Estimados Amigos:

Adjunto artículo “Virajes de Ayer y hoy” del profesor Augusto Ruiz Zevallos, quien de esta manera se suma a este interesante debate sobre el APRA. En lo general coincido con la tesis de Ruiz Zevallos, incluso cuando cuestiona mi no reconocimiento de los virajes de Haya. De hecho, sí pienso que Haya viró en su praxis política y también ideológicamente. En este segundo caso, lo hace desde una posición más cercana al marxismo a otra próxima a la democracia como sistema político, a través de la cual -pasa Haya a considerar- puede realizarse la justicia social.

Desde mi perspectiva el problema es la denostación del cambio y su interpretación peyorativa, que es un lugar común del periódo de la Guerra Fría, anterior a la caída del Muro de Berlín. Incluso, ya desde el siglo XIX tuvo lugar una fuerte pugna entre los partidos obreros de Europa en las que unos permanecieron fieles a la ortodoxio marxista, mientras que otros la abandonaron para adoptar posiciones social-domócratas. De allí se deriva que la satanización de los virajes hacia la derecha haya resultado una importante bandera de la lucha política de las izquierdas radicales durante la pasada centuria.

Por último, reitero mi consideración de que no todas las alianzas políticas del APRA pueden justificarse con los considerandos ideológicos de EAA; la alianza con Odría, por ejemplo, lejos de remitir a ellos, responde a una estrategía equivocada en la que es posible no haya faltado una cuota de recelo a FBT y AP por ocupar súbitamente espacios tradicionalmente apristas y obtener la presidencia en 1963, tras el golpe de estado y anulación de las elecciones de 1962 en discutibles circunstancias.

En todo caso, es hora de historiar la historia del APRA de Haya de la Torre, hirtoriarla -verla más en el proceso histórico- y de esta manera des-politizarla, para aterrizarla al terreno de la interpretación historiográfica del proceso político del siglo XX, tan necesaria en la segunda década del siglo XXI..

Saludos muy cordiales

Daniel Parodi Revoredo

VIRAJES DE AYER Y DE HOY
Por Augusto Ruiz Zevallos

Fuente: http://elespejodeclio.blogspot.com/2011/09/virajes-de-ayer-y-de-hoy.html?spref=tw

Hace unos días, Daniel Parodi y Nelson Manrique debatieron sobre el pensamiento y la acción de Haya de la Torre (ver: http://blog.pucp.edu.pe/item/140013/debate-sobre-el-apra-nelson-manrique-y-daniel-parodi). Al respecto quisiera hacer algunos comentarios, motivado por el asunto del viraje, que es todo un tema en el Perú.

Coincido con el ánimo de Parodi cuando señala que los cambios de Haya -salvo su alianza con el odriismo- lejos de ser condenables, son un antecedente de las actuales posturas de la otrora izquierda mariateguista. ¿Cómo dejar de felicitarnos por el viraje ideológico de una izquierda que optó por partidos pluriclasistas y por la vía electoral? ¿No estaba Ollanta Humala y quienes lo apoyaron en 2006 más cercano al Haya de 1931 que a Mariátegui? ¿No está el actual Ollanta, que acepta el TLC con Estados Unidos y la inversión extranjera condicionada, más cercano al Haya socialdemócrata de 1956, el del “interamericanismo sin imperio”? ¿Son mariateguistas algunos izquierdistas que participan en el actual gobierno, habiendo desterrado positivamente de su léxico expresiones como “revolución”, “imperialismo”, “imperio”, “gobierno popular sin transnacionales”? Si descartamos el supuesto del Caballo de Troya, ya usado en los 80 cuando ingresó en la escena democrática con un alto costo para la propia izquierda, no podemos dejar de saludar el reajuste estratégico operado y tratar de entenderlo a la luz de algunos hechos del pasado, como el giro de Haya de la Torre en 1931.

