#ConfianzaParaLaDemocracia
Es hora de defender el orden constitucional del autoritarismo fujimorista
Cuando en diciembre de 2016 se censuró al ministro de Educación Jaime Saavedra, un sector de nuestra política se movilizó pidiéndole al gobierno del presidente Kuczinsky que cierre el Congreso. Entonces estuve en contra de la medida, no me parecía sano para la democracia disolver el parlamento. Más bien, el asunto me trajo a colación el tristemente célebre mensaje presidencial de Alberto Fujimori a la nación, la noche del 5 de abril de 1992, donde no solo disolvió el Congreso, sino la democracia entera.
Han pasado casi 9 meses desde la censura a Saavedra y la mayoría parlamentaria fujimorista ha hecho de este un país absolutamente ingobernable. Yo pensaba, la verdad, que los tiempos de los congresos obstruccionistas habían pasado y que el Perú comenzaban a comprender esto del juego de la democracia, en donde las partes se tienen que poner de acuerdo para que un país sea gobernable y le traiga progreso a la gente. Los tres congresos anteriores, con todos sus bemoles, así lo demostraban.
¿Cuál es la sutil diferencia? En los tres congresos anteriores el fujimorismo no tenía mayoría absoluta y ahora sí la tiene. Y el resultado no podía ser distinto, el fujimorismo está actuando coherentemente con lo que es y nos ofrece apenas una pequeña muestra de lo que sería si hubiese llegado o si llegase mañana a controlar el poder ejecutivo: una fuerza absolutamente copadora y vertical, encaramada en el aparato del Estado, repartiendo prebendas y psicosociales a diestra y siniestra para tener contenta a la gente, con la hoy enmudecida Keiko Fujimori subida en un tractor, emulando a su padre, abrazando a la gente en los lugares más remotos del Perú, haciéndose querer. Y al demonio la Constitución, la República, los derechos civiles, las minorías, en suma, la democracia, total ¿no decía Odría que la democracia no se come?
Yo me opuse al cierre del Congreso en diciembre de 2016; era pronto. Lo que hoy puede parecernos tautológico, irremediable, con una fuerza obstruccionista como el fujimorismo controlando el Legislativo, tenía que evidenciarse ante la nación. Las cosas debían pasar, no podían presumirse. De lo contrario, estaríamos usando los mismos métodos vedados que hoy el Premier Fernando Zavala ha decidido combatir solicitando al Congreso Nacional la cuestión de confianza a su gabinete, asociada a la permanencia de la ministra de educación Marilú Martens al frente de su cartera.
Entonces no nos equivoquemos, el Poder Ejecutivo no se ha demorado en tomar la decisión: el Perú necesitaba ver una vez más el peor rostro del fujimorismo para así legitimar la cuestión de confianza ante la nación. Y ahora todos hemos visto a Héctor Becerril negociando por debajo de la mesa con el radicalísimo Pedro Castillo. ¿Qué canjearon?: pues la desestabilización del mismísimo gobierno del Perú a cambio de que el Conare-Movadef (¿alguien dijo Sendero?) desplace a Patria Roja de la dirigencia magisterial. El país entero presenció aquel diabólico pacto aunque no hayamos terminamos de saber ¿quién era finalmente el diablo en este aquelarre de terroríficas máscaras?.
Algo me quedó claro desde el principio: aquí la lucha es de la democracia contra el clientelismo-autoritario que el fujimorismo representa y por eso, también desde el principio, no me ha costado nada tomar partido. Vamos entonces por la cuestión de #ConfianzaParaLaDemocracia porque es ella la que está en juego.
Daniel Parodi Revoredo
@parodirevoredo
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