El APRA tras la revocatoria
Daniel Parodi Revoredo
A través de las redes sociales y varios correos electrónicos se me ha solicitado pronunciarme en torno a esos otros supuestos “grandes perdedores” de la revocatoria que vendrían a ser Alan García Pérez y el APRA. Pero desde la real politik que lo llevó a sumarse a la campaña por el Sí, el PAP no perdió el domingo pasado. No perdió porque su objetivo era cambiar la gestión municipal de la izquierda y lo ha logrado, y no perdió porque Castañeda Lossio no podrá recuperar el Sillón de Nicolás de Rivera, ni reposicionarse en Lima, lo cual casi lo descarta como contrincante para el 2016. Divide et impera, reza el refrán. Sin embargo, me pregunto si esa dura real politik era la adecuada ante la difícil coyuntura que atraviesa el Partido y sí la no derrota del domingo favorece en algo su posicionamiento en la política nacional.
Necesita renovarse
Antes de que el APRA fijase posición sobre la revocatoria, sostuve que, en lugar de involucrarse en nuevas contiendas electorales, el Partido debía pasar por un proceso de revisión ideológica-programática a través de un congreso convocado para dicho fin y organizado con la mayor de las transparencias. Me parecía que tras el colapso de la candidatura presidencial en 2011 aquello era lo razonable para poder volcarnos a la sociedad a exponer nuestro nuevo programa. Pero se optó por participar de la revocatoria, tras una legítima decisión de las bases y si el resultado no nos ha sido adverso, tampoco nos ha favorecido, máxime si confrontamos nuestra actuación con la del PPC, que, a contracorriente de las dos últimas presidenciales, esta vez nos ha aventajado en su estrategia.
Como demócrata, a mi me satisface contemplar el fortalecimiento de un partido político, tanto como verlo desempeñarse, finalmente, con inteligencia; saludo también la promoción de una nueva e interesante generación, bajo el auspicio y estímulo de los viejos líderes. Cuestiono del PPC, más bien, que siga siendo el partido de los Reyes, pero que –parafraseando a Rolando Arellano- le falten los Chávez y los Quispe. Popularizarse es su gran desafío.
Sin embargo, como aprista me preocupa que el PPC, aún sin despojarse de su mote derechista, grite a los cuatro vientos que ocupa el centro de la política nacional y que, al respaldar a FS en el municipio, comience efectivamente a ocuparlo. Me preocupa, precisamente por lo contrario, que de un tiempo a esta parte el APRA se abstenga de señalar el lugar que quiere ocupar en el espectro político, máxime cuando éste apunta hacia su lenta y progresiva re-formalización.
Hoy existe una izquierda que, aunque golpeada, intenta reagruparse tanto como modernizarse, hay una derecha que quiere desplazarse al centro y otra derecha –la de PPK- que se siente muy cómoda donde está. A estos movimientos se le suma el fujimorismo, el nacionalismo y algunos frentes regionales que en cualquier momento pueden saltar –y de hecho saltarán- a la escena nacional. ¿Y entonces dónde queda el APRA? Sé que la candidatura de Alan García Pérez colocará al partido en una posición muy interesante frente a las elecciones de 2016, pero estimo urgente que en simultáneo éste se renueve y modernice, como otras agrupaciones vienen haciéndolo.
A mi alrededor, cómo bien lo leyó Haya de la Torre, veo que la única constante en la historia es el cambio y me inspira el compromiso de adaptar mis ideas, estrategias y acción a una realidad que se transforma constantemente. Siendo herederos de un visionario que apostó por el realismo en tiempos en que las utopías deterministas copaban el espectro ideológico, sus seguidores tenemos la obligación de adecuar el partido aprista a los requerimientos del tiempo presente para volver a ser los agentes de la transformación y de la justicia social
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