Sin embargo, el argumento de Parodi no permite esta tarea pues para él los virajes de Haya no serían tales sino más bien actos que se encontraban ya, “como base ideológica”, en el Haya de 1928, cuando escribe El Antiimperialismo y el APRA (EAA), borrando el hecho de que el programa de 1931 significó un abandono del mito revolucionario y un paso decisivo hacia el reformismo. En este sentido estaría de acuerdo con Manrique, quien si aprecia dos planteamientos claramente distintos, antes y después de 1931, pero, extrañamente Manrique tampoco cree que hubo tal viraje ya que el discurso antiimperialista de Haya fue solo un recurso, con el cual “buscaba mostrarse más radical”, en la disputa que sostenía con José Carlos Mariátegui. Manrique sostiene que, muerto Mariátegui, “sin un rival ideológico que enfrentar, Haya pudo renunciar a su discurso radical”, reforzando así la imagen del fundador del APRA como un jugador calculador y racional.

No hay problema con este énfasis en lo racional como factor decisivo, siempre y cuando uno se muestre dispuesto a identificar tales cálculos en personajes de su simpatía, si no se corre el riesgo de hacer pura propaganda. Personalmente reconozco que en la historia de la izquierda peruana abundan los casos en que la ideología fue simplemente una justificación posterior a las acciones y los casos en los que un jugador dice A si el otro ha dicho B. En la historia del APRA hay mucho cálculo y en Haya de la Torre esta lógica ayuda a comprender, por ejemplo, por qué, no creyendo ya en su vigencia desde el punto de vista programático, pública El Antiimperialismo y el Apra en Chile en 1935/36 y en el Perú en 1971,. En ambos casos Haya respondía a jugadores específicos (la izquierda chilena que recién entonces empezaba a hablar de frente único de clases y el Gobierno reformista de Velasco) que estaban aplicando las tesis hayistas, y así fundamentar la legitimidad histórica del aprismo.

Pero para el año que nos ocupa, 1931, esta perspectiva no califica: EAA, violento con relación al Discurso de Plaza de Acho, no era como texto “más radical” que 7 Ensayos como para que le pudiera servir de carnada en su pesca de cuadros comunistas. Fue el punto de llegada de una sincera vivencia racional y pasional de carácter antiimperialista. Y quizás le sirviera para poner en claro sus aciertos y sus excesos. La confrontación con el país en 1930-1931 hizo el resto. A medida que se va sumergiendo en el país, al margen de la disputa con el mariateguismo, Haya va cambiando. Fue en una coyuntura de apertura política que se abrió tras la caída de Leguía, en donde juegan más de dos actores: el Partido Socialista de Luciano Castillo, los descentralistas y sobre todo Sánchez Cerro, su principal adversario, además de las bases cañeras del Sólido Norte, cuya conflictividad había disminuido drásticamente y un proletariado que se insertaba cada vez más en la institucionalidad.

Finalmente, los políticos no son sujetos puramente racionales que existen kantianamente al margen de la tradición política, la experiencia o las diversas hipótesis que integran sus construcciones ideológicas. Lo que decidan está condicionado por una historia previa. Importante es el hecho que mientras en Mariátegui hay una fuerte componente de las corrientes que enfatizan el voluntarismo y la fuerza del mito, en Haya hay una fuerte presencia de la ciencia y de los aspectos deterministas del marxismo. Decisivas fueron las revoluciones de México y Rusia. A diferencia del Amauta, Haya vio de cerca ambos procesos y eso le permitió un mejor acercamiento al tema de las posibilidades de cambio en el mundo y en la sociedad peruana. Los cambios operados con la NEP, lo hizo considerar el socialismo como una meta aún lejana y que, tal como lo viera Lenin, necesitamos del capital para construir una nueva sociedad. La revolución en México le permitiría darse cuenta de que en el Perú difícilmente los revolucionarios podrían apoyarse en un campesinado o en peones agrícolas armados. De ahí que, cuando lo de Trujillo, no mostrara muchas esperanzas en una revolución de masas y prefiriera la vía de la conspiración con sectores del Ejército.

