El Dilema de Chile: a propósito del 2+2

En 2005, cuando recién se atisbaba el litigio entre el Perú y Chile en La Haya, me preguntaba cuál Chile reaccionaría ante el litigio, si el globalizado o el imperialista. De entonces a la fecha han pasado casi diez años. Cuando todo ha concluido, la pregunta sigue siendo la misma.

Me he tomado con calma la declaración del presidente Sebastián Piñera acerca del triángulo terrestre, la que ha levantado una polvareda que aún no se disipa. Y aunque guardo esperanzas en que la reunión de hoy del 2 + 2, en Santiago, aclare el panorama, la sección que el pasado domingo el Diario El Mercurio le ha dedicado al tema me hace pensar lo contrario: el reconocimiento peruano de la “chilenidad” del triángulo terrestre va en camino a convertirse en exigencia oficial de Chile.

Lo amable es preguntar primero, Chile no lo entiende

Como sabemos, las sentencias  de la Corte son de ejecución inmediata. Sólo si en un punto las partes no se ponen de acuerdo se puede pedir la interpretación de la Corte pero sin desmedro de la ejecución del resto. Lo otro es la mediación del Presidente de Estados Unidos de acuerdo con el Tratado de 1929, pero sólo sobre el Punto Concordia –frontera terrestre- no sobre un fallo que ha zanjado claramente nuestros límites marítimos.

Pero  ¿por qué entonces Chile no ha hablado así?,  ¿por qué si es que duda de la disociación entre los puntos de inicio de las fronteras terrestre y marítima no ha propuesto acudir a las instancias pertinentes?  Lejos de ello, Chile ya ha “sentenciado” que el triángulo terrestre le pertenece. En otras palabras, Chile “zanjó” el tema cuando en el Perú apenas nos enterábamos de la sentencia. Es sobre esta actitud chilena que quiero reflexionar en estas líneas.

En su propia autocrítica, Chile observa por lo menos tres errores en el proceso que llevó al Perú a demandarlo ante la CIJ. El primero fue el incidente de la caseta en 2001, en dónde emplazó un puesto de vigilancia  dentro del triángulo terrestre para validar su tesis del paralelo. El segundo fue su rechazo a la propuesta de negociación planteada por el Perú en 2004, rechazo que nos abrió las puertas del tribunal holandés y el tercero fue la aprobación de la ley Arica-Parinacota en 2007 con la que, de nuevo, se apropió unilateralmente del susodicho triángulo. Este último error fue el peor, tanto que el Tribunal Constitucional chileno lo invalidó días después pero el Perú ya había perdido las ganas de negociar. Entonces el Presidente Alan García dio la orden de ir a La Haya y en 2008 demandamos.

 Pero ¿qué tienen en común los acontecimientos de 2001, 2004, 2007 con la reciente “apropiación” chilena del triángulo terrestre? Lo que tienen en común es la falencia que le han encontrado a su país los analistas Marcos Prats y Daniel Contreras. Chile no sabe negociar y sigue la inercia de actuar primero y preguntar después. En clave histórica, esta actitud se  desprende de la percepción que los chilenos tienen de sí mismos. Chile es “el país nunca jamás vencido”, “el país que representa la civilización y el desarrollo frente al retraso de sus vecinos”, Chile es el país “respetuoso del derecho”, como tanto insistieron sus autoridades durante el proceso en la CIJ. Por ello, está arraigada en Chile la idea de que siempre tiene y ha tenido la razón de antemano, imaginario que se refuerza en la autopercepción de su superioridad económica y social sobre el Perú. Por ello cuesta tanto ceder nada cuando se ha perdido tan poco porque se percibe al vecino como inferior e irredentista y por ello también la necesidad de arrancarle una “victoria a la derrota”, de obtener como fuere el trofeo; es decir, el triángulo terrestre.

Las afirmaciones que acabo de expresar no son cuantificables, ni generalizables, le pertenecen al plano subjetivo; además, existe también otro Chile y otros chilenos que piensan distinto. Pero no deja de ser verdad que a Chile le ha llegado la hora de ver su imagen frente al espejo de la historia y decidirse a dejar la vieja geopolítica del siglo XIX, que aún mantiene en sus formas diplomáticas, la que poco lo favorece en el nuevo milenio. Chile es un país moderno y globalizado, llamado a liderar el proceso de integración socioeconómico de la región. Para ello debe cambiar la mirada de superioridad por el reconocimiento de las calidades de sus vecinos. No en vano, el Perú tuvo la iniciativa del TLC y de la Alianza del Pacífico. No en vano hemos actuado civilizadamente en la CIJ, como correspondía. Cambio de mirada, cambio en la manera de hacer las cosas. Chile puede discrepar pero dialogando, no imponiendo. La integración, objetiva y subjetiva, depende de ello. Ha llegado la hora en que la razón impere sobre la fuerza.

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