La Revolución de Trujillo y el antiaprismo
En publicaciones anteriores he sostenido que la historia del APRA merece un análisis distinto de aquel que se caracteriza por el enfrentamiento entre apristas y antiapristas. Sin embargo, ni siquiera la revolución de Trujillo, que acaba de conmemorar sus 80 años, escapa al referido debate.

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Haya en homenaje a caídos de Trujillo (1933)

De esta manera, a la tradicional acusación que responsabiliza al partido aprista de la matanza de 17 oficiales del ejército durante la insurrección, se suman otras más novedosas que sostienen que la revolución no fue aprista sino trujillana y que, desde 1940, Haya de la Torre promovió el olvido de la gesta y su reemplazo por el Día de la Fraternidad, que conmemora su propio onomástico. Se señala que la revolución de Trujillo se convirtió en un acontecimiento incómodo para Haya, quien entonces ya realizaba su viraje a la derecha y negociaba con los partidos oligárquicos. Es así como la revolución de Trujillo abona la tesis de la traición del APRA a su ideología primigenia.

Crítico de la postura anterior es el destacado historiador Carlos Aguirre, quien en su reseña a USTED FUE APRISTA, libro de Nelson Manrique, sostiene que “Todo movimiento político tiene sus luces y sus sombras, pero en la visión de Manrique pocas luces asoman en el horizonte del aprismo. Análisis históricos del PRI o del peronismo (…) que solo se detuvieran en las traiciones, los virajes, la corrupción y el autoritarismo de sus dirigentes harían ciertamente muy difícil la comprensión de sus trayectorias y sus contribuciones a la vida política —y, por qué no, a la democratización— de sus respectivos países”

Pasando a los hechos, la revolución de Trujillo se ubica en el contexto de la Crisis Mundial de 1929. En dicha coyuntura, las haciendas aledañas a la capital norteña fueron muy afectadas por la baja en la demanda del azúcar, la que generó drásticas reducciones de salarios, altos índices de desempleo y una cargada atmósfera de malestar social. A nivel interno, la insurrección remite a la irrupción de las masas en la política, la que fue impulsada por el APRA. Ciertamente, la causa inmediata del levantamiento fue la implacable represión del gobierno de Sánchez Cerro, responsable de una serie de violentos ataques contra locales del PAP, de la deportación del pleno de la CPA y de la prisión de Haya de la Torre, quien fue arrestado el 6 de mayo de 1932. Estos acontecimientos fueron el detonante de la revolución aprista-popular del 7 de julio del mismo año, y la llamo así porque la cúpula del PAP se encontraba presa, incomunicada o exiliada, por lo que no participó directamente en la organización del levantamiento.

Por otro lado, el Día de la Fraternidad dista de ser una tradición inventada que se instaurase para promover el olvido de la revolución de Trujillo. Aquella conmemoración la instituyó el APRA para rendir homenaje a Haya por la persecución que sufrió casi ininterrumpidamente desde 1923 hasta 1945 y también como expresión del culto a la personalidad del líder-fundador, característico de la identidad aprista. Ciertamente, en el discurso de instauración del Día de la Fraternidad, en 1946, Manuel Seoane dedicó varios pasajes de su alocución a los mártires de Trujillo por lo que ambas efemérides – la revolución del 32 y la Fraternidad- no parecen oponerse y más bien enriquecen el repertorio simbólico del partido de la estrella.

Para estudiar la historia del APRA desde nuevos enfoques es necesario superar el antiaprismo historiográfico cuyos discursos, aunque revestidos de academicismo, parten todos de la trillada premisa de la claudicación ideológica. Si a pesar de todo el APRA permanece es porque existe mucho más que eso en su trayectoria, como lo demuestran sus mártires de Trujillo, quienes hace 80 años fueron ejecutados por millares, mientras oponían el ideal democrático al autoritarismo dictatorial de

Sánchez Cerro.

Daniel Parodi Revoredo
Publicado hoy en Diario16
@daupare

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