Estimados amigos:

Adjunto dúplica de Nelson Manrique, saludo de ésta la implícita rectificación de su argumento de que Haya sostuvo que en 1928 “publicó” EAA; nos aclara Manrique que las afirmaciones del líder del APRA “invitan” a pensar aquello. También me complace su rectificación respecto de que Haya esperó la muerte de Mariátegui para ejecutar un plan de virar hacia la derecha y su afirmación de que, por el contrario, lamentó su desaparición. Su último párrafo, en el que señala que “Haya más allá de ser un gran líder (…) tuvo virtudes y defectos …etc” denota un tono más conciliador y respetuoso de la trayectoria del líder del APRA que en su réplica anterior, lo cual dice mucho de mi ocasional oponente. Si estas premisas hubiesen orientado la redacción de su libro “USTED FUE APRISTA”, el resultado hubiese sido más objetivo y menos polémico. De hecho, el sesgo de la mentada publicación fue cuestionado por el historiador Antonio Zapata y el polítólogo Martín Tanaka en sendos comentarios. Adjunto links.

http://www.larepublica.pe/02-12-2009/el-apra-de-manrique
http://www.larepublica.pe/22-11-2009/usted-fue-aprista-de-nelson-manrique
http://www.larepublica.pe/29-11-2009/inconsecuencia-o-aprendizaje-democratico

Creo que este debate ha sido enriquecedor y en lo particular estoy reconocido de la consideración del Dr. Nelson Manrique hacia mis ideas y puntos de vista, los cuales ha tenido a bien replicar en dos ocasiones.

Daniel Parodi Revoredo

El problema son los intérpretes de Haya

Por Nelson Manrique

Respondo al artículo de Daniel Parodi “Haya no es el problema” (LR, 19/8/11). En artículo anterior, Parodi, refiriéndose a la Constitución de 1979, la presentó como la realización de las posiciones que Haya defendió en El Antimperialismo y el Apra (EAA), en 1928: “Sostuvo el joven Haya que había que entenderse con el imperialismo”. Me ratifico en que está equivocado. Como he documentado, en 1928 Haya descartaba cualquier entendimiento con el imperialismo, como lo sostiene todavía en febrero de 1930: “para nosotros, con Marx y con Lenin, el imperialismo es el capitalismo en su forma más moderna, y el capitalismo es la explotación en su forma más refinada, y si nosotros no combatimos al imperialismo, entonces no combatimos al capitalismo, y si no combatimos al capitalismo, entonces no luchamos contra la explotación, y si no luchamos contra la explotación no tenemos derecho de llamarnos ni socialistas, ni comunistas, ni revolucionarios. El Apra es antimperialista porque es anticapitalista”.

Según Parodi, yo presento a Haya “revolcándose en su maquiavelismo y frotándose las manos esperando la muerte de Mariátegui para entonces ejecutar su sibilino plan de virar hacia la derecha”. Como recurso polémico, este es más bien penoso. Es obvio que, salvo que convirtiéramos a Haya en adivino, ni él ni nadie podía saber que JCM moriría en abril de 1930, y Haya, como todos sus contemporáneos, lamentó la muerte de su brillante opositor.

Lo que he sostenido es que la muerte de Mariátegui dejó a Haya sin ningún oponente de peso, lo que facilitó que luego abandonara el discurso radical. Recién en 1931, un año después de la muerte de JCM, Haya incorporó en su discurso el argumento de que el imperialismo tiene un “lado bueno” y otro “malo”, y que se debe negociar con él. Este abandono de su discurso radical abrió el camino a otros virajes más, entre los cuales se incluyó la reunión confidencial con el embajador de EEUU, Fred M. Dearing, para asegurarle que los yanquis no tenían nada que temer de su discurso encendido; el abandono del punto 1º de su programa de 1926 (“acción contra el imperialismo yanqui”) y su reemplazo por el “interamericanismo democrático sin imperio”; su respaldo a las intervenciones norteamericanas en Corea, Guatemala, Argentina y Cuba, para llegar en los 60 a sostener que el imperialismo ya no existía.

