Vivimos gran tensión durante lectura del fallo

EL MEOLLO DE LA HAYA. Cómo vivimos el Fallo y que fue lo que nos dejó

 

La mañanita del 27 de enero de 2014 acudimos a lo que Allan Wagner ha llamado “una montaña rusa” porque conforme el inexpresivo juez Peter Tomka leía el fallo de La Haya nos sentimos vencedores, súbitamente perdedores y luego vencedores otra vez. Lo que nos estaba ocurriendo era la consecuencia de la decisión de los jueces de la Corte pero también de los instrumentos firmados por el Perú y Chile entre las décadas de 1940 y 1950.  

Por eso al comienzo nos emocionamos: para el jurado, ni las declaraciones de 1947 de los presidentes González Videla y Bustamante y Rivero (Perú y Chile respectivamente), ni la Declaración de Santiago de 1952 establecían ningún límite marítimo en el paralelo hasta las 200 millas. Punto para Perú.

Sin embargo, las cosas cambiaron cuando Tomka habló del Convenio de Zona Especial Fronteriza Marítima de 1954 pues, aunque no es un tratado de límites, sí señala que el paralelo geográfico es el límite marítimo entre los dos países. De allí la afirmación del jurado de que existía un “acuerdo tácito”. Repentinamente, la emoción inicial de un pueblo se transformó en estupor. Punto para Chile.

Pero poco después Tomka mencionó un elemento que nos devolvió el alma al cuerpo: el Convenio de 1954 pudo referir un límite en el paralelo geográfico pero solo con la intención de orientar a los pescadores en una zona específica. Por ello, no tenía por qué presumirse que se extendiese hasta las 200 millas cuando en la década de 1950 esta distancia no constituía la extensión del mar territorial de los estados. Punto para Perú.

Entonces vino el aspecto central del fallo. Al considerar la Corte que había un acuerdo tácito relativo al paralelo pero pensado para fines pesqueros, se puso a calcular hasta qué distancia pescaban las embarcaciones en 1954 y estableció un número: 80 millas. Desde entonces, el paralelo separará los mares de Perú y Chile hasta esa distancia de la costa, y luego lo hará la línea equidistante planteada por el Perú hasta alcanzar las 200 millas.

El resultado final de esta ecuación fue el siguiente: del triángulo interno 21,000 km2 para Perú y 16,000 Km2 para Chile, mientras que el triángulo externo pasó completo a formar parte del Perú. En total, 50.000 km2 de mar adicionales para nuestro litoral de los 66.000 en disputa. Victoria parcial para Perú, pero victoria al fin y al cabo.

Mar y orgullo

Los 50.000 km2 de mar son lo más notable que hemos ganado en el litigio pero también lo es el manejo profesional del tema por parte de Cancillería que nos demostró que la continuidad en las políticas de Estado son una buena inversión. Es por eso que los dos gobiernos de Alan García, y los de Alejandro Toledo y Ollanta Humala comparten los méritos del éxito al que le dio continuidad el Agente Allan Wagner y su eficiente equipo de diplomáticos y abogados.

Otra ganancia es que por fin hemos crecido. A estas alturas me pongo en los zapatos del viejo profesor de historia de secundaria diciéndole a sus alumnos que el Perú perdió territorios aquí y allá desde la Independencia, pero que desde el 27 de enero de 2014 somos 50.000 km2 más grandes. Parece coloquial, pero vaya que es importante.

La pesca

Están poco difundidos los beneficios económicos de la Sentencia. Nos hemos quedado con el tufillo que Chile se quedó con la parte más rica y que nuestros pescadores no pueden adentrase en el espacio marítimo obtenido. La anterior afirmación no es del todo correcta: los pescadores peruanos sí se internan en la zona recientemente obtenida. Al respecto, IMARPE señala que gracias al fallo la pesca se ha incrementado 9% en la zona sur y 15 % las ganancias de los pescadores con la captura de especies como la vinciguerría, pota, anchoveta, etc. Estos números se incrementarán al cumplirse el año de nuestro acceso formal a la nueva zona marítima, lo que ocurrirá el 25 de marzo de 2015.

La integración

El acercamiento a Chile es el valor agregado del litigio. La interrelación económica explica la integración social durante el juicio porque había mucho que perder como las inversiones recíprocas, el TLC y la Alianza del Pacífico. Por eso todos bajamos el tono y las voces que se alzaron hablaron de integración, propusieron mejores políticas fronterizas y un mejor trato a nuestra colonia en Santiago. Un año después del Fallo, nadie puede negar que el Perú y Chile son dos países más integrados que antes de iniciarse la controversia y este éxito lo comparten sus líderes, sus diplomáticos y principalmente la sociedad civil.

Quisiera terminar estas líneas diciendo que somos un mejor país un año después de La Haya pero no es verdad. Hace tiempo que el Perú no se complicaba tanto internamente como lo ha hecho el 2014, año que ha desnudado nuestras carencias políticas y fragilidad institucional. Pero sirva la conmemoración del aniversario de la Sentencia para recordar que un día hicimos las cosas bien y que podríamos volver a hacerlo.

Publicado el 29 de enero de la revista Correo Semanal

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