COMBI ASESINA

 

Es posible que en esta columna diga una que otra barbaridad, pero en todo caso asumo la responsabilidad de mis decires. Los episodios en los que la autoridad municipal impuso sus fueros sobre la informalidad preexistente tienen como denominador común el enfrentamiento violento entre las partes. El ordenamiento del transporte, cuando se produzca, supondrá una batalla aún más fragorosa que la erradicación de ambulantes del Centro Histórico, la recuperación del terreno del mercado de Santa Anita y el desalojo de La Parada. Y lo será porque el fenómeno a atacar es inconmensurablemente más grande y más complejo. Vayamos por partes. 

¿Ha notado Ud. que en el Perú no se hace cola en las bodegas y que el bodeguero ha desarrollado la rara habilidad de atender a varias personas en simultáneo? ¿Se ha dado Ud. cuenta de que en el Perú el peatón le da la preferencia al auto, camión o tráiler debido a que, de lo contrario, estos lo atropellarán sin importar el rojo, verde o ámbar del semáforo? ¿Ha visto Ud. cómo hay peatones que cruzan la pista cuando tienen sobre su cabeza el puente peatonal? ¿Se ha percatado como en los buses de transporte público los pasajeros suben y bajan indistintamente por las puertas de subida y bajada?

La revolución de la educación, entonces, es el primer paso para asegurar el éxito de cualquier reforma integral del transporte, aunque dicha revolución atañe mucho más que el transporte: el ciudadano que cede el asiento al conciudadano en situación de discapacidad, el que pregunta quién es el último en la cola o el chofer que se detiene porque comprende que al frente tiene a un ser humano serán mejores personas también en otras esferas de su vida. Por ello, el punto de partida es una campaña integral, que tome en cuenta estos aspectos y que apliquen coordinadamente y por un largo tiempo todas las instituciones involucradas en el proceso, estoy pensando en diez años. Ya sabemos que somos los últimos en educación, los problemas que menciono son la expresión de que somos los últimos en educación, a ver si relacionamos ambas situaciones.

La coerción, mal que me pese, es la segunda cuestión a considerar en una reforma del transporte y debe implicar la acción implacable y coordinada entre policía local, municipal, poder judicial y público usuario que debe denunciar y alzar la voz todo lo que pueda en defensa de sus derechos y de su seguridad. Debe suponer, además, una reforma de las leyes, tanto como penas privativas de la libertad por imprudencia temeraria a los malos choferes y de la destrucción de facto de las unidades que ya no se encuentran en condiciones de prestar servicios. No nos engañemos, con pena y rabia he visto buses de los más modernos y recién adquiridos por las empresas, supuestamente formalizadas, hacer esas malditas carreritas, por lo que una escuela única de choferes, tercerizada al sector privado, supervisada y acreditada por universidades de prestigio es la única salida. El que no pasa por ahí, no maneja, punto. Y si maneja se va preso.

La coordinación, muy vinculada al tema anterior, es fundamental para el éxito de cualquier política de reordenamiento del transporte. Cuando hace un mes se produjo el trágico accidente de Gambetta, era patético ver a las autoridades de múltiples instancias tirarse la pelota, que el alcalde distrital, que el provincial, que el gobierno regional, que la división regional de tránsito, que el MTC y ya no sé qué más. Esto nos ocurre en todo, también lo vemos cuando nos preguntamos cómo hacer para restaurar el Centro Histórico, entonces aparece la MML, la Beneficencia, el Ministerio de Cultura, de Educación, el INC, etc.

Creo que ha llegado la hora de crear oficinas nacionales que decidan sobre grandes temas, como la reforma del transporte, y del que formen parte todas las instancias involucradas en el proceso, para que juntas coordinen y decidan las políticas a aplicarse. Recordemos el ejemplo de La Haya, si ganamos es porque por lo menos tres gobiernos –rivales empedernidos en otros temas– decidieron remar todos en la misma dirección y vaya que sí funcionó.

Entonces ya sabemos cómo se hace, es cuestión de decisión política. Para empezar, quiero ver al presidente y al Congreso exteriorizar su apoyo a la reforma del transporte, igual a las diferentes fuerzas políticas; deseo las iniciativas legislativas para crear las grandes instancias que resuelvan coordinadamente los grandes problemas. Así comenzaremos a construir una cultura cívica mejor para beneficio de todos los peruanos.

Mi cuenta en twitter; @daupare

 

 

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