Parodi no ha rebatido mis afirmaciones y se ha limitado a acusarme de “denigrar” a Haya. Como historiadores, más allá de apologías o descalificaciones fáciles, debiera interesarnos reconstruir de la manera más fidedigna posible la historia del Apra, por su evidente impacto en la historia política del Perú contemporáneo.

El equívoco histórico sobre la fecha de la 1ª edición de EAA fue alimentado por el propio Haya. Esta salió en Santiago de Chile en marzo de 1936 (no en 1935: véase EAA 2ª ed., 1936, p. 29, y las decenas de páginas que Haya dedica al tema en su correspondencia con L.A. Sánchez, VRHT y LAS, Correspondencia, vol. 1, 1982, pp. 173-216, y 255). Haya recibió el libro en mayo de ese mismo año y casi inmediatamente empezó a preparar la segunda edición, que salió pocos meses después (ídem, p. 279). Cuando Haya habla de EAA jamás menciona la 1ª edición de Santiago y sólo se refiere a la 2ª, de tal manera que, al escribir sobre su “libro de México, de 1928”, invita a creer que ese año salió la primera edición. Véase la referencia bibliográfica que pone en Treinta años de aprismo: «El Antimperialismo y el Apra, México 1928. 2ª ed. Ercilla, Santiago de Chile, 1936» (VRHT, 1956, p. 19). En las páginas siguientes Haya escribe decenas de veces sobre «mi libro de 1928» (ídem, pp. 23 y ss.). Mal puede llamarse “libro” al manuscrito que afirma haber redactado en esa fecha. Inclusive en un párrafo que Parodi cita, tomado del prólogo a la 3ª ed., de 1970, Haya reitera esta estrategia: “Cuarenta y dos años después de escrito este libro y a los treinta y cuatro de su segunda edición, se publica ahora en una tercera” (el subrayado es mío).

Haya, como todo humano, más allá de ser un gran líder, tuvo virtudes y defectos. Sólo restituyéndole su dimensión humana podrá valorárserlo cabalmente.

Estimados amigos:

El debate continúa; adjunto mi dúplica a crítica de Nelson Manrique no sin antes agradecer al historiador -especialista en historia del APRA- André Samplonius quien gentilmente se acercó a mí con su invalorable colección de ediciones de El Antimperialismo y el APRA, y cuyo gran conocimiento del tema compartió conmigo para la elaboración de la presente respuesta.

El presente artículo ha sido publicado en el diario La República el día de hoy
Véase http://www.larepublica.pe/19-08-2011/haya-no-es-el-problema

HAYA NO ES EL PROBLEMA

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Ya nadie quiere un país dividido entre apristas y antiapristas

“Cuarenta y dos años después de escrito este libro y a los treinta y cuatro de su segunda edición, se publica ahora en una tercera” VRHT, prólogo a la tercera edición de El Antimperialismo y el APRA, 1970”.

Se me complica responderle a Nelson Manrique su réplica a mi artículo “Haya y la Constitución del 79” porque creo que en esta discusión el líder del APRA no es el problema. Sin embargo, dado que mi ocasional oponente basa sus argumentos en precisiones puntuales, me veo obligado a comenzar respondiendo la más central de entre ellas: no es cierto que Haya de la Torre hubiese dicho en algún momento que EAA se publicó en México en 1928, lo que Haya siempre evocó en sus diferentes obras, escritos y proclamas es que ese año escribió el libro en Ciudad de México. La primera edición – de tiraje limitado – se publicó en Chile, en 1935, donde rápidamente se agotó; la segunda vio la luz en 1936.

Pero Haya no es el problema. No lo es, porque no voy a desempeñar el rol de su apologeta, como Manrique juega el de su denostador. No quiero, además, ser protagonista de un debate maniqueo y positivista que confronta acusación y defensa sobre la trayectoria de un personaje del pasado: no es mi línea de trabajo. Haya no es el problema, además, porque la cuestión es la particular lectura que Manrique tiene de su trayectoria.

