BUS AZUL, ¿TRIUNFARÁ O SUCUMBIRÁ?
EL ÚLTIMO PARADERO DEL BUS AZUL
El caos actual del transporte público de Lima se constituyó entre los años 1970 y 2000. Comenzó a edificarse cuando el vertiginoso crecimiento demográfico de la ciudad hizo que su oferta colapsara frente a la demanda de los usuarios. Ante esto, Fernando Belaúnde, a inicios de los 80s, autorizó la circulación de las primeras combis en las que la gente viajaba empotrada. Luego Alberto Fujimori liberalizó el transporte: cualquiera que tuviese una unidad podía ser transportista. De hecho, en su momento esta medida fue una solución.
Pero la crisis de los 80s y 90s fue superada y se hizo necesario reordenar el transporte limeño. Ya en los 90s, Alberto Andrade había solucionado el tema del comercio ambulatorio por lo que al transporte desregulado tenía que llegarle su hora y desde el inicio de su gestión, Susana Villarán y Gustavo Guerra García comenzaron a implementar, aunque tímidamente, la esperada reforma.
El proyecto de la MLM propone la instauración de grandes corredores troncales y otras rutas más pequeñas (alimentadoras) que trasladan a los pasajeros hasta los paraderos de esos corredores para que realicen su conexión. Al respecto, convengamos en que cualquier usuario harto de las “carreritas”, el “pie derecho” y las invasiones del segundo y tercer carril, deseará el éxito de una reforma que acabe con todas aquellas temerarias prácticas.
Sin embargo, son varias las amenazas que hoy se ciernen sobre la reforma del transporte. Una de ellas es la ciudadanía acostumbrada al viejo sistema que cuenta con la “ventaja” de unidades que cubren básicamente toda la ciudad y que paran en cualquier lugar donde encuentren público dispuesto a abordarlas. A pesar de ello, la MLM tiene gran responsabilidad en la atmósfera de convulsión social que se ha instalado en la capital con el inicio de las operaciones del Bus Azul. Pasemos a analizar los errores fundamentales cometidos por el municipio.
1.- Grave error implementar el corredor azul en plena lid electoral. Si la reforma tuviese éxito –posibilidad lejana hasta hoy- cualquier observador podría interpretar que ella supone la implementación de una campaña electoral con fondos públicos un mes antes del sufragio. Además, puede advertirse su improvisación debido a que está en juego la reelección de la alcaldesa; de allí el apresuramiento y descoordinaciones que estamos apreciando, tanto como la nula infraestructura de paraderos y terminales.
2.- Los problemas de fondo de la reforma responden a tres aspectos principales: una oferta de buses que está lejos de satisfacer la demanda de pasajeros; el mal funcionamiento de las empresas alimentadoras (a veces saboteadas por “carreteros del transporte” tipo Orión) que han cumplido mal y poco con trasladar a los usuarios de los lugares alejados hasta las troncales; y el precio del pasaje en una unidad alimentadora que es de 1.5 n/s.
Este último es el asunto más complejo. Si antes el pasajero llegaba a su centro de labores abordando una sola unidad y abonando 1.5 n/s, ahora debe pagar 1.5 n/s solo en la alimentadora y, desde octubre, 1 n/s adicional en el corredor. Eventualmente, debe añadir otros 1.5 n/s si requiere abordar otra alimentadora para llegar a su destino, lo cual es probable debido a la corta extensión del corredor azul. En otras palabras, el coste de su trasporte se encarecerá de 1.5 n/s a 4 n/s solo la ida. Este es el aspecto que hace insostenible toda la reforma.
En las metrópolis europeas existe el “bono de transporte” que se adquiere mensualmente a precio razonable. Con él, el usuario puede subir las veces que quiera a todos los servicios de metro y autobuses de la ciudad. Sé que concertar un sistema similar con la cantidad de empresas de transportes existentes en Lima -y hablo de las que se han incorporado al nuevo sistema a través de las alimentadoras- es casi quimérico, pero también lo es elevar en aproximadamente 250% el coste del trasporte público sin generar una atmósfera de amotinamiento civil como la que hemos vivido las últimas semanas y que podría empeorar. Ojo que desde mediados de octubre el corredor azul dejará de ser gratuito.
Mientras tanto, si algo ha logrado Susana Villarán es atraer la atención de los medios, ávidos de cubrir los tropiezos de la susodicha reforma, privando así a la ciudadanía limeña del clima adecuado para concentrarse en la elección y conocer las propuestas de los demás candidatos. Pero el Bus Azul ya partió y sólo queda esperar que alcance con éxito el último paradero de su ruta o que sucumba en el tormentoso día a día de sus usuarios, atrapados entre la escasez de unidades, la carestía del servicio, las grandes caminatas y el tiempo perdido.
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