El año franco-alemán y la reconciliación peruano-chilena
Daniel Parodi Revoredo
Basta recorrer un poco las páginas de internet que franceses y alemanes dedican al año franco-alemán –que conmemora los 50 años de la suscripción del Tratado del Eliseo (1963)- para darnos cuenta de algo fundamental: apenas 18 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, los líderes de Francia y Alemana –Charles de Gaulle y Konrad Adenauer- ya habían comprendido que la verdadera reconciliación entre sus pueblos sólo podría darse integrando a sus jóvenes.
Amistad franco-alemana cumple cincuenta años
Qué difícil debió resultar. Francia y Alemania, en un lapso de 70 años, se habían enfrentado en tres guerras fraticidas: la franco-prusiana de 1870, la Gran Guerra del 1914 y la de 1939. Por eso sus líderes, en 1963, le pusieron tanto énfasis a la juventud, a la educación, a la cultura y a los deportes, pues comprendieron que la integración económica –vital para reponer a Europa como espacio de gravitación mundial- requería cerrar las heridas y cambiar las subjetividades ¿cómo integrarse, si no, con quien no se confía?
50 años después de 1963, no sólo el Tratado del Eliseo cumple cincuenta años; también los cumple la Oficina Franco-Alemana para la Juventud que desde entonces promueve los proyectos de los jóvenes de ambos países, los intercambios escolares y universitarios; cursos en los que unos aprenden la lengua del otro y viceversa; fiestas y actividades de confraternidad entre ciudades y regiones fronterizas; estancias e intercambios profesionales y trabajos de investigación multidisciplinarios etc. Además, en 1992, los gobiernos de Francia y Alemania fundaron en Berlín, el Centro de investigación Marc Bloch, que hoy funciona bajo tres ejes que se consideran fundamentales, a saber: comunicaciones y representaciones sociales; políticas fronterizas y migración; dinámica de los saberes y construcción de disciplinas.
Esta larga introducción me sirve para colocar el fallo de La Haya en una perspectiva moderna y colaborativa, en la línea en la que vienen haciéndolo los gobiernos del Perú y Chile; la que se debe mantener en contra de una visión nacionalista del proceso, que lo ve aún como un escenario en el que habrá un ganador, un perdedor, o, eventualmente, un empate. En realidad, las exigencias de la integración en el marco de la globalización y del siglo XXI, nos obligan a asumir este desafío con una responsabilidad mucho mayor y con una proyección hacia el futuro que se las debemos a las próximas generaciones. En la década de 1950, cuando aún humeaban las cenizas de la guerra más cruenta de la historia universal, franceses y alemanes ya conversaban sobre cómo integrarse y volver a las amistades. En cambio, 130 años nos separan a nosotros del fin de la Guerra del Pacífico por lo que resulta impostergable dejarles a quienes nos sucederán muy bien sentadas las bases para la amistad peruano-chilena del mañana.
Es verdad que se ha avanzado muchísimo en los últimos tiempos. Con Ecuador nos hemos reconciliado a velocidad supersónica, tanto que nuestros respectivos consejos de ministros sesionan juntos dos veces al año. Con Chile, el litigio de la Haya parece haber cambiado positivamente el giro de la relación bilateral y, frente a un inicio áspero y cargado de tensión, parece abrirse paso un escenario colaborador e integracionista.
Es precisamente por ello que me satisface la reciente mención al cincuentenario del Tratado del Eliseo por parte del Canciller Rafael Roncagliolo, que me trae a colación la importante declaración que firmara junto con su homólogo chileno en Santiago el pasado 24 de enero. En ella, ambos se comprometen a acatar el fallo y aprobaron 19 puntos para la integración en todas las áreas. Ciertamente, no se trata de calcar el modelo de reconciliación franco-alemán; pero, si existe la sincera voluntad de integrarnos, ya debemos pensar en cuáles serán las instituciones binacionales que desarrollarán los planes y promoverán las políticas. Por ello, una mirada a la amistad franco-alemana -y a las instituciones que la sostienen- resulta fundamental para potenciar el proceso de integración entre el Perú y Chile.
23 abril, 2013 at 10:16 pm
La reconciliación franco alemana a menudo no se contempla dentro del marco de la guerra fría, del hecho de que Francia ya contaba con el arma atómica y Alemania Occidental (entonces) nunca la tendría, al interés de la Francia gaullista de tener una política exterior pan europea distante de Estados Unidos (cuyo principal aliado en Europa continental era Alemania occidental) Habría mucho para escribir, pero, de todas formas es un ejemplo clásico de reconciliación en el siglo XX y, bueno la madurez de los pueblos que la llevaron a cabo
23 mayo, 2013 at 1:09 pm
Hitler 8Alemania) invadio toda Francia en 1940, y Petain suscribio un armisticio con Hitler.¿Que hubiera pasado si los norteamericanos, canadienses e ingleses no derrotan a Hitler enFrancia en 1944? Pues los franceses estarian "conviviendo" en "paz" con los sucesores nazis de Hitler, muy a su desagrado. El Peru nunca pudo desquitarse de Chile,tuvo que perder inmensos territorios y ser objeto de saqueos de todo tipo.Esta bien reconcialiarse con Chile, pero tal acto no puede compararse a la reconciiacion franco-alemana.Hay que reconcialiarse porque el comercio internacional conjunto con Colombia y Mexico lo exige;porque Chile esta armado hasta los dientes, y porque hay alrededor de cien mil peruanos viviendo en Chile, entre otras razones.