¡Qué reaccionario!

Por Daniel Parodi Revoredo

Según una desconfiable enciclopedia virtual “reaccionario es un término referido a ideologías o personas que aspiran a instaurar un estado de cosas anterior al presente. Se originó como expresión peyorativa para referirse, desde la Revolución francesa, a los contrarrevolucionarios”. La definición se hizo común en el Perú ochentero y sirvió para designar a los principales representantes de la derecha. Por eso se popularizó la expresión “fulanito de tal es un viejo reaccionario”. Eran tiempos de la Guerra fría, en los que, según la izquierda, ser de derecha era algo muy malo y reñido con principios básicos de la convivialidad como la solidaridad y el progreso, los que sólo se asociaban a quienes practicaban la virtud, es decir, los marxistas.

Aunque ya tarde, he descubierto que soy un reaccionario. Ya me lo sospechaba porque cultivo la música criolla que para algunos es una suerte de aparato ideológico oficial-conservador creado con la específica finalidad de invisibilizar lo andino (a ellos les recomiendo la cinta nacional “Sigo Siendo”). Mi licenciatura de reaccionario la alcancé al promover la conservación del Centro Histórico de Lima, el Rímac y los Barrios Altos, mientras que mi maestría en reacción me la aprobaron, por unanimidad, tras publicar en mis redes el siguiente post: “bueno, haya o no llegado la crisis al Perú, somos el país de los US 70,000 millones en reservas. ¿No podemos gastarnos 1000 de esos millones en dejar Lima hecha un anís? ¿o mi propuesta es muy frívola?”. Los jurados de mi reaccionaria tesis fueron varios foristas que le formularon una serie de observaciones que he reducido a las tres siguientes categorías:

Socio-provincialistas: “no voy a contarle eso a nadie aquí en Abancay” / “Dentro del Perú hay más necesidades que en Lima la alienada” / “La suciedad en Lima es una herencia colonial y mientras hayan colonos así será, por eso los gallinazos ¿recuerdan, chicos? Lima es una ciudad conchuda así como sus autoridades”.

Social-prioritarios: “No creo que sea frívola, pero tenemos niveles de pobreza extrema y pobreza de más de 30% en la sierra rural y selva rural…¡prioridades, amigo!” / “De acuerdo, siempre que “anís” implique dejar Lima sin tuberculosis”.

De-la-corrupción-temerosos: “Pienso que sería muy riesgoso poner en manos del municipio 1,000 millones de dólares aunque se pudiera, el destino de ese dinero tomaría un rumbo muy inadecuado” / “1,000 millones para dárselos a la gestión Villarán…Nooooooo, déjalo ahí nomás”

Sé que no se puede, sin más, ir al BCR y sacar US 1,000 millones para la recuperación de Lima. De ser posible, cualquiera lo haría según su particular percepción. Pero es verdad que Alemania reconstruyó sus ciudades tras la Segunda Guerra Mundial al mismo tiempo que priorizó la calidad de vida de su población y también lo es que Lima tiene uno de los centros históricos más descuidados del mundo. A mí claro que me importa la lucha contra la pobreza y la erradicación de enfermedades como la TBC. Sin embargo, es evidente que los comentarios que he citado traslucen una serie de prejuicios que se alimenta de desfasados maniqueísmos tales como costa vs. sierra, Lima vs. provincias etc.

Quizá en el fondo no sea tan reaccionario pues cualquier sociedad moderna interpreta la preservación del patrimonio –que implica goce estético- como mejora de la calidad de vida de las personas, la que acompaña la satisfacción de sus necesidades materiales. Pero la pre-modernidad peruana tiene sus propios imaginarios y en tanto que cuarentón, criollo y limeño voy adoptando, efectivamente, las características de todo buen reaccionario. ¡Habráse visto!

Publicado en Diario16 el 27 de agosto de 2013

Twitter: @daupare

 

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