Las palmas al final de la función son como el grito de la generación criolla que todavía está con nosotros
Viejos amigos
Con mucha expectativa y una sala con una muy llamativa asistencia de adultos mayores, el sábado vimos “Viejos Amigos”, la cinta recién estrenada del joven director Fernando Villarán y cuyos principales protagonistas son los consagrados Enrique Victoria, Ricardo Blume y Carlos Gassols, tres ancianos octogenarios que deciden afrontan juntos el paso del tiempo y el arribo de una nueva época que ya no les pertenece.
La película amerita diferentes lecturas, desde las aventuras de nuestros personajes que se roban las cenizas de un viejo amigo recién fallecido y deciden dejar un puñado de ellas en los lugares más significativos de su vida; el sentimiento transgeneracional de los hinchas del Sport Boys del Callao; o el criollismo, entendido como cultura popular urbana, de barrio y su contraste con las manifestaciones juveniles contemporáneas.
Mención aparte merece el guión de la película. Creo que no pudieron interpretarse mejor el léxico y los códigos criollos de la generación limeña y chalaca nacida durante y antes de la década de 1950; así como sus sentimientos, su forma de ver el mundo e, inclusive, ciertos valores hoy hasta cierto punto superados, como una homofobia que antes se expresaba abierta y espontáneamente.
Respecto de dichos códigos, las escenas más brillantes de la película nos parecen aquellas en las que se desarrolla el encuentro entre estos ancianos hinchas del Boys con sus pares juveniles. Este se produce en el Estadio Miguel Grau, en un bar tradicional y luego en el robo de la bandera del Atlético Chalaco, rival de antaño del Boys; acto en cuyo valor simbólico –tomar la bandera enemiga como trofeo- todos parecen confluir. Es en estas imágenes donde las jergas de dos generaciones interactúan y dialogan fluidamente. Absolutamente explícito y genial.
Aunque me gustaría no establecer esta discriminación por el excelente desempeño de todo el equipo actoral, no puedo resistirme a la tentación de rendirme ante la actuación de Enrique Victoria, qué manera de representar al “viejo pendejo”, esquinero, chalaco antiguo, el que sin embargo, sufre igual que los demás el paso del tiempo, los golpes y penas de la vida. Su personaje, Ricardo Villarán, sufrió el abandono de su mujer y por ello se duele al enterarse de que su gran amigo Domingo Culotti -Carlos Gassols- se va a Estados Unidos, porque se van la hija y los nietos, y él ya no puede valerse por sí solo.
Así pues, al compás de una banda sonora elaborada en base a una deliciosa selección de valses y polkas criollas; en especial las más representativas del Sport Boys y del Puerto del Callao, nuestros tres amigos recorren el viejo barrio buscando revivir los recuerdos de antaño y dejando las cenizas de Kike, el cuarto de ellos, un poco aquí y otro poco allá.
“Viejos Amigos” me ha dejado muchas sensaciones, las dos principales, la de una película y un actor que están para candidatear al Oscar. Las palmas al final de la función, las que yo tenía como una costumbre enterrada en el pasado, fueron como el grito de la generación criolla que todavía está con nosotros y que no está dispuesta a dejarnos sin que le expresemos todo nuestro respeto.
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