“Continuamos asociados a la debilidad por un exagerado escrúpulo de confraternidad con Bolivia, al propio tiempo que desahuciábamos el apoyo argentino, siempre poderosa garantía de equilibrio”. Pedro Yrigoyen
La amistad peruano-argentina debe fortalecerse
Según Jorge Basadre, la suscripción de la Alianza Perú-Boliviana de 1873 inició una nueva etapa en la política internacional peruana, la que pasó del americanismo romántico de mediados del siglo XIX a la del equilibrio continental, basado en la conformación de alianzas interestatales rivales con la finalidad de “disuadirse” recíprocamente.
Preocupados por el avance chileno en el litoral boliviano de Atacama, rico en nitratos, el Perú y Bolivia firmaron la referida alianza y paso seguido se buscó la incorporación de la Argentina, que tenía su propia agenda con Chile por la posesión de la Patagonia. Siempre en 1873, la cámara de diputados de la Argentina aprobó la suscripción del convenio, pero el senado rioplatense postergó la decisión, entre otras cosas, por los problemas limítrofes que tenía pendientes con Bolivia por la posesión de Tarija y el Chaco.
No obstante, la verdadera razón de que la Argentina no se sumase a la Alianza fue la indecisión de los sucesivos gobiernos peruanos de Manuel Pardo y Mariano Ignacio Prado, que ni tomaron las medidas adecuadas para equiparar la supremacía naval obtenida por Chile con la adquisición de los blindados Cochrane y Blanco Encalada, ni tampoco potenciaron la política de alianzas internacionales para contrarrestar dicha supremacía. Así pues, en 1875 y 1878, la Argentina solicitó el apoyo peruano en su causa contra Chile por la Patagonia, el que hubiese supuesto su automática incorporación a la Alianza Secreta, pero el Perú rehusó el apoyo y optó por la disuasión, temeroso del poder naval que recientemente habían adquirido los chilenos.
Cuando en 1879 estalló la Guerra del Pacífico, el Perú se encontraba en una situación en la que él solo se había colocado: tenía una evidente inferioridad naval frente a Chile, estaba coligado con Bolivia por el tratado del 73 y la Argentina no era parte de este. Más bien, en 1881 los rioplatenses forzaron un tratado muy ventajoso con Chile respecto de la Patagonia, a la par que, como señalé en mi nota anterior, permitieron el paso por su territorio a un gran contingente armamentístico peruano que venía desde Europa para defender la Alianza. Dada las renuencias peruanas de 1875 y 1878, ¿debía esperarse más de la Argentina?
En realidad, la torpe Alianza Secreta de 1873 y la no participación de la Argentina en ella denotan el pésimo manejo de la diplomacia peruana en la década previa al estallido de la Guerra del Pacífico. Por ello no encuentro justo que se manipule estos eventos para ensombrecer las relaciones peruano-argentinas. Creo, más bien, que el Perú debe mantenerse en su política intransigente con cualquier presencia colonialista en la región, y que la Argentina debe hacer algo más por cerrar la herida que dejó la nefasta venta de armas al Ecuador en 1992. Al día de hoy, parece claro que las disculpas de Cristina Kirchner no han sido suficientes.
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