¿APOCALIPSIS NOW?
Lo que se viene tras la primera vuelta

La derrota de PPK y las posibilidades de Humala son analizadas en esta nota

Siempre he creído que existe una Lima tradicional que –como se decía antiguo- vive de espaldas al Perú y mirando hacia Europa, cuando no a las playas de Miami Beach. Creo también que esta cosmovisión limeña no es negativa per se; en realidad nada lo es; más bien, las actitudes y mentalidades de los colectivos se explican en el tiempo, en sus propios procesos. Bajo esa perspectiva creo que una vez más la Lima tradicional apostó y apostó mal, que una vez más volvió a equivocarse como lo hizo en 1990 con Vargas Llosa y en el 2001 y 2006 con Lourdes Flores Nano. Esta vez, ya sea en primera o en segunda vuelta, PPK no tenía ninguna chance de ganar y eso es sencillamente lo que ha ocurrido: no ganó.

Esta resonante derrota se achacará a una serie de causas falaces como la “ignorancia” del electorado rural o la “tozudez” de quienes apoyaron opciones similares y decidieron no golondrinar a última hora. Pero no: la responsable es la derecha. ¿O es que acaso la derecha peruana sumó esfuerzos en el último quinquenio por construir e institucionalizar un partido político que pudiese aglutinar los sectores incluidos o defensores del modelo? ¿Acaso los muchos lobistas con los que cuenta el modelo en la pantalla chica han abogado consistentemente por la institucionalización de la política en el Perú? ¿acaso antes de la importante subida de PPK en las encuestas alguien se planteó que lanzar tres candidatos defendiendo lo mismo, a la larga podía favorecer a los candidatos que no lo hiciesen?

No, sencillamente no y no sorprende. Tampoco lo hicieron los “salidos del guano” en tiempos de su vertiginosa bonanza y sólo reaccionaron cuando una facción contrincante perjudicó sus intereses invertidos en la exportación de fertilizantes, en el otoño del siglo XIX. Así, la realidad -ayer y hoy- es que la derecha en el Perú no tiene partido, ni le interesa tenerlo, porque la democracia y la participación popular le aterran casi tanto como la instrucción popular: por eso perdió hoy.

No obstante, al iniciarse la campaña existía una opción electoral aparentemente sólida en la candidatura de Alejandro Toledo quien contaba a su favor con un aceptable primer mandato presidencial y con su conocida empatía con los sectores populares, pues en el Perú el voto –y esto hay que entenderlo – es también una cuestión identitaria y lo seguirá siendo mientras la palabra inclusión no forme parte de los planes de sucesivos gobiernos y mientras no se entienda que ésta implica mucho más que obras públicas y bienes materiales.

Pero no, Toledo no era suficiente para la derecha la que ciegamente prefirió el albur de un candidato que contaba con el pergamino de ser un exitoso hombre de negocios, con discutida participación en diferentes gobiernos y con el inmenso pasivo de transmitir la imagen de lobista de transnacionales y de ciudadano extranjero. Pues bien, los dados no arrojaron 7. Por el contrario, el patético “sube sube PPK” se tradujo en el “baja baja Toledo” y de esta manera nuestra cándida derecha asiste hoy al desvanecimiento de su sueño del modelo tras la fratricida contienda entre un ex presidente y su ex primer ministro, ambos modélicos. ¿Entonces quién tiene la culpa?

Lo más triste de todo es que el problema recién comienza, porque la atomización de candidaturas es apenas la primera piedra que la derecha ha lanzado contra su tejado, después vendrán las demás. Si me equivoco, enhorabuena para quienes no lo quieran así, pero yo estoy convencido de que Ollanta Humala resultará electo como nuevo presidente del Perú. Y lo será no sólo porque se muestra como el más coherente, no sólo porque muestra la lectura más inteligente del país – en sus honduras, en sus sensibilidades, en sus carencias históricas- sino porque dentro de algunas horas nuestra derecha exteriorizará el pánico secular que guarda en sus entrañas.

Y entonces comenzará la guerra sucia de verdad, aquella que no llegó a desatarse del todo en la campaña para la primera vuelta. Migrará sin mayores tapujos la derecha hacia la candidatura de Keiko Fujimori sin importar sus pasivos, todo por mantener el modelo y arreciarán las campañas de demolición en contra de Ollanta Humala, los lobistas de la pantalla chica ya se tienen ese libreto aprendido. Pero lo que todavía no aprenden –y no comprendo por qué- es que con ello sólo lograrán que las grandes mayorías del Perú consoliden su adhesión a Ollanta Humala cuyos estupendos asesores brasileros canalizarán los ataques como al agua un manantial. Lamentable, pero la derecha peruana no sabe sumar electores.

Finalmente, la piedra de toque será lanzada una vez instalado el gobierno de Ollanta Humala a quien no se le otorgará ninguna oportunidad de demostrar en la praxis la maduración ideológica que dice haber experimentado, pues la derecha lo presentará como el mismísimo diablo chavocomunista en Palacio. Por eso, cualquier reforma, por pequeña que pudiese ser, será interpretada como el salto al vacío o como el viraje hacia una republica popular, con toques maoístas y aires polpotianos de música de fondo. De hecho, si colapsa este decenio democrático bajo la presidencia de Humala será mucho más por lo que no le dejaron hacer que por lo que haga y si se ahuyenta la inversión extranjera será mucho más por la alharaca a priori de la derecha que por las eventuales políticas que aplique el nuevo régimen.

Y el telón de esta historia se cierra con ese tan peruano tufillo a golpe de Estado luego de que una versión más criolla y apocalíptica de Pedro Beltrán Espantoso soborne a algún jerárquico de los que nunca faltan y que en el pasado se llamaron Nicolás Hermosa o Manuel Apolinario Odría. Ojalá se impongan esta vez la madurez política, la voluntad de arribar a consensos y la tolerancia. Los actores políticos tienen la palabra.
DANIEL PARODI REVOREDO

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