¡UNIÓN NACIONAL ANTE EL FALLO!
Daniel Parodi Revoredo
Algunos podrían pensar que lo único que importa de la sentencia que leerá la CIJ de la Haya el 27 de enero es su contenido y lo que dice respecto de cómo nos repartiremos 66,000 km2 de mar entre el Perú y Chile. Pero esta lectura es simplista e incorrecta: el fallo es tan importante como lo que hagamos antes, durante y después de su lectura.
LOS NECESITAMOS JUNTOS ANTE EL FALLO
Ciertamente, la unión nacional que logramos consolidar desde 2008 hasta la fecha, alrededor de nuestra Demanda contra Chile, tiene pocos precedentes y en gran medida explica los éxitos ya obtenidos y los que podrían venir. Así por ejemplo, durante el proceso, una preocupación tan grande como la defensa de nuestra posición jurídica en la Corte fue asegurar que el proceso no se salga de sus cauces; es decir, que no se descarrile, lo que suponía no caer en provocaciones -que las hubo- y lo logramos con la colaboración de todas las fuerzas y actores políticos. Por ello no es poca cosa acercarnos a la lectura de la sentencia en una atmósfera distendida y en el marco de buenas relaciones con el vecino y oponente en el litigio.
Subrayo lo anterior porque para nadie es un misterio que, en el año que se va, la atmósfera de nuestra política interna se ha enrarecido al punto de que preocupa que, en el contexto de lectura de la sentencia, no podamos mostrar hacia el exterior la misma unidad que mostramos en las fases previas del litigio. Este es un aspecto sensible que debemos considerar porque a mayor unidad nacional frente al fallo, menores son las posibilidades de que la contraparte pretenda dilatar, de algún modo, su ejecución. No estoy sugiriendo que ello vaya a suceder, ni quiero pecar de alarmista. Lo que señalo es que una eventual desunión de nuestra clase política supone, necesariamente, mostrar un flanco vulnerable y esa es una liberalidad que bajo ningún concepto nos podemos permitir. No parece responsable.
No voy a opinar aquí sobre nuestro frente interno. De hecho, me he abstenido de hacerlo todo este tiempo con la finalidad de apoyar una finalidad mayor que es el bien del Perú favoreciendo un triunfo jurídico de nuestro país en La Haya, tanto como propiciando la integración con Chile que implica infinitas posibilidades de desarrollo compartido en el contexto de la globalización.
Pero soy el convencido de que ni enero ni febrero son los meses adecuados para arreciar en los destapes y acusaciones del frente interno, por lo que estimo pertinente que las partes establezcan una tregua en la agenda política doméstica y coordinen, más bien, la potenciación de una atmósfera de absoluta unidad y serenidad frente a un acontecimiento que gravitará, sin duda, entre los más decisivos en la historia del Perú del siglo XXI.
Un resultado positivo en La Haya, lo he dicho antes, será el triunfo de una política de Estado que el Perú supo mantener en el tiempo y de ello nos congratulamos todos los peruanos, que reconocemos, ciertamente, el aporte de cada gobierno en el proceso pero, aún más, la vocación peruanista y de unidad que todos ellos mostraron. Esa misma vocación peruanista es la que la colectividad espera de sus dirigentes ahora que se acerca el momento de la verdad.
Con el fallo podremos resarcir el anhelo de una vieja reparación en nuestro imaginario nacional y construir una relación vecinal basada en la confianza, al mismo tiempo que eventualmente obtener espacios marítimos ricos en recursos para mejorar la calidad de vida de los peruanos. Con el fallo puede y debe comenzar una etapa diferente, mejor, y nuestra clase política en su conjunto, la que gobierna y la que se opone, está en la obligación de actuar a la altura de las circunstancias. Se lo debe al Perú.
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