LO QUE YA GANAMOS EN LA HAYA

Por: Daniel Parodi Revoredo

El fallo de la Haya se ha postergado hasta septiembre por lo que es momento de hacer una pausa y valorar el esfuerzo que, en un juicio que ya lleva más de cinco años, han realizado el gobierno y la cancillería peruanos. Por eso, un recuento de lo ya alcanzado y una evaluación de lo que podría obtenerse tras la lectura del dictamen puede servirnos para poner las cosas en perspectiva

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Mantener al equipo en el tiempo es, per se, un triunfo peruano

Llevar a Chile a la Haya

Llevar a Chile a la Corte internacional de Justicia de La Haya no fue fácil, fue más bien un proceso largo que comenzó en el año 2000 cuando el país vecino presentó ante la ONU sus líneas de base de dominio marítimo auto-adjudicándose el paralelo geográfico como frontera marítima bilateral. Desde entonces, el Perú realizó denodados esfuerzos tanto por defender sus fueros, como por propiciar una negociación bilateral con Chile para resolver el problema.

En realidad, ya desde 1986, con el embajador Allan Wagner como canciller, el Perú le había planteado a Chile el inicio de conversaciones para fijar una frontera marítima. Lastimosamente, el vecino optó por un camino unilateral. Por ello, tras la presentación de la línea de bases chilena en 2000, nuestro país comenzó a evaluar la opción de recurrir a la Corte Internacional de Justicia.

En esa línea, la propuesta de negociación directa que le hizo llegar el Perú a Chile en 2004, bajo el cancillerato de Manuel Rodríguez Cuadros, fue fundamental. Lo fue porque ratificó la vocación integracionista del Perú, como porque, al negarse Chile, quedaba despejado el camino hacia la Corte Internacional de Justicia, la que exige intentar la negociación directa como pre-requisito para acudir a sus fueros. Desde 1986 el Perú la había buscado, por lo que la negativa a conversar de Chile -el 2004- convirtió al tribunal holandés en la alternativa.

Algunos éxitos en el proceso

El Perú demandó a Chile ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya el 16 de enero de 2008. Desde entonces a la fecha hay muchos aspectos que destacar pero quiero centrarme específicamente en tres:

El primero es la elección de los especialistas extranjeros que han defendido nuestra causa en Holanda y que en diciembre pasado nos regalaron brillantes lecciones de derecho del mar en las exposiciones orales de Allan Pellet, Rodman Bundy, Tulio Treves, entre otros. El segundo es haber mantenido el mismo equipo durante tres gobiernos y cuatro cancilleratos. Por ello Allan Wagner se mantuvo siempre como Agente ante La Haya, secundado de José Antonio García Belaúnde y Manuel Rodríguez Cuadros. En un país cuya historia republicana no se caracteriza precisamente por la unidad nacional, hay que destacar que ella sea la principal razón de nuestros recientes éxitos de política internacional.

El tercero lo conseguimos con la firma del tratado de límites marítimos con Ecuador el 2 de mayo de 2011, durante el segundo gobierno de Alan García y bajo el cancillerato de José Antonio García Belaúnde. Además de cerrar nuestro último pendiente con el vecino del norte, la firma del  convenio supuso dos importantes logros de cara al proceso en la Haya: lograr que Ecuador no participe de él y demostrar que la Declaración de Santiago de 1952 no es un tratado de límites.

Como sabemos, Chile alega que aquel instrumento internacional establece el límite marítimo  entre los tres países suscribientes. Por ello, el Tratado peruano-ecuatoriano de 2011 fortaleció significativamente la tesis del Perú: si Perú y Ecuador establecieron formalmente sus límites marítimos en 2011 no pudieron hacerlo en 1952, con lo que la Declaración de ese año no puede ser un tratado de límites sino un convenio pensado  para la protección de las especies marinas, tal y como lo establece su preámbulo.

El triángulo exterior

No pretendo adelantar ningún fallo de la Corte Internacional de Justicia. Sin embargo, sí podemos afirmar que tenemos mayores probabilidades de obtener el triángulo exterior que consta de 28,500 km2, lo que significa aproximadamente el 40% del área total que el Perú reivindica. Dicho triangulo no forma parte de la zona de superposición entre las pretensiones marítimas de  ambos estados –como sí lo hace el triángulo interno- más bien, se encuentra dentro de la proyección de la zona de las doscientas millas peruanas pero fuera de las chilenas, por lo que Chile lo defiende con la tesis del “mar presencial”, la que no cuenta con ningún asidero en el derecho internacional.

Puerto a tierra, obtenerlo supondría disfrutar de un espacio marino rico en especies en el cual actualmente el Perú no ejerce soberanía. ¿Cuánto es 28,500 km2? Basta algunos                ejemplos: Tumbes cuenta con un área de 4, 669 km2, Tacna con 8,170km2 y Lima con 33,820. Entonces hablamos de una extensión de mar casi del tamaño de la región metropolitana y muy superior al espacio geográfico que les corresponde a Tumbes y Tacna juntos.  Todo esto, ciertamente, no obsta lo que podría obtenerse del triángulo interno que cuenta con un área de  38,000 km2.

Las otras ganancias

Hay una ganancia en La Haya que es subjetiva pero no por eso menos importante. Es la que atañe la potenciación de la autoestima nacional al constatarse –independientemente del resultado- lo bien que el Estado peruano ha manejado la cuestión desde el año 2000 hasta la fecha. También en el plano subjetivo, el cambio de mirada hacia Chile –y viceversa- debe suponer dejar atrás el recelo y la desconfianza para fortalecer una relación que no ha dejado de mejorar a contracorriente del litigio en la Corte Internacional de Justicia.

En tal sentido, el TLC con Chile, la concurrencia conjunta a los mercados internacionales y las inversiones -14,000 millones de Chile a Perú y 10,000 millones de Perú a Chile- serían solo el punto de partida si les añadiésemos el cierre de las heridas del pasado y el principio de una relación sana en todos sus ámbitos. De allí que la integración fronteriza, la energética, la migración, la reconciliación con el pasado, la historia en común etc. deben convertirse en los pilares del vínculo binacional. Al hablar de estos aspectos, es justo resaltar los logros del cancillerato de Rafael Roncagliolo, cuya sucesora, Eda Rivas, está continuando: el buen ambiente binacional que vivimos no es fruto de la improvisación y, a la fecha, es la mejor apuesta desarrollista adoptada en conjunto por el Perú y Chile.

A manera de conclusión: nuestra única preocupación

En la recta final de la presente reflexión, nuestra única preocupación es el tufillo que nos llega de ciertos sectores de la prensa chilena, los que deslizan la idea de que puede haber fallos ajustados a derecho y fallos jurídicamente aberrantes. La afirmación no puede ser más impertinente. En realidad cualquier fallo de la CIJ no sólo se ajusta a derecho sino que es el derecho y parece bizarro pretender  que una de las partes esté en posición de establecer la legitimidad o no de la sentencia.

Se ha ganado mucho en la Haya. El Perú ha actuado como una nación moderna y organizada, el fallo es importante y debemos esperarlo con total tranquilidad porque es posible una gama infinita de combinaciones en la sentencia y no sabemos cuál será el resultado.  Pero es fundamental, a estas alturas, valorar el camino recorrido y los éxitos ya obtenidos en el proceso. Además, tan importante como el fallo es lo que hagamos con él y a ese nivel los gobiernos de ambas naciones deben estar a la altura de una historia que necesita un nuevo principio para conducir la integración de dos pueblos hacia su mutuo beneficio.

Publicada en Revista Correo Semanal el 25 de julio de 2013

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