesaria mirada global y geopolítica de la coyuntura mundial no debe, en ningún caso, hacernos perder de vista los principios democráticos, tan escasos en estos días de extremismos, cancelación e intolerancia.
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