LOS TRES CANILLITAS, o la ley del 13%

Por Daniel Parodi Revoredo

“Por las azoteas” es un cuento de Julio Ramón Ribeyro en el que un niño traba amistad con un anciano condenado por sus familiares a vivir sus últimos días en una solitaria y friolenta habitación en el tejado de su casa. La amistad duró un verano pues el viejo hombre no soportó la humedad del siguiente invierno. He conocido muchos casos de abandono parecidos o distintos al de relato de Ribeyro.

Canillita limeño, de seguro no tiene pensión

Por ejemplo, Pedro, Juan y “Barrabás” eran tres canillitas que trabajaban en el cruce de Salaverry y Pershing, recuerdo que en 1980 se “peleaban” por venderme “Don Sofo”, un pasquín de fino humor político del recordado Luis Felipe Angell. De los tres canillitas sólo queda Barrabás, no sé su nombre, cuando se lo he preguntado el me insiste en que le diga Barrabás nomás, será por su barba blanca a lo Andrés A. Cáceres, no lo sé.

El Tema es que Pedro murió de sida hace diez años, no tenía seguro y cuando la enfermedad avanzó no podía controlar sus esfínteres por lo que sólo trabajaba medio día, o lo que podía, para no morirse de hambre. A Juanito lo enterraron hace un mes, tampoco tenía seguro, me imagino que la familia se ocupó. Barrabás está en las mismas, tendrá entre sesenta y setenta años, y me comenta que trabajará por necesidad mientras pueda mantenerse en pie. Actualmente vende mapas del Perú, de esos enormes que se usan o usaban en las escuelas.

Estos relatos me sirven para darles una opinión muy personal sobre el proyecto de ley que obliga a los trabajadores independientes menores de 40 años a aportar 13% de sus honorarios a una AFP. Yo no sé si esta propuesta es buena o mala, pero entiendo que el Primer Ministro acaba de cambiarla por una que escalonará los aportes en los próximos años. Tampoco sé si se trata de un negociado de las AFP o algo por el estilo. Lo cierto es que no soy experto en el tema y no pretendo aparentarlo.

Sin embargo, sí me interesa destacar el denominador común de los tres canillitas de Salaverry con Pershing: los tres fueron esforzados trabajadores independientes, los tres fueron informales y ninguno de los tres tuvo seguro de salud y pensión de jubilación. Por esa razón, dos de ellos murieron en penosas circunstancias y el que aún sobrevive avanza en la misma dirección. Alguien dirá  que aportar a un sistema de pensiones es una cuestión de libre albedrío, pero yo pienso que en el caso peruano, con una arraigadísima cultura informal que se explica en un complejo proceso socio-histórico, el Estado tiene el deber de asegurar –así sea a la fuerza- la protección de todos los ciudadanos, de los que quieran protegerse y también de los que no.

Yo estoy seguro de que los tres canillitas de Salaverry con Pershing hoy le agradecerían al Estado si los hubiese obligado a asegurarse. Pero para ellos ya es tarde.

Publicado en La Mula el 4 de septiembre de 2013

 

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