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Tren bioceánico por Bolivia: la historia

En 1876 se inauguró en el Perú un tren que fue el resultado del controversial contrato Dreyfus de 1869. Se trata del ferrocarril del sur que cubría la ruta Mollendo – Arequipa – Puno. Su intención no solo fue transportar rápidamente a la costa las lanas y minerales del sur peruano, sino facilitar la salida y entrada del comercio boliviano al Océano Pacífico. Recordemos que entonces las mercaderías bolivianas utilizaban la larga ruta hasta Arica, tradicional desde los tiempos coloniales. Con el tren, los productos del país vecino debían trasladarse hasta solo Puno para allí continuar en ferrocarril hasta el puerto de Mollendo.

Esta situación la modificó el Tratado de límites chileno-boliviano de 1904 que acordó la construcción de un ferrocarril Arica – La Paz, cuyas obras comenzaron a ejecutarse en 1905 y se concluyó en 1913. Desde entonces Chile hizo realidad unos de los objetivos geoeconómicos que se trazó durante la Guerra del 79: que el comercio boliviano fluya al océano desde sus aduanas y ya no desde las peruanas.

No está de más recordar que la construcción de dicho ferrocarril contravino indirectamente las estipulaciones del tratado de Ancón que establecían la realización de un plebiscito en Arica y Tacna en 1894 para que sus pobladores decidiesen si se mantenían en Chile o se reintegraban al Perú. La construcción del ferrocarril supuso la confirmación, de facto, de la anexión chilena de Arica pues Chile no dejaría ir un puerto en el que había invertido tanto.

Hoy, cuando el proyecto Bolivia-mar sigue encarpetado en nuestro Congreso por aprehensiones nacionalistas que remiten al siglo XIX, el apoyo peruano a la construcción de un ferrocarril bioceánico desde las costas del Pacífico del Perú hasta las atlánticas de Brasil, pasando por Bolivia e interconectándose, en el camino, con Paraguay, Uruguay y Argentina, es una estupenda noticia, es la llegada de la era postnacional, es pensar la región en términos globales, por lo que esperamos que pronto se convierta en una feliz realidad.

Hay que comenzar a redefinir los conceptos de soberanía, territorio y frontera con ojos del siglo XXI. Solo así alcanzaremos la interconexión regional y lograremos a ser competitivos en el mundo global.

Publicado en Diario Expreso el 21 de octubre de 2016

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