Mi colega nos presenta a Haya revolcándose en su maquiavelismo y frotándose las manos esperando la muerte de Mariátegui para entonces ejecutar su sibilino plan de virar hacia la derecha. Un mal thriller de una vieja función de trasnoche no lo hubiese dicho mejor. Claro que la trayectoria de Haya tiene claroscuros, sus errores pueden ser pocos o muchos y remiten a la interpretación. Pero así y todo llama mi atención la fijación de Manrique en la evolución ideológica del Jefe del APRA, la que cuestiona sin atenuantes en todos los capítulos de su obra USTED FUE APRISTA1, cuyo objetivo a priori es la lapidación del político trujillano.

Tras su publicación, el susodicho libro despertó mi curiosidad porque parecía provenir de una realidad anterior al fin de la Guerra Fría, el que nos enseñó que el cambio es inherente a la humanidad y que el sujeto individual dista de controlar las fuerzas históricas que lo propician. Todos los que vivimos la caída del muro Berlín hemos cambiado y otros incluso lo hicieron antes. El Ollanta Humala de 2006 no es el de 2011, Fernando Belaúnde fue reformista en el 63 y liberal ortodoxo en el 80, los sobrevivientes del movimiento de la Nueva Izquierda de los 70 ya no levantan la bandera de la revolución del proletariado, ni promueven la eliminación de la burguesía para dar paso al Estado socialista. En cuanto a Haya, éste refutó temprano al socialismo soviético y el tiempo le dio la razón: ya no existe.

Otro aspecto que llama mi atención en USTED FUE APRISTA es su cuestionamiento al alejamiento del APRA de su primigenia práctica insurreccional, la que su autor observa en diversos pasajes del texto. Así, la crítica a la paulatina adopción aprista de una postura más conciliadora pone al descubierto la teleología del autor: ¿cuál es finalmente la utopía que persigue Nelson Manrique? Porque si de lo que se trata es de la dictadura proletaria, yo saludo que Haya no haya resultado como Mao Tse Tung, Pol Pot o Abimael Guzmán. Haya optó por la democracia y esa sola bandera le costó décadas de cárcel, clandestinidad y exilio.

Para finalizar, quiero decir que creo fervientemente que los historiadores contemporáneos tenemos que lidiar con el pasado para que deje de hacerle daño al presente, creo que debemos legarle a las nuevas generaciones una interpretación más sobria del espinoso siglo XX y ser conscientes de que los odios y disputas de éste son lo último que aquellas quieren heredar de nosotros. Así pues, si la posmodernidad subraya la fragmentación de los discursos en desmedro de las pretendidas verdades universales, es menester que emprendamos la construcción del pasado desde posturas más matizadas y menos unilaterales. En tiempos de reconciliación y memoria, los historiadores debemos acercar a los descendientes de quienes en el pasado se enfrentaron. Ya nadie quiere un país dividido entre apristas y anti-apristas, ¿o sí?

1 En el capítulo 4 de su libro, que titula LA SOCIEDAD PERUANA EN LOS AÑOS CINCUENTA, Manrique casi no versa sobre el APRA, aquel podría ser la excepción.

Estimados amigos:

Comparto encrispada réplica de Nelson Manrique a mi artículo “Haya y la Constitución del 79”. Se ha publicado hoy en el diario La República.

Por Nelson Manrique
En su artículo “Haya y la Constitución del 79” (LR, 12/8/11) el historiador Daniel Parodi sostiene que quienes acusan a Haya de traicionar sus postulados primigenios, abandonar su izquierdismo original, manejar un doble discurso y aliarse con sus enemigos tradicionales (Prado y Odría) parten de una premisa equivocada. Señala Parodi que ya en 1928 Haya sostenía en su libro El Antimperialismo y el Apra (en adelante EAA) “que había que entenderse con el imperialismo por la exigencia de contar con sus capitales para desarrollar a los países de A. Latina”.


