La historia del siglo XIX y la del XX comparten el mismo error. Ambas se esforzaron mucho por darle al ciudadano de a pie, la verdad acerca del pasado. Eran otros tiempos, eran tiempos en los que los paradigmas filosóficos nos convencían de sus propias certezas.
De esta manera, en el siglo XX el positivismo científico planteaba que todo podía y debía ser demostrado a través de la experimentación empírica. Por su parte, las ciencias sociales paulatinamente se apropiaron del siglo XX y nos convencieron que todo debía explicarse porque remitía a una estructura, ya sea social, económica o política; en esos términos, el sujeto individual poco podía hacer para interferir en el curso de los acontecimientos.
Pero en el siglo XX hubo dos avisos de que algo andaba mal y de que no era tan fácil como se pensaba estar tan seguro de la certeza de nuestras antiguas certidumbres. Por un lado, la Segunda Guerra Mundial se llevó consigo a sesenta millones de personas, nada más y nada menos, incluidos holocaustos y bombas atómicas. ¿Podía ser verdad entonces esa convencida idea de que el desarrollo de Occidente llevaba a la humanidad de la mano hacia su progreso? ¿estábamos hablando de lo mismo? ¿Era ese mismo progreso el que había sembrado el mundo de dolor y de destrucción?
Por otro lado, el 1989 se cayó el muro de Berlín y se llevó consigo a la URSS, al bloque socialista, al telón de acero, al mundo bipolar y de paso al marxismo que había anidado en las ciencias sociales; y además del marxismo a sus primos cercanos: el estructuralismo y el funcionalismo. Fue entonces cuando volvimos a sentir el tiempo. Las estructuras dejaron de aprisionarnos y experimentamos el deseo de volver a ser plenamente humanos, plenamente individuos, plenamente nosotros, plenamente yo y fue entonces cuando recuperamos la capacidad de emocionarnos, de ser románticos y de crear.
Y fue entonces también cuando comprendimos que la historia es verdad, pero es una verdad libre, es una verdad que cambia constantemente porque cambian también los que la narran y cambian los tiempos en los que es narrada. Y es al fin, al comprender que la historia posee una dimensión narrativa, que nos sentimos de nuevo con el derecho a admirar el pasado y a admirarnos con el pasado, y a identificar en él nuestros viejos y entrañables arraigos, nuestras viejas y entrañables querencias, como la querencia por la patria, por la tierra, por el hogar.
En este nuevo contexto, Pradito de Luis Cuadra es una delicia y es que el autor, en su relato, decidió asumir la identidad de su personaje, decidió convertirse en él, para que así el mismo Leoncio Prado nos narre su vida, azarosa e intensa desde su nacimiento. En estos tiempos super modernos, Pradito me evoca alguna película de aquellas que sugieren que el hombre lleva consigo un dispositivo que registra todos los instantes de su vida.
En Pradito, es el mismo Leoncio Prado el que cobra vida para nosotros y nos relata en primera persona -con delicada sensibilidad- la infancia, el dolor de la bastardía y el re-encuentro amoroso con el padre ausente, el que a posteriori sería presidente Mariano Ignacio Prado. Pero será pronto cuando Pradito descubra esa vocación por la vida, entendida como aventura profundamente patriótica. Alférez de fragata a los trece años, Pradito supo desde el inicio, de su destino patriótico en ciernes.
No quisiera, en estas líneas, descubrir los contenidos de este relato, que es menester descubran ustedes mismos en otra aventura, la de la lectura, que simbióticamente se fusionará, sin duda, con la vida de tan alto personaje de la patria. A Leoncio Prado, Luis Cuadra le ha dado de nuevo el halo de la vida, para que, en una dimensión intermedia entre la realidad y la ficción, converse con nosotros de las querencias, los azares y de la amada patria.
26 diciembre, 2011 at 3:28 pm
cuando las armas peruans feron derrotadas en las dosbatallas de la defensa de Lima,Pierlo dio ordenes de "desbande" del ejercito y se fue a la Sierra. Los chilenos, en la logica fria de la teoria de la guerra, caida la capital, creian que el Ejercito y la Marina iban a cpitular, y habria una tregua y un Tratado de Paz en el cual conseguirian lo que querian. No hubo nada de eso.Entonces publicaron un bando señalando que los oficialesperuanos señalaran su domicilio en Lima y ntregaran sus armas.Pero eso no es una capitulacion ni la desmobilizacion formal de un ejercito. Muchos oficailes lo hicieron, otros no, entre estos ultimos, Andres Avelino Caceres. Iniciada la rsistencia armada en al Sierra Central, en Lima Patricio Lynch dcreto que todo oficial o soldado peruano que siguiera combatiendo a Chile era in guerrilero y por ende estaba fuera del "Derecho de Gentes" Asi fue que oredeno que no se tomara prisioneros de guerra, sino fusilamiento para los capturados, compo si fueran vulgares salteadores de caminos. Terminada la batalla de Huamachuco, Cacers logro escpar gracias a su excelente caballo. Pero los demas oficiales y soldados peruanos fueron fusuilados: fueron varios. Entre ellos esta el fusilamiento de Leoncio Prado, maherido en una pierna. El hecho se conoce unicamente por relatos chilenos (no hubo ningun peruano presente) y se ve que esos oficiales le tenian admiracion, y cumpleron las ordenes de fusilamiento a disgusto "Pradito", le llamaban. El cruel coronel Gorostiaga fue el autor de todos esos fusilamientos implacables, hasta el histrridor Ginzalo Bulnes lo censura por ello, en su Historia de la Guerra del Pacifico. En Chile y en el frente interno, el heredero de Gosrostiaga fue Pinochet, quien fusilo, trorturo y "desaparecio" anumerosos comaptriotas. No crean pues, amigos chilenos, qu este comportamiento era para el "barbaro Peru": tambien se ha repetido en Chile, en 1891 y en 1973…¿sera parte de la educacion militar que reciben?
6 enero, 2012 at 2:41 pm
el coronel Alejandro Gorostiaga, quien fusilo s odiciales del Ejercito peruano en la Batall de Huamachuco era un hombre acostumbrado a ejercer inauditas crueldades en la Sierra pues las habia ejercido con igual ferocidad el la "Guerra de Arauco" (guerra contra los mapuches) antes de la Guerra del pacifico, Estas campañas contra los mapuches se agudizaron despues de la Guerra, porque Chile aprovecho ese "inmenso" ejercito movilizado contra el Peru, para volcarlo al sur de Chile y continuar el exterminio de los mapuches.