El cohete y el puerto

“La diferencia que separa al cohete del puerto es la que separa a USA de China, mostrándonos cómo piensa y cómo se proyecta cada uno en nuestra región. Al cohete lo vemos con extrañeza, al puerto lo miramos con esperanza”

Desde ayer jueves 14 de noviembre se está realizandoen Lima la cumbre de la Asociación Asia-Pacífico, importante foro comercial que congrega a las principales economías del mundo y a sus líderes. Por lo visto hasta hoy, el gobierno del Perú ha actuado a la altura de las circunstancias y es justo reconocer que, en ciertas ocasiones, nos resta algo de sentido común para organizarnos en beneficio de nuestros intereses.

La sorpresa la ha traído, sin duda, Estados Unidos, país con el que hemos firmado un convenio para implementar una base espacial en Talara que, en poco tiempo, estará lista para lanzar al espacio cierto tipo de cohetes no tripulados. Hace 50 años, sin duda, ese hubiese sido el titular de todos los medios, el titular de toda la cumbre: “El Perú en el espacio” anunciarían a todo meter los diarios matutinos y los informativos radiales y televisivos.

Sin embargo, la noticia, sin bien no ha pasado desapercibida, ha despertado un mediano interés en la opinión pública, una suerte de curiosidad estuporosa ha rodeado la noticia. La razón es comprensible: los viajes a la Luna, que se iniciaron hace 55 años cuando Neil Armstrong pisó nuestro satélite natural y exclamó “un pequeño paso en la vida de un hombre, un gran paso en la historia de la humanidad”, han pasado de moda.

Es cierto que en adelante se han dado saltos importantes en la carrera espacial norteamericana. El programa Challenger logró que las naves aterricen en la Tierra como si se tratase de aviones. Hemos llegado a Marte con algunas sondas espaciales y otras más se dirigen hacia destinos aún más lejanos. Asimismo, Elon Musk, con su programa SpaceX, vaticina el próximo retorno del ser humano a la Luna e inclusive su amartizaje con finalidades que se devanean entre lo científico y lo turístico. Veremos.

En cambio, China inauguró un puerto. Con toda la pompa posible, con un artículo del mismísimo Xi Jinping publicado en nuestro Diario Oficial El Peruano anunciando la apertura de la ruta Shanghái-Chancay. El líder chino, lejos de apabullarnos con datos estadísticos,  compartió con nosotros una narrativa de la integración peruano-china apelando a la historia, desde los caminos del Inca hasta el Amauta José Carlos Mariátegui.

El puerto, como no, presenta elementos discutibles. Podría ser apenas poco más que un enclave chino en el Perú -la empresa Cosco tiene exclusividad y ni OSITRAN puede meterse (¿esto no implica ceder soberanía?)- pero, solo para comenzar, le dejará al Perú 4500 millones de dólares al año y dependerá de nuestras clases gobernantes, y de su visión compartida de futuro con los líderes de los demás países de la región, establecer una efectiva conectividad entre dicho puerto y diversos centros productivos continentales para así convertir a Chancay en un auténtico motor del desarrollo sudamericano.

La diferencia que separa al cohete del puerto es la que separa a USA de China, mostrándonos cómo piensa y cómo se proyecta cada una en nuestra región. Al cohete lo vemos con extrañeza, al puerto lo miramos con esperanza. El viejo y el nuevo hegemón nos han mostrado sus rostros.

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