PALABRAS ESDRÚJULAS

Producción académica y periodística del Historiador Daniel Parodi Revoredo.

Obligación de negociar

OBLIGACIÓN DE NEGOCIAR

Lo que nos deja la sentencia en el caso chileno-boliviano

El peor de los escenarios se ha cumplido para nuestro país, dijo el presentador de TV-Chile después de escuchar la sentencia contraria, por 14 votos contra 2, a la demanda de incompetencia presentada por Chile a la Corte Internacional de Justicia de La Haya en el caso que le sigue Bolivia. Antes de su lectura, los pronósticos se inclinaban a que la Corte fallase que resolvería la cuestión de forma (la competencia de la CIJ) junto con el fondo (el pedido de Bolivia a Chile de negociar de buena fe una salida al mar). Algunos otros pensaban, más bien, que la Corte se declararía incompetente debido a que Chile y Bolivia cuentan con un tratado de límites, el de 1904. Sin embargo, lo que pocos imaginaron es que la Corte se declarase tan contundentemente competente de resolver la Demanda boliviana en sus fueros.

El éxito inicial de una estrategia inteligente

Al plantearse ir a La Haya, Bolivia comprendió perfectamente que no podía ir en contra del Tratado de 1904 pues tanto el estatuto de la Corte como el Pacto de Bogotá de 1948 establecen que si existe un acuerdo entre las partes entonces aquella no puede intervenir, por más injusto  que dicho acuerdo pudiese ser, o parecer, en sus contenidos. Bolivia entonces se inventó un caso distinto basado en otra realidad, pero realidad al fin y al cabo: Chile en varias ocasiones le ofreció al país del altiplano negociar de buena fe su salida soberana al Océano Pacífico, los casos más resaltantes se produjeron en 1950 y 1975. Por ello Bolivia le ha pedido a la Haya que obligue a Chile a cumplir con dichos ofrecimientos, nada más.

Por esta razón, lo que estuvo en juego en esta fase preliminar del Juicio  era si existía razón para un litigio pues Chile y Bolivia tienen un tratado de límites (1904); o si el reclamo de Bolivia es una cuestión completamenta distinta al susodicho Tratado. Y eso es exactamente lo que acaba de fallar la Corte: la demanda boliviana no atañe ni vulnera el tratado de 1904, su naturaleza es distinta y lo que aquella debe determinar es si los ofrecimientos de Chile a Bolivia son compromisos formales al punto de que pueda exigirle a Chile cumplirlos.

La negociación es el límite

Lo que hoy ha logrado Bolivia empareja las opciones de los dos países litigantes. La razón es que el Tratado de 1904, argumento central de la defensa chilena, ha quedado  casi descartado pues la Corte ha establecido que este juicio no versa sobre dicho instrumento. La cuestión  a determinar, reitero, es si Chile está obligado a cumplir con lo que le ofreció a Bolivia.

Sin embargo, desde Chile un contraargumento reiterado es que incluso en el caso de que la Corte lo obligase a sentarse a negociar de buena fe la salida al mar de Bolivia, esto no implica necesariamente que el resultado de la negociación concluya  en la cesión al país altiplánico de territorio soberano de la costa chilena. De hecho, este asunto será abordado, in extenso, en los alegatos escritos que ambos países entregarán a la Corte en los próximos meses y años (Memoria, replica, eventualmente contramemoria y dúplica).

En efecto, nadie sabe con certeza los alcances  de una eventual negociación chileno-boliviano derivada de un también eventual fallo a favor de Bolivia. De acuerdo con el mismo fallo del 24 pasado, la Corte no parece muy dispuesta a precisarlos, pero es innegable que este país contaría con un instrumento internacional de cumplimiento obligatorio con el que podría presionar a Chile en foros internaciones como ONU, OEA y la misma CIJ.

Hasta ahora Bolivia ha logrado incomodar a Chile en dichos foros por lo que este recurso, y el manejo político que de él se desprende, incrementarían notablemente su impacto con una Sentencia favorable de la Corte. En todo caso, la sentencia podría verse, en si misma, como un poderoso y positivo instrumento de negociación que esperemos contribuya con la superación de este viejo impase.

El Perú

El Perú debe tomar nota del fallo de hoy porque nos acerca más a la posibilidad de una negociación entre Chile y Bolivia para la salida soberana al mar del segundo. Como sabemos, Bolivia quiere salir por Arica, al lado del Perú, y en Chile algunas voces suelen ofrecer dicha salida por allí mismo, sabedoras de que para nosotros este es un tema sensible. De algún modo, es su manera de tirarnos la pelota sobre la mediterraneidad boliviana toda vez de que, en virtud del Tratado de 1929, Chile no puede ceder territorio de Arica sin nuestra autorización. De allí la desafortunada pero popular frase de que Chile tiene el candado de la salida al mar de Bolivia pero el Perú la llave, percepción que deberíamos descartar.

Al respecto, el Perú debe evaluar si adopta una postura reactiva ante esta posibilidad; es decir, si espera a que ocurra para pronunciarse o, por el contrario, si explicita por anticipado si desea o no que una eventual salida al mar boliviana se produzca por Arica. Es verdad que un pronunciamiento contrario a esta posibilidad no sería bien recibido ni por Chile, ni por Bolivia pero la pregunta es si acaso ambos países reaccionarían mejor si nos negásemos después de que aquellos la hubiesen acordado.

Claro está que es posible que este escenario ni siquiera se presente. De hecho, apenas a fines del año pasado autoridades chilenas y bolivianas evaluaron la posibilidad de una solución al problema por uno o dos puertos en Tarapacá. Por cierto, no se trata de pronunciarse sobre el reciente fallo pero sí de evaluar con serenidad la posibilidad de emitir una opinión en el mediano plazo. He ahí el dilema peruano que debe llevarnos a reflexionar sobre cuán conveniente o inconveniente le resultaría a nuestro país una salida al mar de Bolivia por Arica.

Conclusión ¿Existe otra manera?

En sus primeras impresiones tras el fallo, Evo Morales ha deslizado la posibilidad de abrir un diálogo con Chile para resolver bilateralmente la mediterraneidad boliviana. Su postura se ve hoy fortalecida por una sentencia favorable y porque los pronósticos sobre la cuestión de fondo ya no son tan auspiciosos para Chile como lo fueron hasta ayer.

Aquí entra a tallar, una vez más, el juego de la subjetividad nacionalista en torno al concepto de soberanía. Está claro que el fallo remece el frente interno chileno, tan poco acostumbrado a derrotas internacionales. Esta problemática explica lo complicado que ha sido y es para Chile resarcir a Bolivia por la situación de mediterraneidad en la que la postró desde 1879, al iniciarse la Guerra del Pacífico. Por su parte, Bolivia se niega a aceptar cualquier compensación sin soberanía a pesar de que pudiese resultarle funcional un esquema como el de Bolivia-mar, en Ilo, que, dicho sea de paso, duerme el sueño de los justos en nuestro inefable Congreso.

La subjetividad nacionalista ha convertido el concepto “soberanía” en el nervio central de un exacerbado amor patrio que, aunque loable, debería adecuarse a la realidad global del siglo XXI. De esta manera, tal vez Bolivia y Chile pudiesen alcanzar un acuerdo que le ponga fin, para siempre, al problema internacional más antiguo de la región y que retiene en su interior viejas y anquilosadas rivalidades nacionales.

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