Manrique defiende el discurso antiaprista tradicional

Quien parte de una premisa equivocada es Daniel Parodi, al asumir como verdadera la afirmación de Haya (repetida luego por los apristas) de que EAA fue publicado en México en 1928. Esto es desmentido por el mismo Haya en la ‘Nota Preliminar’ de la primera edición de su obra, fechada el 25/12/35: “Este es un libro escrito hace siete años que sólo ahora se publica” (Haya de la Torre, EAA, 1936: 13). EAA se publicó por primera vez en Santiago de Chile en 1936 y no existía como libro en 1928. Esto es aceptado hasta por Alan García, quien recusa la afirmación de Haya de que entregó a la Editorial Ercilla sus páginas “como fueron concebidas y redactadas” en 1928 y muestra que en EAA “coexisten tres redacciones sucesivas”, en las cuales se fueron incorporando nuevos conceptos distintos a los que Haya defendía inicialmente (La revolución constructiva del aprismo. Teorí@ y pr@ctica de la modernidad. 2008: 42-43).

Al presentar un libro publicado en 1936 como si hubiera salido de la imprenta siete años antes, Haya pretendía ocultar el viraje fundamental que introdujo en su discurso antimperialista original. En 1928 Haya estaba enzarzado en una dura polémica con J. C. Mariátegui, con quien acababa de romper, y se mostraba como un antimperialista intransigente. Estaban en disputa las bases revolucionarias y Haya buscaba mostrarse más radical que Mariátegui, como lo testimonia esta carta escrita a Eudocio Ravines, que expone su ideario: “el control obrero y campesino en la vida política del país mantendrá a la clase explotadora en el camino de su destrucción… socialización absoluta en principio. Tierras e industrias pertenecerán a la Nación, es decir, a la masa produc¬tora que tendrá el poder político”.

Haya hablaba de formar un partido de cuadros para asaltar el poder por las armas. Todavía en febrero de 1930 escribía: “Lo que interesa al Apra es que la revolución se cumpla, tanto más am¬plia, tanto más radical, tanto más izquierdista, tanto más roja cuanto la realidad lo permita… el Aprismo significa consecuentemente la fuerza revolucionaria capaz de imponer la dictadura del proletariado campesino y obrero, y de estable¬cer la lucha organizada de esa dictadura contra el imperialis¬mo, que es el capitalismo, opresor del obrero, y contra el latifundismo, que es la explotación del campesino” (Obras completas, T5, 1976: 259-268).

Dos meses después, en abril de 1930, murió Mariátegui y, sin un rival ideológico de peso que enfrentar, Haya pudo renunciar a su discurso radical. Abandonó la tesis de la lucha a muerte contra el imperialismo yanqui para sostener en adelante que este tenía un “lado bueno” y otro “malo” y que había que negociar con él, aprovechando el primero y neutralizando el segundo. En setiembre de 1931 –en una reunión confidencial que él mismo solicitó– le dio seguridades al embajador norteamericano en Lima, Fred Morris Dearing, de que EEUU no tenía nada que temer de su aparente radicalismo y lo convenció de su sinceridad. Abandonó luego la primera tesis de su programa de 1926 (recogido aún en EAA en 1936), “Acción contra el imperialismo yanqui”, y hacia los 40 la reemplazó por el “Interamericanismo democrático sin imperio”. Vinieron luego su ofrecimiento de 5 mil militantes apristas para apoyar la intervención norteamericana en Corea, a inicios de los 50; su respaldo a la intervención norteamericana en Guatemala contra Arbenz, en 1954; y contra Perón, en Argentina un año después. Hacia los años 60 estaba buscando fundamentos jurídicos para justificar la intervención de EEUU contra Cuba, al mismo tiempo que sostenía que el imperialismo ya no existía.

