12 de octubre, el día de las heridas abiertas 

Dr. Daniel Parodi Revoredo

Historiador

 

Acerca del planteamiento de resignificar el día del Descubrimiento de América y llamarlo Día de la Resistencia Indígena

Cuando se conmemoraron los 500 años del descubrimiento de América, me molestó que se le designe “Encuentro de dos mundos” al suceso. Me molestó porque lo que en realidad ocurrió es que un mundo fue sometido y conquistado por otro. Permítaseme la perogrullada: el Mundo Occidental conquistó al Mundo Nativo Americano.

Dos décadas después, con las teorías postcoloniales o decoloniales, posturas parecidas a las que tuve más por intuición en 1992 comenzaron a abrirse paso. Pero pronto encontré razones para distanciarme de ellas. Leí a Enrique Dussel y me pareció que denunciaba abusos y tropelías absolutamente denunciables, pero que olvidaba que quinientos treinta años han transcurrido desde la conquista de América hasta nuestros días.

En su discurso pareciera no haber nada en medio, un impactante salto temporal de cinco siglos comunica el pasado con el presente. El problema es que si pensamos a la América Latina actual con los ojos de quienes sufrieron la conquista hace medio milenio, solo obtendremos  el odio, el encono y el apartheid entre los americanos del presente.

Luego el tema se complica. La conquista no comenzó y terminó en 1492, o en 1532, con Francisco Pizarro, para el caso del Perú. Tras ella vino la colonización y, tras las independencias, el siglo XIX, cuyo darwinismo social sólo justificó la posición de sumisión de quienes desde hace cuatrocientos años ya se encontraban en lo más bajo de la estratificación sociocultural americana. Recién en la década de los veinte, la corriente intelectual del indigenismo, José Carlos Mariátegui a la cabeza, que también fue política, cultural etc. comenzó a cambiar las cosas, lo demás lo hizo la transición demográfica tras la 2da Guerra Mundial y el Estado, casi obligado a atender a quienes nunca se preocupó por atender.

Sin embargo, la pregunta es la misma. Yo siempre creí en la universalidad de los Derechos Humanos. Hoy se les fustiga, se dice que ocultan la diferencia, que hay que legislar para la diferencia. Pero una cosa es legislar para proteger al vulnerable, a los pueblos originarios y otra bien distinta es generar narrativas del odio para enrostrarle la responsabilidad de sucesos de otros tiempos a actores del presente. Resulta que nunca creí en políticas de la confrontación, más bien, siempre animé políticas de la reconciliación.

Ahora quieren tumbarse estatuas de Cristóbal Colón, lo juzgan, lo condenan, lo tratan de genocida. A mi me formaron en la compresión de los personajes políticos en su tiempo: si usase aquellos criterios, llenaría la historia de genocidas, ni Julio César, conquistador de las Galias, se salvaría, y lo mismo con el tema de la esclavitud, tan manido los últimos tiempos.

Téngase presente: hay voces y narrativas que desde la derecha hacen exactamente lo mismo. Por ejemplo, sobre los revolucionarios franceses y la manera como acabaron con la nobleza de su país, aún más en la Época del Terror liderada por el ciudadano Robespierre. Por cierto, no faltan quienes  evalúan muy críticamente al  Che Guevara por supuestamente someter a los enemigos del régimen revolucionario cubano a juicios sumarísimos y luego enviarlos a fusilar. No voy a discutir aquí la veracidad o no de estos hechos, lo que sí sabemos a ciencia cierta es el trato inhumano que la revolución cubana brindó a las personas LGTBI+ por la que después esta se disculpó, pero el daño ya estaba hecho.

La cuestión de fondo es si vamos a convenir que, en historia, se debe evaluar el proceder de los seres humanos de acuerdo con la normalidad/mentalidad de su época. Esta es una regla de oro para los historiadores que, sin embargo, vivimos tiempos en los que la polarización ideológica ha llevado a desatar pasiones tales que cualquiera sale en TikTok fungiendo de experto y hablando cualquier tontería acerca de lo que, sencillamente, debería callar.

Mucha charla, otra vez 12 de octubre. Ahora quieren resignificar el día del Descubrimiento de América y quieren llamarlo Día de la Resistencia Indígena. Coincido en algo, la manera como nombramos las cosas es muy importante, pues contiene la idea central de una determinada narrativa o relato. El régimen militar argentino llamaba Locas de la Plaza de Mayo a las madres que pedían por sus hijos desaparecidos, entonces yo era un niño y me creí que esas señoras estaban locas. Luego las llamaron Madres y Abuelas y comprendí conmocionado de qué trataba el tema.

Descubrimiento de América es un nombre eurocéntrico. Parece una tontera chauvinista pero aciertan los que dicen que América no fue descubierta, ya estaba aquí y lo que es para Europa no tiene que serlo para América. Pero Día de la Resistencia Indígena nos coloca en una posición de confrontación que abre el camino para  la búsqueda de otras opciones que, sin negar el problema, dejen abierta también la posibilidad, como diría Jorge Basadre. Resarcimiento y reconciliación pueden construir la ruta juntas.

Puntuación: 5 / Votos: 1