YO SÍ QUIERO SEGUIR ENSEÑANDO
(A propósito de “La carta del profesor uruguayo que conmueve al mundo de la educación” http://www.infobae.com/sociedad/2016/09/13/la-carta-del-profesor-uruguayo-que-conmueve-al-mundo-de-la-educacion/)
Alguna vez participé en un evento académico en el que un alumno de facultad un tanto pedante nos preguntó al otro ponente y a mí ¿qué hacer con los “alumnos salvajes” que cada vez poblaban más las universidades?
El otro ponente asumió como cierta la premisa y respondió con toda naturalidad que había que hacer esto y aquello. A mi turno dije que jamás había tenido un alumno salvaje y que si por salvaje se hacía referencia a un eventual bajo nivel eso solo aumentaba mi compromiso docente: si saben menos puedo enseñar más y tengo mucho más que hacer. Pasa igual con algunos profesores jóvenes, o jefes de práctica que se reúnen y se burlan de las respuestas de sus alumnos. ¿Tan pronto se puede olvidar la vaca que alguna vez fue ternera?
Digo esto con ánimo de respuesta a la carta del profesor uruguayo Leonardo Haberkorn que llegó a la conclusión de que perdió la capacidad de motivar a las nuevas generaciones. Yo no, felizmente. A mí me anima saberlas diferentes, comprender que vienen de otro tiempo, de otras dimensiones, me estimula aceptar el desafío de sacarlos del ciberespacio un rato y que para ello, y para ellos, debo ser, en primer lugar, empático. Esto quiere decir que debo lograr que comprendan que no provengo de su tiempo pero, al mismo tiempo, que sí soy capaz de conectarme con su tiempo.
Entiendo, asimismo, que las herramientas tecnológicas pueden jugar a mi favor, es decir, puedo pactar con los estudiantes que me escuchen un rato, que charlemos un poco para después dejarlos ir a sus ipads a resolver un ejercicio para descubrir juntos que el ciberespacio también contiene al conocimiento y que aquel no es un enemigo de la enseñanza sino un ámbito infinito para el aprendizaje.
Quizá algún día me rinda, no lo sé, pero no será porque mis alumnos no hayan leído Vargas Llosa, ni por no tener la autoridad, porque la tengo, de decirles cuando usar la tecnología y cuando no durante la sesión de clase. El desafío del maestro hoy es enorme, es el más grande de la historia, se trata de enseñar la sinergia entre conocimiento y tecnología para evitar el automatismo cruel que bien quisieran imponer algunas fuerzas globales a las nuevas generaciones del planeta.
Y en las bambalinas de dicha sinergia, se trata de formar ciudadanos responsables, respetuosos y tolerantes con el otro; no importa si ciudadanos de la ciudad, del país, del mundo, o los tres al mismo tiempo, lo que se acerca más a la realidad contemporánea, pero ciudadanos al fin y al cabo, con todo lo que de virtud cívica conlleva el concepto y la labor que se requiere para convertir a aquella en nuestra realidad cotidiana.
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