Sincronía Peruana I
La República Aristocrática nos llegó con 80 años de retraso
La historia del Perú es sincrónica y no porque hayamos logrado sincronizar deliberadamente nada, sino porque hemos desarrollado la virtud de conjugar fenómenos correspondientes a diferentes tiempos en un solo momento histórico. Los resultados, cómo no, han sido catastróficos. Pero esta vez quiero referir sólo uno de estos, el que más se me viene a la cabeza.
En condiciones normales, en el Perú decimonónico debió desarrollarse una democracia censitaria. Debió votar un grupo reducido de ciudadanos de acuerdo con el censo, la propiedad y/o el alfabetismo pero curiosamente no sucedió así; en realidad votó mucha más gente pero lo hizo corporativamente, a voz alzada. Sencillamente llegaba el hacendado a la mesa de sufragio, que eventualmente quedaba dentro de su hacienda, y todos los peones proclamaban su nombre.
Más allá del sistema electoral, que nos describe Cristobal Aljovín en “Caudillos y constituciones”, lo cierto es que ninguna república censitaria sembró sus raíces en el siglo XIX -como sí lo hizo en Chile- por más que Carmen Mc Evoy nos la sugiera utópicamente. Aquí lo que se instaló es el caudillismo como forma de gobierno, continuidad monárquica según Hugo Neira, patrimonalismo según la referida Mc Evoy.
Tuvo que llegar la destrucción de la Guerra del Pacífico y el hartazgo con Cáceres para que recién en 1895 Piérola instaurase, al fin, una república censitaria, aquella a la que le llamamos aristocrática. Y todo pareció ir muy bien y, de hecho, pudo ir muy bien a no ser que nuestra democracia de unos pocos nos llegó con ochenta años de retraso y se estrelló de frente con los anarcos, el paro, el sindicato La Estrella, la huelga, el canillita, el plebeyo, la obrerita y otros entrañables personajes de Felipe Pinglo, que no estaban en sus planes.
Había llegado el siglo XX pues, con la débil proyección de su luz artificial, y hasta ahora no sé cómo así convivieron los elegantes bailes del Palais Concert con las jaranas de Karamanduka y la lucha por las ocho horas, con Haya y Mariátegui incluidos, después de Gonzáles Prada. El resultado: La Incertidumbre Nacional como la llamó Basadre, reacción conservadurísima, miles de asesinados apristas en Trujillo en 1932, magnicidio de Sánchez Cerro en 1933 y el subsecuente cierre del diálogo político hasta 1956.
Es que cada cosa tiene su tiempo, y en las primeras décadas del XX no había espacio para todo aquello junto. Y la república, ya democrática, todavía no la hemos construido. Volveremos luego sobre otras paradójicas sincronías peruanas.
Publicado el 30 de mayo en La Mula
Twitter: @parodirevoredo
Pagina: https://daupare.lamula.pe/2015/05/30/sincronia-peruana-i/daupare/
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