Al luchador infatigable

El sábado por la mañana visité a Armando Villanueva del Campo porque me nació hacerlo. Hasta entonces lo había visto una vez en 1982 en casa del matrimonio Coronado – Merel en Inclán, Miraflores. Yo tenía quince años y frecuentaba a los hijos de la pareja. Cuando sonó el timbre de su casa me tomé la libertad de abrir y era Armando. Lo hice pasar, avisé de su llegada y allí quedó la cosa. Han pasado 30 años.


Luchador infatigable

Pero este sábado me nació visitar a Armando porque recientemente una cita con él me fue cancelada a causa de su delicado estado de salud y creí que no debía esperar más, que no se trataba de aguardar su mejoría, sino de ir a su encuentro a la clínica a darle la mano y expresarle mi admiración. Ciertamente, mi vocación por el APRA empezó con él, con su campaña presidencial de 1980. Yo era muy niño en el 1978 cuando Haya presidió la Asamblea Constituyente; así que es justo decir que mi devoción por el partido de la estrella no se originó con Víctor Raúl sino con Armando, aunque este resulte ser el defensor más purista de aquel.

Con Armando las cosas son muy sencillas, no hay preámbulos, ni trámites innecesarios, en la clínica pregunté el número de la habitación y me lo dieron de inmediato. Al llegar toqué la puerta y el propio Armando me dijo “adelante” sin siquiera haberme visto ni conocerme y sin saber quien llegaba a visitarlo. Entonces me presenté y comenzó una breve pero intensa conversación. Charlamos sobre Rómulo Meneses y la investigación que acerca de la trayectoria de este aprista fundacional estoy iniciando.

Cuando le mencioné el Centro de Estudios Antiimperialistas de París, me dijo que en esos tiempos (1929-1930) Meneses había estado con Víctor Raúl en Europa. Yo añadí que ese viaje lo realizó Meneses junto con Manuel Seoane para desagraviar a Haya de ciertas calumnias de Eudocio Ravines. Pero Armando me enmendó rápido con el índice levantado, como acostumbra: no fue con Seoane señor, ¡fue con Luis Heysen!

Después le comenté que un aspecto central de mi investigación es la relación del APRA con el campesinado pues Meneses fue por décadas Secretario General de Asuntos Indígenas del PAP. Le subrayé que esto era importante porque desde cierta historiografía se acusa al APRA de darle la espalda al campesinado y ser un partido eminentemente criollo. Entonces Armando se incorporó un poco en su lecho y adoptó mayor firmeza en su postura para decirme, con esos ojos que hoy mantiene casi siempre cerrados para conectarse con los tiempos que evoca, y con su voz ronca, la misma voz del joven luchador y el viejo revolucionario, del candidato de la izquierda responsable y último patriarca del aprismo: ¡los comités residenciales!

Me dijo entonces que desde su primer congreso nacional, la cuestión indígena había formado parte del programa del PAP y que ejemplo de aquello eran los comités residenciales, a través de los cuales el partido potenció las redes trazadas entre los provincianos radicados en Lima con sus familiares de la sierra rural. Ello demuestra, me indicó afirmando de nuevo con el dedo índice, lo infundada de la versión que tú refieres. Helo allí, en su lecho de enfermo, con un halo de vida apenas, atrincherado el luchador infatigable, defendiendo una vez más la causa de su vida.

A sus 97 años Armando tiene en ciernes dos porvenires: el del adiós y el de la inmortalidad. Al dejar su habitación de enfermo me puse a pensar cuáles serán, de aquí a diez años, los bulevares que llevarán su nombre y cuál sería una buena leyenda para el primer monumento a su memoria, de allí el título de esta reflexión.

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