Víctor Raúl y la dictadura venezolana

 

Esta semana se cumplen 119 años del natalicio del fundador del APRA Víctor Raúl Haya de la Torre que sus correligionarios celebrarán el viernes 21 de febrero en el campo de Marte y al que han sido invitados Hernrique Capriles y otros líderes de la oposición venezolana al régimen dictatorial de Nicolás Maduro, heredero político del chavismo. La invitación de los susodichos opositores a la máxima celebración del “Partido de la estrella” confirma la línea democrática que su líder-fundador iniciara en la década de 1920.

Muchos no entienden el carácter evolutivo del pensamiento aprista que tiene por punto de partida el análisis del cambio inexorable de la sociedad en el tiempo; menos se entendía cuando las ciencias sociales e ideologías políticas dominantes apostaban por la permanencia. Así pues, desde el estructuralismo la sociedad debía mantener su organización por décadas o siglos y, desde el marxismo, cualquier análisis de la sociedad debía encajar con sus categorías, aunque hubiese que forzar la investigación. Al contrario, Haya hablaba de relatividad y de adecuar la teoría y la praxis política a una realidad cambiante, y la historia le dio la razón décadas después cuando la caída del muro se llevó al marxismo y al estructuralismo o los obligó a revisarse en lo fundamental. Claro que a Haya de la Torre aún no lo tenemos como al “gran pensador político peruano del siglo XX”, pero esa es otra historia.

Haya habló de democracia desde un principio. En “El antimperialismo y el APRA”, texto que conserva elementos de su fase radical, Haya señala que la democracia es el sistema en el que puede desarrollarse su llamado “Estado Antimperialista”. Al mismo tiempo, deslinda con el socialismo al señalar que los modelos que pudiesen funcionar en Europa no lo harán necesariamente en América Latina. Aunque su tenor es crítico del Imperialismo de las grandes potencias, este Haya ya reconoce que hay que entenderse con el capitalismo porque de él sobrevendrán los capitales y la tecnología que permitirán el desarrollo de Indomérica.

Tras el estallido de la 2da Guerra Mundial, Haya es el abanderado latinoamericano de la causa Aliada en la conflagración y sostiene que la democracia debe ser defendida de la agresión del fascismo. Plantea así, en “La defensa Continental”, la creación de un organismo interamericano con capacidad de fiscalizar y condenar los regímenes dictatoriales en nuestro continente.

Más adelante, con su incomprendida alianza con Manuel Prado de 1956, que gestionan Ramiro Prialé y Rómulo Meneses pues Haya se encontraba en el exilio, el APRA recorta los elementos más radicales de su programa en busca de una convivencia democrática que asegurase la legalización de su Partido y de la que también se benefició el PCP. Esta alianza democrática culminó con un largo periodo de violencia política que se iniciara en 1923 cuando la oposición de estudiantes y obreros a la consagración del Perú a los Sagrados Corazones y que supuso 33 años casi ininterrumpidos de persecución, clandestinidad, exilio y muerte a los afiliados del PAP.

Las últimas grandes batalles de Haya de la Torre por la democracia fueron su renuncia a la Presidencia en 1962, tras el veto que le impusieran los militares, para evitar un golpe de Estado y la Constitución de 1979. Esta no fue sólo democrática sino fundamentalmente social por lo que validó los principales postulados que el desaparecido líder defendió a lo largo de su trayectoria.

Respecto de su lucha por la democracia, hay un elemento que conecta con nuestros días. Cuando Haya hablaba del “Partido Escuela” ponderaba que en el Perú de inicios del siglo XX no había ciudadanos democráticos pues padecíamos un régimen estamental sustentado en el gamonalismo. Por ello su insistencia en formar ciudadanos capaces de defender la democracia hasta las últimas consecuencias. Entonces la democracia en si misma se convirtió en la utopía política de Haya de la Torre pues esta era la meta por alcanzar en América Latina, tan dada a los caudillismos militares y las dictaduras bananeras. Y lo sigue siendo, la utopía está vigente.

Por ello me da gusto la invitación que hoy hace el APRA a quienes en Venezuela defienden la democracia a su mitin de la Fraternidad, así como la presencia y solidaridad de la juventud aprista en las protestas que los venezolanos radicados en Lima vienen realizando ante la sede de su embajada. Estos actos de apoyo al restablecimiento de la democracia en Venezuela colocan al APRA en una fina solución de continuidad con el ideario que siempre defendió y con su decisiva participación en las protestas que supusieron la caída del fujimorismo en 2000. 

La oposición a toda dictadura, sin importar si es de derecha o de izquierda, es un dogma nunca desmentido por el APRA y un blasón que no todos pueden lucir en el Perú.

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