HAYA PRESIDENTE

Recientemente se presentó “CONTRA-HISTORIA DEL PERÚ, Ensayos de Historia Política Peruana”, compilación de Eduardo Dargent y José Ragas, un novedoso proyecto que contiene varias ucronías; es decir, relatos sobre acontecimientos del pasado que no ocurrieron pero que pudieron suceder.

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En Contra-Historia, Haya alcanza la Presidencia

En Contra-Historia se destaca el ensayo “Haya Presidente”, de Javier Barreda, quien recrea un escenario que rosó la realidad en 1962: la elección de Víctor Raúl Haya de la Torre como Presidente del Perú. En el ejercicio especulativo de Barreda, Haya llega al poder con el respaldo del odriísmo y el pradismo; tras superar el veto que le impusiese un sector de la Fuerza Armada. Más bien, Acción Popular pasa a la oposición junto con la Democracia Cristiana.

Para Barreda, el ucrónico gobierno aprista fue más bien conservador pues el Haya de entonces perseguía la institucionalización de la democracia y pensaba que ésta dependía del fino y difícil equilibrio entre los tres grandes protagonistas de la política de entonces: el ejército, la oligarquía y el APRA. En esa línea, el gobierno aprista reprimió con dureza las guerrillas del MIR y se desmarcó claramente de la revolución cubana al constatar su desplazamiento hacia la órbita soviética.

Sin embargo, la justicia social no dejó de estar presente en el gobierno de Víctor Raúl, quien aplicó una serie de políticas sociales, como una reforma agraria selectiva y una legislación laboral favorable a los trabajadores. Tras la muerte, en 1963, del Premier Manuel Seoane, Luis Alberto Sánchez jefaturó el gabinete, mientras que Ramiro Prialé, candidato presidencial aprista, fue ampliamente derrotado por Fernando Belaúnde Terry en 1969.

Aventurándome por el apasionante derrotero de la ucronía, extrañé en el texto de Barreda un análisis sobre el impacto de la crisis de la estructura del poder de entonces –ejército, oligarquía y APRA- sobre el gobierno de Haya de la Torre. ¿Cómo hubiese afrontado Víctor Raúl el desborde popular, la aparición de nuevas fuerzas políticas y la división del ejército entre su ala conservadora y la progresista? ¿Cómo se hubiese manejado el cambio dramático de la política tradicional peruana en un hipotético gobierno suyo?

Con todo, la trayectoria de Haya tuvo un capítulo más, la Constitución del 79, donde el viejo político se reencuentra con su ideología primigenia, según sus detractores condicionado por los militares y/o para asociar las reformas de Velasco al aprismo original. Yo creo, más bien, en un Haya crepuscular ya adaptado a una nueva coyuntura en la que sí existe espacio para el programa máximo del APRA en la política peruana.

Las “contra-historias” de Dargent y Ragas nos presentan más relatos fascinantes, como el de Charles Walker, en el que Túpac Amaru II logra tomar el Cusco, o el de Martín Tanaka, en el que, en 1990, Mario Vargas Llosa es elegido presidente del Perú. Desde una postura conservadora podría pensarse que Contra-Historia no es un ejercicio intelectual verificable pero sus relatos cuentan con un respaldo bibliográfico que los dota de un innegable valor académico.

En tanto recoge nostalgias, fantasías y anhelos colectivos, Contra-Historia cristaliza un espacio harto esperado en el debate historiográfico nacional.

Daniel Parodi Revoredo

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