EDUCACIÓN, CIUDADANÍA E INSTITUCIONALIDAD

Daniel Parodi Revoredo

SOBRE UN ARTÍCULO DE STEVEN LEVITSKY

En su columna de la semana pasada, el destacado politólogo Steven Levitsky desarrolla una reflexión sobre la crisis de las instituciones en el Perú y ataca la sustancia del problema. Levitsky analiza cuatro leyes del gobierno democrático que, en el caso peruano, funcionan mal y alcanzan resultados contrarios a los esperados.

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Steven Levitsky

Un primer ejemplo es la elección de los miembros del Tribunal Constitucional, la que exige una mayoría de 2/3 del Congreso para aprobarse. Señala Levitsky que esta prevención debería impulsar a las fuerzas políticas a seleccionar personalidades intachables y de probada independencia. Sin embargo, en nuestro caso, lo que se obtiene es repartijas como la que hace unas semanas motivó la indignación ciudadana.

La reelección es otra institución que observa Levitzky, quien resalta su potencial de favorecer el mayor esfuerzo del gobernante de turno. Sin embargo, en el Perú dicha institución, más bien, promueve el copamiento arbitrario del Estado para asegurar la nueva elección del mandatario en funciones. Con la misma mirada, Levitsky analiza los casos del referéndum revocatorio y del voto preferencial para dejarnos una importante conclusión: “debemos enfocarnos menos en reformar las instituciones y más en fortalecerlas. Que los políticos cumplan –y cumplan bien– con las reglas existentes”.

Hace un par de semanas propuse la democratización interna de los partidos políticos para favorecer la obtención de mejores candidatos al Parlamento y un Congreso algo menos obsceno, pero luego me dije: “¿qué más da?”, “si al final encontrarán la manera de torcer las cosas”. Por eso mismo apoyo las dos propuestas de solución del politólogo norteamericano: el voto y la protesta. De hecho, la segunda debe emerger cuando falla la primera por lo que valoro las marchas de indignados y el resultado obtenido, vale decir, el retroceso del Congreso respecto de la espuria elección de los miembros del Tribunal Constitucional.

Sin embargo, creo que volveremos a ver esta misma película en el futuro si no logramos comprender que para que las normas de una república liberal funcionen necesitamos ciudadanos formados en el respeto a dichas normas. Me pregunto, por ello, si no son nuestro arraigadísimo caudillismo-populista y nuestras enormes desigualdades sociales, económicas y culturales las que nos impiden arribar a consensos que, ‘per se’, funjan de freno a los apetitos del autoritarismo y los devaneos de la mediocridad.

Quiero aclarar que no estoy proponiendo una república mono- cultural reñida con los diferentes acervos que coexisten en el país: somos una nación pluricultural y defiendo el respeto de la diversidad. Pero sí creo en la necesidad de una voluntad general que todo peruano esté dispuesto a defender.

Hoy la voz que busca y reclama ese consenso está en las calles, en una clase media que debe continuar a la vanguardia de un movimiento auténticamente institucionalista, democrático y republicano; pero esa voz, para convertirse en costumbre, debe convertirse primero en una política educativa encaminada a la formación de ciudadanos modernos. Sólo así nuestra república podrá alcanzar la mayoría de edad que otorga una ciudadanía plena, igualitaria y capaz de defenderse de los bramidos de la mediocridad, el caudillismo-populista y el vicio autoritario.

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