DOS APUNTES AL VILLARANISMO

Daniel Parodi Revoredo

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El entorno de Villarán debe definirse

Con alguna razón, el villaranismo pondera que es víctima de un cargamontón político que busca interrumpir una gestión municipal decente y bien intencionada. Pero en política los resultados no se obtienen de ese modo. La nuestra, en particular, es el reflejo de un escenario hipercomplejo en el que hay que saber orientarse so riesgo de perderse o, como parece el caso, inmolarse. La izquierda limeña debe evaluar estas cuestiones si quiere sacar alguna enseñanza del duro trance que atraviesa. Al respecto, aporto dos apuntes a la reflexión.    

1.      Tender puentes con otras fuerzas políticas

Si de algo ha tomado conciencia la mayoría de nuestras fuerzas políticas durante los últimos dos gobiernos y el actual es que la gobernabilidad –precaria o no- se logra tendiendo puentes y  estableciendo alianzas. Por eso es destacable que las gestiones gubernamentales de Alejandro Toledo, Alan García y la actual hayan resultado viables a pesar de no contar con mayoría parlamentaria. Este escenario difícilmente hubiese sido posible en la década de 1980, cuando la marcada polarización política llevaba al obstruccionismo de la labor gubernamental.   

No obstante, el villaranismo llegó a la alcaldía con un evidente sesgo ochentero por lo que rápido rompió palitos con el castañedismo. A este conflicto se le sumaron sus ya labradas rivalidades con el fujimorismo y el APRA. De ello se derivó el ninguneo de la obra ajena así como la descalificación de los demás.  Individualizando o no sus acusaciones, el mensaje del villaranismo a los electorados aprista, fujimorista y castañedista es que todos son corruptos, delincuentes y mafiosos.

De esta manera, una equivocada estrategia de relacionamiento con las demás fuerzas políticas aparece en el centro del difícil escenario de la alcaldesa Villarán. Todas ellas han hecho causa común contra su gestión municipal por lo que Fuerza Social debe evaluar cuanta responsabilidad le toca en la situación creada.  Nadie duda de que este proceso revocador se origina en una premeditada trama pero el villaranismo, sin quererlo, ha fortalecido la posición de sus detractores.   

2.           Tender puentes con los sectores populares

Sé que los miembros de Fuerza Social, principalmente los de mi generación o mayores, realizaron  trabajo popular en los asentamientos humanos de Lima en la década de 1980, pero  también sé  que ese trabajo se descontinuó durante el siguiente decenio. Entonces los partidarios de la atomizada izquierda peruana decidieron volver cada uno a su barrio y abandonaron los puentes que se había tendido entre sus líderes político-intelectuales y las bases populares. Desde entonces, los primeros canalizaron su actividad a través de las ONG y de los sectores del Estado más vinculados con la gestión social.  

Durante el periodo que refiero, la intelectualidad de la izquierda, gracias a su alta capacitación profesional, mejoró notablemente su status económico pero ello precipitó su distanciamiento de los sectores D y E. Ilustran esta situación las desafortunadas declaraciones de la actriz Claudia Dammert, que me hicieron recordar al padre de Lourdes Flores cuando llamó auquénido a Alejandro Toledo. Debe comprenderse que en la Lima de hoy, ser de izquierda o derecha no define, per se, sintonizar con la percepción y expectativas de las grandes mayorías.    

Ciertamente, la revocación o no de la actual gestión municipal de Lima debería pasar por la  evaluación de su eficiencia, antes que por consideraciones periféricas como las que he expuesto, pero también la política peruana debería basarse en una partidocracia sólida e institucional y sin embargo aún no lo consigue. En otras palabras, son apreciables las intenciones expresadas por Fuerza Social de transparentar la política peruana pero para hacerlo es menester comprender la siempre fina, finísima, subjetividad de nuestro electorado.

La elite de la izquierda peruana, agrupada alrededor de Susana Villarán y Javier Diez Canseco, debe decidir lo que quiere ser: si acercarse de nuevo a los sectores populares tratando de conformar con ellos un partido político de dimensión nacional, o si mantenerse en los cuarteles de su ya largo invierno, lejos de los sectores cuyos intereses busca representar. Según Patricia del Río, la revocación podría colocar a Fuerza Social en el partidor para el 2016. ¿Asumirá el desafío? 

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