El mar de Bolivia
Daniel Parodi Revoredo
Me encontraba a punto de escribir una nota resaltando la declaración conjunta de los cancilleres de Perú y Chile comprometiéndose por escrito a acatar el fallo de la Haya, cuando me sorprendió lo expresado por el Presidente Sebastián Piñera, ofreciéndole a Bolivia una salida no soberana al océano Pacífico por Arica. El mandatario del vecino país fue más allá pues sostuvo que de obtener una sentencia adversa en Holanda esta proposición quedaría sin efecto.

20130212-jamil_mahuad.jpg
Unn estadista como Mahuad hace falta para acercar a Chile y Bolivia

Claramente, la intención de Piñera es deslizar en la opinión pública de su país la idea de que si el Perú gana en La Haya pasaría a ser el responsable de la confinación continental de Bolivia. La razón: que los 38,000 kilómetros cuadrados de mar que el Perú le disputa a Chile bañan la costa que Chile estaría dispuesto a entregarle al país del altiplano.

Sin embargo, la jugada tiene mucho de predecible, retórico y demagógico pues es sabido que Bolivia no quiere de Chile –y lo ha dicho muchas veces- una salida al mar sin soberanía, la quiere con soberanía. La pretensión boliviana no se sustenta en el derecho más sí en una reivindicación histórica pues Chile lo despojó de su cualidad marítima en la Guerra del Salitre de 1879, al arrebatarle la provincia litoral de Atacama. Además, el mismo Evo Morales, con incredulidad, ha manifestado que no ha recibido ninguna propuesta formal del gobierno de Santiago.

Es por eso que a mí lo que trasmite Piñera me preocupa más que lo que dice. En las bambalinas de un pronunciamiento inoportuno, se insinúa lo complejo que le sigue resultando a Chile manejar el escenario de un fallo adverso en La Haya. Por eso, la intentona de transferir la responsabilidad del confinamiento boliviano al Perú más nos parece un deseo de auto-compensación dirigido a su opinión pública: “pierdo mar contra Perú, pero ya no tengo que dárselo a Bolivia”.

Al respecto, el Perú no debe hacer más de lo que ha venido haciendo, es decir, mantener su línea de apaciguamiento, no descarrilar el proceso y conservar la serenidad. Las autoridades chilenas podrán declarar muchas cosas pero para nosotros el objetivo es el fallo acatado y ejecutado. Respecto de Bolivia, si acaso hiciese eco de la declaración chilena, habrá que recordarle que la pérdida de su cualidad marina nada tiene que ver con nosotros por lo que tampoco nos toca reponérsela. En todo caso, no estará de más subrayarle que desde 1992 le hemos otorgado 5 kilómetros sin soberanía ceca de Ilo, en Bolivia-mar.

Desde otra perspectiva, parece lamentable que en el siglo XXI, Chile aún recurra a la vieja estrategia del 2 contra 1, tan de la geopolítica del siglo XIX. Si se apuntase al desarrollo de la región, Perú y Bolivia deberían impulsar Boliviamar y Chile debería hacer otro tanto con el país altiplánico pero en cualquier lugar menos en la región en litigio. Otorgándole a Bolivia dos zonas francas comerciales, portuarias y aduaneras -una en Chile y la otra en Perú- repotenciaremos la integración trinacional y voltearemos una perturbadora página de nuestra historia en común.

Sé que para Bolivia la salida soberana al océano involucra intensos sentimientos nacionalistas, pero ya es hora que algún estadista con sentido común asuma el pasivo de que no va obtenerla de Chile, ni mucho menos del Perú. Es por eso que el asunto debería discutirse utilizando conceptos más actuales de soberanía, que permitan un status de semi-autonomía pero sin llegar a la soberanía absoluta, la que no sólo en el país de Evo Morales atañe cuestiones sensibles.

Estoy recordando a Jamil Mahuad, aquel presidente ecuatoriano que comprendió que la reivindicación de su país sobre el Perú –Tumbes, Jaen y Maynas- era irrealizable, contaminaba las relaciones bilaterales e impedía la integración. Gracias a la proyección de ese hombre hoy Perú y Ecuador se han integrado para su mutuo beneficio. Para el caso chileno-boliviano hace falta una persona así.

Puntuación: 4.43 / Votos: 7