Es injusto invocar a Giambattista Vico y a G.W.F. Hegel para justificar estos bandazos.

Haya y la Constitución del 79

Por Daniel Parodi R.


Discurso de Haya como Presidente de la Asamblea Constituyente de 1979

Ningún político peruano ha sido tan vilipendiado por sus virajes ideológicos como el líder y fundador del APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre. Las principales acusaciones en su contra denuncian la traición de sus postulados primigenios, el abandono de su izquierdismo original; el manejo de un doble discurso y las alianzas con sus enemigos tradicionales: Manuel Prado y Manuel Odría.

Me pregunto si todas estas imputaciones no parten de una premisa equivocada. Ya en 1928 –en El Antiimperialismo y el APRA- Haya deslindó con quienes llamaba “comunistas criollos”, y a quienes tildaba de dogmáticos por no adaptar el modelo marxista a la realidad latinoamericana. Sostuvo el joven Haya que había que entenderse con el imperialismo por la exigencia de contar con sus capitales para desarrollar a los países de América Latina. Sin embargo, advirtió que había que hacerlo en condiciones de igualdad para lo cual era imprescindible conformar un bloque latinoamericano unido. Por último, en 1928, Haya incorporó en su teoría política el principio de la negación de la negación hegeliano, de lo cual desprendió el postulado de que no existen escenarios históricos permanentes y que había que adaptar la lucha antiimperialista a sus contextos temporales y espaciales específicos.

Por ello parecen subjetivas tan enconadas críticas a los movimientos posicionales del APRA, cuando sus bases ideológicas los anticiparon como parte constitutiva de su praxis política. Además, debe considerarse que la institucionalidad democrática –defendida por Haya como modelo político ideal- no fue una realidad en el largo siglo XX. Ello explica, tanto la sacrificada lucha de la militancia aprista por su conquista, como las negociaciones de su cúpula con Manuel Prado para legalizar el partido y, con ello, ampliar los márgenes del juego democrático en el Perú.

Sin embargo, la ideología primigenia de Haya no lo explica todo. No explica, por ejemplo, su cuestionable alianza con Odría en 1963. Y no la explica porque en dicho contexto había terminado la persecución contra su partido y porque el eventual aliado fue su otrora cancerbero. Tampoco la explica porque la coalición APRA-UNO le cerró el paso al reformismo de Belaúnde, al que se le opuso una despiadada oposición parlamentaria que propició el posterior golpe de estado de Juan Velasco Alvarado en 1968. Haya, en este caso, le escupió al cielo y los apristas de hoy deberían reconocerlo, como deben reconocerse otros errores cometidos en tan larga y dilatada trayectoria.

Pero los tiempos cambian y hoy todos los caminos conducen a Haya, por cuya Constitución -la de 1979- han juramentado las principales autoridades del nuevo gobierno. Además, ahora se ejecuta en el Perú un proyecto de izquierda no marxista, abierto a la libre concurrencia económica, a la vez que sagaz en la negociación con el capital trasnacional; firme en la defensa de los intereses nacionales y sensible a la inclusión social. En esta ruta, también el anuncio presidencial de fortalecer los foros multilaterales de UNASUR y la CAN apunta hacia Víctor Raúl.

Esta historia es más cíclica que lineal. En lugar del progreso continuo que plantearon los filósofos ilustrados del siglo XVIII, este relato parece subsumirse en el corsi e ricorsi de Giambattista Vico. El pensador napolitano creía que el proceso histórico era pendular y que se balanceaba de un extremo al otro, a la vez que buscaba su equilibrio. Así, nuestro presente político parece retomar los postulados de Haya de la Torre en 1928 y los principios de la Constitución que firmara en 1979. Sin embargo, y de acuerdo con su propio pensamiento, es posible que la actual coyuntura ya esté incubando los gérmenes de su futura superación por otra diferente.

Publicado en el diario La República el día de hoy véase
http://www.larepublica.pe/12-08-2011/haya-y-la-constitucion-del-79

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