La cuadratura del triángulo

Daniel Parodi Revoredo

En tiempos del litigio de la Haya abogué por la reconciliación con Chile, proceso que debía pasar por el reconocimiento chileno de los excesos cometidos en la Guerra del 79 y también por la puesta en valor de eventos históricos que nos unen como el conflicto con España 1864 – 1866.

El 28 de enero de 2014, como nunca, nos colocamos muy cerca de alcanzar un status que cierre las heridas del pasado pues la CIJ estableció el límite marítimo con el vecino. La sentencia no solo significó el punto culminante  de un litigio jurídico, sino también el de un proceso paralelo de acercamiento recíproco desde los respectivos gobiernos y sociedad civil.

Sin embargo, ese mismo día se nos esfumó de las manos la posibilidad de una reconciliación con la desafortunada declaración del ex Presidente chileno Sebastián Piñera en el sentido de que el triángulo terrestre (3.7 hectáreas al norte del Punto Concordia) le correspondía soberanamente a su país. Esta postura, que además se planteó unilateralmente cuando pudo ser discutida de modo bilateral, fue rechazada por el Perú y ha generado una nueva disputa entre ambos países, la que cada tanto nos tensiona.

Soy el convencido de la justicia de la posición peruana pero tenemos que aceptar que el país vecino tiene una postura diferente a la nuestra. Aunque encuentro varias razones, distintas a la materia, que explican el proceder de Chile, su tesis es ya oficial y hay que asumirla como un elemento disgregador que dificulta la integración socioeconómica.

A lo que quiero llegar es a remarcar el absurdo que significa que 3.7 hectáreas de costa sin proyección marítima hayan enfriado tanto la relación bilateral, cuando durante el litigio en la Corte, donde nos disputábamos 66.000 km de mar rico en especies marinas, la proximidad entre las partes fue el denominador común. Por eso he planteado consultarle el tema a la CIJ o recurrir los dos países a un árbitro, o ver las vías pertinentes para alcanzar una solución.

Sé que nuestra postura oficial sostiene que el suelo está parejo merced a lo establecido por el Tratado del 29 y el Acta de la Comisión Mixta Demarcadora de 1930, pero aunque sus contenidos me parecen irrefutablemente favorables al Perú, ellos no resuelven el tema por si solos. Por ello debemos ser proactivos e ir al encuentro del problema para resolverlo.

Si Chile se negase quedaría sentada ante el mundo nuestra buena voluntad pero no actuar supone empoderar la desconfianza mutua que impide que dos socios estratégicos potencien su relación y que dos pueblos se vean al fin desde una mirada de cordialidad y no desde la vieja geopolítica del siglo XIX.

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